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Si la arquitectura te rodea, deberías empezar a fijarte en ella

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Carta a un estudiante de arquitectura (o cualquier otra cosa)

Querido hijo:

Sé que no lo eres, pero como seguramente serás el hijo de alguien, que también querrá -como querría yo- lo mejor para sus hijos, me permito dirigirme a ti  para contarte algo que solo descubrirás dentro de un par de décadas por ti mismo y quizá entonces desearás que alguien te lo hubiese contado.

En los próximos meses o años, vas a terminar tus estudios y vas a salir al mercado laboral. Has sufrido y te has dejado los ojos y parte de la juventud delante de un ordenador, dibujando e ideando hasta que tu materia gris se fundió en una suerte de jugo de tomate vital que casi te hace ahogarte y tirar la toalla, has aguantado como tus amigos se iban de fiesta mientras tu tenías una entrega o un examen dos días más tarde. Aquella chica o chico se enroscó en la lengua de tu mejor amigo/a el día que tu no pudiste salir. No pasa nada. Todo sea por un sueño, por un objetivo: ser arquitecto. O cualquier otra cosa.

«ya solo me quedan dos asignaturas, casi estoy listo para empezar a trabajar»
 

Tu carrera laboral va a empezar en lo más duro del invierno y te aseguro que ningún lobo huargo va a acompañarte ni defenderte. Aquí no hay enanos de buen corazón y tu título no te asegura ni siquiera un trabajo. Aunque…te lo van a ofrecer, no te quepa duda, como me lo ofrecieron a mí en su día, allá por el año 91 del siglo pasado -lo peor de esta frase es que es verdad- y querrán convencerte de lo mucho y bueno que será para ti echar más horas que un reloj, del salto cualitativo que supondrá dibujar y hacer entregas para concursos hasta esas horas de la noche en las que las putas y los búhos se mueren de sueño, y solo sus hijos están despiertos intentando que termines ese plano a tiempo. Sí, sí, los hijos de los búhos.

Te van a ofrecer ochocientos euros y que te hagas autónomo para poder cobrarlos. No te van a decir que eso te va a costar no tener vacaciones pagadas y que cada mes soltarás cerca de trescientos lereles para después no tener ni paro, solo para que seas legal. Pero, ay amigo, es que tu no tienes experiencia, tu tienes que ir de la mano, tu necesitas foguearte, tu tienes miedo a lo desconocido. Sin embargo esa entrega de la que depende el concurso, estará en tus manos y será TU responsabilidad, no te quepa duda. Nadie te va a regalar esos ochocientos motivos para que acuñes un sordo rencor que el día menos pensado te convierta en bloguero y te haga escribir cartas a futuros compañeros.

Puedes ganar ochocientos euros. Tendrás que hacerlo seguramente. No te va a quedar más remedio según parece, pero escúchame bien: que no sea por tus conocimientos, que no sea con el esfuerzo de tus últimos seis u ocho años, que no sea por lo que tu sabes y que vale bastante más de lo que crees, que no sea por tu valor como aparejador, como arquitecto, como médico, como investigador, como fontanero, como electricista o como técnico de lavadoras. Todos estos trabajos, los hace cualquiera, después de todo solo son lineas en un plano, solo es una receta en un papel, solo es soldar una tubería. Pero hay que saber hacerlo, y aprenderlo te ha costado mucho esfuerzo, como para derrocharlo en esos hijos de cien búhos nocturnos.

Y no te engañes. Necesitas experiencia, sí, necesitas jugar minutos de partido, sí. Pero no regalarlos, porque si tu los regalas, nadie va a poder cobrarlos por lo que valen nunca. Y sí no vas poder cobrar por tu conocimiento y saber lo que vale, es mejor cobrar menos, que hay que comer, pero por otras cosas que no necesiten años y mil noches de insomnio para poder conseguirlos.
Be a búho my friend. No me seas tu también un hijo de la noche.

Nota del arquitectador: Y tu dirás…¡si este pollo afirma haber descargado un camión en su primer día de trabajo!…Pues por eso, piltrafilla, por eso.

