Europa inquieta Europa inquieta

Bienvenidos a lo que Kurt Tucholsky llamaba el manicomio multicolor.

El aniversario de un fracaso: la idea de crear un ejército europeo que nunca llegó

Creo que hasta ahora no había traído aquí ningún fracaso, pero Europa también es la suma de sus fracasos, o mejor dicho, la transformación en otra cosa de la suma de pequeños y grandes fracasos. Hoy os voy a hablar de uno muy grande, quizá el mayor en toda la historia de la integración: la Comunidad Europea de Defensa.

El periodismo, en general, solo celebra cifras redondas en positivo… ¡ y a veces ni eso! Pero da la casualidad que este 2014, además de todas las conmemoraciones que estan por venir, también es el aniversario de algo que no llegó a ser finalmente nada, aunque sentó las bases de lo que vendría casi cuarenta años después, incluido Javier Solana.

Una furgoneta del Ejército francés en labores militares en África (EFE).

Una furgoneta del Ejército francés en labores militares en África (EFE).

En 1954, la Asamblea Nacional francesa decía ‘no’ al proyecto de integración militar y federal más ambicioso de la por entonces Europa de los seis. Una aspiración que, en mitad de la guerra fría, hubiera significado el resurgir de Europa como potencia exterior autónoma sin necesidad –al menos sin la perentoria necesidad– de acudir policías y ‘hermanos mayores’ externos.

Pero como explica Juan Miguel Ortega Terol, profesor titular de Derecho Internacional Público de la UCLM, «el papel centra la OTAN y el indeclinable protagonismo de EE UU, renuentes  a dejar de jugar el papel que ocupaban en ese periodo de polarización, limitó las oportunidades de alcanzar una política común autónoma«. Un deseo que todavía hoy no ha sido materializado ni siquiera en los mismos audaces términos que propusieron Schuman y Monnet.

La CED nació en 1952 de mano de los mismos países que habían llevado con éxito las negociaciones para la formación de la CECA, uno de los basamentos fundamentales de la UE. Pero a diferencia de la Comunidad Económica del Carbón y del Acero, la política exterior y de defensa no pasaría de ser un papel mojado, pues dos años después el tratado quedó moribundo, si bien algunas cláusulas merecen recordarse hoy.

La alianza militar occidental, que tenía unos objetivos exclusivamente defensivos, comienza su exposición de motivos con una exhortación a la paz,  un «deseo de salvaguardar los valores espirituales y morales que son el patrimonio común [europeo] y la voluntaria decisión de “asegurar el desarrollo de su fuerza militar sin que se atente al progreso social».

La Comunidad Europa de Defensa, aunque hoy parezca algo descabellado, pretendía crear un ejército europeo, unas fuerzas armadas del continente que excluyeran los ejércitos de las distintas naciones. El objetivo era doble. Por un lado se alejaría así el fantasma de una posible futura nueva guerra entre estados europeos (¡el temido nacionalismo!), y por otro se creaba un elemento más de poder físico para hacer frente a la amenaza soviética.

La CED fracasó en Francia, país que paradójicamente la había impulsado, como muchos años después también lo haría la Constitución europea. Dos ejemplos (aunque hay más: la crisis de la silla vacía, por ejemplo) del ambivalente y no siempre bien explicado papel del país galo en la (trans)formación de la Unión.

La CED fue un deseo fallido y supuso una crisis dentro del seno de la comunidad que tardaría décadas en revertirse. Pero creo que hacer pedagogía del fracaso es también necesario hoy. Muchos siguen creyendo que la UE nació como proyecto exclusivamente económico porque así parece haberse ahora materializado, pero las pulsiones federalistas, políticas y militares están también en su origen… aunque infelizmente incompletas.

20 comentarios

  1. Dice ser hanalfaveto

    Lo qué mas me gusta del artículo es:

    «Una furgoneta del Ejército francés en labores militares en África (EFE).»

