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Poner un pie delante de otro nunca tuvo tanta trascendencia.

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Mea culpa, por si sirviese de algo

El pasado jueves asistíamos a una charla sobre material de ese que te puede salvar la vida. Y más atrás de la fila ocho, algunos asistentes bromeábamos. Porque somos un poco el veterano que ha pasado por cien batallas y tiene los testículos pelados. Y somos varones y pasamos de los cuarenta.

O sea. Grupo de riesgo.

El ponente, experto en carreras muy largas y muy duras, nos reiteraba lo importante que sería la seguridad para las carreras ultratrail de este verano en la sierra de Madrid. Y que no escatimáramos en proteger partes por donde el cuerpo pierde calor.

¿Sabíais que un 40% del calor corporal se larga por las extremidades y cabeza?

Unas manos con guantes o un gorro pueden hacer que el equilibrio del cuerpo en pleno ejercicio se mantenga de una manera más eficiente.

Pues bien. Llega el domingo y, como no era alta montaña ni ultra trail ni había dorsal por medio, y sí una excelente panda de amigos recogiendo kilos de alimentos a cambio de kilómetros corridos, metí la pata hasta las últimas costuras.

Por gilipuertas y por sobrado.

Marzo de 2013. Madrid. 08.02am. Un viento constante resecaba la piel. El frío objetivo marcaba unos 6ºC pero el subjetivo (el famoso windchill efect) lo bajaba un par de grados más. A ratos sol y a ratos nubes. Tal que de estas pintas.

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Brazos, manos, una camiseta normal, pantalón corto, y … el pelo recién cortado el sábado. Veinticuatro horas antes estaba desprotegiendo el cartón. Setenta y dos horas antes, sonriendo altanero con las recomendaciones a novatos. Claro. Yo es que ya he corrido ochenta y tantos maratones y ultra trails.

Pues pasadas dos tranquilas horas de correteo seguía sin subir la temperatura ni amainar el viento. En dos paradas técnicas breves empecé a buscar un chaleco de abrigo con el que hice la tercera hora. Pero ya iba encogido. Y en diez minutos más el viento había llevado camino de la Alameda de Osuna todo el vapor de agua que recubría mi piel. Había perdido calor y agua del cuerpo por no cubrirme la cabeza.

En media hora tenía que alternar trote con algunos ascensos caminando.

En mitad de Marzo me estaba deshidratando. Y el resto de los kilómetros hasta el 42 no fueron muy agradables, con amenazas constantes de calambres.

¿Qué quiere decir esto? Que no hay que bajar nunca la guardia. Aunque se rompa la magia de esa improvisación que nos ha hecho famosos a los iberos, no hay que salir a la ligera a hacer deporte de larga duración. O, si se puede tener un mínimo a mano, que a menos de veinte minutos de donde nos encontramos haya (a) civilización donde guarecernos, (b) nuestro coche con ropa y alimento o (c) qué menos que cobertura 100%.

Ni los más veteranos nos libraremos de pasar un mal rato o de no disfrutar de este deporte.

Riesgos del correr: tened cuidado ahí fuera

Anteayer nos contrariaba la triste noticia de un fallecimiento más en una carrera popular. En el maratón de Barcelona el corredor X. Jiménez fallecía en el hospital tras sufrir un colapso al terminar la prueba.

Un corredor experimentado, participante en la masa anómina del entorno de las cómodas 4 horas. Sabed que este es uno de los deportes que más satisfacciones da y más sencillo es de participar pero nunca se está a salvo. A falta de las confirmaciones médicas, en caso que se hagan públicas y que la familia del participante lo deseen, claro, no está de más recordar que correr es un ejercicio relativamente intenso. No podemos dejar de dar pedales porque nos detenemos. No esperamos a que el balón regrese a nuestra zona porque se trata de avanzar sobre el terreno.

Es de larga duración con lo que las posibilidades de que aflore una dolencia o tengamos un momento de bajo rendimiento son mayores.