 

 

Cuando Pink Floyd habitaba en una Escuela de Arquitectura

Sin duda Waters, Mason & Wright hubiese sido un nombre pelotero para un estudio de arquitectura de los años 70 en la vieja city de Londres. Ya lo estoy viendo, a través de las geométricas cristaleras de su inmenso y victoriano despacho, Roger Waters observa a lo lejos la columna de Nelson en Trafalgar Square, mientras se toma una taza de té que le trae David Gilmour:

-Morning David, ¿como te va?

-De puta pena. Aquí estoy sirviendote un té mientras tu pones los pies en la mesa. Si hubieses montado Pink Floyd cuando debías, ahora seríamos famosos los dos,…arquitecto, arquitecto, …¡tu estas tonto chaval!

Portada del album Pulse-1995 de Pink Floyd con el modulor de Le Corbusier

Portada del album Pulse-1995 de Pink Floyd con el modulor de Le Corbusier

Afortunadamente para todos -sobre todo para el bueno de Gilmour- Pink Floyd se fundó en 1964 por aquellos estudiantes de arquitectura que abandonaron el politécnico de Londres, después de varios nombres fallidos anteriores y ambos, junto al resto de integrantes del grupo, se hicieron más que famosos, mitos.

Cuando, siendo yo un chaval, presencie la proyección de The Wall -esto ya daba una buena pista ¿eh?- aquella música, envuelta convenientemente en aquellas imágenes orwellianas me transportaron a un mundo que debió de marcarme, porque lo recuerdo con frecuencia. Observando como las referencias visuales y arquitectónicas de Pink Floyd en sus metafóricas portadas se repiten una y otra vez, comprendo que aquel nombre y aquella imagen no eran casuales, sino que estaban basadas en sus propias vivencias anteriores como estudiantes de arquitectura.

Pink Floyd, crecieron hasta llegar a ese álbum tan alegórico en el que su procedencia se reflejaba en los nombres y en la imaginería -la segunda parte del albúm se llamó «otro ladrillo en el muro»-  y a la vez se deshacía por el desmedido afán de protagonismo de los egos que formaban la banda, especialmente el de Roger Waters, algo tan propio de los arquitectos, que se diría que se inocula en nuestros cuerpos al formalizar la matricula del primer curso.

El muro, The Wall, la representación del éxito de un grupo, el culmen de su carrera, fue también el principio del fin, el inicio del declive. Tengo la analogía de nuestro «ladrillazo» y el desplome burbujeante de nuestra economía tan a mano que voy a dejarla pasar para que no me llaméis facilón. Después de todo para traeros a Pink Floyd y el muro, cualquier excusa es buena. Siempre es momento para poner otro ladrillo en el muro.

 

Nota del arquitectador: Como ya habreís comprobado, me gusta fusionar el concepto de la arquitectura con el de la música -y con otras cosas- pues tienen origenes comunes, unos cimientos sólidos o unos acordes que asientan la melodía o el desarrollo de un volumen, unas fachadas o una imagen, en realidad, todo tiene una estructura -término arquitectónico de nuevo- muy similar.

 

 

Necesitamos la vida de las plazas

Desde que la superficie de la tierra se vio habitada por seres humanos hay un elemento urbanístico que se ha repetido mil veces en todas las civilizaciones. Las plazas.
La plaza como lugar de reunión, como centro y como cruce de caminos, existe desde el momento en que dos chozas se enfrentan o dos caminos se cruzan. El inevitable punto de convergencia se convierte en centro neurálgico de la vida en común.

Incluso cada corro de conversación, cada círculo de amigos charlando en torno a unas cañas es una pequeña plaza que formamos para disolver y volver a formar en la siguiente ronda, en el siguiente bar.

Yo me crié muy cerca de una plaza, de ésta que os muestro en la foto. Era una plaza más, una plaza Mayor -y eso que no hay plazas menores- como tantas otras, que nos ofrecía a los muchachos del barrio, bancos que no eran para sentarse sino para imaginar la portería de un campo de fútbol, bibliotecas que no existían a cambio de una maravillosa tienda de cambio de tebeos que vi desaparecer con dolor años más tarde, parques que no soñábamos, sustituidos por unos billares donde conocimos el primer cigarrillo y jugamos nuestras primeras partidas de ping pong a falta de campos de tenis o polideportivos.