    Eso es una furgoneta!!! sí señor!!!! con ametralladora incluida y torreta giratoria… Debe ser para repartir los «malocotones»» jajajajajaja.

    22 marzo 2014 | 14:49

  2. Dice ser sexXxmaschineNn

    Es la fregoneta payooo…

    22 marzo 2014 | 15:27

  3. Dice ser Saecula saeculorum

    El tal nacho Segurado éste es un apatriado sin dignidad, un judío despreciable que trata con su vomitiva propaganda de fomentar interéses ocultos a cambio de no sé qué –

    Solo te voy a decir una cosa, rata – La paciencia del pueblo tiene un límite, cuando este límite se acabe os vamos a coger de la garganta y os vamos a estrangular más fuerte que nunca

    La historia siempre se repite

    22 marzo 2014 | 15:27

  4. Dice ser survey

    Amo a Europa y no quiero volver a ver una guerra en nuestro continente, pero un ejército Europeo solo beneficia a los tiranos de Bruselas, supondría una tremenda pérdida de soberanía nacional y de libertad en todos los pueblos de Europa.

    Si a la Europa de las patrias, la Europa grandiosa de Vcotor Hugo, no a la Europa de Bruselas, esa que quiere que aceptemos a turquía como una nación hermana, cuando no lo es.

    22 marzo 2014 | 17:03

  5. Dice ser HACEDOR

    Blogero, te has lucido con lo de la furgoneta…manda huevos.

    22 marzo 2014 | 17:13

  6. Dice ser fidel

    Ayyyyyyyyyyy payo ,válgame Señol,vamos a ufanal algo Juan de Diosss.
    Si,si ejército europeo,prima de rieago,rescates,bajadas de salarios.
    Iros a la puta mierda UE.

    22 marzo 2014 | 18:28

  7. «Hace tres años participé con una red de colectivos y organizaciones en una manifestación que demandaba una huelga general, coincidiendo con el paro convocado en algunos territorios al margen de los sindicatos mayoritarios. Ansiábamos con extenderlo al resto del Estado, pero nos equivocamos: no medimos bien nuestras fuerzas. La melancolía, el retoño de las expectativas frustradas, nos invadió hasta tal punto que la posibilidad de una huelga alternativa parece hoy más lejana que entonces. Y eso que ahora volvemos a encontrarnos en otro contexto en el que las circunstancias urgen adoptar una solución extraordinaria. Subrayo una, en singular. Porque al afirmar que es «el momento de dar un paso adelante», se quiere decir de manera exclusiva que es el momento de participar en el juego electoral.

    Este artículo no pretende decir si hay o no que votar, una decisión que depende de cada cual. Simplemente defiende que hay que enfriar este clima de entusiasmo electoral en aras de un sano escepticismo. Hay distintas cuestiones que nos mueven a duda. En primer lugar, su origen. Que los promotores de la aventura electoral confiesen que se embarcaron en la misma cuando comprobaron el éxito de su discurso en las tertulias televisadas, no es una garantía. Aquí conviene señalar que los grandes medios de comunicación, los «intelectuales colectivos» que comentaba el tan traído Gramsci, son un pilar fundamental de la cuestionadísima Cultura de la Transición. Pero además años y años de exposición televisiva demuestran que esta no contribuye a la maduración colectiva y que por tanto no resulta el vehículo más indicado para la concienciación. El medio determina el contenido y las voces críticas forman también parte del espectáculo.

    Además, tampoco resulta clara la estrategia. Se plantea como fin la «democratización de las instituciones». En el panorama más próximo aparecen las elecciones europeas. ¿Se pretende democratizar la Eurocámara, compuesta por 754 diputados y expuesta al acoso de unos 2.500 lobbies que campan a sus anchas en Bruselas? Una labor cuanto menos titánica, máxime con la desafección que estos comicios provocan entre la población española. La estrategia habrá de ser por tanto a medio-largo plazo, con la consolidación de una fuerza que tenga presencia en las instituciones españolas.