No es un deporte este de correr en el que los corazones se pongan a altísimos pulsos. No es explosivo como el fútbol en sus mil variantes, el pádel o el tenis, sino que pertenece a los deportes más lineales y, por lo tanto, más sanos. Montar en bicicleta, nadar, correr son deportes en los que no deberíamos funcionar nunca por encima de los umbrales de deuda de oxígeno. Al menos es un deporte en el que encajan perfectamente las recomendaciones de «cómo practicar un deporte de manera recreativa»

Pero cada uno tenemos un historial médico y una herencia familiar.

Y un pasado reciente en el que nunca se menciona cuánto ha sufrido el organismo durante el sedentarismo diario. El cuerpo no dice mucho mientras no hacemos ejercicio. Lo deja para cuando arrancamos con cualquier actividad física.

Esperando que cada día más gente salga a correr conscientes de sus riesgos, y con la cabeza de ver qué hemos estado dando a nuestro cuerpo los diez o veinte años anteriores, por favor, haceos un chequeo.

Si sale algo, tomadlo todo con más cuidado.

Tener menos de cuarenta o cincuenta años cronológicos no nos exime de riesgos coronarios. Estas cosas no «son de viejos». Un historial familiar de enfermedades cardíacas no es una simple concatenación de casualidades. Se llama pertenecer a un grupo de riesgo.

En tanto no se extienda la obligatoriedad de los controles médicos, tened cuidado ahí fuera.

Empezar a correr: ¿Qué te preocupa de los primeros síntomas?

«Me ahogo», «tengo que parar» o «esto no sé si es correr o arrastrarme». Empezar a correr.

La semana pasada surgió más de una pregunta de nuestro particular y voluntarioso ‘comando novato’. Son los síntomas de los cuerpos que se movilizan. Un lector, Nachete, está haciéndonos partícipe de sus progresos desde el día cero. Tengo que agradecerle que de vez en cuando escriba sus sensaciones porque me ha dado pie a recopilar algunos de los comentarios.

En general, ¿qué nos encontramos?

1. Me ahogo 

Ay. Qué sensación de morirnos. ¿A qué debemos estos sofocones? En primer lugar no vamos a morir de un mal trote. Revisemos si ha sido una sensación puntual o viene siempre después de un rato. Yo vigilaría el ritmo de trote. Ir acompañado de alguien que te saca de velocidad es algo peligroso. Uno de los dos va obligado a sostener el ritmo del otro: que siempre sea acomodarse al del más lento.

Descartemos también periodos alérgicos. Mi buen amigo Sergio pasa unas primaveras horrendas y tiene que dejar de correr, tal cual. Como ya tenemos bastante sufrimiento en la vida, primero una buena revisión alergológica.

Si es algo relacionado con el estrés, y tenemos ‘ese peso en el pecho’ durante todo el día, el remedio es pelear por un día a día más razonable. Sé que muchos no tenéis otra ‘y más con la que cae ahora’. Usad el corrercomo algo terapéutico, relajante. Dejaos ese cronómetro en casa. El GPS, para el coche.

2. Tengo que echar a caminar antes de lo que tenía pensado

Además, el ritmo que llevamos nos parece casi tan lento como caminar. Nos desanimamos. Sobre esto tengo que decir que me sigo sorprendiendo de lo curioso que resulta ver gente correr despacio. El término de ‘ir lento’ es tan relativo como podamos imaginarnos.

Si el objetivo es ir cogiendo tono físico y perder peso, no pasa nada porque alternemos caminar y correr. Un ritmo fuerte caminando es tan efectivo vascularmente y quemando calorías como correr. Correr es más radical, claro, pero en esto no hay tipos duros o tipos blandos.

Muchos tenemos días o temporadas de flojera. Baja el pistón y mira tu pulso en reposo, la alimentación, las horas y energías que gastamos en otras tareas. Correr tiene que mantener un punto de hobby. Si es 100% obligación y hay que salir a correr sí o sí, o ‘porque lo dice el plan’, quizá tengamos que replantearnos esto.