Plaza mayor de villaverde

Plaza mayor de villaverde

Este fin de semana pasé por mi plaza. Los edificios que me traían historias dibujadas ahora son locales cerrados, los bancos que servían para jugar al fútbol ahora están adornados con un hermoso letrero que prohíbe el juego de pelota y los billares mueren tras una puerta oxidada y un cartel de alquiler que debe llevar allí más tiempo del que al dueño le gustaría. La plaza, edificios derruidos incluidos, fenece mientras se deshace la vida de la ciudad y una triste obra, que rehabilita con desgana una de las fachadas se me antoja una gruesa capa de maquillaje en el rostro de una vedette trasnochada, oculta tras unas plumas que nunca volverán a bajar las escaleras de la vida en común que se disfrutaba antes allí.

Las plazas, amigos, son para vivirlas, necesitamos las plazas porque son el hogar de la tribu. Las hemos sustituido torpemente por pequeñas pantallas donde nos reunimos sin vernos, presos de una vida social en la que el contacto se sustituye por emoticonos, los olores cayeron tras el sonido de un nuevo mensaje en nuestro móvil y los gritos de los juegos infantiles son apenas una estúpida onomatopeya de antiguas risas. Siempre la misma. Jajajá.
montaje 2

Y no sé si lo hicimos antes o después de que las plazas perdiesen su carácter de ágora, de lugar de encuentro, para convertirse en rotondas, en lugares donde hacerse la foto junto a la nueva fuente o la incomprensible estatua, iconos del ego de un alcalde o un prohombre homenajeado. Tuvimos la culpa los arquitectos, los políticos, los ciudadanos, todos y ninguno.

De lo que estoy seguro, es de que los ciudadanos las necesitamos. Que alguien diseñe una plaza para usarla de una vez (1). Y demos un capón al que pone el cartel de prohibido jugar a la pelota.

Nota del arquitectador(1): Sí. Puede leerse «de una puta vez». Has acertado.

 

 

 

 

 

 

Las típicas anécdotas de obra (I)

He tenido la suerte de conocer en las obras personajes excepcionales en los últimos veintidós años. Siempre – mis allegados lo sufren con estoica paciencia- refiero como aquel ferralla-filósofo, de nombre Arcadio, con el que tenía largas conversaciones en la búsqueda del ungüento amarillo que arreglase el mundo y pertinaz desobediente a la hora de ponerse el casco, me decía mientras se lo ponía de mala gana al recordárselo yo:

-¿Cascos? ¿cascos?….armas, Miguel, ¡armas y munición es lo que necesitamos!

El abuelo cebolleta, siempre supe que yo acabaría así.

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En una ocasión, mi compañera Virginia, entró pálida en la caseta con un libro de un filósofo alemán que soltó sobre mi mesa como si quemase, diciéndome con ironía  «lo he encontrado en la obra». Finalmente, a ultima hora de la tarde, un muchacho joven, un escayolista entró en la caseta para ver si habíamos encontrado un libro.
-…mmm, no sé, voy a ver – le dije, mientras hurgaba distraídamente en las estanterías donde reposaban, planos, papeles desordenados y carpetas polvorientas- ¿de que autor?
-De Schopenhauer-me dijo.
Le miré fijamente, abrí el cajón de mi escritorio y le ofrecí el libro. El chico dio las gracias y se marchó y aún hoy, me pregunto que habrá sido de él.

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En aquella misma obra, en la que yo actuaba como jefe de obra y a la que llegue a mitad del proceso como nuevo contratado en la empresa, pues mi antecesor se había despedido, los problemas con la arquitecta de la dirección facultativa habían sido frecuentes. El segundo día de visita y tras tratar algún que otro problemilla que venía de atrás y que conseguimos resolver, la arquitecta, le preguntó a mí jefe, delante mío, donde me habían encontrado:
-Por un anuncio en la farola* – me adelante.
Me miró, se echo a reír y no volvimos a tener problemas en toda la obra. No más de los normales, quiero decir.

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Aquella obra dio para mucho. Una mañana, el encargado de los albañiles entró furibundo en la caseta agitando los brazos por que la ayudante de obra, mi secuaz, una muchacha de apenas veinte años, le había mandado a tomar por donde amargan los pepinos en mitad del patio, donde todo el mundo pudo oírla bien. Me costo media mañana calmar los ánimos  Ahora puede parecer mentira, pero hasta hace no mucho, el que una mujer entrase a una obra a dar órdenes era para muchos comulgar con hogazas de ocho kilos. Tanto más si era una veinteañera. En numerosas ocasiones me vino muy bien el carácter de la chica, que hoy, además de buena amiga, es una gran profesional de la construcción. Cierto que no debió decirlo así, pero también es verdad que gracias a que lo dijo un día, no necesito decirlo nunca más.