    Para una plataforma que reivindica el legado de un 15M dado prematuramente por finiquitado, la única opción de alejarse de los viejos vicios de la política es constituir una alternativa horizontal comenzando por la base, es decir, los barrios y los municipios, en línea con lo que propone Montserrat Galcerán. ¿Los círculos surgidos como setas las últimas semanas serían el punto de partida? Es dudoso. Por otra parte, hay que tener en cuenta las renuncias que supone la participación electoral: del abandono de la consigna icónica del «No nos representan» a la pérdida de poder de las asambleas y la aparición de líderes.

    Los vaivenes en el discurso, que de la noche a la mañana introduce revolucionarios cambios en el tradicional panorama político español, son también sintomáticos de un movimiento volátil. La diferenciación entre izquierdas y derechas ha pasado a un segundo plano, una novedad que podría ser bendecida si con ella se entendiera de una vez por todas que el PSOE no representa los intereses de los trabajadores.

    Al mismo tiempo desaparece la lucha de clases, remplazada por un patriotismo de tipo populista, importado del pensamiento bolivariano donde la defensa de la patria adquiere una connotación emancipadora. Explicar esta postura en un contexto como el español, donde la influencia del legado franquista todavía sigue siendo predominante, no es sencillo; sobre todo si es utilizada como coartada electoral para pescar votos entre unas Fuerzas Armadas que nos siguen sorprendiendo con gestos involucionistas. Pero además, ¿qué hay que decir sobre las brechas que ya existían en el seno de nuestra sociedad y que la crisis ha acentuado? Los argumentos no pueden limitarse a decir que la soberanía ha sido secuestrada, sin pronunciarse sobre un orden económico que ha convertido a la masa sometida a la esclavitud del trabajo asalariado en muchedumbre abocada a la agonía de la búsqueda de trabajo remunerado.

    Algunos de los inconvenientes apuntados pueden ser solventados con el rodaje. O quizás no, porque en el fondo desconocemos bastante de las ideas y alcances que puede tener este nuevo movimiento electoral. Es lo que tienen los experimentos. En cualquier caso, siempre conviene estar alerta y no ceder ante la seducción de las circunstancias, porque no hay mayor desalentador que la melancolía».

    Aleix Romero
    Historiador
    06/03/14
    diagonalperiodico.net

    …y Gamonal !.

    22 marzo 2014 | 18:46

  8. Cuenta una bella leyenda judaica que en un pasado distante toda la humanidad vivía unida y hablaba la misma lengua. Habiendo dominado las técnicas de construcción y descubierto su propio poder creativo, los hombres decidieron construir una torre tan alta, que su parte superior llegaría hasta el cielo y así podrían ver al creador. Irritado con la arrogancia humana, dios resolvió confundir la lengua de los hombres con diferentes idiomas, para que de esta forma la gigantesca construcción no prosperase. Al no entenderse más, los trabajadores de la obra no pudieron coordinar sus esfuerzos y la torre acabó desmoronándose, fruto del caos que se instauró.

    La leyenda sobre la Torre de Babel tiene mucho que enseñarnos, aunque las lecciones no son sobre la vanidad humana, el poder de dios ni el origen de los idiomas modernos, sino sobre algo mucho más concreto: el funcionamiento de nuestra sociedad.

    De la misma forma que en la Torre de Babel, la humanidad, incluso sin saberlo, realiza una gran obra colectiva y coordina sus esfuerzos para ello: los coches producidos en Brasil son vendidos en Argentina, llevados hasta allí en barcos fabricados en Japón, pero que pertenecen a armadores griegos, que emplean marineros filipinos. No hay en el mundo un único bien material que no sea fruto de los trabajos conjugados de miles de hombres y mujeres.

