Runstorming Runstorming

Poner un pie delante de otro nunca tuvo tanta trascendencia.

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La telenovela del corredor: él/ella

Vuelven estos dos. Ellas y ellos, enfrentados y acaramelados en esa esfera permanentemente irresoluble que tengo el gusto de escribir con Rosa Asensio, bloguera, móvil corredora y un tesoro del telenoveleo. Chicos, chicas, hoy tocan el pie y su cuidado.

Si alguien se siente aludido, hala, ¡ya hemos hablado de ti en internet! Tus tres minutos de gloria comienzan…

ZAPATEO

Él (runner).

Tengo los pies destrozados de la sesión de montaña que nos hemos dado. Dos uñas negras que he tenido que ocultarle. A ver quién se atreve. El verano pasado estuvo en un tris de obligarme a ir con sandalias cerradas después de haber corrido aquel ultra en la montaña. Se pasó medio verano mirándome con cara de odio cada vez que asomaba por la piscina. Está, además, en ese gremio de la agencia de publi donde todos se miran, recontramiran, remiran y devuelven las miradas tamizadas y casi envueltas en un análisis de branding.

¿Y en Altea? Va, hombre. En la playa te juro que me esquivaba. Era parar en una farmacia a comprar un gel relajante para los pies y se ponía hecha una furia.

Pues debería saber que no son ellas las únicas que usan productos para cuidarse. Un gel mentolado es lo mejor para reparar las piernas después de una sesión criminal. Vamos, que si no fuera por estos cuidados iba siquiera a aguantar cuando luego me saca a bailar en las fiestas playeras.

Porque aguanto en forma. Eh -guiño escultural- Que se sepa. Pocos de los novios de sus amigas pueden ponerse unas bermudas que les queden tan bien.

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Ella (no runner)

Sabía que este día era importante para mi. Mi jefe nos había invitado a una Barbacue con todos los jefazos de la Agencia. Una oportunidad!!

– «No te retrases», le dije anoche, antes de que hoy se fuera de madrugada a no sé qué trail de no sé dónde.
– «¡Que no mujer!»

Pues no sólo no se retrasa sino que aparece con arañazos como grietas en la cara y las piernas. Lo mato.

«Este chico es tonto», pienso. Y empieza a contarme todo con la ilusión de un niño, con esa emoción, con esa mirada…a la que no me puedo resistir.

Me levanto, le beso como si no hubiera mañana y le mando a la ducha.

Él asiente obediente e intentando disimular el dolor de las ampollas y uñas negras, que sé me oculta, hace que corre hacia la ducha. Me giro y me río. Total, no hay maquillaje que no cubra esos arañazos y, a decir verdad, a ninguno de mis jefes le quedan las bermudas como le quedan a él. Ains.

Él, runner. Ella, no runner.

corredoresas1

Hace unas semanas la estupenda bloguera y mejor corredora Rosa Asensio me lanzó un guante. En ese duelo de zarzuelilla la chica era la corredora. Él, bueno. Eso. Afortunadamente las tornas cambian. Se lo devuelvo.

Él (corredor).

El sábado es su cumpleaños. Lo tengo todo controlado. He pensado que es el momento en que se inicie en esto de correr. Tenía que comprar unas medias de compresión y mirar las rebajas -ando con un par de zapatillas con más de seiscientos kilómetros- así que me ha solucionado el regalo.

He visto unas mallas pirata que le van a sentar de miedo. También tenían una faldita corta de corredora pero no me he atrevido. Así que eso y un modelo de pronadora para chica. Para ellas diseñan unos colores brutales. Aunque dudo que sepa qué es ser pronador o supinador. No me hace mucho caso cuando pasa por detrás de mí y gira la vista a mis intervenciones en foros o en facebook.

Verás que sorpresa. Ahora podremos compartir más tiempo juntos, aunque yo tenga que entrenar rápido y ella, bueno, podemos calentar y estirar juntos y ducharnos. Sí. Este año he acertado con la compra. Cuando me meto con los complementos suelo ir de fracaso en fracaso. Termino de hacer el café y algo sólido y se lo llevo a la cama.

-«Hola amor. ¡Toma, tu regalo de cumpleaños!»

(Un silencio helador se extiende por el apartamento mientras ella abre el envoltorio de una evidente tienda de deporte)

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 Ella (no corredora).

¡¡Por fin es sábado!!! No, un sábado cualquiera, ¡¡¡noooooo!!!  Es el sábado de mi cumpleaños.

La verdad es que no sé si prefiero que él se acuerde o no de mi cumpleaños. Yo sé que pone interés pero …. No hay año que acierte con el regalo, o escoge bolsos que sólo llevaría su madre o joyonas de esas que nunca me ha visto puestas y sabe detesto pero que aún así me regala. Debe ser eso de las carreras, tantos kilómetros no le dejan mucho más para pensar.

De cualquier manera, que se acuerde es un detallazo. Así que, sea lo que sea, me gustará aunque espero no haya perdido el ticket-regalo.

Ahí está. Trayéndome el desayuno a la cama. Lo miro. Ya estamos con la papilla esa de avena que toman los runners. Le miro. Sonrío.

