Keiichi Tanaami o cómo convertir el trauma en surrealismo pop

Arte pop, psicodelia, neo-dada japonés, ilustración, diseño, animación… Keiichi Tanaami es una de esas rara avis, pájaros extraños de coloridos plumajes, que han sabido hacer del trauma y delirio su escudo de vanguardia.

Nació en 1936 en Tokio. La guerra laceró su infancia – territorio emocional que debería ser la obligada patria neutral-; presenció las bombas incendiarias que arrasaron las casitas de madera de la capital japonesa durante la contienda, tras el ataque a Pearl Harbor, y que regresarían después convertidas en oníricos diseños en su visión surrealista pop. Define su trabajo como «una forma grotesca de belleza».

Rugientes aviones de guerra (su principal motivo artístico), figuras de Mickey Mouse, paisajes caóticos, ciudades en llamas, criaturas alucinógenas, erotismo, emblemas reconocidos de la cultura como John Lennon

Exiliado de su niñez por los fuegos de la guerra, el sueño y la realidad terminaron mezclados, las alucinaciones cobraron el peso secular de un recuerdo ambiguo: peces deformados, como el goldfish que adoraba su padre, reflectores cruzando los cielos y los montes calvos del destierro, el destello de las bombas…

Fue un pionero en el campo del manga y la novela gráfica japonesa que años después sorprenderían a la cuna del cómic occidental. Trabajó para agencias de publicidad, donde fraguó relaciones y temáticas extrañas. Trauma y arte pop, delirio y merchandising. Se convirtió en un reconocido ilustrador y diseñador gráfico y se adentró en los sesenta en el movimiento neo-dada, icono del arte de post-guerra japonés.

Fue en esta época cuando experimentó con el video-arte y la animación que lo harían reconocido. Tras su primer viaje a Nueva York, acogió el camino samurái de Andy Warhol (deambuló por el célebre estudio The Factory del neoyorquino): la mezcla entre las técnicas publicitarias y los iconos culturales robados, la ausencia de límites en el medio o el diseño. Entonces llegó la cultura psicodélica que coloreó una época y los movimientos de derechos civiles.

Todo cuajó: el trauma, el «no a la guerra», el rock n’ roll (ilustró portadas de discos de algunos de los grupos más representativos de la psicodelia), la esencia pop que podía devorarlo todo sin rubor. Después, en los setenta, fue director de arte en la edición japonesa de la revista Playboy. Recibió prestigiosos premios de diseño. Su obra ha sido expuesta internacionalmente. Un edema pulmonar, en 1981, lo lanzó a explorar los caminos que separan la vida y la muerte.

Como en un sueño, Tanaami supo digerir y devolver los artefactos culturales que había absorbido. Sus delirantes obras parecen un vómito de estallido pop, el cólico provocado por la sobredosis de un siglo.

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