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Poner un pie delante de otro nunca tuvo tanta trascendencia.

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Maratón de Barcelona: éxito conseguido

Los proyectiles de confeti absuelven a los corredores de la tensión, de la penitencia de esperar el momento la salida. Cada bloque de participantes recibe la bendición catártica pasados unos minutos. Diego, tinerfeño con quien me reencuentro cada año en un evento, se está dedicando a mirar al suelo, a mi lado, en uno de esos momentos previos a la salida de nuestro bloque, en el que siete u ocho mil maratonianos nos sumaremos a la oleada que bloquea la ciudad.

No es un buen día para ser taxista, como nos comentaría esa misma tarde un gremial por la zona de Sagrada Familia. Evidentemente el conductor entiende poco de la reflexión principal de Diego y de la cuestión última de los catorce mil llegados a la meta en la que han preferido dejar esos restos de color que adornaron la salida. Tanto Diego como Shinichi como yo contribuiremos a que todo se reduzca a ser felices durante unas horas. Sin sensiblerías por medio. No me gusta la floritura alrededor del «running«. Ser felices y expeler energía. El mundo mataría porque ese fuera su día a día.

Catorce mil personas desplazaron su energía por un recorrido en que se podía ver el progreso del motor modernista del país, el motor del paisanaje en pos de la modernidad y -finalmente- ese moderno concepto llamado ‘sinergia’. Y es que la prueba internacional de maratón de Barcelona ha logrado devolver las energías a los participantes desde las aceras, las vallas, los pretiles que clasifican el tráfico rodado. Por delante se recogían los aplausos boquiabiertos del público que ve deslizarse a corredores africanos a ritmos de gacela. Más atrás comenzaba la verdadera representación teatral de las carreras populares modernas.

En los evadidos años ochenta el público caía como goteando a las carreras populares. Dos centenares de familiares vitoreaban al héroe, al conocido. Entre cruce y cruce se habían caído metros de calle, licuados, en esa sombra vacía que algunos recordarán. En el siglo veintiuno esto va de diálogos. El corredor, más allá de unos cientos de rostros concentrados, charla con quien ha ido a verle pasar. Anónimo, circunstancial o conocido. La ciudad moderna lo ha terminado por entender y baja a la calle a dialogar.

Y empiezan a caer los vectores de ánimo, la palabra que rebota en la sonrisa de un corredor agotado y regresa. Los catorce mil llegados a meta de la Zurich Marató Barcelona comprenden esos gritos de ‘Som-hi’ o ‘Venga Jordi’ o ‘Go!’. Se convierten en miles de caras agradecidas. Es ahora el corredor el que se atreve a aplaudir al griterío. Es un paso más para que la fiesta se acomode definitivamente entre las más nombradas de Europa. La organización tendrá que explicar, si lo desea, sus políticas de precios o el retorno en material deportivo de una acción comercial extrema. Pero esa misma organización, recuérdenlo, consiguió rescatar una carrera que había caído al lodo. Hoy es la cuarta carrera de maratón por llegados a meta de toda Europa.

Sólo dialogando así se evita la derrota de unas aceras vacías. Barcelona y el maldito verano que tanto aborrecemos dos chalados y medio consiguen recrear el teatrillo épico de miles. Las cunetas de la prueba tenían una cifra nunca vista por mí en una carrera de maratón en España. Serpenteamos alrededor de los templos contemporáneos, y había gente animando. Nos hicieron cruzar por las zonas de paseo turístico y había una riada de público. Regresabas de las barriadas más escondidas del glamour y tenías que cerrarte contra el centro de la calzada porque se había colmatado la anchura de la avenida, como si la vegetación de un arroyo quisiera inclinarse sobre el caudal a beber, a refrescarse con nuestro paso, ya más rápido ya más lento.

Queda el postre, el dulce que todo organizador desea. Escribo estos párrafos con los pies en alto y dedos cruzados. La rúbrica de la perfección será la ausencia de noticias trágicas. Dejemos correr dos o tres días. Si por un casual estuviste viendo ese ejército de dolientes ayer domingo en Barcelona, ten en cuenta que no íbamos más exhaustos que felices. La Guardia Urbana, Cruz Roja y el ejército de voluntarios lanzaban las unidades de emergencia con rapidez y mitigaban lo único contra lo que no se puede luchar: la meteorología.

Dicen que ayer probablemente contribuyésemos al calentamiento de la ciudad. Yo vi mucha gente que lo agradeció. Ayer cada espectador, involuntario o relacionado con la carrera, hizo de sus manos y gritos unas mamparas refractarias y devolvió ese calor que irradiábamos.

Después de cuarenta y dos kilómetros en los que observé todos estos principios de la física humana, tenía que contároslo.

Tiempo final 3h55; Firmado el dorsal 10179.

 

Fotos: Zurich Marató Barcelona.

