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Poner un pie delante de otro nunca tuvo tanta trascendencia.

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¿Y si comienzan a restringir el acceso a correr en el Retiro como consecuencia de los árboles deteriorados?

Imagínalo. Los principales medios de comunicación cuestionando el mantenimiento de un parque centenario. ¿Y si comienzan a restringir el acceso al Retiro como consecuencia de los últimos accidentes? Échale un poco de imaginación. Podrían empezar a limitar determinados deportes, entre ellos tu carrerita diaria, por la caída de los árboles deteriorados en las últimas décadas.

Yo creo que es cuestión de tiempo (y no estoy dándoles una nefasta idea ni una justificación para hacerlo). Nuestra clase política suele manejar las oportunidades de dos maneras.

a: dejar correr el tiempo
b: bala en la recámara

Eliminado el factor tiempo, que se ha agotado desde el momento en que la prensa airea accidentes serios, algunos no dejarán que una coyuntura les estropee una oportunidad política. ABC habla de «investigar un misterio». El de los árboles caídos. La redacción de El Confidencial desliza la expresión «demasiada gente» como uno de los desencadenantes de los troncos y ramas caídos. Únicamente El Mundo detalla claramente la guerra de guerrillas que se lleva a cabo entre el departamento de parques y jardines y los sindicatos.

En esencia, en lugar de preocuparme si deberíamos acudir a correr por el parque que la corona cedió a la ciudad de Madrid, empieza a rondarme un negro pájaro por los pensamientos. Al tiempo. Ya dicen mis hijos con razón que soy un ‘hater‘.

Muchos estaréis pensando que no. Que si salimos a correr con cuidado y la concejalía o la empresa externalizada de parques y jardines son sensatos y cuidan El Retiro, esto es pensar demasiado lejos.

Mi temor es que, primero, se entenderá erróneamente o se malversará el concepto de quién o qué usos masivos están deteriorando el Retiro. Mi opinión es que se harán un lío, y correr, de modo parecido a la manera que se está demonizando desde el ecologismo más combativo el correr por las montañas, será uno de los llamados ‘usos humanos con impacto en la cubierta vegetal del parque’. No apostaréis nada.

Cuando se igualen los miles de paseantes y tumbantes a los cientos de corredores, y quedéis englobados con la entrada de vehículos para las ferias, mantenimiento, stands varios, obras mal realizadas y deterioro natural de las especies vegetales, alguien pensará que quizá se deba acotar algo a algunas horas. O algunos cientos de usuarios.

Sí, vosotros que apenas pasáis tres o cuatro veces por el mismo itinerario, pisando con vuestra zapatilla de apenas treinta centímetros de largo, seréis considerados agresión ambiental. Salís demasiado en los medios y han catalogado el correr como una fiebre, una plaga y una moda.

¿Soy un agorero? Es más fácil acotar y colocar policía que razonar.

¿Cuánto tardaremos en leer eso de que «tanto running está machacando nuestros parques»?

¿Qué tiene de especial el maratón de Nueva York para ser premiado?

Hoy la fundación que entrega los premios Príncipe de Asturias, el príncipe que mañana ya no lo será, premia a esa ciudad que se levantó un día de otoño sufriendo los efectos del bestial fenómeno climático del Atlántico. Las redes sociales arden: los aficionados al correr y al espectáculo, aplauden que, por fin, el entretenimiento rey de la década destrone a Casillas o Xavi. Entre tanto rechinan los aficionados a otros deportes o a premiar a los líderes de la imaginería deportiva. Los Javier Gómez Noya, Mireia Belmonte, quedan fuera de la ceremonia de premios.

¿Qué posee ese evento deportivo como para que haya despertado la mayoría de los votos del jurado?

Entenderemos mucho de ello si nos remontamos dos años escasos. La fecha de 4 de noviembre de 2012 pasará a a historia como el domingo en que no se celebró el Maratón de Nueva York. La tormenta atlántica Sandy dejaba la ciudad arrasada. Más de cuarenta muertos y millones de habitantes comprobaban la debilidad de sus infraestructuras. En Hoboken, Nueva Jersey, había tal balsa de agua que podría sepultar cien ballenas. Una semana más tarde, en pleno preparativo para la carrera, aún había colas a pie para poder llenar una garrafa con la savia que alimenta el árbol yankee: la gasolina.

El ‘momentum terribilis’ neoyorquino ponía a prueba la capacidad de reacción de la ciclópea maratón. Tanto de cara a la ciudad como al resto del mundo deportivo.

Y es que se trata de más que una prueba deportiva. Son cuarenta o cincuenta mil corredores, atravesando el icono del desarrollo occidental de todo el siglo XX (antes de que los Dubais y Shanghais levantaran la cabeza aún más alto). Un espectáculo que fuerza al alcalde a considerar que la ciudad necesita todos los recursos posibles para hacerla realidad.