3. Me duele aquí

‘Aquí’ es cada una de las partes del cuerpo humano. Muchas veces se ponen de acuerdo varias. Músculos, tendones y órganos internos. El dolor es muy diferente si se presenta súbitamente, agudo y concentrado, o si es continuado. Un músculo se habrá contracturado o roto alguna fibra. Un mal gesto puede hacer que un tendón haga ‘chas’. Calentar, fortalecernos, e ir con cuidado.

Aprende a identificar si es un dolor que comienza de manera sorda y crece en intensidad porque eso es una sobrecarga. Ten en cuenta que estás empezando y tu cuerpo sale de un periodo no acostumbrado a estas cargas de trabajo. Si hay unos kilos por medio o tu modo de pisar es ‘un tanto particular’, todo tiene que ajustarse.

Para ello, nunca repitas las mismas rutinas. Siempre trotar tus veinte minutos es un ejercicio limitado y que solamente sobrecarga unos puntos del organismo. Varía con gimnasia general, camina por la montaña o parques, haz algo a pedales o nada (de nadar).

4. Yo es que no lo veo

Sí lo ves pero prefieres empezar un poco más adelante. Es totalmente legítimo. Te cuestionas si empezar a correr está hecho para ti o no. Los tres primeros días aún estuvo simpático, pero ahora ya no disfrutas nada y te sientes ridículo correteando a una velocidad tan baja. La psicología del correr es un tema muy tocado pero ¿puede el cerebro no estar preparado?

¿Has probado a sentarte una tarde en el parque y observar a los más novatos corredores? ¿Por qué no vas a una carrera popular y miras del primero a los últimos? Sí. Ese chico que cierra carrera ha dedicido que una oportunidad más era lo menos que podía darse. O que era más divertido reirse de sus ganas de quedarse en el sofá y se ha inscrito en esa prueba.

Y ahora ves que te mira de reojo al pasar…

¿Qué otros síntomas están asaltándote en estos primeros días?

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Foto: InSapphoWeTrust from Los Angeles, California, USA

Consultorio del corredor: envía todas tus dudas

¿Corro poco? ¿Demasiado? ¿Esta zapatilla me viene bien? ¿Conoce alguien el recorrido de esta carrera? ¿Cómo se aparca en el entorno del polideportivo? ¿Es seguro correr de noche?

El martes toca consultorio. Será un momento especial porque se podrán citar y criticar, mencionar o sugerir todas las marcas, pruebas, sin censura o política de excepción comercial.

Envía todas tus dudas mañana martes al formulario de comentarios y este blog se convertirá de manera excepcional en un consultorio para el corredor. Novato, experimentado o curioso, el martes, al confesionario.

Nota:

Se contestarán los comentarios desde las 00.00 hasta las 23.59 de mañana, martes 5 de marzo. Si dejáis comentarios anteriores serán contestados por orden de aparición.

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Señor presidente,¿no le vendría bien un ministro del correr?

rajoyrunner

 

Sr. Presidente,

Me permito aprovechar que está dando vueltas a una modificación (que me lo barrunto, que lo sé yo) de equipo de gobierno para pedirle una cosa. ¿Ha pensado en nombrar un ministro del gremio de la zapatilla?

Le cuento. La nación cuenta con un contingente numeroso de practicantes de la carrera a pie. Las estadísticas menos generosas no bajan de medio millón de ciudadanos que en algún momento del año trota. Corre. Vaya. Por eso pienso, detallado más adelante, que debería nombrar Ud un Ministro o, al menos, un Secretario de Estado de Asuntos del Correr, por el bien de prestigio nacional. O del Running, si quisiéramos que la Marca España se posicionase líder en el mundo.