– «Gracias, cariño».

Y de repente le veo que saca algo de debajo de la cama. ¡Mi regalo! Lo miro con detenimiento. Ni idea de la tienda donde lo ha comprado. Miedo me da. Rompo el papel de regalo de la “tienda desconocida” y…. ¿qué es esto?

Sonrío intentando disimular mi cara de: “Qué coño es esto?, ¿Por dónde me lo pongo? ¿Para qué ocasión?»

– “Son unas mallas pirata”, me dice emocionado. Mira que tiene ganas de que salga a correr, pero buffff, la sola idea de ponerme a sudar me da pereza. ¿Unas mallas pirata? ¿Para qué? ¿para jugar a los piratas mientras ese micro-pantalón me comprime de tal manera que no puedo ni respirar y me salen las lorzas por encima de la cinturilla?…Sonrío.

Aún hay más. ¡Unas zapatillas!

– “Son pronadoras”, me dice. Prona… ¿qué? Le miro como preguntándole si me está insultando. La verdad es que las bambas estas son chulas. De colorines y molan hasta los cordones. Quizás pueda llevarlas con los vaqueros que me compraré cuando descambie la otra prenda del demonio.

Sonrío y le beso. «Gracias cariño».

Aprovecharé cuando se vaya a correr a buscar el ticket regalo.

Parejas de hoy día: (ella) runner + (el) no/runner

Rosa Asensio es una fantástica compañera de blogueo. Rosa mantiene en la publicación Grazia la bitácora Tú también puedes, donde anima a otro racimo de lectores a este sano ejercicio de calzarse unas zapatillas. Antes podía decirse que éramos compañeros de correr pero ella corre y yo, de momento, me arrastro. Pero también escribe y me propuso esta acción conjunta.

Así que hoy, Tú También Puedes y Spanjaard, juntos. Esperamos que os divierta.

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Parejas de hoy día: (ella) runner + (el) no/runner

 

ELLA: RUNNER

Hoy, por fin, le he convencido!!! He conseguido sacarlo de la cama a una hora prudencial. No muy temprano que me lo cargo. Y he conseguido que se desperece en menos de 1h, desayune, se vista y esté, más o menos listo.

Cuando se ha levantado de la cama, más o menos sabía que lo tenía ganado. Y yo como una niña pequeña casi dando saltos de alegría. Hay que ver lo tonta que es a veces una. Se levanta y se encierra en el baño. Cierra la puerta. Echa el
pestillo y ahí me digo “Ay madre!” Prefiero no pensarlo y me dirijo a la cocina a preparar un mini-desayuno.

Me lo ha prometido. No me puede fallar. Ha dicho que sale conmigo a correr.

Enciendo la cafetera, saco la leche de soja, el azúcar y coloco un par de rebanadas de centeno en la tostadora. La verdad es que bastante ha cambiado ya por mi. Hace un par de años se hubiera metido un par de huevos fritos con bacon y choricillos.

Me acerco a la puerta y hago como que arrimo la oreja. Nada. ¡Ay dios! Que se ha vuelto a la cama.

No lo pienso. Me lo prometió. Preparo las tazas de café con pelín de leche. Saco las tostadas y unto
mermelada de fresa. Yo con una barrita voy lista. Ya está. Y pensando en acercarme ya a echarle la bronca por ser tan miserable de prometerme algo que no iba a hacer levanto la vista y le veo.

Y aunque la imagen es tan tremendamente surrealista, la ilusión y lo que me doy cuenta le quiero me hacen evitar estallar en carcajadas. Al menos durante unos milisegundos. Luego ya no puedo. Pantalones de algodón que no cubren ni la rodilla, Camiseta de White Label que le debieron regalar en alguna noche de fiesta loca con sus colegas, muñequera (¿ein?, vamos a correr no a jugar al tenis), calcetines blancos con las clásicas rayitas roja-azul navy hasta media
pantorrilla que no disimulan para nada esa pelambrera que no consigo se depile, y una cinta en el pelo no sé si emulando a Marta Domínguez o al mismísimo Forrest Gump…..

Escena pantagruélica!!!
– Are you ready, baby?” tiene la cara de soltarme

Estallo en carcajadas mientras se ríe y comienza a dar vueltas por la cocina imitando ejercicios que cree haber visto no sé bien donde como de calentamiento. Correr no sé si correremos pero, reírnos, un rato seguro!

ÉL: ¿RUNNER?

Dios. Ya está despierta y ha salido de la cama pegando un salto. Tantas veces postergando lo de acompañarla pero hoy no me libro. Huele a café. Eso está bien. Sin un café probablemente no consiga ni colocarme las zapatillas.

Espera. Las zapatillas. Ah, ya. Las tengo guardadas en el armario de la entrada. Si tuviera una App le enchufaría a las suelas un aerodeslizador. Vamos allá porque esto hay que solucionarlo rápido. ¡Me cago en…! ¡Qué dolor me ha dado en el cuello! He dormido en mala postura y no puedo correr en este estado. Solucionemos primero ‘first comes first’. Pensaré un momento mientras disfruto en el trono.