Diario de un maratoniano (3): mirando al cielo

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Existen un montón de variables que hemos controlado durante semanas: entrenamiento, peso, relajación previa, lesiones… pero los cuatro días anteriores a un maratón solamente tememos una cosa, «que el cielo no caiga sobre nuestras cabezas». Decir el cielo, evidentemente, es decir cualquier cosa que provenga del mismo el día de la carrera. Me estoy refiriendo a fenómenos meteorológicos, entiéndase. Estamos en el siglo XXI y ayuda celestial deberíamos esperar poca.

De cara a la carrera siempre buscamos entre lo aleatorio de la ciencia meteorológica (otro argumento que nos echarán a la cabeza los creacionistas), del mismo modo que buscamos ese médico que nos permita correr aún lesionados. Me refiero a que el maratoniano busca la previsión más favorable, incluso se adscribe fielmente a estaciones meteorológicas que le «funcionen». Por que ¿qué teme?

¿No tiene bastante con los cuarenta y dos kilómetros y pico? Pues no.

El calor

Quizá el gran enemigo. Unos somos más permeables a las altas temperaturas que otros. Tras decir adiós al invierno donde la constante era la queja por el frío, las noticias de «ola de frío» o de ciclogénesis (vecino de reciente instalación después de la mudanza de la vieja borrasca).

El sol castiga de manera proporcional al tiempo de exposición. Si estamos tres horas escasas corriendo, con salida a las ocho y media de la mañana, en Barcelona disfrutaremos de «una agradable matinal atlética». A partir de las once es más que previsible que el calor ascienda y los corredores más lentos pasarán a «un día más de playa que de asfalto». Esto es así desde el inicio de los tiempos atléticos.

La lluvia

Correr un maratón con la ropa mojada y pegada al cuerpo es una sensación peliaguda. En los días ventosos y fríos, perdemos calor rápidamente. No parece que sea este el caso para el próximo Domingo. Todo apunta a que no lloverá una gota. Las amables bolsitas que almacenan la lluvia, las nubes, pasarán a saludar pero predominará el aire del interior, seco, mientras al otro lado yacerán miles de toneladas de agua. Pero quietecita, en el mar.

Como mecanismo para insatisfechos que somos, el cuerpo humano genera una cantidad suficiente de sudor que hará que terminemos igual de mojados. Si no, nos tiramos el agua por encima o pasaremos por debajo de duchas si las hubiera.

Y el viento

El último jinete del apocalipsis maratoniano suele tener una incidencia menor para el 90% de los corredores. Es preciso señalar que una minoría sí verán mutiladas sus aspiraciones de conseguir un tiempo récord si el viento huracanado soplara de frente o de lado en el circuito. Pero Barcelona lleva a sus corredores arriba y abajo. Sería necesario un viento ciclotímico y oligofrénico que girase constantemente. Cosa que se podría dar si el día saliese revuelto, por el hecho de correr entre avenidas y bloques que generan cañones de viento.

Para la mayoría, el viento secará el sudor (cosa a vigilar y que obliga a beber más), refrescará la piel, templará las calenturas y pondrá los pezones como alcayatas. Poca cosa, comprended, comparado con el pastelón de correr más del doble de la distancia de entrenamiento habitual.

Como conclusión, aquella reflexión inicial. El problema del maratón es lo largo que es.

En efecto. Maratones de treinta y un kilómetros serían tan fáciles de terminar que no darían ni para escribir toda esta palabrería.

Si quieres ver el tiempo que hará en Barcelona el fin de semana del Maratón, haz clic en este enlace.

El maratón de Barcelona supera los 15.000 inscritos

Quedan aún unas semanas y las cifras reales del evento más grande del maratón español están listas para brillar. Fanfarria, confetti y cava porque ya son quince mil inscritos para la inspiradora distancia entre el Castillo de Windsor y el White City Stadium (y una vuelta a su cuerda).

Sea como sea, Barcelona (que acaba de estrenar una App para seguir todo lo relacionado con el maratón en tu dispositivo móvil) está en el exclusivo grupo de los grandes maratones europeos. En las estadísticas de 2013 fue la decimoséptima en llegados a meta con 14.783 corredores. En este ránking son París, Berlín y Londres inalcanzables y tercera, cuarta y sexta del mundo respectivamente.

Entre las carreras de la segunda hornada está Barcelona. Pruebas que salen del circuito de las grandes ciudades-mundo pero que cuentan o con una tradición fabulosa o con una particular situación en los calendarios regionales, como el caso de la capital irlandesa, Dublín.

No olvidemos que Barcelona pasó por un proceso de reinvención fruto de un colapso entre las relaciones deportivas e institucionales, como bien refleja Miquel Pucurull en su artículo sobre la historia de la prueba. Estocolmo, Barcelona y Dublín pertenecen al top 20 con más de doce mil participantes capaces de sonreír en ese momento de cruzar la línea de meta. Siempre con la vista puesta en los potentes eventos de Hamburgo, un tradicional para volar en la primavera alemana, Amsterdam y su nueva cara, y Frankfurt, que está escalando a golpe de tiempos escandalosos en meta.