Cortar la circulación de ocho millones de habitantes es poner una fiesta deportiva a los pies de una urbe. Al tiempo, un espectáculo televisivo y global que debería no romper el espíritu de la carrera.

En la edición de 2012, repasemos, los riesgos eran evidentes. Aparte de calles inundadas, lineas de metro cortadas por los desperfectos y un sistema metropolitano completo cogido apenas por alfileres, había más actores en juego. Los mismos que dan la verdadera dimensión de este maratón.

Todo no es apuntalar lo derribado por vientos de cien kilómetros por hora o drenar vaguadas donde se podrían disputar pruebas de remo olímpico. Las ciudades se han sobrepuesto a condicionantes similares. Más aún las ciudades pujantes del globo. Cuentan con los mejores medios y en días la tecnología es capaz de ganar terreno a la naturaleza, como siempre ha sido. Hay otros condicionantes. Dicen que más de 350 millones de condicionantes.

nyspeed

 

El club.

El New York Road Runners Club (NYRRC) es una organización que desde 1976 mueve miles de visitantes a la ciudad bajo la excusa de correr la distancia mítica de los juegos olímpicos. Cientos de miles de corredores optan cada año a los dorsales que dan derecho a atravesar Brooklyn, Queens, Manhattan y Bronx en mitad de una vorágine de público y símbolos de la civilización occidental.

En 2012 había 42.000 plazas a disposición de cuantos quisieran contribuir al dinamismo de un evento que deja en la ciudad de NY un negocio estimado de 350 millones de dólares. El pastel es de tal calibre que Michael Bloomberg, dueño del imperio de la información financiera con su propio nombre, sostuvo la celebración de la prueba hasta escasamente 48 horas de su teórico inicio.

Los corredores viajan hasta Nueva York  optando a los paquetes que se adjudican por todo el planeta. Repito. Todo el planeta. Probablemente estemos hablando de un evento que en 2013 acogía a más de cien nacionalidades. La carta para que un deporte sea olímpico dice que deberá ser practicado en 75 países en categoría masculina. Sobran las comparaciones.

Ha sido el motor de esa gran expansión del mundo del correr. Desde las hazañas que tuvieron en vilo a los norteamericanos en los juegos olímpicos de los años setenta, la ‘gran manzana’ tomó el testigo de popularizar el deporte más sencillo del mundo. Su salón de la fama está cimentado en las leyendas con los apellidos más conocidos del correr: Shorter, Salazar, Waitz, Krinstiansen o Seko. Y el crecimiento derivaría en más capacidad de inversión. Desde Chase Manhattan Bank hasta los años más recientes, la bola de nieve solo hacía una cosa: crecer.

Todo corredor quería ir, una vez en la vida, a su Meca. Si no corrías en NY te quedabas sin argumentos cuando hablabas de tu afición en la oficina. Si alguien quería tirar el dinero contigo, ¿por qué no regalarte un viaje con dorsal?

¿Deriva su poder en la inversión empresarial en la ciudad?

El articulista Chris Smith encarnaba desde la revista Forbes a los que defendían la postura de que los 350 M$ no lo eran todo. Era justo después de aquel «fuera máscaras» del otoño de 2012. Es más, aseguraba, “se verán disminuidos por los efectos devastadores de Sandy”, apuntaba, preguntándose si la ‘morale’ del ciudadano que pelea por que las bombas de la NYPD y NYFD puedan drenar su calle estaría para salir a hacer negocio con los potenciales 2 millones de espectadores.

Fue una mala semana para meterse en embolados. La inauguración del estadio de los Brooklyn Nets también quedaba afectada por la tormenta devastadora. Como escribía el periodista Jacobo Rivero, el revivir ‘pijo’ de la época de los Dodgers a los Nets. Recordemos que suponía el estreno de la franquicia de New Jersey a un distrito con una densidad de población tres veces mayor que la de Madrid. Una inversión de 1.000 millones de pavos en el pujante Brooklyn, barrio de-popular-a-clase-media-alta y que acercaba a la ciudad de los Knicks su segunda franquicia de la NBA, el mayor espectáculo del mundo.

Maldita Sandy. El alcalde Bloomberg había tenido que envainársela porque, si no se podía coordinar con seguridad a veinte mil personas en un recinto cerrado, mal se podría asegurar la comodidad de 40.000 corredores y otros tantos acompañantes que buscan alojamiento, consumen bienes y corren por cinco de los ‘boroughs’ de la ciudad.