¿Cuánto llevo dentro del baño? Creo que me he quedado dormido. Verás qué estreno. Se estaba tan a gusto… Y es que yo no soy persona aunque me tome dos cafés con sal a primera hora. Leí el otro día que los que salen a correr de madrugada se activan antes. Ella sabrá. No sé si es recomendable vivir tan activado. Es algo que no nos preguntamos cuando empezamos a vivir juntos y quizá ahora sea tarde para plantearlo. Bueno, no perderé más el tiempo en planteamientos filosóficos porque le he oído mover la cucharilla del café durante demasiado tiempo. Justo ese par de segundos extra en los que me muestra su impaciencia.

Total, qué más da. Me pondré… mira. Una camiseta debajo del montón de las toallas. Arreando. Con esto y los pantalones con los que me acosté anoche. ¿Me coloco gorra? ¿Los runners llevan gorra? Debería asomar a verles un día. Así aplaudiría un rato a mi chica y conseguiría puntos-pareja. Coño, qué frío está el suelo. Los calcetines no me los quito ni para atrás.

Hala, corriendo a todo trapo.

– Hey, ¿dónde está el café? Digo el azúcar. ¿Has cambiado todo de sitio?

Lo cambia, lo mueve, no encuentro nada. Estoy un poco harto de estos deportistas y su dinamismo. Por más prisa que me doy buscando el azúcar, más se ríe ella. Ah, aquí está el azucarero.
Sonreiré. Ella se lo merece. Dios, haz que esta tortura sea corta.

El corredor que descubrió que su pareja «ya no»

Erase una vez un cuarentón o una treinterañera que corrían. Y lo habían incorporado ya a sus hábitos. Esa persona que muchos conocemos. Quizá nosotros mismos. Nuestro peor enemigo.

El corredor vino un día de un entrenamiento especialmente motivador. O del gimnasio de una sesión de cardio. O llegó a casa de participar en los festivos 8km del Buenos Días Run Series. En cualquiera de los tres escenarios había charlado de manera animada. La generación de endorfinas y la circulación de la sangre habían elevado las emociones. Chicas jóvenes y deportistas o chicos sin tripa y sonrientes que se interesaban por la evolución de los entrenamientos de nuestra hipotética corredora.

Abrió la puerta y le saludó su compañero, su esposa, su novio o la madre de sus hijos. Y le vino a la cabeza el comparar con esas otras personas que dejó en la zona de meta o de recogida de las bolsas de la carrera. El corredor huyó mentalmente hacia la próxima vez que se vería rodeado de esas nuevas y deportivas amistades.

¿Conoces casos similares?

Haz memoria de las conversaciones que han salido mientras corríais. Su anterior pareja no era tan deportista. Quizá fumaba. Estaba pasado de peso o prefería recordarle que el/ella tendría que quedarse con los niños o que las tardes estaban para comprar o para pasear.

La historia de las nuevas amistades es vieja como la humanidad misma. Correr (en general, el deporte) es un hábito incorporado recientemente a la sociedad. Pero es algo que se ha buscado un hueco en el ocio de la vida en las ciudades occidentales, grandes o chicas. La ruptura de las parejas también está enraizado y, si vemos a nuestro protagonista, el corredor, dos años más tarde, ha buscado un nuevo rumbo en su vida.

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Y ¿de qué depende todo esto?

Es fundamental entender que muchísimas parejas se forman anteriormente al momento en que descubres el running. Las estadísticas de participación en pruebas de calle nos  colocan ahí a los que rondamos los treinta-y-cuarenta. En EEUU en 2000 el 44% de los que terminaron un maratón tenían más de cuarenta. En medio maratón, la prueba que más ha crecido en el planeta en partipación (más de un millón de norteamericanos al año) la edad media de las mujeres participantes está sobre los 38 años. En el medio maratón de Torremolinos de este año la edad media de hombres y mujeres fue, respectivamente, 39 y 41 años.

Y el espectro ya no solo corre por batir el reloj sino porque correr es cool, ayuda a sentirse bien y a perder peso. Unos parámetros nuestro corredor no tenía que preocuparse con veinte años, cuando conoció a su pareja.

El tiempo, que todo lo revuelve. Y llegan las preguntas, con o sin malicia.

¿Descubres que lo que más te gusta es correr? ¿Piensas en cuánto tiempo has perdido sentado en el sofá o paseando por centros comerciales?

Como siempre, depende de las prioridades en las que sitúas el correr. Nuestra corredora descubre que correr es ahora lo más importante y que ya pueden colocar por medio la instalación de los armarios de Ikea. Nuestro protagonista organiza once fines de semana al año con las carreras y medios maratones a los que no piensa renunciar, amén de los planes de entrenamiento de tres, cuatro o cinco sesiones semanales, se pongan en casa como se pongan. ¿Y es esto culpa del otro?

Es una de esas preguntas que nuestro hipotético personaje se hará. ¿En qué medida tiene el otro la culpa de que hayas descubierto el running y toda esa estupenda gente? Bueno, depende si sales a correr para huir del tedio o de las discusiones en tu pareja, o si es un entretenimiento que colocas en tu parcela vital.

