El repertorio de Café Tacvba (y algunas rarezas/versiones) se puede escuchar aquí. Como siempre gracias a Rubén ZdO.
Dice mi amigo Fernando Frisa que cuando piensa en los Café Tacvba le viene a la cabeza su versión de No controles de Olé-Olé -todavía con Vicky Larranz-, sonando a toda mecha en el Candy Warhol. El Candy fue hogar para almas perdidas, dipsómano de fin de semana y artistas con adicciones mal curadas. Rubén Scaramuzzino, que sabe de esto un rato, me dice que no olvide comentar que los Café Tacuba -él siempre lo ha escrito con u-, son de Ciudad Satélite, del extrarradio de CDMX.
Los Café Tacvba (con v no con u) empezaron con aquello que se llamó Rock en tu idioma, de Argentina Soda Stéreo y de España importando a Radio Futura y Nacha Pop. Aterciopelados les costaría un poco arrancar -ya hablaremos de eso-, pero había un rollo dark en la escena que hacía que los Héroes del Silencio miraran con apetito México. 1992 llega el debut, salen de los subterráneos, es la encarnación del jaguar y, después de cinco singles editan el 15 de marzo de 1993 Chica banda. Y todo cambia.
Para seguir igual. Una rola que invita al pogo, que sigue en su setlist, como otros temas como Debajo del mar o Bar Tacuba. El primero es casi tecnopop oscuro avanzando el eclecticismo que va a ser la marca de la casa durante toda su trayectoria. Graban Re en 1994 (de aquel disco siguen tocando en directo temas como El baile o el salón o Ixtepec), donde había influencias como la de Arthur C. Clarke y tiene el hit absoluto Ingrata, una casetera que suena en plena bailanta, un corrido en mitad de una de las bandas más importantes de la independencia mexicana, y habían hecho el disco de versiones Avalancha (donde aparecía No controles escrita por Nacho Cano para la banda de Vicky Larranz u Ojalá que llueva café de Juan Luis Guerra, además de temas de gente como Jaime Roos o mitos como Botellita de Jeréz) y en 1998 se juntaron con canciones para hacer un disco doble. El 13 de julio del año que se editó Honestidad Brutal de Andrés Calamaro (o sea 1999, año cero de la historia moderna, la del Salmón), Gustavo Santolalla les anima a sacarlo, Yo soy (canciones) y Revés (instrumental). Por aquella época David Byrne, que había descubierto el Tropicalismo y quería ser el más moderno de Nueva York de nuevo, recorría los estantes de las tiendas de discos buscando nuevos puertos, con la bicicleta amarrada en la entrada. Estaba Titán con su Elevador y «La cavernaria», mito de la lucha libre mexicana que los gringos castizos y aragoneses varios veíamos por Galavisión estaba todavía viva. En 1999 llevaban una década de vida. Café Tacuba había arrancado como una banda punk sin batería. Caja de ritmos y mucha actitud de su frontman Rubén Albarrán y de Joselo, otro de los mitos vivientes de la escena latina, el héroe de la guitarra.
La primera vez que engancho con Café Tacvba es con Cuatro Caminos. Es el año 2003 y ese mismo verano actúan en el escenario de Pirineos Sur (Rockeros&Raperos). La canción Eres (escrita por el teclista Emmanuel del Real, que acabará siendo productor con los años de Natalia Lafourcade y Napoleón Solo) es una delicada balada de amor, casi edulcorada en exceso, pero cuando una de las bandas más experimentales de la historia se entrega a una sintonía de telenovela, eso también es jugarse la cara.
En aquella época el sonido Flaming Lips se imponía en el mundo civilizado y todos queríamos ser parte de aquella carrera por el premio entre dos científicos locos. Y ellos toman chelas con Dave Fridmann y deciden, por primera vez en su carrera, introducir baterías en la grabación de las canciones. La pausa había sido larga. De Lanuza a Lolapallooza y, al final, en el festival de Coachella. Su pasión por el grupo chileno Los Tres les había llevado a grabar un EP de covers y se habían dejado caer.
Agustín Lara y Chavela Vargas, The Kronos Quartet y discos de postrock en solitario. Miami comienzo de siglo. Luis Ledesma en la batería. La santísima trinidad de Maldita Vecindad, Santa Sabina y los Caifanes. Seguimos hasta 2005. En octubre de 2004 graban La tradición oral de Café Tacuba, 40000 personas. Abren con María. Un viaje rock y folk, códigos, samples orgánicos, 29 canciones. Los conciertos de Café Tacuba son un viaje al final de la noche, como el raspado de Matando de su Jei Beibi.
Dos años más tarde las radios abren con una rola de ocho minutos que es el primer sencillo del nuevo LP de los Café Tacvba. No hay espacio para el rock en la vida, en lo espeso de los noventa, tres lustros más tarde, Pavement y en un par de años Gustavo, Zeta y Charly iban a volver. Cantante con guitarra acústica y el contrabajista al bajo eléctrico, Enrique Rangel. El puñal y el corazón tiene una demo a capella. Cada vez menos tecnología y más carne. SINO. Chiapas y el Zapatismo. El hombre blanco viaja hacia el comienzo del día, vestido con traje. De aquellas canciones siguen tocando Quiero ver y Volver a comenzar. 7 minutos y 45 segundos. Ese es nuestro destino.
Estamos en otoño de 2012, es el número 66 de Zona de Obras y las generaciones de la música lationamericana se encuentran en la portada. Expediente «Pussy latino». Ya aparece el mito Camilo Lara, promete que se aleja de Esquivel para acercarse a The Clash. Los Café Tacvba utilizan el altavoz bíblico que dura todo un siglo para hablar de «Un objeto antes llamado disco». Han pasado diez años pero ya se piden descripciones en un solo tweet.
No han envejecido. Solo que, como veteranos, aparecen nuevas costuras, hablan de The Smiths o de Love&The Rockets. Saben que nunca serán como ellos. Pienso en canciones de Café Tacvba, pienso en un chaval de un tianguis escuchando en un radiocasete alguna copia trucha de sus primeras grabaciones y pensando lo contrario. El disco ha sido grabado frente a público. Buenos Aires, Nueva York… y, claro, el DF. Han pasado diez años y hablan de política. La primavera mexicana. No sé qué es eso. Lo busco en la red pero me salta en la lista de reproducción un tema de San Pascualito Rey y mi cabeza va a la poesía de Pequeña Orquesta Reincidentes. Nolosé/Nodude/…/le aconsejo que no dude. Un tema precioso: Olita de altamar.
«Se acaban las revistas, se acaban los periódicos, nadie sabe qué fue de mí, de mis fanzines, mi hijo sigue jugando con muñecos hechos de cuerda y se divierte colocando una máscara del Santo sobre un busto de Tintín. Tengo que echar mano de la red, ahora sí, y encuentro que en 2017 apareció el octavo disco en estudio de la banda «Jei Beibi».
Siguen siendo producido por Gustavo Santaolalla pero ahora graban de manera independiente. Todo el álbum fue publicado y licenciado por la compañía ONErpm. En la gran enciclopedia universal se acaban las referencias. Busco en Spotify y encuentro que en 2022 aparece una mixtape: Taconazo con amor.
Se me escapa una lágrima. Sobre la arena. No me importa, mi corazón es enorme, le caben mil millones de puñales.