El multimillonario alcalde de NY veía como se le multiplicaban los enanos en su circo particular del ocio y deporte. El domingo jugaban los Giants (NFL) su partido contra los Steelers en un MetLife Stadium que no había sufrido daño alguno pero con las conexiones en transporte público todavía tocadas en todo el estado de New Jersey. Todo en mitad de un estropicio que mantenía a millones de personas sin electricidad o que, el Domingo 4 por la mañana, aún tenía el 38% de las gasolineras del entorno sin combustible.

Bloomberg no había renunciado a ser ese alcalde Demócrata en 2001 o a los trinos de gloria del Partido Republicano en 2007 para convertirse en un damnificado. Este carácter de alcalde independiente y casi medieval era el sucesor del duro ex fiscal anti narcóticos Ralph Giuliani, que también adoraba a su manera al maratón más famoso del mundo. Era un guiño histórico; el halcón judío que pasa a gobernar con mano de broker el legado del fiscal italiano. Giuliani se había convertido durante la crisis del 11-S en la imagen pública. El huracán Sandy dejaba un escenario de terror (las primeras estimaciones hablaban de 90.000 millones de dólares en daños) y sesenta muertos.

Una delicada situación a escasos días de las elecciones.

Patrocinadores.

¿Cuentan otros deportes con este sustento tan feroz? ¿Podría alguno de los deportistas no premiados, Mireia, Javi Gómez Noya, hacer lobby de tal manera? En la ceremonia de entrega de premios en Oviedo todos irán de smoking. Mary Wittenberg, la CEO del club de corredores de Nueva York, no lucirá patrocinadores en su gala pero hay chaqués que relucen más que otros.

Más ejemplos. Volvamos a 2012.

La imagen de muchos estaba en juego. La del patrocinador principal, sin ir más lejos, empezaba a quedar en entredicho. ING, uno de los bancos más internacionales, acababa precisamente de ver cómo su competidor en el muy ético mundo financiero holandés, Rabobank, había decidido retirarse del patrocinio del mundo del ciclismo.

ING tiene que contestar las voces que saturaban la web de la prueba dos días antes de celebrarse todo un maratón de Nueva York. En un escenario de crisis, el sponsor principal no podía contribuir a una fiesta mientras miles de vecinos estaban pasando dificultades. ING era el patrocinador principal de la carrera desde 2003 y tenía firmado un contrato que se renovaba anualmente por valor de entre dos y tres millones de dólares.

El binomio NYRRC-ING anunciaba velozmente que donaría 500.000 dólares para ayudar en los trabajos de recuperación más inmediatos. ¿No es este carácter solidario una razón más que poderosa para vender la imagen responsable de una empresa? Quizá también esto sea premiado por la Fundación Príncipe de Asturias.

Al mismo momento Businessweek filtraba las más crudas reacciones de una opinión pública dividida. Las redes sociales, el gran enemigo de las corporaciones verticalistas, machacaban sin piedad desde ambos flancos, los clientes del maratón y los potenciales afectados por ella.

¿Por qué debería celebrarse una maratón que es prácticamente un desfile civil, mientras todavía se están recuperando cuerpos de ciudadanos fallecidos? Ciudad ciclotímica como pocas, Nueva York representa el extremo del sentimiento de ciudadanía para la fiesta y para el duelo. Si Sandy hubiera golpeado la costa este apenas 200km más al sur, mismamente, el escaparate del maratón estaría siendo un ejemplo de superación corporativa y de solidaridad del mundo del deporte, sin ir más lejos.

Aún así, muchos, los que habían viajado y los que habían entrenado, sintieron que le debían algo a la ciudad que los acogía.

La gente tomó las calles, a pesar de todo.

Sólo NY es capaz de generar estas sinergias. Añadiremos Boston, probablemente, por el carácter también cruel y catastrófico de su edición de primavera, marcada por los ataques terroristas. Alrededor de Central Park, la habitual meta, miles de corredores rindieron homenaje ciudadano a la carrera, a la ciudad, a los afectados por el tormentón atlántico.

Probablemente estas sean razones que el jurado del Príncipe de Asturias haya tenido en cuenta.

O probablemente no. Pero nunca lo sabremos.

 

Un día dos Borbones fueron padre e hijo que salían a correr

La noticia de la abdicación del rey Juan Carlos de Borbón me trae a la memoria este post que comentábamos no hace muchos meses. Procede recuperar esta nota en la que sacábamos -probablemente- al único duo de reyes (ex ante y ex post) que practicaban el deporte de moda (incluso cuando ni se llamaba running sino jogging).

Jogging. Num 1.

En aquellos días eran un padre y un hijo. Ciertamente eran un padre y un hijo con unas características muy determinadas. La desaparecida revista Jogging los sacaba con los párrafos poblados de palabras como sencillez, normalidad, padre e hijo. Siempre ha habido un periodismo al servicio de los más poderosos.

Era 1982 y todo esto que hoy nos rodea era muy diferente. Fijaos que aún se creía en las palabras.