¿La solución es cambiar de pareja? ¿Llegará nuestro personaje a ese extremo? Yo conozco bastantes casos. Conozco asimismo casos en los que el miedo a afrontarlo o la crisis económica les hace vivir encerrados en una pareja que no quieren. Vidas paralelas dentro y fuera del grupo de entrenamientos también he visto unas cuantas en estos treinta años largos en el planeta running.

Siempre es lícito buscar la mejora de las cosas pero, insisto, ¿en qué lugar colocas en la lista de prioridades a tu mundo del corredor?

Si estás tan absolutamente apasionado por esa chica con la que entrenas, o con ese grupo que sale a correr L, X o V (como los taxis), si querrías viajar y correr maratones y no tener que combinar esa Feria del Corredor y el Pasta Party con entretener a tu familia, si tu trendline en twitter está lleno de #run y yermo de #family, quizá no estés hecho para vivir en pareja.

Un peldaño interesante, intermedio, es hacer deporte en pareja. La búsqueda de google de «deporte en pareja» arroja veintidós millones de resultados. Así pues, hay información de sobra. Todo vendrá dado por la disposición de la pareja y también de lo que entiendas por deporte. Si aceptarás salir a pedalear o caminar en pareja o si «eso no es lo mismo que correr» o «yo no voy a dejar de correr porque correr me hace sentir vivo». Una gama intermedia infinita.

Eso es. Como persona que ha ido creando el entramado de este personaje hipotético (o no tanto) estoy obligado a advertirte.

Todo estará relacionado con la perspectiva con la que afrontes cualquier hobby. En este caso hablamos de correr. Bien. Corre. Corre y deja vivir.

Yo estoy a favor. Sí a las Carreras de la Mujer

Pues a mí tampoco me parece bien……no es que me parezca mal, pero eso de hacer una carrera para que exclusivamente la corran mujeres sí que me parece discriminatorio, al fin y al cabo si en el resto de carreras no corren más mujeres, pues será porque no quieren.

Se lió. Y es que el otro día se daban las últimas cifras antes del cierre de inscripciones. Se superarían las veinte mil inscritas en la Carrera de la Mujer de Madrid.

¿Por qué una carrera sólo para mujeres?

Seguro que la gente entiende o sabe que se celebra una Liga Femenina de Voley y que la altura de la red es menor, que el Comité Olímpico separa por sexos la celebración de todas las pruebas del calendario de los Juegos o que en sus adorados mundiales de atletismo hay un 400m masculino y un 400m femenino. Pero ¿por qué esta diferencia?  ¿Es promover que las mujeres se animen a correr o se está discriminando más?

Creo fervientemente que se consigue a través de lo primero. Discriminando a favor hasta que se consiga la igualdad de participación.

Hemos olvidado por completo que la discriminación positiva se aplica constantemente en la sociedad. Es facilitar las cosas a personas con dificultades para acceder a una tarea concreta. En este caso se trata (se trató en las primeras carreras en los años ochenta, en aquellas ‘carreras Avon’), a través de una operación mitad marketing mitad deporte, que haya un acceso total de la mujer a las carreras populares.

Carecemos de memoria histórica. La discriminación positiva nos permitió estudiar, coto antaño vedado a los hijos de los pudientes, pero en nuestro caso con una subvención estatal que costeaba parte del – por ejemplo – acceso a la universidad. O que las jugadoras de voley tengan la red más baja. Cada beca, cupo en oposiciones públicas, plaza de parcamiento para discapacitados, cartel en braille en un museo o rampa de acceso que se construye facilita la vida. En una palabra, se discrimina en su favor.

Cada subvención de un producto alimentario producido frente al voraz mercado global, cada electrodoméstico con una carga arancelaria, cada elemento industrial protegido por unos cánones hace que las economías menos favorecidas puedan competir con los grandes actores. Y nadie dice que nos fastidiemos, nos espabilemos con la silla de ruedas o aguantemos si no leemos los paneles del Museo del Prado (te las arreglas y llevas un amigo vidente que te los vaya explicando). O que paguemos los 27.000 euros de un transplante renal. Bueno, ya lo han empezado a decir.

¿No es puro marketing, con Adidas o Nike están frotándose las manos con los «entrenamientos para mujeres»?

Obvio decir que las marcas han desembarcado en un nuevo segmento. También es cierto que  participar en una carrera popular no es un servicio público. Correr está de moda y las compañías están buscando cada resquicio para mantener sus ventas. Nadie dice que el objetivo del capitalismo sea la consecución de la igualdad. Pero subyace en cada conversación lo de «y, para hombres, ¿qué?». Y eso no es discusión sobre política macroeconómica; eso suena a segregación de género.

Aun así, programas como Avon Race for Life ha llevado a seis millones de mujeres en el Reino Unido a participar en eventos deportivos. Se han recaudado casi 500 millones de Libras y se han financiado 4.000 investigadores contra el cáncer de mama. Sólo en España se diagnostican, al menos, 22.000 nuevas pacientes de cáncer cada año. En los eventos de nuestro país ya se ha contribuído con 50.000 euros a la Asociación Española contra el Cáncer a través de las Carreras de la Mujer. El motivo es doblemente solidario y tiene una consecuencia inmediata: que la gente corra.