Sería esta la cifra a la que la carrera aspira para asentarse y a la que contribuiremos desde 20Minutos con un par de piernas recias y nervudas. Si bien las cifras finales y de inscripciones de las últimas semanas hora son algo erráticas, es muy posible que Barcelona repita en los números de 2013, con tal que el clima de Marzo no dé sorpresas de última hora.

Y es que, cada tanto tiempo, la ciudad se levanta con el pie malo y ha habido ediciones de la marató con un calor inusual para la época. En este caso lo mejor es armarse de paciencia y aprovechar la parte buena: ese día la ciudad se lanza más a las aceras y aprovecha ese rato de la matinal del Domingo para animar.

Entre las estadísticas curiosas del maratón de Barcelona hay tres datos.

En 1988 estaba a escasos dos meses de cumplir la mayoría de edad y no pude correr mi primera carrera de 42km195m. En aquellos días tuve que conformarme con acompañar 25 kilómetros a mi santo padre. Se llegaba en el parque de la España Industrial.

En 1996 se corría todavía entre Mataró y el Estadio de Montjüic. Dos horas y cincuenta y cinco minutos después de salir del Maresme llegábamos a meta. Ya éramos oficialmente maratonianos bastante rápidos y sustancialmente infelices: había discurrido demasiado sufrimiento para una recompensa tan absurda.

En 2014 estaré exactamente terminando mi maratón (o más) número ochenta y ocho. Año en el que cumpliré cuarenta y cuatro. No me digáis que no es una ecuación fácil de sostener.

Diario de un maratoniano: ¿Sabes qué es un pasta-party?

Una semana más de cara a ese maratón de Barcelona en que nos hemos embarcado. Entrenamientos, planes, mirar si las piernas soportarán el entrenamiento y todo eso que un maratón conlleva. Más que el maratón en sí, lo que lo rodea.

Después de haber metido el diente al espinoso asunto de los alojamientos (solucionado con una web de lujo) queda, entre otras cosas, saber cómo organizas dos asuntos cruciales. Recoger el dorsal en la feria del corredor y qué ingerir (y dónde) en las horas previas a la prueba.

Correr cuarenta y dos kilómetros, sea al ritmo que sea, es tarea que exige a nuestro cuerpo un esfuerzo. Entrenamiento aparte, queda qué y cómo comer. Y en esto que, en los años setenta, las pruebas del otro lado del Atlántico idearon un par de eventos: el breakfast run y la pasta party. A la primera acudían a trotar gentes de todo el globo, en representación de sus países. A la segunda cosa acudían los corredores participantes a representarse a sí mismos y a sus depósitos de glucógeno. Sin ir más lejos, unos 18.000 corredores acudieron a comer macaroni, turkey sauce & marinara en Nueva York el pasado año. En el maratón de Valencia la cosa va de arroz. En otros las soluciones no son tan rebuscadas.

Foto: OnTheRun, Blog NYTimes.

Qué es.

Una fiesta. Como en todas las fiestas, hay un ambiente fabuloso. El entorno maratoniano, el corredor en su clan, el familiar que acompaña a mamá o papá. No se fuma. El calzado más usado tiene siglas y letras que todos conocemos. Estás en la salsa y nadie se va a sentir desplazado si come un plato de pasta o de arroz con tomate, un yogur, una naranja. Es más, ¡hasta a los niños les encanta! ¡Qué crío no adora la pasta!

Qué no es.

Un lugar cómodo. Se suele organizar en pabellones, bajo las gradas de algún estadio, y las colas mortifican al más rudo corredor. No se come a la carta. Tampoco es un lugar muy imaginativo. Te costará encajar si buscas algo más que el puro placer ‘runner’.

Glamour tampoco tiene y la ciudad desearía que tuviera todavía menos. Estamos hablando de los cuartos. Espinoso tema.

Entonces ¿debería ir a la comida de la pasta del Marató de Barcelona?

1. El argumento del cansancio (la vil excusa de nuestro rendimiento).

Acudí a mi primer plato de plástico con macarrones y tomate en 1989. He comido paella en Valencia y espagueti en Sevilla y llegó un momento en que dije basta. Además de economizar las horas que uno discurre en la ciudad, al paseo por la ciudad se unía una deficiente alimentación y un cansancio enorme. Uno prefiere, además, comer más o menos como siempre. De todo y variado. Más de una noche he discurrido digiriendo «de aquella manera» los macarrones y el tomate frito.

2. El argumento de disfrutar comiendo en la ciudad (la vil excusa del hostelero).

Mucho se ha escrito sobre el impacto del maratón en la ciudad. Que si la ciudad equis ignora su prueba. Que si qué envidia en Berlín que cortan la ciudad entera. Personalmente creo que es un esfuerzo que deberían reorientar. Como organizadores, corren con gastos, voluntarios y espacio dedicado a dar de comer a un 30 o 40% de los participantes de la carrera. Ese capital humano podría servir para la misma carrera en otros puestos clave.