Un día frío y con chandal a juego para la sesión fotográfica, dos Borbones eran padre e hijo que salían a correr ¿No?

Primero fue jogging, luego footing. Ambas maneras de desplazarse con unas zapatillas pasaron el tamiz del tiempo. Ahora podemos leer sobre running o trail igual que leemos sobre imputaciones, sobre gastos ocultos.

Las palabras no tienen la menor compasión. Son así desde que el ser humano se percató de su fenomenal poder para aplastar los silencios.

Entonces, en los años en que Juan Carlos de Borbón y su hijo Felipe trotaban por el búnker de los bosques de la Zarzuela, la maquinaria arrancaba tras las convulsiones del 77, donde nos dieron una clase acelerada de usos democráticos, y del 81, donde padres e hijos escuchábamos la radio pensando en los golpistas y en si un tanque podría ir por una avenida o tenía que ceñirse a pisotear un camino embarrado. Bueno, es posible que no todos los padres e hijos. Deberíamos preguntarles en uno de esos momentos de charla que surgen de la manera más espontánea. En mitad de un trote, ponle.

Era 1982 un espectro lejano pero nos hemos empeñado en que no se nos aleje. Esto podría decir mucho de cómo afrontamos los ciclos de la vida en España. Los ochenta están ahí. Flotan a nuestro alrededor de manera constante. Mirad y comprobad cuanto nos parecemos y qué iguales son los hábitos, los errores.

Jogging, dice. Nos sonará a película de Jane Fonda.

Padre e hijo, solamente, dice.

 

Corredor, ¿cumples?

¿Eres fiel y cumples con tus compromisos? ¿Eres cada año un poco más viejo y cumples años?

El término «cumplir» tiene cientos de matices. Desde dar la talla en el sexo hasta ir marcando el ritmo de carrera según el esquema programado. Cumplir es ser tan honesto como para presentarse siempre ante una obligación. Cumplimos cuando aceptamos los reglamentos de las carreras – algunos irremediablemente extensos y llenos de detalles.

Pero, sobre todo, cumplimos con ese momento en el que atravesamos el útero materno (o nos sacaron a bisturí) y nos parieron a este mundo. Otro día más en que repasas qué haces, cómo van tus propósitos, miras si eres fiel a tus ideas y, sobre todo, si está aún todo en orden.

La edad y el corredor daría para un serial. Para una enciclopedia. Los caprichos que listamos los runners para «celebrar» que cumplimos años, cómo afrontar el natural envejecimiento de las piernas que crujen y las articulaciones que chirrían, los repasos a las viejas fotografías en las que salimos inevitablemente más jóvenes y en que la moda es siempre espantosa.

Mañana me cae otra rayita, otra muesca en el revólver de la edad. Cuarenta y cuatro mayos.

En un Abril de 1988 buscaba adelantar mi mayoría de edad por unas semanas. Pero el cónclave familiar pensó que no pasaba nada cumplir el reglamento y esperar a tener dieciocho para estrenarme en un maratón. La cuenta que llevo con los maratones repartidos en años vividos ya comenzó con un punto de sensatez.

Algunos me habéis conocido hace tiempo. Otros asumís que este es otro blog dentro de la moda del running en la prensa y que me acabo de apuntar a todo esto. El listado de barbaridades/año hoy presenta noventa carreras de maratón o más kilómetros. Puesto en perspectiva es una idiotez como un piano. Puesto en otro tipo de perspectiva voy cumpliendo sin mirar mucho, ni al paso del tiempo en el calendario ni a las cosas que corro.

Cumplo, veo cómo las caras se renuevan, y cómo contamos nuestros entrenamientos diarios. Cómo corren tanto el anónimo como el famoso. Me imagino sentado en los escalones de un portal en la gran avenida de nuestra vida, y veo pasar gente al trote, con las pulsaciones altas y modelos de calzado deportivo y ropa diferentes.

Un corredor cumple con su ritual de hacer pasar el tiempo entre carreras. Pero un auténtico corredor es el que vive al máximo el tiempo entre carreras. Por que, al final, esto se reduce a poner un pie y luego otro.

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Foto: Darío Rodriguez/DesnivelPress.com

Microtweetstoria: Maratón

Os regalo una MICROTWEETSTORIA que surgió hablando ayer con mi padre. Salió en forma de tweets encadenados. Espero que ponga en valor los muchos mundos que se enfrentan a un maratón.

Ayer mi padre era público en el ‎R’nR Madrid Maraton‬. Donde ha terminado en más de 15 ediciones.

En el k15 vió al #4 parado. «Daba pena, miraba a la nada. En jarras. Le pregunto ¿Estás bien? no entendía. Era el dorsal 4». Era Samson Bungei (2h08).