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En otra ocasión, siendo yo ayudante de obra, el jefe de obra con el que trabajaba recibió a uno de los subcontratistas que venía -como siempre- a intentar subir sus precios pues afirmaba perder dinero. Mi jefe, un hombre grandote y bonachón como él solo, se levantó, miró por la ventana de la caseta y le pregunto al otro, un albaceteño rojizo y pachón:
-Oye, ese Mercedes de ahí, el que has dejado en mi plaza, pedazo de cabrón, es tuyo, ¿verdad?, pues a pedir más dinero se viene con otro coche
Y le echó de la caseta con cajas destempladas.

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En esa obra, teníamos un administrativo borrachín al que nos habían enviado en castigo para que el jefe supremo no lo viese más (palabras textuales) y cuando había visita de la alta jerarquía teníamos que esconderlo y no dejar que se fuese al bar y volviese dando tumbos. Le habían ofrecido una terapia desintoxicadora en una clínica especializada pagada por la empresa. No quiso pues decía que allí le iban a cambiar la sangre.

(continuará…..)

*La farola es una publicación que suelen vender mendigos y gente necesitada en semáforos o a la puerta de los centros comerciales.

El 15M y la arquitectura

En estos días de procesiones y sensaciones de grupo, que son en realidad lo que hay detrás de la Semana Santa, he recordado este post que escribí hace algunos meses:

Está en el lenguaje del arquitecto el decir a todas horas que trabajamos para crear un mundo mejor. Que desarrollamos nuestra labor para ayudar a las personas a vivir en entornos mejorados y enfocados a la sostenibilidad, la eficiencia, etc,etc, bla,bla,bla
Escuché en una conferencia a Rafael de la Hoz decir que los arquitectos debemos aprender, que no podemos cambiar el mundo por el hecho de serlo, que debemos realizar nuestro trabajo de la manera más profesional posible, sin pensar en que nuestra obra ostenta la responsabilidad de sostener el futuro. Casi me levanto, subo al estrado y le beso en la frente.

En la histórica acampada del 15M en la puerta del sol, una edificación sirvió para la centralización de la información a la gente que lo requería. Su forma de bóveda de medio punto, sus materiales-viejos palets reciclados- y la agilidad y protocolo con que era montado y desmontado, hacía pensar que algunos de estos indignados, con sus conocimientos de arquitectura habían realizado una pieza digna de mencionarse en revistas especializadas y ser objeto de estudio y análisis. Pero, he aquí que los hados volvieron a hacer de las suyas e iluminaron a un estudiante de Ciencias Ambientales, (¡¡anatema, anatema¡¡¡) que fue el que lo diseñó.Viene todo ésto para decir, que afortunadamente, los que allí estaban, eran estudiantes de todas las ciencias reconocidas, trabajadores de todos los sectores industriales, comerciales, administrativos y que en aquella marea humana podíamos encontrar la fuerza colectiva de la unión de todos y perdía valor la presunción de conocimiento por el hecho de ser, tal o cual cosa.En resumen: allí, no había arquitectos, empresarios, autónomos, parados, economistas, panaderos, zapateros (uy, perdón), allí simplemente se arremolinaron en torno a su indignación, muchos CIUDADANOS.

Nota del arquitectador: Como siempre que es verdaderamente necesario, el ser humano, se asocia y colabora para el bien procomún. Está en nuestro código genético. Me gusta mirar estas piezas surgidas del trabajo conjunto y terminadas unos segundos antes de que el gen de la individualidad se apodere de nosotros. Sabemos que el escorpión pica a la rana a mitad de camino cuando vadean el río, pero….que precioso navegar tenían hasta ese momento.