Mi idea es que sería más interesante conseguir para cada dorsal un descuento determinado en los restaurantes de la ciudad. Comer bien, comer sentado y descansar. ¡Todo el mundo iría a probar los productos de la tierra o a comer «como en casa» – creo que muchos maratonianos no cocinarían esa pasta de combate si comiesen en casa el día anterior.

Imaginemos lo que cuesta que la ciudad se sienta parte de la fiesta. Convirtámosles en parte del negocio. Un ejemplo sin pies ni cabeza;  en la ciudad de la Torre del Oro este mes de febrero correrán unos 6.500 dorsales de participantes no-sevillanos. Suponemos además que los locales comen en su casa o en casa de su madre o suegra (esa surtidora de placeres). Si muchos, como media, irán acompañados de una persona para aprovechar el turismo de la ciudad, podrían generarse más de 10.000 vales. Si cada uno tiene un valor nominal de – digamos – veinte euros, calculemos el gasto medio añadido de cada comensal como extra a ese vale-regalo. ¿Quince pavos? Con las bebidas y los cafés y un buen descuento, es lo menos que quedará por tenedor.

Los potenciales 200.000€ de descuento atraerían 10.000 x 15€. Sí, otros 150.000€. Casi un cuarto de millón que va directo a la hostelería local en un solo servicio de comidas. En un maratón con unas cifras modestas y en tiempos de crisis.

Este tipo de cuentas son las que hacen que el negocio se acerque al evento. Con todo el respeto a los corredores que de algún modo quieren participar de la liturgia, treinta mil raciones de macarrones con tomate ¿qué aportan al conjunto de un maratón?

Diario de un maratoniano: nos vamos a Barcelona

Mi última experiencia en un maratón masivo, en ruta y mediático, pasó por fases varias, desde la expectación a la catatonia. A pesar del marasmo de los roperos del Rock’n Roll Madrid Marathon, una meta después de cuarenta y dos kilómetros se acerca mucho a todo que se ofrece a diario en prensa, redes y medios: alegría, satisfacción y todo esto que aliña la magia del running.

Sólo hay que ver lo sencillamente manipulables que somos. Meses después estamos deseando saturar las inscripciones de quien nos puso de tan mala baba. Es así. Nuestra capacidad crítica es huracanada pero se diluye en el tiempo.

¿Desdeñar los brillos de esos maratones?

¿Estás loco? Una cosa es que uno sea un puñetero cascarrabias y, otra, resistirme a seguir sondeando qué se cuece en esas interminables ferias del corredor. Un habitual de las carreras recae. Le ponen el trapo y busca nuevas carreras.

Así las cosas, estaremos en apenas siete semanas en el Zurich Marató de Barcelona. Zurich por parte de padre, al menos a través de los exitosos últimos años, y Marató por parte de madre. Esa madre que te castiga y luego te mesa los cabellos.

Esto.

De cara a este mes y medio que nos queda, me gustaría contar estas semanas previas mediante un sencillo sistema de calificación. Tendencioso, peyorativo, pero sencillo: EXCELENTE, BUENO, REGULAR, CASPOSO.

Excelente: presencia de la carrera multilingüe en las redes sociales, síntoma de una barcelonidad fabulosa que da envidia (¿media Asso, la organización, frente a aspiraciones políticas?). Además me ha resultado fácil encontrar un ático para el fin de semana de la carrera. A ¡trescientos metros!

Bueno: infografía y facilidad para formalizar la inscripción. Volumen de uso de twitter (6400 usuarios) y facebook de la carrera (16800 amigos). Da gusto recibir la información y los asuntos más inmediatos en esos dos medios. Cuyo uso y seguimiento recomiendo. De nada.

Regular: mi estado físico. El domingo hicimos Juan, Carlos y demás rodadores un test de 25km a ritmo sostenido, bajo la lluvia. Secuelas varias pero un buen punto de partida para saber dónde nos situamos.

Casposo: el tono cutre lo pone la pasta party. En la era dorada del comer cultural, en una ciudad como Barcelona, las organizaciones siguen ofreciendo al maratoniano y sus familias el rancho, las esperas de pie, y restringen la posibilidad de que la ciudad recupere pasta de la otra. Diez mil corredores de fuera de la ciudad y sus respectivos acompañantes dejarían mucho dinero en comida. Además animarían durante unas horas todo el centro, regalando a la ciudad su bulla, sus chándals y su colorido.

Hasta la próxima entrada #CAMINODEBARCELONA.

 

¿Facebook mide los maratones del mundo?

Una de barra de bar. He pensado que Facebook mide (de aquella manera) los maratones del mundo.

¿Cuánto? ¿cómo? ¿Qué dices?

Se me ha cruzado por medio un pequeño juego. He mirado si podría haber cierta correlación entre datos, a partir de los ‘me gusta’ que tiene cada carrera de maratón. Es interesante ver si se corresponde con un volumen muy parecido de inscritos (y algo menos a los llegados a meta). Que viva la estadística.

¿Valdrá para algo?

