Tener prejuicios hacia las series españolas no es sano. Yo los tengo, y es algo que asumo y admito. A la vez, he de pensar que si la ficción patria me genera rechazo por algo será. Llevo años tragándome bodrios insustanciales en los que no varía el esquema: intento de humor, con una familia o un grupo de compañeros de trabajo como elenco, situaciones disparatadas, chistes verdes y una dosis de drama inconexa con el resto. Si me pusiese a dar nombres me podría hacer otro post entero.
Encontrar que algo de aquí funciona hasta ser soportable, e incluso bueno, no genera satisfacción de primeras; más bien incredulidad. Pero claro, también depende de donde venga la historia. Y si procede de un libro que se ha convertido en un best seller quizá podamos tener una explicación. Aunque ser líder de ventas no garantice calidad alguna, ni en su versión literaria ni en su adaptación televisiva. Pero aquí sí. De todas maneras, las cadenas ya se encargan de restar lucimiento con sus penosas estrategias de emisión y publicidad. Sí, hablemos de El Tiempo entre Costuras y Antena 3.
Quería ver dos capítulos antes de lanzarme a reseñar la transformación a la televisión de la novela de María Dueñas, ya que uno solo podría hacer que inflase las expectativas demasiado o que la pusiese a caer de un burro sin darle otra oportunidad. Y la verdad es que me ha sorprendido gratamente. Aunque sin estridencias. El Tiempo entre Costuras está bien. Nada más. No es ni lo mejor que se ha hecho nunca, ni es aquella que reinventará el género en España. Es una buena ficción, cuidada, con una fotografía llamativa y unas interpretaciones correctas. Está bien y punto.
La original historia de una costurera que acaba en Marruecos por amor y que acaba siendo mucho más que una simple modista que Dueñas llevó a las palabras es igual de atractiva en el lenguaje de la tele. Los responsables de adaptarla, Iñaki Mercero entre ellos, se han esmerado en mantenerse fieles al espíritu de la historia original. Y eso se agradece mucho. Las localizaciones, el vestuario y los decorados hacen el resto: todo en orden. Nada resulta fuera de lugar. Salvo una cosa: su duración. Hacer capítulos de una hora y 20 minutos de duración es un dislate. Y más aún para las horas de emisión, con el episodio empezando pasadas las 22.30 horas y alargándose hasta casi dos horas después. Otra cuestión que aún tienen que aprender los responsables de antena y de ficción de este país.
De poner todo en su sitio se encarga Adriana Ugarte, de la que se puede decir que será la gran actriz española de los próximos 10 años. Su salto al extranjero parece inevitable, algo que le permite su buen hacer interpretando frente a la cámara. Esta chica, que puede hacer de niñata remilgada (como en Mesa para cinco), de noble transgresora de los años 20 (La Señora) e incluso de seductora y maquiavélica (películas malas como Combustión, pero ella destaca), se está convirtiendo así en la más reclamada por cualquiera que tenga un proyecto de ficción en mente. Ya se ha acostumbrado a cargar con el peso de las historias y de estar en todas las tramas. Y la verdad es que le sienta de maravilla.
El problema es que al resto de los actores no te los crees tanto. Partiendo de que en España hay actores buenísimos, aquí el casting no es lo mejor. De hecho, a un gran actor como Raúl Arévalo no me lo creí en el primer episodio. Sí lo hice con Elvira Mínguez, por ejemplo. El asunto mejoró en el segundo, pero no de forma completa. Menos mal que está Ugarte, que si no esto sería otro disparate; en este caso por culpa de un elenco mediocre y algo irregular.
En Antena 3 no saben vender
Dejando claro que la serie está bien, hay que hacer un paréntesis para hablar de Antena 3. O del enésimo ejemplo de una cadena que no tiene ni idea de cómo se debe vender una serie. Con lo fácil que es ver cómo lo hacen en Estados Unidos o Reino Unido con un simple click en Internet. Pero aquí siempre hay que ir a contracorriente, ya que parece que creen que son más listos que nadie.
Para empezar, la han estrenado con casi dos años de retraso. El boom del libro fue por el 2011, y las audiencias, que ahora son escandalosas (más de 5 millones de espectadores), a lo mejor habrían sido superiores. Los retrasos por razones desconocidas la han traído hasta esta fecha. Algo que dudo mucho que haya gustado a los que se implicaron en la serie. El primer ejemplo de no saber cómo manejar una situación así de forma digna.
Luego están sus dos estrategias de sacar pasta a toda costa y que, al menos una, les ha salido mal. Esta es la de cobrar por ver los episodios en su web: a 72 céntimos cada uno, vendiendo la supuesta ventaja de poder verlo cuando se desea. Bien, habría que decirle a los responsables de esta idea que eso ya existe, y se llama descarga. Las críticas a Antena 3 y a sus cuentas de Twitter oficiales por abanderar esta forma de visionado no tardaron en llegar. Y menos aún se demoraron las descargas directas o vía torrent. La de tráfico que habrá perdido en su web la televisión de Atresmedia por plantear así un contenido de estas características.
La otra es la de meter anuncios cuando quedan cinco minutos de episodio, regresar, emitir otros dos minutos, y hacer otra pausa. Supongo que les pagarán mucho por hacerlo. Pero si quieren fidelizar espectadores no es la mejor estrategia. Por no hablar de los horarios de emisión. Acabar un episodio casi a las 0:30 de la madrugada es ahuyentar al espectador de la televisión y hacer que se busque otra manera de verla. Y esta suele ser la descarga. Pero allá ellos.
A pesar de todo, El tiempo entre Costuras hay que verla. Pero sin ver los resúmenes que han preparado, que te destripan o todo el capítulo anterior, o el próximo, o la serie entera. Hacer una recopilación de varios minutos es spoilear al máximo. Y en Antena 3 tampoco se han debido enterar de esto. Solo les queda aprender a mimar sus buenos productos. Pero esa parece una batalla perdida.
DISCLAIMER: Parece que Antena 3 ha rectificado con respecto a cobrar por ver los episodios en su web. Con el primer capítulo sí había que pagar. Ahora con el segundo ya no.