Presidente, sepa que no cuenta con mi voto. Tampoco me despierta Ud simpatía. Me dirijo a Ud de modo puramente práctico. No le pediré una ley que permita a los empleados 45 minutos al día para correr. Seguramente esto aumentaría la productividad pero ya sabe, Presidente, que en un país sin producción material, la productividad es un mal chiste. Calcular un incremento del 9% de nada sigue siendo como trenzar juncos invisibles.

Un Ministro-Corredor que ofrezca beneficios fiscales al trote con los vecinos. Esto pondría a la sociedad a debatir, por fin, y dejar el soniquete del bar, de atacar a espaldas. Existe un peligro: se podría entender como un absurdo empeño de la izquierda horizontalista, que garantizara la máxima integración de todos, unos y otros, de dentro y de fuera. Pero no. Tómelo como la aprovechar el trote para tratar asuntos de comunidades de vecinos. Llevado al extremo, que se tomen tiempos y clasificaciones. Aumentará la competitividad, por la que tanto han abogado en su campaña electoral y que tanto ha calado (observe) en las pasadas legislativas.

Medidas puntuales de fiscalidad simple, Presidente: desgravación fiscal a la compra de zapatillas para correr. Los corredores descalzos no pagarían ningún impuesto. Se los ganará. Seguramente sean un peligroso contingente progresista y le echarán en cara que las marcas deportivas deslocalizan la producción en países sin derechos humanos. Conténgase, no salte involuntariamente con discursos revanchistas. Ya somos mayores y todos compramos automóviles o electrodomésticos fabricados bajo los mismos parámetros. Y contratamos tarifas elefante a operadoras de móvil que te llaman desde Marruecos o Guatemala.

Pero no es preciso que se enemiste de sopetón con una comunidad entera. Al menos, no tan pronto.

Instaure una tasa (le ofrezco si lo desea mi alias) para compensar de alguna manera el gasto anual por carreras. La ‘tasa Spanjaard’: que del gasto de cada ciudadano en inscripciones de carreras, un 2% vaya destinado a gasto sanitario. Conocemos el volumen de negocio que sus halcones han visto en las prestaciones privadas. No crea que actúo en su contra. Al contrario y con cariño, cada ser que corre, tarde o temprano requerirá de psicoterapia especializada, dirección y coaching en traumatología derivada del contínuo golpeteo contra el asfalto y diversos fatburners.

No gire la vista a fumadores o enfermos cardiovasculares. Su filón está aquí. No siempre se crea ese argumento de que los deportistas gastamos menos de la sanidad de un país.

Por estas razones y otras que dejo en el tintero, de cara a nuestra próxima reunión y que me callo para que no me las copie el lobby de los del fútbol sala.

Según se me vayan ocurriendo sandeces por el estilo ya le iré mandando whassaps. Que ya me han dado su móvil.

De nada, Presidente.
Spanjaard

¿Saldrías a correr con tu jefe?

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Antes era el golf el que te daba ese plus de riesgo. Ir a jugar a una de esas exquisitas partidas podía ser el momento de tu ascenso, donde podías mostrar tu valía a los superiores. También podías ser fuente de un momento hilarante, donde saldría a flote tu falta de escrúpulos a la hora de arrastrarte, o tu manifiesta torpeza.

El siglo XXI ha añadido una variabilidad deportiva total. Unos intentarán utilizar el pádel como ascensor. Muchos insistan con el asesinato de animales con armas de fuego. Pero la democratización del esfuerzo ha llevado a las calles a muchos managers, CEOs, MBAs, y decenas de acrónimos y estúpidas etiquetas corporativas. Sudan como tú. Jadean al mismo tiempo que tú. Se han inscrito en un evento deportivo días antes que lo hicieras tú. Pero hasta ahora no lo sabías. Muchos de tus superiores en el trabajo corren.

Para ser equitativos, también corren muchos de los que están trabajando para ti pero… este es un blog de clase (no somos perfectos).

¿Cómo sacar el tema?