    También como en la leyenda, la mayoría de los participantes de esa inmensa obra llamada sociedad “habla la misma lengua”, es decir, comparte ciertas ideas y valores, tiene una misma “visión de mundo”. Por compartir las mismas ideas, las personas acaban teniendo también un comportamiento parecido. A estas ideas o conjunto de ideas que moldean el comportamiento humano, las llamamos ideologías.

    ¿Para qué sirven las ideologías?
    El papel de las ideologías es garantizar el funcionamiento de la sociedad. Entonces, ¿qué ocurriría, por ejemplo, si los trabajadores ignorasen las leyes sobre la propiedad privada y decidieran tomar para sí las fábricas, los bancos y los latifundios? ¿O si las mujeres se rebelasen contra el machismo y comenzaran a reaccionar violentamente ante cualquier situación de opresión? ¿O si los homosexuales se organizaran para darles palizas a los neonazis en la Avenida Paulista? Está claro que si eso ocurriese, el orden burgués establecido se colapsaría y la sociedad, tal y como la conocemos, se desmoronaría sobre sí misma como una enorme Torre de Babel.

    Para que eso no se dé, para que la dominación capitalista siga su curso con tranquilad, es necesario que las personas acepten pasivamente las condiciones de explotación y opresión a las que están sometidas. ¿Y cómo conseguir eso sin recurrir permanentemente a la violencia? Pues a través de las ideologías.

    Se crea así la ideología de que la propiedad privada es sagrada y que los grandes empresarios, banqueros y petroleros son héroes nacionales; la ideología de que las mujeres son propiedad de sus maridos y a ellos les deben respeto y obediencia; la ideología de que la homosexualidad es una enfermedad y por eso, si los homosexuales son apaleados en la calle, es porque algo malo han hecho.

    Así, poco a poco, con numerosas ideas pequeñas, aparentemente sin conexión entre sí, se forma en la cabeza de los trabajadores una “visión de mundo” que no se corresponde con sus intereses, sino con los intereses de los capitalistas. Las ideas que justifican la dominación burguesa se hacen predominantes en toda la sociedad. Se reproducen exhaustivamente en la Televisión, en las escuelas, en las páginas de los periódicos, en la familia, en el trabajo, entre los amigos. Los trabajadores, por el simple hecho de vivir en sociedad, absorben estas ideologías y actúan en consonancia con ellas, incluso sin percibirlo. Cuando una ideología es aceptada por todos, se forma una especie de “lenguaje común”, que todos reconocen, entienden y reproducen en su cotidiano.

    Como resultado, explotados y oprimidos comienzan a hacer una cosa aparentemente absurda, pero que es la regla en nuestra sociedad: comienzan a actuar contra sí mismos, contra sus propios intereses de clase; comienzan a defender al enemigo y a combatir a sus aliados; se dividen. De este modo, los padres culpan a los profesores por el bajo rendimiento escolar de sus hijos, la población pobre defiende a un gobierno de empresarios y banqueros con miedo a perder las ayudas, los trabajadores esquirolean la huelga porque se convencen de que luchar no resuelve nada.

    ¿Qué esconden las ideologías?
    Tomemos algunas ideas bastante simples y ampliamente expandidas en nuestra sociedad: “El hombre es egoísta por naturaleza”, “Siempre van a haber ricos y pobres”, “Las mujeres fueron hechas para el trabajo doméstico”, “Una persona siempre va a querer pasar por encima de la otra”, “Los prejuicios ya vienen desde que nacemos”, etc.