¿Esa discriminación positiva no existe ya en las carreras populares sin necesidad de segregar?

Todavía estamos en pañales. Los datos de participación de la mujer en carreras son, en crudo y sin anestesia, pobres. Sólo en algunas pruebas de corta distancia existe algo parecido a una paridad: 11.000 mujeres corriendo junto a  22.000 hombres en la San Silvestre Vallecana. Pero no es por que las mujeres rechacen participar por principio. Hay algo más, según mi experiencia.

En los eventos estándar sí existe una discriminación que afecta a cómo se enfrentan muchas chicas al deporte-ocio: el cronómetro. La esencia de la carrera: no olvidemos que se empezaron a organizar bajo parámetros de clubs de atletismo y federaciones atléticas. Hoy día se abre el tráfico después de 1h30 en los sencillos 10 kilómetros de la Carrera de las Aficiones. Hace veinte años eran sesenta minutos y el ostracismo. Los corredores recreativos tardan bastante más de las 2h15 que muchas veces se ofrecen en media maratón. O que las 5h30 de los maratones.

Es curioso que en su día, cuando empezaron a ampliarse los límites de tiempo,  nadie se quejara de «estar favoreciendo a los gordos, los viejos o los lentos». Las voces sobre restringir los tiempos de corte son pocas. Aunque todavía existen y desde dentro del mundo runner.

En una Carrera de la Mujer hay un horario tan abierto que todas las mujeres entran en ese rango de poder participar.

Y ¿hasta cuándo se debe mantener esto?

El objeto es animar a que la gente corra y, cuando se haya conseguido, dejarían de tener sentido. Es más, creo que una vez que se llegue al 50%-50% de participación entre sexos como ocurre en otros países, es estúpido mantenerlas. En ese momento quedarían como meras carreras comerciales sin objetivo.

¿Para qué mantener campañas para que la mujer pueda tener estudios cuando existe una paridad total en las universidades e institutos? Pero primero hay que dar unos pasos que a nosotros nos parecen lejanos. Muchos hemos crecido en un marco teórico de igualdad pero la sociedad española da frecuentes muestras de desigualdad de sexos.

¿Nos podemos quejar, a pesar de todo?

En este sentido, como comentaba mi amigo Miguel Del Pozo, el atletismo está años-luz por delante en igualdad. En fútbol hay un machismo enorme, y es difícil que hombres y mujeres puedan compartir terreno de juego en igualdad de condiciones.

Al acercarse a una carrera la masa suele ser amistosa. Nadie le dirá «¿Qué haces tú aquí? Vete a fregar«, ni cosas así. Una chica va a su primera carrera, aunque sea sin mucho entrenamiento, corre rodeada de chicos y posiblemente se le quiten los complejos que pueda tener. Salvo que detrás no le rodee más que una ambulancia impaciente y prefiera volver a trotar a la cinta de su gimnasio.

El error es considerar la Carrera de la Mujer como segregación, cuando es precisamente empujar a la calle a hacer algo a un sector que no lo hace por propias percepciones de un medio todavía en fase de maduración. Ahora comienzan a abundar carreras de ocho o diez kilómetros con muchísima gente de su nivel. En algunas ciudades. No en entornos rurales o pequeñas comunidades.

Poco a poco.

¿Mejor entonces 100 mujeres en una carrera de 100, que 100 en una de de 1500?

Sí. Prefiero 95 mujeres contentas en una carrera de cien clasificadas. Aunque si lo diseñas bien, sorprenderá que esas convocadas superarán las «cuatro chifladas» y arrastrarás a la segunda carrera en volúmen de todo Madrid, solamente después de la San Silvestre Vallecana.

De todas maneras, si convocas «por la integración» sobre mil quinientas plazas y aparecen cien convocados frente a mil cuatrocientos, tu experimento ha resultado una grandísima mierda.

¿Qué piensas tú de todo esto?

¿Tienes preguntas sobre el mundo del corredor? Envíalas

Durante todo el fin de semana puedes lanzar tus preguntas, desde las más básicas a las más descabelladas. Lo que en ningún otro medio te contestarían aquí será convenientemente baqueteado.

Desde hoy viernes hasta el Domingo a las 24.00h (CET) este viejo gruñón está a tu disposición. Más de 30 años corriendo y 83 maratones y ultras corridos a tu servicio como experiencia, con novatos, familiares, pataliebres, en la carretera o en el monte. No sabré mucho de la teoría científica del entrenamiento pero… de correr creo que ya tengo una opinión formada.

Si tienes chispa puedes hasta trollear.

Contestaré por orden cronológico de los comentarios que se vayan dejando. Feliz fin de semana y, let the show begin!

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Entrenamientos invisibles en los que quizá no hubieras caído

Correr, correr y correr hasta echar los hígados. Pero es viernes y hay que tomarse con humor y otro punto de vista las cosas.