Un paso más en la valentía y tu estrategia laboral (se la que sea, la de ascender, congraciarte o meramente sobrevivir a los próximos planes de despido) ¿te llevarían a proponer a ese jefe la posibilidad de correr juntos? Vamos a ver, está en juego que no seas el próximo despedido. O quizá tu jefe sea una maravillosa persona que optimiza los recursos humanos y vives en esas empresas idílicas que alguien conoce. El ambiente de tu oficina o tienda o peonada es ya de por sí bueno, humano y habitualmente sacáis temas pero, leches. ¡nadie se había atrevido a preguntar al jefe sobre sus ratos de ocio! Todos creíais que se limitaba a trabajar, gastar dinero y acudir al palco del campo de fútbol.

Pero no. Le gusta correr. Venga… ¿Hay huevos o no los hay?

Nunca he tenido esta situación delante pero en mi familia ya me han contado varios casos. Parece ser que es un tema muy tratable. Directores financieros que se desenmascaran y sacan su vis paciente y trotona reaccionan de modo muy saludable. En lo alto de la escala laboral y financiera también se usa el correr como terapia. Sí es cierto que muchos carecen de tiempo (irónicamente, cuando el jodido en los horarios eres tú) y tienen que trotar en incómodos entornos como gimnasios de hotel. ¿Aprovechar los últimos segundos de un café cruzado o una reunión de trabajo para ello?

Algo así. Estáis levantándoos de las sillas y la gente baja la guardia, empieza a abrir los sistemas operativos de sus smartphones, o recoger las carpetas. Pones cierto gesto de cansancio y susurras hacia tu jefe:

«Voy a por el tercer café ya (politoxicomanía que te integra con los jefes, sin dudarlo) que esta madrugada salí a correr un rato y…», mientras sacas una mueca de complicidad, o te incorporas sujetándote los riñones.

Si desea haber tenido ese rato de running, sonreirá o será franco. Al menos mirará. Si ha hecho lo mismo o ayer lo hizo antes de su vuelo a Frankfurt, te devolverá una puerta abierta a una breve conversación. Si es un habitual y adicto a correr, preguntará directamente.

Para qué.

Hay tantos motivos. Desde los más inocentes hasta el tiranicidio.

El asunto clave es si quieres estrechar lazos con él. Si es por motivos profesionales o por curiosidad. También cabe si quieres restregarle tu verdadera valía ante su asquerosa nómina, esa que tiene unos alucinantes ratios de miles de euros por semana trabajada. O si deseas llevártelo a esa ruta homicida para poner sus pulsaciones a 194ppm y dar un golpe de Estado en la empresa. O escalar en el organigrama de tu Dirección General.

¿Crees que no es para tanto? ¿Eres de los que piensan que al final todos somos gente corriente que busca una vía de escape?

Hacer deporte por la noche

El diablo gusta de visitar Villaverde.

Pensarás: ¿Me tengo que poner eso en la cabeza?

Oirás de tus amistades lo de … ¿a esas horas están las calles colocadas?

Más grave si alguien tira de los argumentos concupiscentes: ¿tu quieres que despierte a mis hijos y me cueste un divorcio?

Pero o lo dirás, o te lo comentarán como una posibilidad real. Salir a correr por la noche.

Partimos de un hecho: muchos de los que deseamos iniciar un proyecto nos vemos mediatizados por los horarios y hábitos que arrastramos de antes. Además, en plena crisis global es muy áspero romper con el pasado laboral o malversar nuestro tiempo hacia el nuevo apasionamiento.

Nos da pavor reorganizar nuestra mínima  Barataria, esa isla sobre la que tenemos cierto control. Ponernos a correr por la mañana nos tienta pero ¡qué pereza!. Las tardes son casi más para … ay, como están las tardes.