    ¿Cuál es el sentido de estas ideas? Resulta evidente que todas apuntan en la misma dirección: aceptar las cosas tal y como son. ¿Y cómo nos convencen de ello? Afirmando que todo lo que existe es natural e inevitable, que intentar cambiar la realidad es ir “contra la naturaleza”. Así, para justificar un mundo de injusticia y sufrimiento, las ideologías “naturalizan” la realidad social, es decir, llevan a las personas a creer que la desigualdad, la explotación y la opresión son tan naturales como la lluvia, el viento o el movimiento de las mareas. Las ideologías esconden el gran secreto de la dominación burguesa: el hecho de que la sociedad es una construcción humana y que por lo tanto no hay nada de “natural” en ella; que el mundo en que vivimos es el resultado de la cooperación de los individuos y justamente por ello puede ser cambiado por esos mismos individuos.

    La propaganda ideológica
    ¿Pero cómo se esparcen las ideologías por la sociedad? ¿Cómo absorbemos y reproducimos con tanta facilidad ideas tan absurdas? Si existe democracia, ¿cómo alguien puede controlar lo que yo pienso? Para responder a estas preguntas, es preciso entender cómo funciona la propaganda ideológica.

    Todos sabemos lo que es propaganda. MediaMarkt hace anuncios animados, con personas hablando alto y rápido, y con énfasis en los precios. Nike centra su propaganda en el increíble desempeño de los atletas que usan sus artículos. El Santander hace propaganda de los beneficios que sus clientes pueden tener con esta o aquella inversión. En todos estos casos, el propósito es claro y evidente: ¡compre, use, aplique su dinero! No hay ninguna dificultad en reconocer que estamos ante una muestra de propaganda. Si a alguien no le gusta, puede cambiar de canal o pasar la página de la revista.

    Pero la propaganda ideológica es un poco más complicada. Como hemos dicho, el principal objetivo de las ideologías es hacer que las personas actúen contra sí mismas. Por eso la burguesía no puede decir abiertamente: “acepta la explotación”, “acepta la opresión”, como si dijera “bebe Coca-Cola”. Una propaganda así desvelaría la dominación ideológica y provocaría aún más revuelta. Por eso la principal característica de la propaganda ideológica es que es disfrazada, sutil, encubierta, subliminar.

    Cuando un artículo sobre una huelga de profesores comienza hablando de los alumnos que se quedaron sin aula, nos encontramos ante una muestra de propaganda ideológica. El objetivo no es informar o esclarecer lo que ocurre, sino enseñar hasta qué punto las huelgas perjudican a la población.

    El periodista no dirá eso abiertamente, sin embargo todo el texto estará diseñado para que provoque esa sensación en el lector. Cuando tras el asesinato de Bin Laden nos bombardearon en los programas dominicales con reportajes especiales sobre la tropa de élite que mató al líder de Al-Qaeda, nos encontramos ante una muestra de propaganda ideológica. Aquí el recado es: ¡los EEUU son invencibles, para ellos no hay misión imposible, no osen desafiarlos! Como es sabido, la mejor forma de implantar una idea en la cabeza de una persona es hacerle creer que llegó por si misma a esa conclusión.

    Así actúa la burguesía. No dice “la mujer es un objeto”. Simplemente muestra comerciales de cerveza que exhiben a la mujer como un objeto. Quién llega a la conclusión de que la mujer es un objeto es el telespectador. No escribe en los periódicos “es preciso acabar con los bosques alrededor de los ríos”. Simplemente muestra de qué forma el agronegocio, que acaba con los bosques alrededor de los ríos, es el “motor de desarrollo del país”. Quién llega a la conclusión de que acabar con los bosques es un mal necesario es el lector. No dice “vamos a acabar con los derechos laborales”. Simplemente dice que en los EEUU, el país más poderoso del planeta, casi no existen derechos laborales. Quién llega a la conclusión de que los derechos laborales son una traba para el desarrollo del país es el propio trabajador.

    Por eso, el hecho de que una persona tenga una opinión formada sobre un determinado asunto no significa de modo alguno que esa idea sea de ella. El noventa y nueve por ciento de las ideas que tenemos en la cabeza fueron implantadas sutilmente por la burguesía a través de la educación, de la prensa, de la familia, de la televisión, del cine, de la iglesia, etc, etc, etc. La fuerza de las ideologías está precisamente en el hecho de que los explotados defienden y reproducen las ideas de los explotadores, creyendo que esas ideas son suyas.