«¿Estás bien?», le insistió.
El galgo de Kenia y el jubilado de aquí, intercambiando señas. Ambos ‪#‎runners‬. «Here«, le dice. Roto el gemelo. Mi padre mira cómo puede ser tan fino un gemelo. Con una bola tremenda. Mi padre esperó un rato. Una moto de la Organización le hizo señas. Le recogerían ahora. Se miraron. Probablemente mi padre no sepa que tardará en curar rotura. Tampoco sabe que «el #4» ganó el maratón de Bruselas. Bungei tampoco sabe nada del abuelo que sigue yendo a animar y correr un rato con los maratonianos. ‪Correr no es sólo correr‬, dicen.

Why Boston?

 

¿Por qué tanta noticia alrededor de Boston y su maratón? ¿Por qué, de repente, esa ciudad se convierte en una referencia circular? Desde hace un año, toda mención al presidente Obama, a los populares maratones y atentados parece desembocar en Boston.

Vamos a intentar mostrar el núcleo del asunto. Para el gran público decir Boston era referirse a los Boston Celtics, el equipo de Bird, Parish y McHale. Para toda nuestra generación Boston, la ciudad más poblada de Massachussets, era una lejana referencia donde yacía el viejo parqué marrón claro del Garden, era hablar de NBA. Posteriormente la ciudad asomaría como etiqueta de un inalcanzable gran centro educativo, tras su Massachussets Institute of Technology, el archifamoso MIT al que la falta de una estrategia educativa enviaba a nuestros cerebros más dotados. Pero no hablaremos aquí de Javier García Martínez ni de Karen Márquez o Teresa Gonzalo.

La realidad es que el planeta deporte, el que se pisotea a diario, lleva rendido ante Boston ni más ni menos que desde 1897.

En aquel momento, diez años más tarde de haberse fundado la Boston Athletic Association – BAA – y consecuencia directa de la fiesta olímpica que se celebró en 1896 en Atenas, los dirigentes de la misma organizaron el primer maratón en suelo americano. Mañana Lunes, por 118ª vez, se corre la prueba de maratón más longeva, jamás interrumpida y quizá más famosa del mundo.

Máxime tras los desgraciados hechos de hace un año. Los atentados de la línea de meta que saltaron a todas las portadas del orbe.

Sin remedio, a quienes corremos nos asalta una pregunta por encima de todas ¿En qué momento se convierte el maratón de Boston en un escaparate global para que unos terroristas lo escojan para su demostración de cobarde terror?

Quizá siempre lo ha sido. Ha permanecido más alejado de los medios de comunicación de todo el mundo que sus coetáneos más famosos como Nueva York o Londres.

 

  • Hay una motivación sociológica. Lindando con la exaltación americana.

Boston se corre en el tercer lunes de Abril. En algunos estados del Este Atlántico es la festividad del Patriot’s Day, conmemoración añeja del arranque de la Guerra de la Independencia de Estados Unidos (1775). La efusividad patriótica norteamericana se sublima en este día y el maratón de Boston se celebra históricamente este día.

 

  • Es una prueba multitudinaria.

Con más de treinta mil participantes que superan una criba múltiple de tiempos y selecciones varias, la prueba de Boston no es la más populosa. Están las cincuenta mil almas de Nueva York, Londres o Paris o la facilidad de convertir Chicago o Berlín en una fiesta. Pero el corredor tiene la oportunidad de exprimirse un poco más en el clásico recorrido, que está vigente desde hace más de cien años. Va discurriendo por todo el estado, de oeste a este desde Hopkinton hasta la biblioteca pública de Boston.


Fuente: MachoCarioca WikiCommons

 

  • El maratón de Boston ha sido escenario del crecimiento del running mundial.

Mucho antes de que Nueva York fundase su prueba (que data de 1970), Boston representaba un maratón moderno, con participación internacional desde 1900. Tan pronto como en 1901 se establecía un sistema legal de apuestas entorno a la carrera, que ya mostraba todos los síntomas del deporte profesionalizado. El líder de la prueba de 1901, Ronald McDonald, caía fulminado tras beber de una esponja que le fue entregada en un punto de la carrera, potencialmente víctima de algún primitivo sistema de dopaje.

Pero el recorrido que atraviesa la célebre Heartbreak Hill ha visto las batallas más epicas de los años de entreguerras, las victorias y segundos puestos del héroe nacional de ascendencia irlandesa John Kelly o el dominio durante una década de Mr Marathon, Clarence deMar, también medallista en los Juegos de París 1924. Ha conocido la lucha de un maratoniano indio, el Narragansett Ellison Tarzan Brown que venció en 1936 y 1939.