¿Sabías que tienes poco desarrollado el 50% de tu cuerpo? ¿No te lo han sugerido tu pareja, tus hijos o el panadero o la pescatera? A por ello, que no todo en el día a día del runner va a ser la sesuda manipulación de las fibras de contracción.

1. Entrenamiento cruzado de tren superior. Haz limpieza de armarios y altillos. Esa cocina está deseando que le tires los trastos. Una banqueta, guantes de fregar y a por los abdominales cruzados.

2. Monta un armario o unas estanterías para el cuarto de los niños. Calienta bien y ajústate las gafas porque ¡esas instrucciones son la única vía para que no acabes destrozando a cabezazos los paneles de madera! Asegurado trabajo para los flexores de los dedos de las manos, y si no usas guantes, erosiones en la palma de las mismas.

3. Estira primero y ¡pon una maldita lavadora!. Sí, ese electrodoméstico que tiene tu ropa de correr a punto. Haz dos repeticiones de tendedero y trabajarás hombros y deltoides.

4. ‘Cariño, te toca el baño‘. Es un entrenamiento cruzado en el que te zambulles pero de verdad en el metabolismo de tu ciclogénesis. En efecto. ‘Eso’ son desechos y no el ácido láctico que se genera en tus músculos tras la oxidación muscular.

5. Estrategia de carrera para todos aplicada. Vale, descansa un poco y coge papel y lápiz robado de Ikea. Faltan congelados, los turnos de las reuniones del colegio, extraescolares, ir a ver a tu madre el sábado, reservar los vuelos para Julio y el cambio de titular del seguro del coche antes de que te lo carguen. Tras esto, preparar una mochila para una carrera te parecerá una estupidez.

6. Específicos de trail. Si eres el afortunado de tenerlo, adecenta el terreno y a desbrozar las hierbas o a preparar los plantones para los ajetes y los tomates. Cálzate unas viejas traileras y agarra el azadón. Ten en cuenta que muchos corredores urbanitas matarían por esa inmersión en lo rural.

¿Se te ocurren más? Cuéntalos.

Mamá, ¿te quedas con los niños?

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Él no pregunta.

-«Volvemos a tiempo de echarte una mano con la cena», consulta de hija a madre.

-«Bueno, hija, pero mira que iros a correr el día de Nochevieja…».

Ella llama a su madre. Es un día señalado porque en el calendario dice San Silvestre. Podría decir domingo normal de Abril o tarde de jueves de verano. Cualquiera de las fechas vale. La hija quiere correr porque tiene dorsal desde hace semanas.

Y tiene derecho a ello porque, precisamente, en todas las tiendas de deporte, en las webs de estilo y salud, en los centros de ocio se está exigiendo a la mujer que se incorpore de manera urgente al mundo del running. Otra exigencia más que la mujer moderna se echa a la espalda.

Normalmente, el marido no tiene tantas variables en la cabeza. Hay una carrera. Encaja dentro de la preparación del maratón o de otro evento y es un clásico al que no va a faltar. Además, ahora que ella también corre… ¿dónde está la pega? ¡Si es la situación soñada!

Si el marido no es corredor o no comparece o se declara objetor de conciencia es un debate más complejo. Lo dejaré para otro día si me quedan ganas.

¿Cuántas veces os habéis encontrado con un diálogo parecido?

Por lo tanto será ella la que tenga que dejar todo preparado. Apenas serán tres horas entre ir y volver. Pero no es esa la pega. Todo apunta a que la responsabilidad de la organización de la familia sigue recayendo sobre la mujer.

– «Claro, le dejas los niños a tu madre o, si quieres, a la mía, y a las ocho estamos de sobra»

– » O sea, ¿mis hijos y a tu madre? Tú no has entendido nada ¿no?» – Porque el tiempo y la carga son de ella. Además de otro saco de sutilezas que no alcanzamos a comprender porque somos varones.

– «Vale, vale, pues a mamá» – intenta ser cariñoso y llama a su suegra mamá. Él acorralado.

Y va ella y empieza a cuestionarse si está haciendo lo correcto o abusando de alguien. Ella se devana los sesos preguntando y sopesando si está bien para los niños. Google le da más de tres millones y medios de resultados al teclear «dejar a los niños con los abuelos». Si es justo con los abuelos. Si es necesario todo esto cuando simplemente le apetece ir a correr una San Silvestre. Las nuevas oleadas de pruebas deportivas están sacando poco a poco a las mujeres de sus escondites. Aún lejos de las cifras del resto del mundo, pero son más y más visibles. Ya son unas amazonas bellas y valientes que desafían clima y mirones y kilómetros y corren y van al gimnasio y trabajan mientras piensan y estiran un poco mirando el reloj de refilón y calculando si les dará tiempo a hacerse una cera o ponerse con los deberes de los niños.

Todo cuesta más. Un veintidós por ciento más, en concreto y en España.

Según la última Encuesta de Estructura Salarial (de 2010) la brecha salarial entre hobres y mujeres se situó en un 22,55%, cifras por encima de la media de la UE. Esto quiere decir que ellas tienen que trabajar un 22% más horas para conseguir el 100% del salario de ellos. No ayuda a organizarte si, además, se crece en empleos parciales y más precarios. Con el ánimo así y el cuerpo para nada, ¿quién va a salir a correr con peores horarios de trabajo y ese arte?