Hacer arquitectura con componentes de ordenador

Se puede hacer arquitectura prácticamente con cualquier cosa. Tenemos ejemplos maravillosos de arquitecturas a escala real casi con cualquier material imaginable. Otra cosa es la viabilidad económica o el resultado a largo plazo, la estética o la comodidad de esos materiales, pero el ser humano ha utilizado para hacer su hogar desde minerales, palos o piedras, hasta heces de animales (1)

Franco Recchia es un artista italiano que realiza montajes con componentes de ordenador para emular paisajes urbanos o reproducciones de skylines de modernas ciudades. ¡Con la de cacharricos que he tirado yo al estar obsoletos y las cajas y más cajas de cables, periféricos y otros accesorios -fruto de mi facilidad para enamorarme perdidamente de los avances electrónicos de todo tipo y condición- que andan aún por casa esperando a que haga con ellos una reproducción de la catedral de Burgos!

 

Al verlo en cosasdearquitectos.com me ha recordado como, durante mi formación, nos encargaron  investigar sobre la representación de una ciudad, partiendo desde el dibujo de una placa base de ordenador, hasta un collage de una ciudad completa. Un ejercicio de evolución del dibujo a la materializacion de una pequeña performance de papel couché. Era durante los primeros días de mi asistencia a una escuela de arquitectura y confieso que el escepticismo me invadía. Servidor venía de poner mucho ladrillo y pasar de eso a hacer collages con papeles de revistas no era precisamente lo que esperaba.
Pero la realidad es que tanto en la arquitectura, como el dibujo o el arte, la utilización de cualquier material que tengamos a nuestro alcance, puede servir no solo a nuestros fines sino también a la mejora de los sistemas, por eso cuando veo ejercicios como el de Recchia, pienso que la evolución de la arquitectura o el arte, no acabaran nunca y a la vuelta de cada esquina tendremos una nueva oportunidad.

Todo un pensamiento vital en los tiempos que vivimos.

(1)Nota del arquitectador: Si querido/a, eso que dices de que la casa de tu cuñado es una mierda, puede que tenga algo de cierto. Después de todo, los restos defecados por mamíferos fueron y son un excelente conglomerante para realizar durísimas y longevas construcciones en la mayoría de sociedades antes de que se dominase la técnica de cocer  el barro. Quizá no solo de barro fue hecho el hombre, lo cual explicaría muchas cosas.

 

 

 

¿Hay un símbolo oculto en la plaza de San Pedro?

La tentación de esconder símbolos en los edificios para que, años o siglos más tarde, se adivinen en sus trazas, es más que conocida. Otra cosa es que se lleve a cabo de verdad o que podamos retorcer la realidad hasta encontrar aquello que busquemos sin el menor atisbo de duda.

Hoy, que tendremos nuestra atención puesta en las imágenes del Vaticano, he recordado una lectura que vi en algún lugar de la Red, afirmando que la planta del Vaticano era en realidad una representación del símbolo de Venus que representa a la feminidad. Además de las desavenencias cronológicas entre las intervenciones de Bramante en 1506, Miguel Angel (1546) y Bernini (1656) que proyectó la plaza de San Pedro, me cuesta trabajo creer que personajes tan dispares, tuviesen en común la idea de meterle el dedo en el ojo al mejor promotor de la burbuja inmobiliaria (1) de la época, su mejor cliente que tan buenos encargos les hacía.

¿Es la plaza de San Pedro un símbolo de feminidad? Montaje propio sobre captura Google earth

¿Es la plaza de San Pedro un símbolo de feminidad? Montaje propio sobre captura Google earth

 

 Por otra parte, hay que decir que no es en vano que las logias masónicas se adornen con simbología basada en la arquitectura y hagan referencia al principio creador como Gran Arquitecto del Universo. El cine y la imaginación humana han hecho lo demás.

Es frecuente en las obras utilizar los símbolos y los mensajes al futuro, depositar una primera piedra, una cápsula del tiempo o una placa con el nombre de los participantes, promotores, o el más de andar por casa «yo estuve aquí» o «Manolo dio de yeso esta pared antes de irse a buscar a su Loli». Ni mentar otras imaginativas y alegóricas simbologías que suelen verse por los muros y puertas, fruto de la creatividad mal dirigida de nuestra fuerza productiva. Sí. Penes, muchos penes. Todos queremos dejar una señal para que quede constancia de nuestro paso por aquí.

A veces me pregunto -lo hice en la capilla Sixtina- si de veras los pintores y arquitectos que han perdurado hasta nuestros días dejaban esos símbolos para nosotros o la necesidad de entender sus obras nos ha hecho desarrollar todo tipo de teorías más o menos elaboradas. Lo que sí os digo es que me gusta pensar que es así, que hay toda una intención detrás de cada decisión y que el humano, artista o no, arquitecto o no, no ha podido resistir la tentación de comunicarse y menos si es con nuestros sucesores, cuando ya no estemos.