Durante medio año es demasiado oscuro para los inseguros corredores. Más inseguro todavía para las corredoras. Pero se ven corredoras a las seis de la mañana y salen grupos de tipos haciendo deporte bajo la bruma del río.  A la vuelta de la esquina nos asustamos cuando paseamos al perro y se topa uno con ese runner embozado.

¿Cuales son los trucos?

1. Corre con alguien. Está en juego tu seguridad. Al mismo tiempo, correrás junto a otra persona que ha hecho un esfuerzo de reorganización enorme. No digo que vuestra amistad crezca exponencialmente porque sufrís más en este mundo, pero un amigo de correr de noche te aprecia más. Apreciarás también más su compañía. Motivarse así de solo de noche… hay que ser muy consistente.

Vale. Eres de los que corre solo. Y consistente.

2. Agénciate una luz frontal. Antaño usábamos linternas horrendas de petaca o salíamos aprovechando las luces de las avenidas semidesiertas. Pero la tecnología corre a velocidades pasmosas y han inventado cintas a la cabeza, discretas y ligeras, con un foco luminoso suficiente como para ver en mitad del campo y ser visto. Cada mes tenemos un ciclista muerto en carretera. Y un susto en un cruce para un corredor.

3. Se trata también de eso. Que se te vea. El negro te hace más delgado y más alta y recibes las ondas místicas de Salomon Kane, con lo que tu running muta en una dimensión cosmogónica. Que sí. Pero de noche, todos los gatos son pardos. Yo también me he criado montando en bici casi a oscuras por la ciudad. Aparte de que me abroncase la policía de Amsterdam y de pensar que los chalecos reflectantes son de dominguero, llevo elementos reflectantes en mi ropa (además de la luz frontal). O algún color vistoso a la luz de un vehículo. Nunca sabes si ese paso de peatones o la travesía por esa zona de garajes esconde un frenazo traidor. Vuelve sano a casa.

Y, cuando vuelvas, ya cenas o desayunas.

4. Y es que, debido a correr de noche, tendrás que ajustar tus comidas. Sólo un poco. Si corres justo antes de cenar o justo después de acostar a tus pequeñuelos, pica algo para compartir la mesa con ellos o para evitar un desfallecimiento. Si escoges levantarte con las gallinas, quizá medio café te sostenga pero tendrás que esperar un rato a desayunar de manera consistente. Las comidas habituales se tendrán que desplazar un par de horas. Yo noté que el metabolismo se me iba ajustando y perdí un par de kilos de esta caja ya de por sí contrahecha y deficitaria.

Pero peores esfuerzos hemos hecho. Tu tienes garantizado cenar o desayunar cuando vuelvas a casa. Otros muchos millones no tienen eso. Incluso muchos aspirantes a deportista de élite entrenan en condiciones de hambre. ¿No has leído los entrenamientos de docenas de corredores africanos en Eldoret? Pues deja de remolonear por esos croissants que te esperan en casa.

5. Con esos cuatro pasos debería valer. Hay algo más, no te asustes porque no es grave. Tu sueño se verá afectado. No dramaticemos, salvo que seas un lirón careto. Lo mismo que te acosarán diciendo que estás perdiendo peso rápidamente tu mismo verás que duermes de otra manera. Cada uno sentirá horas de sueño profundo durante el día, o la última hora de la tarde. Yo me empecé a exigir una escapada a la cama a leer a eso de las diez y media. Posteriormente acorté el sueño de la noche pero aprovechaba treinta segundos en el transporte público o el sofá de casa, por la tarde. Cabezazo y recuperación inmediata.

Con estas ligeras variaciones de tu ritmo vital posiblemente encuentres ese hueco que te faltaba. Podrías empezar a correr cuando cae la noche. O antes de que arranque el día.

Obviamente, se corre mejor a media mañana.

También se trabaja mejor entrando a las diez. Se come mejor con mantel de hilo bajo la sombra de un fresno.  Pero tenemos lo que tenemos, de momento.

¿Dónde está el límite?

