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Wilko Jonhson, enfermo de cáncer terminal, dice no a la quimioterapia y sigue tocando

Wilko Johnson

Wilko Johnson

Ojos de fiebre, mandíbulas cinceladas, labios peligrosos e impecable vestuario de killer —cuando abrochas el último botón de la camisa estás diciendo: «me basto, no te necesito»—. La foto es de finales de los años setenta, pero el gesto de Wilko Johnson sigue siendo el mismo. En julio cumplirá 66 años. Si el cáncer se lo permita.

Ha elegido morir matando. Desde que le diagnosticaron en noviembre de 2012 un cáncer de pancreas ante el cual no es posible la cirugía, Johnson ha tomado dos decisiones: renunciar al sinsentido de la quimioterapia en un caso de enfermedad terminal y seguir dando guerra hasta que el cuerpo se lo consienta.

En febrero dará conciertos en Francia y en marzo en el Reino Unido. Las giras del adiós, como las ha llamado sin drama, quieren ser una oportunidad para expresar su «sincero agradecimiento» a los seguidores de su larga carrera.

Nacido en Canvey, una isla del estuario del Támesis donde mascas combustible cada vez que abres la boca —alberga uno de los complejos de refinerías petroquímicas más grandes y contaminantes de Inglaterra— y aparecen monstruos en las aguas, Johnson mandó a paseo una licenciatura en Literatura Inglesa antigua y sagas islandesas, se largó a las playas indias de Goa y regresó para montar un grupo de rhythm and blues canalla que regó de sudor y adrenalina varias décadas, Dr. Feelgood.

Cubierta de "All Through The City (with Wilko 1974-1977)"

Cubierta de «All Through The City (with Wilko 1974-1977)»

El cuarteto —mostrenco, sin piedad, empapado de cerveza y sudor— hizo historia como piedra angular del pub rock, el único movimiento musical decente salido del Reino Unido entre los Beatles y el punk. Eran de una sencillez bárbara y efectiva: la guitarra crispada como el hacha de un leñador de Wilko —siempre en estado de trance, anfetamínico, sin un sólo parpadeo— y la voz de fumador borracho del exmecánico Lee Brilleaux, un sudafricano al que nunca querrías tener como enemigo. El primero, de imperioso negro; el segundo, con un traje blanco ennoblecido por el sobe de muchas barras de bar.

Entre 1974 y 1977 nadie les superaba en fuego y bravura. Sin ellos hubiera sido imposible el punk, cuyos adolescentes desabridos tomaron de Dr. Feelgood el ejemplo de cómo ser económicos y radicales, de la innecesaria derrota de las concesiones. Después de cuatro discos históricos que hoy suenan como entonces, liberadores y de una íntegra pureza —Down by the Jetty (1975), Malpractice (1975), Stupidity (1976, en directo, el mejor) y Sneakin’ Suspicion (1977)—, y de un manojo de canciones compuestas por Wilko según el canon eterno de golpe, golpe, golpeRoxette, Back in the Night, Stupidity…—, el guitarrista dejó la banda para ser su propio jefe. Brilleux siguió al frente del grupo hasta su muerte, en 1994, por un linfoma.

Hay dos alternativas gozosas para entender el legado de Dr. Feelgood —bello también por efímero: el rock nunca debe esclerotizarse con el masturbatorio baile con el tiempo—, el documental Oil City Confidential (Julian Temple, 2009) y el recopilatorio  All Through The City (With Wilko 1974-1977), un cofre con cuatro discos publicado el año pasado.

Wilko Johnson, 2012

Wilko Johnson, 2012

«Cuando el médico dijo: ‘Tienes cáncer’ me sentí calmado. Luego me puse eufórico», dijo Wilko en la única entrevista que ha concedido tras el diagnóstico de cáncer. Una declaración en su web oficial precisa que se siente bien, de buen humor y que es previsible que pueda disfrutar de «unos cuantos meses de razonable salud y actividad».

Es triste saber que nos deja y los conciertos de despedida serán, necesariamente, una antesala fúnebre de la muerte segura, pero hay una gran dignidad en el gesto de seguir tocando y el no tajante al inútil tratamiento. Así se despide un killer, golpeando.

Ánxel Grove

Graham Parker & The Rumour vuelven a tocar juntos tres décadas después

Graham Parker & The Rumour, 1978 y 2012

Graham Parker & The Rumour, 1978 y 2012

Entre las dos fotos hay una eternidad. La de arriba muestra a seis tipos orgullosos en el año caliente de 1978. Los mismos aparecen abajo en una imagen de hace sólo unas semanas. Los 34 años de distancia son palpables: canas, camisas de señores respetables y pose amable. Un solo factor común: las Rayban con las que Graham Parker —al frente en ambas fotografías— oculta la mirada.