(1) Nota del arquitectador: Si pensáis que exagero al hablar de burbuja, debo recordar aquí que la concesión de indulgencias para financiar la Basílica de San Pedro,  desencadenó los acontecimientos que llevaron a Lutero a organizar la mundial con aquellas tesis clavadas en la puerta de aquel otro edificio…pero esa es otra historia.

 

¿Necesitamos un museo de arquitectura?

Si mientras durante la peor de las crisis que ha vivido el país en los últimos cien años alguien llega con 10 millones de euros para arrimarlos a tus desgracias, lo último que haces es ponerle mala cara. Si además te va a hacer un museo y solo tienes que cederle un edificio en el Paseo del Prado, que lo tienes hecho unos zorros (dicen) y que no lo quieres para nada (?) razón de más. Si unido a esto el museo no lo tienes que mantener y lo alineas con otros tres museos de postín, aquello empieza a tener color de ciudad del arte, de parque temático para gafotas y estudiosos, la Meca de ratones de biblioteca y virgueros de la escuadra y el cartabón.

Ya dice el Colegio de Arquitectos de Madrid que eso de hacer un museo de la arquitectura y que ellos se enteren un día antes no está ni medio bien. Al sanedrín se le consulta, mire usted, no vaya a ser que aquí el campo empiece a ser orégano por doquier y cualquier mortal con decenas de millones de euros nos llene la ciudad de muros de hierba. Faltaba más. Y se quedan con ganas de seguir, que se nota en el comunicado que han amagado, pero (ay) esos euros tan necesarios….

Verde, lo que se dice verde, sí que es ¿no?

Verde, lo que se dice verde, sí que es ¿no?

Dicen en la prensa que sus verdes fachadas no serán un jardín vertical como el de Caixa Forum, aunque tendrán que reconocerme que se parecen un rato largo. Dice Ambasz, el arquitecto y mecenas cuya fundación construirá y pondrá en funcionamiento el museo, que es posible tener el verde sobre el gris, en la ciudad y desde luego, a juzgar por las maquetas, así será. Personalmente tengo que decir que me congratulo de que se haga un reconocimiento y una difusión de la arquitectura y cruzo dedos de manos y pies para que todo salga bien. El cenizo que hay en mí se ha fraguado desde el optimista que ha visto ya demasiados promotores de grandes proyectos que se quedaron en el tintero, convirtiéndome sin saberlo en un grinch.

Pero no. Hoy quiero vencer la tentación de criticar el proyecto del nuevo museo y comunicaros sin más que puede que sea un día grande, que puede que dentro de un par de años, los alegres mozalbetes vayan en tropel a ver las exposiciones sobre edificaciones sostenibles, sobre arquitectura histórica, sobre elementos de diseño, sobre planeamientos urbanísticos y que quieran al fin ser arquitectos, sabiendo que ya no se gana dinero con esto. Solo unas cuantas dioptrías y sed de saber más. Quizás nos llegue un poco de ese agua tan necesaria para saciarla con este museo.

Me está costando, pero voy a confiar. Al fin y al cabo, siempre podremos ver un montón de buena arquitectura mientras paseamos por la Castellana y el Paseo del Prado camino del museo.

Nota del arquitectador: Si hay algo bueno de este proyecto es la intención de hacer un programa de becas para estudiantes, ahí si que voy a cruzar los dedos para que llegue a buen puerto.

¿El 1% del presupuesto para cultura se gasta adecuadamente?

Hoy he leído un estupendo artículo de arquitectura en el que hablaban de la defensa del 1% del presupuesto de las grandes obras públicas para un uso cultural, pero tengo que decir que estoy absoluta y radicalmente en contra de esto y paso a explicaros las razones.

He tenido la suerte de participar en algunos proyectos que por su volumen y su calidad eran dignos de emplear ese porcentaje en uso cultural y he visto como se gastó el dinero. En una de ellas, se hizo una maqueta en madera del propio edificio y unas medallas conmemorativas que estarán -en el mejor de los casos- en algún despacho oficial o en la casa de algún gerifalte de la época. Como no se llegaba al presupuesto total, sucedió la siguiente historia.