    Al ser repetidas incansablemente por toda la sociedad, las ideologías asumen la apariencia de “verdad absoluta”. ¿Qué decís de que las mujeres son iguales a los hombres? ¿Qué es eso de acabar con la explotación? ¿Cómo que socialismo? Cuando alguien cuestiona una ideología, parece realmente que está “hablando otra lengua”. Instintivamente, repelemos a ese tipo de persona y la separamos de nuestro entorno. O simplemente la ignoramos. La Torre de Babel no puede ser agitada.

    Ideología de la clase obrera
    Pero si una ideología es una determinada “visión de mundo”, un conjunto de ideas que sirve a determinados intereses, ¿podemos entonces decir que la clase trabajadora tiene una ideología? La respuesta es categórica: ¡sí!

    El socialismo científico, formulado en la mitad del siglo 19 por los filósofos alemanes Karl Marx y Friedrich Engels (por eso también es conocido como marxismo) es la ideología de la clase obrera, la ciencia de su liberación. El socialismo científico es un conjunto de ideas que interpreta correctamente el mundo que nos rodea, que revela las verdaderas razones de la opresión, de la desigualdad y de la explotación. Sin embargo, a diferencia de las ideologías burguesas, que penetran en la mente de los trabajadores por miles de medios invisibles e imperceptibles, el marxismo no llega a nuestras casas por las antenas de televisión, no se enseña en las escuelas, ni se escucha en las letras de las canciones de éxito. Es preciso buscarlo, descubrirlo. Y claro, como toda ciencia, el marxismo precisa de estudio.

    El obrero consciente que desee entender a fondo el mundo que le rodea debe comenzar por desconfiar de todas las ideas que parecen obvias y naturales, porque la mayor parte de ellas no pasa, muy probablemente, de mentiras bien contadas. Enseguida, debe tener, en relación a la sociedad, la misma curiosidad que tiene en relación a la máquina nueva que acaba de llegar a la fábrica: tiene que querer desvelarla, desmenuzarla, dominarla. Habiendo dominado el marxismo, ese obrero podrá interpretar los hechos de la realidad con la misma facilidad que un electricista experto interpreta el esquema eléctrico de un garaje residencial, que tiene una bombilla, un interruptor y un enchufe.

    La verdadera obra humana
    Las ideologías burguesas no son una fuerza invencible. Si la clase dominante tuviese tanta confianza en sus ideas, no habría hombres armados de plantón en comisarías, cuarteles y batallones, aguardando las órdenes para reprimir, dispersar y prender.

    Karl Marx, el viejo filósofo alemán, dijo en cierta ocasión que cuando una idea es absorbida por las masas organizadas, adquiere fuerza material, es decir, se convierte en un arma real.

    Cuando la crisis económica, política y social coloque en jaque a la dominación burguesa; cuando la represión contra los trabajadores, en vez de inhibirlos, provoque acciones aún más radicalizadas, la idea del socialismo penetrará en las grandes masas y hará tambalearse la monstruosa obra del capitalismo. Los trabajadores, en vez de hablar la lengua de la burguesía, comenzarán a hablar su propia lengua y se entenderán. La inmensa Torre de Babel, erguida sobre la espalda de los pobres y perseguidos, y solidificada con el cemento de la mentira, se desmoronará sobre las cabezas de sus incompetentes arquitectos. Y los trabajadores, libres de los escombros de la vieja construcción, comenzarán su propia obra: una sociedad sin opresión y explotación, el socialismo en el mundo entero.

    Written by Henrique Canary
    10 Febrero 2014

    22 marzo 2014 | 18:48

  9. Dice ser El 22M tod@s con Madrid !!!

    ACUDE A LA MANIFESTACION MULTITUDINARIA QUE RECORRERA MADRID HOY SABADO DESDE TODOS LOS PUNTOS DE ESPAÑA.