Vale. Si uno es community manager le puede servir para ponerse las pilas. Si es organizador, le terminará -o no- de convencer sobre la importancia de estar ahí, presente. Indudablemente es una cifra que nada más mide la popularidad de la red. En algunos casos esta popularidad se traslada directamente a los participantes. En otros (Boston) los datos desbarran por evidentes motivos de popularidad después de hechos puntuales (los atentados del Abril pasado). En el caso de la Marine Corps, os invito tal cual a ver las cifras.

 ¿Me pone aquí un cortado y un zumo?

Sigamos. No es tan fácil. Tiene su miga. He mirado qué porcentaje de esos ‘Like’ se traducen realmente en participantes. Un ejemplo: veinticinco mil de los veintiocho mil ‘me gusta’ en el perfil se prenden el dorsal en la camiseta. Podríamos decir que los participantes han sido un 85% de ellos. No es representativo de nada, o quizá de bastante, pero… lo he llamado porcentaje de efectividad social de la red  (por decir algo).

Al contrario, podría decirse que con un éxito relativo en participación, no son capaces de arrastrar un número similar de seguidores en facebook.

Lo mismo es solamente una desviación de cifras.

Pero sí hay dos tipos de cifras: las equilibradas, que se encuadran en el rango 90-110%, con valores muy similares entre redes sociales y dorsales, y las dispares, que (a) tienen muchos más seguidores que corredores o (b) muy pocos seguidores para la cifra final de participantes.

Camarero, otro café. Y un pincho de tortilla.

¿Qué pensáis vosotros?

mara. – Like/FB – Corren – (%+/-VAR)
Boston – 128.454 – 26.813 – 20.9%
Nueva York – 92.780 – 46.795 – 50.4%
Tokio – 28.494 – 25.000 – 87.7%
Paris – 34.358 – 38.690 – 112.6%
Berlin – 34.785 – 40.967 – 117.7%
Londres – 59.838 – 34.631 – 57.9%
Honolulu – 12.258 – 30.898 – 252%
Marine Corps – 83.135 – 30.000 – 36%
Viena – 15.308 – 10.500 – 68.6%
Hamburgo – 6.665 – 11.446 – 171%
Estocolmo – 7.225 – 15.680 – 217%
Praga – 17.889 – 5.690 – 31.9%
Frankfurt – 15.589 – 12.436 – 125.1%
Barcelona – 12.589 – 14.776 – 117.4%
Valencia – 12.924 – 7.781 – 60.2%
Madrid – 12.269 – 10.164 – 82.8%
Sevilla – 3.479 – 5.963 – 171%
Murcia – 989 – 2.020 – 204%

Datos de Fb a 22 de Octubre 2013, 15:40h. Datos de participación, wikipedia.org y websites de pruebas.

Maratones en España. Los tres ‘majors’

Comienza el movimiento informativo para la siguiente ronda de grandes maratones en España (Barcelona, Madrid y Valencia), con la cercanía del último de los tres en el calendario.

Valencia se celebrará en 32 días. El maratón que trasladó sus fechas a otoño, con 12.000 amigos en Facebook y 4.000 followers en twitter, ha ido a por los diez mil inscritos. Cerrará inscripciones cuando llegue a 11.300. El ‘crescendo’ de la carrera se simboliza en un calendario diseñado solo para embalar la ciudad hacia el evento grande. Este fin de semana otros diez mil participantes tomarán las calles en el Medio Maratón, integrado también en la organización del maratón. Divina Pastora es un bloque sólido entorno a los eventos a pie (si bien deberíamos tomar todos los asuntos monetarios con pinzas en este país nuestro).

El recorrido valenciano sufrirá espasmos. La ciudad quedará cortada como por un cuchillo que pase sobre mantequilla. Es la gran apuesta y los últimos diez kilómetros serán una fiesta o un infierno. El Ayuntamiento, la Gran Vía… todo lo que se mueva alrededor del centro y del cauce del Turia tendrá la marca maratón. Se esperan los resultados con impaciencia.

Es evidente; todos saben que, quien supere los 10.100 llegados a meta, se colocará por delante del ránking 2013 en participación. Es la cifra de llegados del maratón madrileño. La combinación de este, en la primavera pasada, optó por diversificar un recorrido para 10 y otro para 21 kilómetros.

Madrid y su etiqueta rocanrolera está apretando aunque suscita muchas dudas. Escasos 2.000 tuiteros enganchados aunque igual número de amigos en Facebook.

Y es que el año próximo está a la vuelta de la esquina. Sin duda alguna se han visto obligados desde la dirección técnica a dar un paso adelante. Tras la trifulca logística de este año y una avalancha de quejas, es de suponer que la franquicia Rock’n Roll maratones ha apoyado más medios y algún cambio en el cómo implementarlos. El equipo madrileño optó por anunciar cambios en el recorrido y una iniciativa de abajo arriba en el que los participantes expertos podían aportar mejoras. La evolución hacia 2014 ha supuesto regresar al recorrido de 1994. Quizá es un síntoma de Madrid. Quizá no se puede hacer más.