La buena noticia musical de este otoño es la reunión de Graham Parker & The Rumour, que vuelven a tocar juntos por primera vez desde 1981. Editan disco, Three Chords Good —a la venta el 19 de noviembre— y se embarcan en una gira de quince conciertos en los EE UU.

Entre 1976 y 1981 fueron los mejores: nadie les ganaba en afilada intensidad y solidez. Aunque por mercadotecnia y temporalidad les metían en el muy variado movimiento de la new wave británica, tenían poco que ver con el movimiento y estaban más cerca del arrebato soul.

Empleado diurno de una gasolinera, Parker (1950) cantaba por las noches con bandas de aficionados. En 1975 se animó a enviar una maqueta a Stiff Records, una pequeña discográfica con olfato para detectar que se estaba produciendo un cambio en el modelo de la música pop: el inmovilismo de las macrobandas de los años setenta conduicía a la esclerosis y era necesaria sangre nueva.

Los seis álbumes de Graham Parker & The Rumour

Los seis álbumes de Graham Parker & The Rumour

Entre 1975 y 1981, los discos de Parker te conducían a la creencia de que Sam Cooke y Otis Redding habían regresado de entre los muertos. Eran carnosos, hablaban en el idioma nocturno de la pasión, se derretían como miel y punzaban.

Parte de la responsabilidad era del sólido grupo de acompañamiento, The Rumour, un quinteto que provenía de la tradición del pub-rock inglés más inflamado y en el que destacaba el guitarrista Brinsley Schwarz, un maestro de la emoción contenida y uno de los mejores instrumentistas de su generación.

Ya conté en otra entrada de este blog como la media docena de discos de Graham Parker & The Rumour dejó en estado de shock al gremio. Bruce Springsteen —que colaboró en algún disco del inglés— llegó a declarar sobre Parker: «canta y compone tan bien que resulta intimidante».

"Three Good Chords"

«Three Good Chords»

Del nuevo disco de Graham Parker & The Rumour han asomado la ridícula cubierta y un par de canciones (una de ellas se puede escuchar en streaming aquí). La sensación no es la misma —falta furía—, pero las melodías con impecables.

Sea como sea, les perdono la falta de pegada sólo por escucharles de nuevo. Fueron la mejor máquina de matar del soul blanco y aquel carácter letal no ha podido perderse.

Ánxel Grove




Regresa Wilco, el grupo más importante tras los Beatles

A finales de este mes publican The Whole Love, el octavo disco en estudio de Wilco, el grupo más importante de rock desde los Beatles (superan a estos, por goleada, en las letras, que en el caso de los británicos eran pura melaza).

Entre el 1 y el 4 de noviembre tocan en directo en Madrid (entradas agotadas), Barcelona, San Sebastián y Vigo. Si quieren ustedes saber cómo se siente el impacto de una descarga eléctrica, intenten acudir. No hay nadie sobre el planeta -nadie, repito, ni abuelos bocazas como Tom Waits- que pueda con Wilco en intensidad. Es el mejor espectáculo músical que el dinero puede comprar.

Vean y juzguen: de este dulce marasmo son capaces.

Con doble motivo, el disco y la gira española, afronto un breve Cotilleando a… Wilco:

Jeff Tweedy

Jeff Tweedy

1. J.T. Wilco es una banda que pivota en torno a una persona, Jeff Tweedy (1967), hijo de un empleado de ferrocarriles y una diseñadora de cocinas. Lo intentó en varias universidades pero le gustataban demasiado los Ramones como para respetar los anacrónicos protocolos académicos. Montó varios grupos juveniles antes de fundar, con el gran Jay Farrar, Uncle Tupelo (1987-1994).  Al principio eran incendiarios [su primera aparición en televisión, aquí], pero con el tiempo se atrevieron a hacer lo que nadie había intentado: maridar el country doliente de los hillbillies con la desvergüenza punk. Fundaron lo que se llamó americana. No fueron ellos los responsables de la absurda etiqueta.

2. La tropa. Pero Wilco no es una one man band sino una máquina engrasada de rock and roll. El sexteto actual -en el que sólo Tweedy y el bajista John Stirratt se mantienen de la formación inicial de 1994- es un equipo de virtuosos que ha dejado la egolatría en casa para contribuir al instrumento único, el grupo. El batería Glenn Kotche es invitado a dar seminarios sobre percusión [su prodigiosa improvisación Monkey Chant, aquí] y el guitarrista Nels Cline, con una carrera profusa en el jazz y la vanguardia, está entre los mejores de las últimas décadas.