Las redes. Menos mal.

Se depende cada día más de las redes familiares. La más inmediata, los padres o abuelos, está en estos momentos sosteniendo el tiempo de la generación de los hijos. Según la FUNCAS, más de un tercio de las abuelas y más de una cuarta parte de los abuelos cuidan a sus nietos al menos una vez a la semana.

– «Pero hija, ¿a correr?» Mujer, si fuera al cine o a cenar…

Esa es otra. La diferencia entre generaciones es otro de los escalones que la mujer corredora se encontrará al incorporarse a la vorágine de las carreras. Cuando teníamos todo consumido y en los colegios se enseñaban los valores de igualdad, llega la edad. Todo se desmorona con la edad. Mis excompañeras de guerrero ardor feminista se han transformado en algo que no alcanzo a conocer. ¿Está ganando terreno el tétrico discurso conservador de ‘la mujer, en casa‘?

¿Qué piensan las mujeres cuando sus hijas salen a correr?

Me gustaría por un momento (corto) estar en la cabeza de la madre que dice ese «Vale que quieras salir por ahí pero, hija, ¿a qué vas a ir tú a correr?» Estar dentro para saber por qué se ataca así a la autoestima de una persona.

¿Es que soy mitad humana mitad mesa camilla y tengo que estar decorando mi casa? ¿Por qué mis hermanos pueden salir a hacer rafting embutidos en sus trajes de neopreno con su barriga y sus muslos morcilleros?, ¿Pueden ellos quemar la crisis de los cuarenta sobre una bicicleta de doble suspensión en los Picos de Europa y yo no puedo salir a correr?

No me preguntéis qué piensan las mujeres cuando sus madres les reprochan el dónde van. No me he atrevido a sacar el tema. Lo hice una vez y me describieron un perfil de machismo, sexismo y de discurso de culpabilidad. Intenté recuperarme pero, desde aquel día, miro a las abuelas con otros ojos.

Pero, por lo que más queráis, no hagáis lo mismo cuando seáis madres o abuelas.

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Foto: CarreradelaMujer.com

¿Saldrías a correr con tu jefe?

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Antes era el golf el que te daba ese plus de riesgo. Ir a jugar a una de esas exquisitas partidas podía ser el momento de tu ascenso, donde podías mostrar tu valía a los superiores. También podías ser fuente de un momento hilarante, donde saldría a flote tu falta de escrúpulos a la hora de arrastrarte, o tu manifiesta torpeza.

El siglo XXI ha añadido una variabilidad deportiva total. Unos intentarán utilizar el pádel como ascensor. Muchos insistan con el asesinato de animales con armas de fuego. Pero la democratización del esfuerzo ha llevado a las calles a muchos managers, CEOs, MBAs, y decenas de acrónimos y estúpidas etiquetas corporativas. Sudan como tú. Jadean al mismo tiempo que tú. Se han inscrito en un evento deportivo días antes que lo hicieras tú. Pero hasta ahora no lo sabías. Muchos de tus superiores en el trabajo corren.

Para ser equitativos, también corren muchos de los que están trabajando para ti pero… este es un blog de clase (no somos perfectos).

¿Cómo sacar el tema?

Un paso más en la valentía y tu estrategia laboral (se la que sea, la de ascender, congraciarte o meramente sobrevivir a los próximos planes de despido) ¿te llevarían a proponer a ese jefe la posibilidad de correr juntos? Vamos a ver, está en juego que no seas el próximo despedido. O quizá tu jefe sea una maravillosa persona que optimiza los recursos humanos y vives en esas empresas idílicas que alguien conoce. El ambiente de tu oficina o tienda o peonada es ya de por sí bueno, humano y habitualmente sacáis temas pero, leches. ¡nadie se había atrevido a preguntar al jefe sobre sus ratos de ocio! Todos creíais que se limitaba a trabajar, gastar dinero y acudir al palco del campo de fútbol.

Pero no. Le gusta correr. Venga… ¿Hay huevos o no los hay?

Nunca he tenido esta situación delante pero en mi familia ya me han contado varios casos. Parece ser que es un tema muy tratable. Directores financieros que se desenmascaran y sacan su vis paciente y trotona reaccionan de modo muy saludable. En lo alto de la escala laboral y financiera también se usa el correr como terapia. Sí es cierto que muchos carecen de tiempo (irónicamente, cuando el jodido en los horarios eres tú) y tienen que trotar en incómodos entornos como gimnasios de hotel. ¿Aprovechar los últimos segundos de un café cruzado o una reunión de trabajo para ello?

Algo así. Estáis levantándoos de las sillas y la gente baja la guardia, empieza a abrir los sistemas operativos de sus smartphones, o recoger las carpetas. Pones cierto gesto de cansancio y susurras hacia tu jefe:

«Voy a por el tercer café ya (politoxicomanía que te integra con los jefes, sin dudarlo) que esta madrugada salí a correr un rato y…», mientras sacas una mueca de complicidad, o te incorporas sujetándote los riñones.