Barcelona mira todo este panorama, interesante por que la pugna derivará en mejores servicios, desde su primera posición en participación y resultados. La prueba de Marzo empieza a hacer valer ese dominio al que no se escapan las críticas. Hechas públicas las tarifas de inscripción para la edición de 2014, comienzan las críticas. Los mozos de Zurich comienzan a leer cosas como esta, al azar, de hoy a las 7.00am. Y las RSS cuentan: 12.300 seguidores en Facebook y 5.800 en su cuenta de twitter.

 

Para apretar las inscripciones en el tiempo, los primeros diez mil dorsales costarán 61€. Pasado ese ‘periodo de oportunidades’ se penaliza con una subida hasta 84€. No es más caro para la empresa esperar ni los servicios para los siguientes 10.000 corredores. Es obtener el máximo de capital ingresado lo antes posible. Probablemente esos 610.000 pavos sean un primer ingreso potente. ¿No podrían pelear por sacar el doble negociando derechos de televisión o de imagen?

En cualquier caso, la bola de nieve barcelonesa parece imparable y su objetivo es una fiesta deportiva al nivel de Hamburgo, Frankfurt, Roma y Estocolmo.

París, Londres o Berlín quedan todavía demasiado lejos.

Campeonatos del Mundo de Atletismo (III): España, historia de nuestra participación (2)

Los Campeonatos celebrados en Stuttgart suponían el acelerón hacia  la nueva fase del atletismo-espectáculo. En 1993 la IAAF los sitúa como -quizá- el tercer espectáculo deportivo del planeta. Y, desde entonces, dos años serán el intervalo entre Mundiales.

Ningún atleta perdería su ciclo dorado por mor de esperar cuatro años. Todas las generaciones de ‘superclases’ podrán saborear las mieles del triunfo y sus jugosas consecuencias. Ningún protagonista del gran negocio del deporte televisado perdería su parte del pastel.

En términos particulares los de 1993 también son el surgimiento de los nuevos nombres del cambio de siglo. Michael Johnson y su versatilidad sobre 200 y 400 metros, Haile Gebreselassie, el emperador, el religioso Edwards y su triple salto hacia el infinito o Marlene Ottey, una jamaicana eterna.

En esa maraña de nuevas estrellas los atletas españoles degustaron las medallas en un ciclo que se extendería hasta Edmonton en 2001. Serían ocho años en los que por un cúmulo de razones  brillaron los chicos y chicas de la Roja (antes era más blanca, cosas de los sucesivos patrocinadores de ropa deportiva, imaginemos). La federación enviaba contingentes de atletas en un número elevado. Viviéramos en la burbuja deportiva o no, hay que hablar de unos muy buenos momentos.

Por especialidades, hubo varios.

Maratón y Marcha.

 

Abel Antón había mantenido una regularidad desconocida en las finales de altas citas en 5.000 y 10.000. Su pugna con viejos conocidos del cross había sido llevada a los ránking de asfalto. El dinero había empezado a fluir a los grandes maratones durante los ochenta y Martín Fiz, Antón, como Fabián Roncero o Alberto Juzdado eran habituales en los glamourosos escenarios asiáticos y europeos (nunca hubo suerte con Chicago o Nueva York). En España si no corrías en 2h09 no te comías nada. Quizá esa acumulación de talento nos hacía más cercanos a los africanos que, sin embargo, preferían embolsarse dinero más inmediato en los maratones comerciales.

De cualquier manera Fiz se impondría en Goteborg’95 y sería subcampeón en Atenas’97. Abel lograría en su ciclo de oro vencer en el prestigioso Mall del Maratón de Londres amén de ser dos veces campeón del mundo en Atenas, en la carrera del dominio aplastante de Roncero y compañía hasta bien entrados en los caóticos arrabales atenienses, y Sevilla’99. La continuación natural de esta generación la daría Julio Rey con la plata en Paris’03.

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Con posterioridad desaparecieron los maratonianos españoles de unos puestos de cabeza imposibles. En el mercado había tal densidad de corredores de 2h07 que las citas de Osaka, Berlín o Daegu se plagaron de los líderes del ránking mundial. Y todos sabemos cómo está el ránking planetario, con hasta treinta mejores marcas realizadas por africanos por delante de cualquier europeo. Una -un tanto irreal- etapa dorada había dado fin.

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La marcha atlética es el caladero de los especialistas españoles. A pesar de la particular distribución geográfica de la especialidad (sin africanos a la vista, de momento), Stuttgart’93 dió doble título mundial de los ya laureados olímpicos Valentí Massana y Chuso García Bragado, en 20 y 50km. Daniel Plaza, medalla en Barcelona’92, sería bronce. Encarna Granados sería bronce en 10km. Massana repetía podio (plata) en Goteborg’95.

Chuso era de nuevo plata en la tórrida edición de los 50km de Atenas’97 (sí, hubo atletismo en el verano ateniense). ¡Y de nuevo cuatro años más tarde, en Edmonton! Por su parte tomaría el relevo Paquillo Fernández, que siguió con la cosecha: tres platas en 20km en tres Mundiales consecutivos (París, Helsinki y Osaka).