Desde la izquierda, Stirratt, Cline, Jorgensen, Tweedy, Kotche y Sansone

Desde la izquierda, Stirratt, Cline, Jorgensen, Tweedy, Kotche y Sansone

3. Marasmo. Tweedy gusta de extender sobre la mesa su santoral. Es un fanático del coleccionismo de discos y trabajó durante años, en horario nocturno, en una tienda de vinilos. En la discografía del grupo hay tamizadas referencias, homenajes en sordina y desvergonzadas citas a los Beatles, Velvet Underground, Kiss, The Who, el pub rock inglés, The Beach Boys, Gram Parsons, The Byrds, Black Sabath, Led Zeppelin, el soul de Stax y una larga estela de luminarias o estrellas ocultas… En el último disco samplean una canción de Iggy & The Stooges.

 4. Ilustrado. Tampoco le asusta, al contrario que a otros zopencos de pose, mostrarse como una persona con inquietudes culturales. Escribió la letra de una las canciones de The Whole Love, Born Alone, cuyo vídeo encabeza esta entrada, basándose en palabras elegidas al azar de poemas de Emily Dickinson. Tweedy publicó en 2004 un libro de poesía, Adult Head.

Póster de Little Jacket para Wilco

Póster de Little Jacket para Wilco

5. Los mejor ilustrados. No hay en estos momentos ningún grupo que ponga tanto esmero en cultivar una iconografía esmerada y con intención. Los carteles de los conciertos de Wilco son una galería de los mejores ilustradores del momento.

6. Papá Tweedy. Toda esa mandanga de la frontera entre la vida privada y la pública que los famosetes enuncian mientras esperan el próximo talón por exhibir vergüenzas trae bastante sin cuidado al líder de Wilco, un tipo llano que sigue moviéndose sin guardaespaldas y tomado café en el mismo bar de siempre. Ha apoyado la carrera musical de su hijo adolescente, Spencer (15), un chaval que lleva con naturalidad la condición y apunta maneras. Tweedy tiene otro crío, Sam (10). Los tres y los ruidistas Deerhoof acaban de lanzar un disco como The Raccoonists [el vídeo, aquí].

7. Marido Tweedy. Está casado con Sue Miller. Son novios desde que tenían 15 años. Ella fue la propietaria de uno de los clubes más movidos de Chicago durante los años ochenta, el Lounge Ax.

8. Social Tweedy. Es un tipo involucrado. Habla cada semana con su «amigo» Barack Obama, al que apoya años antes de la llegada a la Casa Blanca, se involucra en campañas sociales, ha combatido las prerrogativas abusivas de las discográficas –Wilco cuelga toda su producción en la red: empezaron a hacerlo mucho antes de que los ingleses Radiohead se autoproclamasen patrones de las descargas y The Whole Love está editado por su propia empresa discográfica, la recién nacida dBpm Records– y, cuando viaja a Europa, no deja de pedir disculpas al público de sus conciertos por haber nacido en los Estados Unidos, un país cuya política internacional y social aborrece.

9. Doliente Tweedy. Desde adolescente, padeció migrañas de insoportable intensidad que derivaron en depresión, vértigo, problemas de visión y ataques de pánico. Hastiado de sufrir, se enganchó a los analgésicos. Cuando intentó dejarlos por su cuenta en 2004 estuvo a punto de romperse en pedazos. «Por no sentirme tan miserablemente mal estaba dispuesto a dejarlo todo, incluso la música», ha explicado. Por suerte para él y para la salud cultural de la humanidad, ahora está en forma, ha dejado de fumar compulsivamente, practica la natación y vuelve a sonreir.

10. Analista Tweedy. No se anda por las ramas ni es complaciente con los trendies que van a sus conciertos porque mola hacerlo o para exhibir palmito. En una reciente entrevista dijo: «Estamos más obsesionados con la juventud que ninguna generación precedente. Si hay algo revolucionario acerca de Wilco es la idea de que nos importa una mierda ser maduros. Hay algo sensacional en descubrir que no te embarga la mala hostia de la juventud. Ese todo o nada, esa tendencia a despreciar a la porción de la humanidad que conduce monovolúmenes o escucha a Tom Jones. Además, no encuentro demasiadas bandas jóvenes que se esfuercen en ser honestas. Lamayoría solo suena como una versión chunga de algún artista de los ochenta. Los ves y dices: ‘Esta es la lamentable copia de Human League’ o ‘he aquí a los pálidos Dexys Midnight Runners».

Más allá de este apresurado decálogo, está la música del, repito e insisto, sin ánimo de exagerar, mejor grupo de la historia del rock y el pop tras los Beatles. Escuchen:

Ánxel Grove