No sé si fue antes el huevo o la gallina. Qué vino antes, si la pregunta y después el amigo Josef Ajram con su oleada de WITL, o si la ecuación se construyó de derecha a izquierda. En cualquier caso, muchas veces te habrás preguntado donde está tu límite.

Límites hay múltiples en el mundo del ejercicio, o del correr. En mi teoría de barra de bar colocado maliciosamente en el kilómetro 24 de un maratón se me ocurren, al menos, tres:

Límite agónico. El esfuerzo y hasta qué punto debe llegar en intensidad. En este cubo entran las razones médicas y fisiológicas. También la capacidad de asimilar el entrenamiento, de vomitar ácido láctico, del bocasangre que medio inventó Antonio Alix en aquellas parrafadas de internet.

¿Cuánto de esto se debería llegar a consumir como sustancia adictiva? ¿Incluimos mucho de entrenamiento agónico en nuestro presupuesto de deportista recreativo? ¿Hay incluso alguna moralidad dentro de a qué ritmos debemos correr? Como podemos ver no se nos ocurren más que desvaríos y preguntas. Cada uno corre a todo lo que da cuando le da, como sentenció uno que conocí.

Límite de razonabilidad. La sociabilidad del correr, la relación con el entorno familiar, la amistad, la posibilidad real de que comience a ser un problema o siga siendo esa fantástica herramienta de compartir ratos con gente.

El mes pasado intercambié un simpático cruce de tweets con unos amigos de México en el que me decían que «esto» no era un hobby sino un modo de vida. Coloquemos las barreras donde nos guste más. Siempre siendo conscientes de dónde termina nuestro límite y dónde empezarían los de los demás.

Creo que se me entiende.

Límite en extensión. Suelo poner esto muy entre comillas. La distancia que nos empieza a parecer suficiente o descabellada. En una primeravera normal una persona puede ver suficiente que se corran dos medios maratones, cuatro carreras de 10km de modo intenso, o tener dorsal para cuatro maratones y dos ultra trails. Habitualmente se asocian unos años de experiencia a unos kilometrajes límite.

Autocrítica; presunción o veterana habilidad. De aquí a la mitad del año tengo programados 70km para el sábado que viene. En Abril, el Rock’nRoll Madrid Maratón, quizá una de 50km por las llanuras manchegas con los chicos de Coriendoporelcampo. En mayo un maratón campestre informal y, en Junio, 80km con 7000 metros de desnivel por el macizo de Peñalara. ¿Es excesivo? ¿Irreal?

En la primera de las mencionadas definiciones de límite, para nada será agónico. En ninguno de los kilómetros que recorra iré siquiera a tope, ni a unas pulsaciones tales que me resequen la garganta u opriman el pecho. Me gustaría mantener el límite agónico lo más lejos  de mi historial clínico, hasta ahora inmaculado.

¿Razonable? El 100% del tiempo está acordado con mi familia. Ninguna de las carreras interfiere mi sociabilidad. Al contrario, la aumentan. Se basan en el hecho de salir a correr con alguien para ser realidad. Muchas de las carreras se harán por la noche mientras mi familia duerme. En ninguna de ellas quedaré cojo o lisiado como para impedirme la vida normal al día siguiente.

¿Demasiados e innecesarios kilómetros? Podría ser. Podría correr pruebas urbanas como ya hice en su día. Podría jugar a divertirme dominando la bonita distancia de los 21 kilómetros, corriendo en progresión o acompañando a algún camarada novato o a mi mismísimo padre. Podría apuntarme a algún ekiden de relevos o a crosses universitarios en los que un amateurismo sano y escolar te rodea y reconforta.

Podría. Pero miraría por las ventanas de casa o del coche y sentiría como se me escapan los secretos de ese camino que se aleja serpenteando por la colina.

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Foto: Steven Lane. The Columbian.

¿Por qué me dan calambres?


Fuente Derek Zahler. Youtube.