Juan Manuel Molina añadiría lustre al medallero de los marchadores con su bronce de Helsinki’05. En Osaka, bajo la condiciones más tórridas y húmedas conocidas en campeonatos oficiales (se superó ‘lo’ de Atenas) María Vasco exprimió la distancia de 20km y consiguió un brillante bronce.

Miles de horas de entrenamiento acumuladas, kilómetros hechos a ritmos inhumanos, cuidados y la incógnita de saber cómo estarían ese día los rivales. Esa es la vida de los atletas profesionales.

En el último capítulo de esta serie sobre la Historia de los participantes españoles hablaremos del mediofondo y los concursos.

[continúa]

Maratón de Barcelona. Quedan pocos días para la gran fiesta

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Luisa piensa que esta semana va a discurrir demasiado despacio. Se mirará las pulsaciones. Cada café le sabrá como si fuera el último. Los pronósticos de tiempo para Barcelona serán siempre ilusionantes pero también sofocantes.

Luisa tiene un dorsal para el Zurich Marató de Barcelona.

La chica de la sonrisa (en la foto, durante su participación en la marató de 2012) corre muchas mañanas por Diagonal hasta el mar, hasta la vela y al llegar ve que todavía no está lleno de gente. Y es que no es Domingo 17. Las simulaciones de cada fin de semana son tristes decorados vacíos. Ella lo conoce de su paso en la segunda parte de la carrera del año pasado en que hizo unos fabulosos 4h30.

Ella no sabe que aquella zona, en los recorridos de los maratones de los años ochenta, era una trasera a la que nadie en su sano juicio acercaba el recorrido. Sí se pasaba de manera tangencial por algunos sectores de Diagonal y se incidía mucho en las ediciones como la que corrimos desde Mataró a la cima olímpica de Montjuïc. Pero puedo asegurar a Luisa que aquello era un erial. Eran los estertores de una relación que terminó con ruptura. Como un mal matrimonio. Por su cabeza podemos asegurar que ni pasaba por su cabeza correr cuarenta y dos kilómetros.

Probablemente en aquellos años ella desconociera que se celebraba uno en la ciudad. La promoción era escasa.

Las mejoras de la ciudad de las eternas mejoras.

El domingo Luisa correrá su segudo maratón. El año pasado se le salía la alegría por los poros porque terminó en su debut sobre el mejor de los guiones posibles. Ni el mejor escritor podía haber regalado a la chica del pelo recogido una película así. Barcelona le ofrecía la posibilidad de una prueba con miles de personas. Lució el sol para templar su cansancio. Porque correr un maratón cansa. Le dolieron las piernas lo justo y a las pocas semanas estaba de nuevo soñando por la carretera de Mongat, soñando con que pasasen los doce meses lo más rápido posible.

Más de película: Su empresa patrocina la prueba y se propone sacar a Barcelona a la calle. Los ánimos de la joven agencia donde trabaja Luisa saltan por los pasillos, por las salas de reuniones. En cada despacho hay un fan de los maratonianos como ella. Tanto la ciudad como los patrocinadores han entendido que los eventos deportivos de masa dan a la ciudad más que quitan.

Luisa y sus compañeros de aventura tendrán el respaldo de la gente. Ahora sí salen a animar. Se calcula que en 2012 hubo unos 200.000 espectadores. Salen solos, con los niños, a comprar el pan o el periódico, o en grupos organizados y aglutinados por la prueba. El año pasado, por primera vez, hubo gente que se quedó sin posibilidad de ayudar. En 2013 ciento ochenta voluntarios de Zurich Seguros estarán en el recorrido. En el kilómetro treinta, sus compañeros estarán en una carpa propia, justo cuando se nubla la vista y ni siquiera se perciben las viejas chimeneas de Sant Adriá. Si a un corredor le falta más, puestos y charangas y grupos más o menos informales jalonarán los últimos diez kilómetros.

«Hasta el veinte hay bastante público. Es una pasada correr a las diez de la mañana por la ciudad y ya ver público pero, a partir del treinta, ¡es increíble»

Hay que cortar el entusiasmo de Luisa. Porque ni siquiera es Lunes y, de seguir así, llegará a sufrir un colapso emocional antes del Jueves. Y queremos que el Domingo 17 esté en la plaza de España dispuesta a disfrutar como lo hace cuando surge su tema preferido.

Su marató.

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Foto: Marató Barcelona.

El primer gran maratón español

Nota de prensa del maratón de Barcelona. Las previsiones de corredores inscritos en el evento barcelonés, de seguir este ritmo actual, superarían los 20.000 corredores. Veinte mil a evento único. Notemos esta cifra.

En 1997 viajé a París para hacer turismo deportivo. Estaba todavía inmerso en los pecados de juventud. Mi pecadillo era correr deprisa. Prometo que bajo mi aspecto de mapache diseñado de mala manera hay acero de los barcos y corría. Bastante. Enganché a mi entonces novia y arramblamos mochila y camping (el calamitoso emplazamiento del Bois de Boulogne) para correr en un evento que se disparaba.