Por sus calles han pasado victoriosos monstruos que hoy día son apenas recuerdo en un ránking mundial o marcas asentadas en el correr. Ron Hill hizo 2h10 en 1970. El descomunal Bill Rodgers barrió en el cambio de década con cuatro triunfos, camino de los años de Alberto Salazar, Bob de Castella y Toshihiko Seko. En otras palabras, nada de lo que hoy disfrutas en este mundo del correr existiría sin esta feroz guerra entre los maratonianos más rápidos por las avenidas de Boston.

 

  • Es un museo viviente. Las tradiciones lo colocan en la esencia de aquellas colonias que originaron el país.

Hay más. Es un escenario único, comparable a Paris, Atenas o Londres (y batiéndolos, probablemente).

Las villas ajardinadas que muchas veces hemos visto en televisión, los estudiantes de los colleges de la zona ofreciendo apoyo y bebida a los miles de participantes, o el túnel de los gritos, ese medio kilómetro de estudiantes del colegio femenino de Wellesley que forman un griterío cariñoso y norteamericano desde la primera edición en 1897.

 

Es preciso parar un segundo a comprender en qué situación estaba la vieja sociedad europea en 1897 e intentar trasplantar en ese momento un evento festivo con marcado sabor a siglo XX.

Otro ejemplo de tradición.

Desde 1903, cuando probablemente los corredores pedestres de tu país fueran dos docenas de excéntricos aristócratas o duros campesinos que apostaban con su fuerza para conseguir unas monedas o comida, se celebra en Boston un partido de béisbol en la Fenway Park, la denominada catedral de la ciudad. Como locales, los Boston Red Sox, la aristocracia de la Major League. La tradición es que, al terminar el partido, los miles de espectadores salen del estadio y se dirigen corriendo a animar a los corredores del maratón.

Has leído bien. Se viene haciendo desde 1903.

 

  • Boston Strong?

De una manera casi cinematográfica, el vínculo entre los corredores y el centenario equipo de béisbol se hizo más poderoso después de los atentados de 2013. Milagrosamente, la coalición «Boston Strong» apeló a la épica del ser humano e hizo que la temporada aciaga de los medias rojas en 2012 se convirtiera en un campeonato meses después de las bombas en el maratón.

Estas dos palabras suscitan la literalidad de la fuerza de Boston. Se ha definido como el eslogan de la salida de la crisis. Pero es algo más que la mimetización de aquel «livestrong» que promoviera el ciclista Lance Armstrong. Todavía más interesante como objeto de estudio, de conexión de dos eventos deportivos con más de ciento diez años de antigüedad que encarnan, a su vez, algo más que una ciudad. Como en los cómics de Asterix, son palabras que elevan Boston a ser potenciales ganadores de ese apelativo de «Una aldea poblada por irreductibles galos resiste todavía y siempre al invasor

Boston Strong es hoy una marca. Una identidad que respetuosamente ha ido colocando sus activos en ese mundo de tiburones. Los labels de 2014 tienen que hacer un hueco a ese grito que surgió en twitter horas después de los atentados. La capacidad de los norteamericanos de optimizar esas dos palabras han sido una de las señas de cambio entre los maratones de Boston en que unos pocos miles de duros corredores cumplían rapidísimos tiempos de corte, y los maratones espectáculo, pruebas retroalimentadas por cada mención en los medios de comunicación.

Todo junto conforma una carrera única.

Los kenianos y etíopes. Mutai y Cheruiyot recogiendo el legado de los sputniks de hace décadas. Un recorrido que la Federación Internacional de Atletismo no homologa por tener un desnivel entre la salida y la meta superior al reglamentario, al mismo tiempo que es una ondulada y tortuosa carrera. Las grandes damas como Joan Benoit, Rosa Mota e Ingrid Kristiansen, el incidente de la maratoniana K. Switzer, que corrió camuflada con dorsal de hombre en 1967 y escoltada por su marido.

Cada una de las historias que nos traigan a casa amigos como Juan o Rafa, que el año pasado se libraron por escasos metros de sufrir las consecuencias directas de un atentado mientras hacían lo que más amaban.

¿Por qué Boston?

¿Se entiende mejor ahora?

Cuatro fragmentos de la historia del atletismo

Start of Olympic marathon at Wembley Stadium, London, 1948. (7649951998) Fuente: WikiCommons, National Media Museum, UK.

Son cuatro trozos del deporte entre los deportes. Vídeos que hay que ver una vez en la vida, en mi opinión.

VIDEO 1. 3.000M OBS DE JJOO MOSCU, 1980.

Es una de las disciplinas más asesinas del atletismo, enmarcada en uno de los momentos en que este deporte quemaba. Por la política, por los programas de entrenamiento de Estado de las potencias del entorno soviético, por aquellos tipos que parecían embalsamar sus pies en zapatillas de clavos de aluminio. Para los de aquí, ver en una final olímpica a dos chavalotes como Domingo Ramón y Paco Sánchez Vargas peleando con nombres como Bronislaw Malinowski. Era la antesala al desembarco africano. Con fuerzas igualadas y elementos sueltos. Daba igual, algunos blancos corrían lo mismo que algunos negros. Y esto se demostró fatal tiempo después.