Si desea haber tenido ese rato de running, sonreirá o será franco. Al menos mirará. Si ha hecho lo mismo o ayer lo hizo antes de su vuelo a Frankfurt, te devolverá una puerta abierta a una breve conversación. Si es un habitual y adicto a correr, preguntará directamente.

Para qué.

Hay tantos motivos. Desde los más inocentes hasta el tiranicidio.

El asunto clave es si quieres estrechar lazos con él. Si es por motivos profesionales o por curiosidad. También cabe si quieres restregarle tu verdadera valía ante su asquerosa nómina, esa que tiene unos alucinantes ratios de miles de euros por semana trabajada. O si deseas llevártelo a esa ruta homicida para poner sus pulsaciones a 194ppm y dar un golpe de Estado en la empresa. O escalar en el organigrama de tu Dirección General.

¿Crees que no es para tanto? ¿Eres de los que piensan que al final todos somos gente corriente que busca una vía de escape?

Sexo y correr

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Ya estábamos tardando.

Ayer tuvísteis vuestra ración de romanticismo garycooperqueestásenloscielos y, presumiblemente, lo uno llevó a lo otro. Como, además, sois de sangre caliente, la torridez del hogar condujo a algo parecido a la escena de tantos y tantos vídeos:

– «Cariño, me voy a correr»

Ella o él contestarían con un indeterminado grado de emoción:

– «Cuando vengas echa toda la ropa de correr a la lavadora, que toca poner una de oscuro».

Correr, bromas aparte, está relacionado con casi todo. El sexo, para muchos, lo es todo. Es inevitable pensar en la intersección de ambas esferas. Todo más casi todo es el auténtico Xanadú de los que intentamos terminar un párrafo embalados hacia el siguiente. Ahí vamos.

Es bien sabido que el ejercicio practicado de manera regular tiene beneficio a capazos para tu salud. Te ayuda a perder unos gramitos y regula asuntos tan delicados como la presión arterial, ayuda contra el riesgo de diabetes de tipo 2 y otras delicadezas coronarias. El riego sanguíneo es fundamental en la excitación de los varones por cuestiones hidráulicas. En la mujer también hay un mucho de irrigación sanguínea.

Algunos dicen que mejora tu estado mental. Siendo esto complejo y conociendo los estados mentales que andan sueltos por ahí, es cierto – apoyémoslo, esto es un lobby del sudor, en definitiva – y te hace aumentar la autoestima, el humor e incluso podría combatir la depresión.

Grosso modo, el primer escalón de la ruta que recorre la respuesta sexual está sacada de lo más hondo del cerebro. Si correr nos mantiene la irrigación del cerebro en un buen tono, es de prever que ese carácter neurohormonal del sexo esté puesto al día. Los famosos neurotransmisores (química pura y dura) que se activan con ese riego límbico hacen que comiencen otros mecanismos vasculares «menos elevados y nobles». Correcto. «Esos».

¿Podemos decir que correr de manera regular te hace más saludable para afrontar tu vida sexual?

Sí a todo. Cómo no. Correr es sano y el sexo es sano. Y apetecible (correr, no siempre).

Ojo, hablamos de funcionamiento normal o de-normal-a-alegre. Y ¿los excesos? ¿Puede interferir que nos exijamos mucho por el deporte? Todos sabéis a qué me refiero. La ecuación funciona bien cuando se trata de la activación hormonal más la irrigación de un sistema complejo.

Cuando el organismo está alterado en lo hormonal, o el estrés de un ejercicio extenuante nos ha desequilibrado los mecanismos de recuperación (electrolitos, oxigenación de los músculos, etc) ¿nos estamos cargando la apetencia sexual?

Son preguntas y dudas que me gusta lanzar al aire.

Como ya sabéis que me gusta quitar hierro y uno es una mente inquieta, aquí diez preguntas sobre el sexo y el running que siempre quise escribir en algún lado.

1. ¿Te quedan ganas de sexo después de correr?
2. ¿Es para tí más importante tener dos horas libres para el sexo o para entrenar?
3. Chico, ¿serías capaz de encontrar utilidad para ‘eso’ que se te ha quedado arrugado como una pasa?
4. Chicas, ¿veis sexy a un tipo más bien flaco? (descontando las mallas de lycra y el que venga sudado)
5. ¿Se te calienta más la boca ensalzando tus virtudes en la cama o en las carreras?
6. ¿Por qué llevas los pezones como escarpias si tu y yo somos como hermanos de toda la vida? Ah… el frío, dices.
7. ¿Por qué en una hora de rodaje siempre se reservan veinte minutos para hablar de sexo?
8. ¿Pero… tu no estabas hecho un asco hace dos kilómetros? Ha sido sacar el tema de las chicas y ¡míralo ahora!
9. Te gusta correr solo por eso de la soledad del corredor de fondo. ¿Te gusta el sexo sólo?

Last, but not least…

10. ¿Qué hacemos corriendo a esta hora intempestiva y no practicando un poco de sexo con alguien?

Dicen que se conoce gente.

¡A retratarse!