Después de media hora de desayuno y liberación de ropa y mochilas llegué a la Avenue Kléber, la zona de salida del maratón de París. Jean Baptiste Kléber aceptó el mando de las tropas de Napoleón en la expedición de Egipto. En refriegas varias fue herido y, para colmo, el mismo Napo salió por la puerta de atrás dejándolo allí plantificado. Digamos que pasó sus últimos días enfurecido hasta los tuétanos. Como fiel general del emperador (y porque le habían nombrado gobernador de Alejandría) le tocaron diez mil soldados para plantar una infausta batalla frente a los turcos. Pues bien. Al llegar servidor a la Avenue Kléber, allí estaban esos diez mil y nos estábamos amontonando otros diez mil más, además de una tolerancia aritmética que llenaba aquel asfalto de gente hasta donde se perdía la vista.

Veintiséis mil culos sentados en el suelo en mitad del abril parisino. Media hora sin calentar y sin entrar en batalla. Otro tipo de maratón, en la que no iban a contar las pretensiones del cronómetro (insisto, en aquella época yo corría).

Era la época de la expansión de los maratones europeos sobre los veinte mil participantes. Aquella edición de París me mostró cuanto ocupan veintiséis mil pares de glúteos y de codos. Londres venía viviendo episodios de una anormal popularidad desde los años 80 (en 1982 la prueba recibía 90.000 solicitudes y admitía a más de 18.000) y entre ambas y Nueva York, más un renacido Berlín (en 1996 más de 16.000 participantes) o la carrera de la primavera de Hamburgo (1997, 10.000)  componían aquellos paraísos de avenidas llenas de corredores. Riadas de gente ocupando las avenidas mientras la salida en Menéndez Pelayo o Mataró o el mismo Turia era… eran otra cosa.

¿Barcelona 92?

Recordemos que en esos días el hoy popular maratón valenciano de otoño tenía apenas dos mil participantes. Madrid no pasaba de 5.000 corredores hasta 1994 y rompía su techo de cristal pero sin hacer mucho ruido. Barcelona había tenido un magnífico empujón con la prueba del año olímpico (6.000 visitantes que usaron la excusa olímpica para asomarse por el Passeig Sant Joan) pero veía como se estancaba su participación a unos pobres (dignos los demás, pobre, yo) 2.500 en 1995.

Y es que no hemos sido nunca muy de participar. De ver, más.  Cada Abril de esa década el maratón de Madrid tenía una participación moderadamente… triste. Los fieles cuatro mil participábamos porque era ‘la carrera de nuestra ciudad’. Incluso los más aguerridos han querido posteriormente que fuera un patrimonio de la ciudad. Pero ese es otro debate: Europa, los EEUU, Japón, Oceanía, medio mundo popularizaba los tipos en pantalones cortos y estilos catatónicos como un hecho mitad comercial y mitad sociológico. La masa (nosotros, la masa, más la de pan).

Y pasó lo que pasó. Barcelona sufría la catarsis del año 2005. Como relata Miquel Pucurull, no se cumplieron los objetivos de participación que se habían establecido para 2004, no hubo entendimiento entre el Área de Deportes del Ayuntamiento y la entidad Marathon Catalunya y aquello se suspendió. Se suspendía por primera vez una prueba de maratón en España. Los motivos, puramente de desacuerdo político y organizativo.

Una nueva organización trabajó de otro modo más, digamos, europeo. Si se quiere, ‘a la americana’. Recordemos que, si bien las pruebas pedestres entre aficionados o profesionales apostadores son patrimonio franco-británico, el fenómeno de correr por las calles  se dispara en los EEUU tras el impacto mediático de la victoria de Alberto Salazar en 1972 (JJOO Munich). La ciudad del escorxador del Clot y de las granjas donde una señora limpísima y rubísima vende una de medio y una de cuarto, la Barcelona de los inmigrantes vascos que tomaban vino en el Paralelo en 1961 y de la plaza de la Bonanova, se lanzaba a una carrera sobre nuevos raíles. Barcelona americanizaba su prueba.

En 2010 se situaba a la cabeza de los maratones españoles con más de 10.000 participantes. En cierta medida era el punto de no retorno de la carrera. Personalmente creo que en esta cifra la carrera se retroalimenta con el efecto llamada de participantes, prensa y cifras. De 2010 a 2011 el aumento es de un 24% de participación. En 2011 se daba otro salto hasta los 19.000 participantes y 16.000 llegados a meta.

Cifras que este año amenazan con caer como un castillo de naipes. A dos meses de la prueba el pronóstico pasa de 21.000. A quienes dudaban cuando la suspensión, cuando el debate de hacia donde tenía que ir el fenómeno de las carreras de la calle, solo una cifra: en Barcelona participaron este año diez mil extranjeros. Es la misma situación que viví la torta de años atrás. Diez mil historias contadas con un «cuando llegué a la Plaza de España me encontré con veinte mil pares de glúteos».

Al final esto de correr va de contar glúteos.

Foto: Zurich Marató Barcelona.