VIDEO 2. DUELO AL SOL, BOSTON 1982.

La masa desbordada como recuerdan las imágenes del combate Alí-Foreman o los italianos invadiendo la ruta del Giro de Moser contra Fignon. Eran otros tiempos y en el maratón de Boston de 1982 se produjo un duelo que hoy alcanzaría entidad cinematográfica. Alberto Salazar contra Dick Beardsley construyendo la cima del relato épico. Un calor extremo e inusual los hizo inseparables durante veinte millas para finalizar en esas calles abarrotadas. No fue la carrera más rápida de Salazar ni tuvo la rebeldía de un Prefontaine pegándose en la final de 5.000 de los Juegos del 72. El estadounidense de origen cubano daría más lustre a la esfera del jogging. Pero el Duelo al Sol fue un punto culminante de la primera época dorada del correr.

VIDEO 3. PREFONTAINE Y EL 5.000 DE LOS JUEGOS DEL 72.

Qué tiene Steve Prefontaine para la mitología del deporte es una cuestión que dividirá a los entendidos. La mitomanía desempolva aquel «corro para ver quién tiene agallas y quien puede castigarse a sí mismo» mientras que las estadísticas ordenan el escalafón relegándole a un cuarto puesto en una final olímpica. En cualquier caso, Pre se erigió como un corredor de los de tirar mientras pudiera, para reventar el pelotón. En ese cincomil se ve al chaval del bigote rodeado de avasalladores codos. El primer viaje se lo tira un Javier Álvarez Salgado que venía de brearse en los Europeos de Helsinki del año anterior con Emiel Puttemans, Lasse Viren o Mohammed Gammoudi. Esta colección se había visto las caras los días 31 de Agosto y 3 de Septiembre en las series y la final de 10.000. Viren y Puttemans habían corrido en 27.39 y desmantelado el récord del mundo. Una semana después ellos tres serían puestos a prueba en uno de los kilómetros finales más reñidos del atletismo.

Prefontaine comenzó a cimentar su parte proporcional en la épica del atletismo moderno con aquella estampa poco estética. El cine se encargó de trasladarlo de aquella manera en este otro vídeo. Al cine se le escaparon detalles más escabrosos pero ya se harían muchas más películas de drogas. El caballo tenía una cierta ventaja autodestructiva, un romanticismo que las autotransfusiones sanguíneas no tenían.

VIDEO 4. GRAND FINALE MARATON LONDRES JUEGOS 1948

Londres había vivido en 1908 el drama en forma de la inolvidable llegada de Dorando Pietri al estadio de White City. Décadas después, con el mundo más acostumbrado al sufrimiento del ser humano (dos guerras mundiales vividas en treinta años), se vivió una situación asombrosamente parecida. Después de 42 kilómetros llegan los primeros clasificados de la prueba de maratón. El corolario del atletismo que embarga a los espectadores.

El vídeo, de una factura técnica impecable, muestra el desfallecimiento en la entrada en meta del líder de la carrera, el belga Etienne Gailly. Gailly soporta la primera parte del colapso, que a otros les conduciría a la sala de las luces incandescentes. Pero el hasta ahora líder es teniente paracaidista y viene de participar en la Segunda Guerra Mundial. Su enfrentamiento con la agonía viene de lejos. La ha visto demasiado erca. En esos mismos momentos entra en el estado el argentino Delfo Cabrera, que venía a escasos metros de Gailly. Toma la cuerda para colocarse en cabeza del mayor de los eventos olímpicos mientras el europeo muestra más síntomas de colapso. El galés Tom Richards, un estajanovista de estilo discutible, un representante del atletismo de la clase obrera galesa, le birla la plata mientras el walón termina con su bronce en una camilla, absolutamente vencido por el esfuerzo y el calor de la prueba. Correr un maratón olímpico a las 15h30 de un 7 de Agosto del hemisferio norte no ha sido, desde entonces, una buena idea.

Os dejo con esos cuatro vídeos. Copa de vino en mano y la boca abierta.

Maratón de la Haya: todo salió mal… o peor

Tras una primera edición llena de problemas, los palos recibidos se enfrentan a las ganas de hacerlo bien, de mantener la tradición de organizar bien las cosas en el país de los tulipanes. Es la historia -breve- de la II Maratón de La Haya (Países Bajos). El país presenta sondada solvencia con las pruebas de Egmond, Amsterdam, Rotterdam o las siete colinas y un buen trato general de la sociedad con el deporte.