– «A ver si paras quieto, amor»

Hasta no hace mucho tiempo yo creía que el mejor síntoma para saber si uno está a punto para echar a correr como un gamo, como un gusarapo o como un imbécil era, sin duda, que te sacudan terribles calambres por la noche. Pero de los gordos. De esos que te bloquean el gemelo y te ponen el dedo gordo del pie absoluta y peligrosamente tieso. Entonces, cuando te han dado dos calambrazos como dos pumas de salvajes y has despertado un par de veces a tu compañero/a de cama, te dicen esto:

– «Hijo/a. Tengo ganas que llegue el maratón y te desfogues»

Y no saben que es peor. Que corriendo nos darán más.

¿Qué es un calambre?

Es una contracción involuntaria de un músculo. Voluntariamente pocos (quizá existan masoquistas escogidos) desean contraer así ninguna extremidad.

Clínicamente se solían asociar a anormalidades de electrolitos en los músculos. El dificil equilibrio que guardamos mientras entrenamos para un maratón, los días de descanso, beber mucho, más, o hartarse, luego parar, cargar y descargar hidratos… toda esa tortura que ya conocemos todos.

Más recientemente se está comprobando que es una cuestión de transmisión neuronal. O sea, el ejercicio de correr envía demasiadas señales de estimulación a las neuronas extendidas hacia un músculo (motoneuronas). El músculo se fatiga por causas evidentes. Evidentes porque vas evidentemente jodido (estás corriendo una distancia anormalmente larga). El resultado es un desequilibrio frente a las sustancias que tenemos para inhibir la fatiga desde el sistema nervioso central.

O sea, vamos, corremos por fin el maratón que nos sugería nuestra pareja, y ¡entonces empezamos a conocer qué son calambres de los buenos!. King-size. Station Wagon. Full HD. Todas las putas siglas que conocemos para comparar lo más gordo se quedan cortas.

Y se nos queda la pierna como un palo mientras los demás corredores nos adelantan y vuelves a tu pensamiento:

– «No vuelvo a correr esto nunca más».

Y luego sacan las imágenes en la televisión diciendo que correr maratones no es saludable. En consecuencia, en casa te comentan el carácter poco saludable de tu hobby/pasión.

– «Chico, un día te va a dar un perrenque, que lo han dicho en la tele».

Es que somos muy dados a interiorizar cualquier mensaje que nos den los medios de comunicación.

¿Por qué a mí?

Pero tú ya te quedas con la duda. Afortunadamente Mourinho dirá algo sobre Casillas, o llegará una inesperada ola de calor en Julio y se dejará de hablar de nosotros. Mientras tanto, te hincharás a repasar tus hábitos previos, leer sobre qué dice la ciencia especializada o a comentar tu experiencia con un psicoanalista.

– «Para mí que hay algo cósmico que envía ondas a los músculos, diciendo que la suerte está echada, que ya llegó la hora de ponerse a correr. ¿Cómo afecta la cosmología a los musculos? ¿Me receta drogas de las gordas que tengo un maratón en otoño?

Una cosa parece inevitable. Y esto ha de servir para novatos o experimentados. Los calambres te darán mientras tus músculos lleguen al extremo de la fatiga y les sigas exigiendo más. Beber más, entrenar mejor, tener más flexibilidad, son todo herramientas que mitigarán la aparición de las temidas ‘rampas’.

¿Le dan calambres a Pablo Villalobos o a Chema Martínez o a Rosa Morató?

La suya es otra esfera de esfuerzo. Superior, bestial. Pero su entrenamiento es tan demencial (en el mejor sentido de la palabra) que les permite afrontar esos riesgos. Nuestro mundo es el de salir a disfrutar de la carrera. Un calambre ocasional nos dará una alerta incómoda, cómica, dolorosa, pero sirve para avisarnos de que nuestro cuerpo alcanza una cota máxima de paliza.

Yo creo que lo mejor es invocarlos y que nos cuenten ellos.