    ¡¡ LA UNION HACE LA FUERZA !!

    22 marzo 2014 | 18:50

  10. Dice ser Sergio

    «Una furgoneta del Ejército francés en labores militares en África (EFE)» Si, una FURGONETA, menudo periodista de mis cojones.

    22 marzo 2014 | 19:30

  11. Dice ser polonio

    En Europa lo unico que a triunfado es el capitalismo expeculativo que da protecion a la pandemia nazifascista de la banda de delincuentes que asaltaron el poder con engaños,prostituyendo a unas anemicas democracias de papel mojado,nos relegan al medievol y a la oscuridad opaca que solo de manos del fascismo se llega,Europa es la historia de un fracaso hoy somos siervos esclavos del IV Reich fascista

    22 marzo 2014 | 19:42

  12. es cierto, la unión hace la fuerza!!

    22 marzo 2014 | 22:10

  13. Dice ser thimp

    que una cosa fracase no significa , que no se vuelva a intentar….. dale tiempo al tiempo y ya veras como no es de extrañar que la union europea acabe haciendo una espcie de «euro-ejercito» un funcionamiento similar a la otan y a una «europol» es decir , una union de recursos militares , donde cada pais aportaria x cantidad de recursos militares , bajo el mando de una organizacion «europea» independiente a los ejercitos nacionales…

    o sino ahi teneis la EUROPOL… una especie de «policia europea» , que tiene ciertos poderes, pero a su vez tambien tieneslos cuerpos policiales de cada pais

    22 marzo 2014 | 22:54

  14. Dice ser bob

    Es interesante ver como España pasa un hambre desconocido incluso para los anteriores y durante Franco.
    ¿No os planteáis que quizás la solución sea que el pueblo español recupere su soberanía y vuelva a tener su propio destino en sus manos?
    Que no sean unos señores que hablan un idioma extrapirenaico los que nos mangoneen como si fuéramos bestias.
    ¿Europa es la solución? Para nada. Los extrapirenaicos nada saben de español. En español solo saben poner yugos.

    22 marzo 2014 | 23:08

  15. Dice ser Carlos

    Polonio, me encantan tus panfletos de pacotilla! Será que el socialismo y el comunismo han evitado que unos pocos se hayan hecho con el poder para sus propios beneficios. Si miraras un poco mas allá de los tres libros que te has leido, verías que allí donde hay posibilidad de poder y dinero siempre habrá alguien que pisotee a los demás por conseguirlo… No es solo cosa del fascismo, por mucho que la izquierda quiera venderlo así para ganar votos… y hacer lo mismo que los demás. Porque al final el poder corrompe, sea quien sea el que lo consiga. Es muy triste, pero es la dura realidad…

    23 marzo 2014 | 02:25

  16. Dice ser Brizna

    La comunidad europea es un reino de taifas en el cual sólo prevalecen los bancos y los listillos de turno.

    23 marzo 2014 | 14:13

  17. Dice ser jaja

    Esa furgoneta ahí buena !!! jajajaja

    23 marzo 2014 | 14:44

  18. Dice ser Hemos Visto

    Es evidente que no estamos en años de grandes ejércitos, los cuales ya solo son útiles para garantizar los intereses económicos de los más poderosos… Ahora es la época de la sociedad, aunque no nos hayamos dado cuenta.

    Hemos Visto
    http://hemosvisto.blogspot.com

    23 marzo 2014 | 17:03

  19. Dice ser Brizna

    Es de suponer que un ejército europeo quitaría la tentación a los golpistas nacionales de constituirse en salvapatrias.

    23 marzo 2014 | 17:38

  20. Dice ser clik here

    Que desastre y estos artículos no merecen ser leídos….

    23 marzo 2014 | 19:17

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