Uy, cuanto pilar junto, ¿no?

Uy, cuanto pilar junto, ¿no?

La obra, que contaba entre sus virtudes la abundancia de elementos de hormigón visto, comenzó con el derribo de no pocos pilares porque su acabado no era el adecuado. Durante el primer mes de obra debimos derribar unos veinte o treinta pilares, que hubieron de rehacerse correctamente. Cuando el arquitecto de la obra lo vio , además de darnos las gracias por cuidar de los acabados, ordenó guardar en un rincón los restos de aquellos dólmenes de hormigón, con sus varillas oxidadas por el paso de los meses. Al final de la obra, se organizó una suerte de bosque de pilares derribados, de diferentes alturas, todos enhiestos conformando una «escultura» con no recuerdo que advocación. Eso justificó el resto del presupuesto que había que reservar al 1% cultural.

La cultura, como tantas otras cosas, debe ser defendida y puede que también subvencionada, pues de lo contrario desaparecería o se convertiría en otra cosa mucho más mercantilista, pero de esta manera, con estas leyes tan poco cuidadosas y tan desdeñosas con el arte de verdad, ni el dinero de la subvención sirve para fomentar que un artista pueda dedicarse a su obra, ni los ciudadanos pueden contar en sus espacios públicos con obras que verdaderamente les hagan disfrutar del arte. En definitiva, es todo un fiasco. Como lo son tantas otras cosas en la vida.

Si queremos fomentar el arte, hagamos que gente que tenga los conocimientos necesarios gestionen de manera lógica esas cantidades del presupuesto y no pongamos en manos de otros la necesidad de justificar un gasto absurdo, sin ningún sentido ni artístico ni práctico.

Cuando el amor y la arquitectura se enredan

Hace algunos meses escribí esta entrada que quiero hoy compartir con vosotros:

Hay que morir para que saquen tus mejores historias a la luz.

Los arquitectos de hoy en día, son, somos, (¿lo somos?) tipos grises, serios, sosos, con la vida social de una ameba y sin morbo digno de mención.

Pero no creáis que fue siempre así, queridos.

Mies Van der Rohe – del que ya hablaremos, ya, que él solito se merecería un blog- consiguió con sus diseños y a fuerza de labia, convencer a una clienta de que le encargase su segunda casa y de que un poco de contacto físico no les vendría mal a ninguno de los dos.

Sí, es cierto que acabaron en los juzgados por aquello de que la obra se fue unos dólares más allá de lo previsible, «pero querida» , -imagino yo que diría el bueno de Mies- «¿quien dijo que ésto te iba a salir gratis?».

Casa Farnsworth. Foto de Carol M. Highsmith via Wikimedia Commons

En favor de Mies, que me cae mejor según van pasando los años, hemos de decir que la casa Farnsworth, es uno de los mejores ejemplos de innovación en el diseño y no es que lo diga yo, pobre tipo gris, soso, etc, etc, sino que incluso ha llegado a “clonarse” recientemente y una familia de Maello en Ávila vive en una reproducción bastante aproximada de la misma.

Si la original en Illinois instalada a la orilla de un río, ha sufrido un par de inundaciones severas, a pesar de estar hábilmente elevada un metro sobre el suelo, parece que en Maello, que tienen menos problemas de humedad la casa funciona mejor.

Pero lo que más llama la atención a los visitantes es como su fachada, completamente acristalada, permite la vista desde el interior y del interior. Toda una experiencia.

Hay quien dice que la doctora Edith Farnsworth no compartía la afición “exhibicionista” de su arquitecto favorito, pero os aseguro que no puedo dejar de pensar en la celebración final de la obra entre estos dos personajes, sobre una mesa llena de planos, en un rojo atardecer como solo el cielo de Illinois sabe pintar…..ay, esto lo clavarían el Bardem y la Scarlett.

Nota del arquitectador: Esta obra, goza de una serie de bondades, que a mi, como a la malhumorada Edith, me enamoraron. Por un lado esa elevación y la escalera de acceso. Simplemente elegante. Por otro lado la ausencia de cortes visuales (tabiques) reducidos al mínimo. Y por supuesto, colocada adecuadamente en una parcela exenta donde no haya curiosos demasiado cercanos, esas cenas al caer el sol, ¿te lo imaginas……doctora?