Pues bien. Si algo podría salir mal en la primera edición de este pequeño evento, no salió mal. Efectivamente, salió peor. Corredores que siguieron rutas equivocadas y sin el tráfico cortado, la falta de voluntarios, la marimorena. Se han abierto las inscripciones para la prueba del próximo septiembre y aún se recuerdan las invectivas que se lanzaron sobre los organizadores.

El diario online Losseveter.nl recuerda entre los testimonios el de corredores de las distancias maratón y ultra. Hubo puntos marcados en el mapa como avituallamientos que no aparecieron. Un participante detalla «en principio teníamos un patinador que acompañaría a cada participante del ultra. Tras 16km, aparecieron ciclistas para acompañarnos pero tampoco había suficientes ciclistas».

La inicialmente descrita como bucólica ruta les llevó a través de una zona comercial. Aparentemente la organización no obtuvo el permiso ambiental necesario y esto no se comunicó en tiempo a los participantes. Confusiones en la ruta, en la zona de llegada, en los roperos. La reflexión que lanzaba Theo de Jong, de la website Ultraned (portal que engloba a lo más granado de las largas distancias en Países Bajos y Bélgica) era que se habían ido las cosas de las manos. «Allí estaban los roperos, abiertos y accesibles a todos, no había control . Mi bolsa estaba allí, afortunadamente».

Vincent Kalkman , un participante en el ultramaratón , tuvo que tirar de la navegación de su GPS. Camino a la meta, a la altura del Museo Louwmans , le desviaron a una sección de veintiocho kilómetros que tuvo que hacer a ciegas, navegando. De nuevo ni ciclistas acompañantes ni explicaciones, o voluntariosos acompañantes que confesaban posteriormente desconocer todos los detalles del recorrido.

 

Sin duda, un toque a los organizadores y quienes pretenden embarcarse en organizar una carrera. No se puede bajar la guardia. Parece que la organización aprendió y este año se borrarán esas malas sensaciones.

¿Les seguimos la pista, por si acaso?

Fuente: TheHaguePhotoJournal.com

El maratón de Barcelona supera los 15.000 inscritos

Quedan aún unas semanas y las cifras reales del evento más grande del maratón español están listas para brillar. Fanfarria, confetti y cava porque ya son quince mil inscritos para la inspiradora distancia entre el Castillo de Windsor y el White City Stadium (y una vuelta a su cuerda).

Sea como sea, Barcelona (que acaba de estrenar una App para seguir todo lo relacionado con el maratón en tu dispositivo móvil) está en el exclusivo grupo de los grandes maratones europeos. En las estadísticas de 2013 fue la decimoséptima en llegados a meta con 14.783 corredores. En este ránking son París, Berlín y Londres inalcanzables y tercera, cuarta y sexta del mundo respectivamente.

Entre las carreras de la segunda hornada está Barcelona. Pruebas que salen del circuito de las grandes ciudades-mundo pero que cuentan o con una tradición fabulosa o con una particular situación en los calendarios regionales, como el caso de la capital irlandesa, Dublín.

No olvidemos que Barcelona pasó por un proceso de reinvención fruto de un colapso entre las relaciones deportivas e institucionales, como bien refleja Miquel Pucurull en su artículo sobre la historia de la prueba. Estocolmo, Barcelona y Dublín pertenecen al top 20 con más de doce mil participantes capaces de sonreír en ese momento de cruzar la línea de meta. Siempre con la vista puesta en los potentes eventos de Hamburgo, un tradicional para volar en la primavera alemana, Amsterdam y su nueva cara, y Frankfurt, que está escalando a golpe de tiempos escandalosos en meta.

Sería esta la cifra a la que la carrera aspira para asentarse y a la que contribuiremos desde 20Minutos con un par de piernas recias y nervudas. Si bien las cifras finales y de inscripciones de las últimas semanas hora son algo erráticas, es muy posible que Barcelona repita en los números de 2013, con tal que el clima de Marzo no dé sorpresas de última hora.

Y es que, cada tanto tiempo, la ciudad se levanta con el pie malo y ha habido ediciones de la marató con un calor inusual para la época. En este caso lo mejor es armarse de paciencia y aprovechar la parte buena: ese día la ciudad se lanza más a las aceras y aprovecha ese rato de la matinal del Domingo para animar.

Entre las estadísticas curiosas del maratón de Barcelona hay tres datos.

En 1988 estaba a escasos dos meses de cumplir la mayoría de edad y no pude correr mi primera carrera de 42km195m. En aquellos días tuve que conformarme con acompañar 25 kilómetros a mi santo padre. Se llegaba en el parque de la España Industrial.

En 1996 se corría todavía entre Mataró y el Estadio de Montjüic. Dos horas y cincuenta y cinco minutos después de salir del Maresme llegábamos a meta. Ya éramos oficialmente maratonianos bastante rápidos y sustancialmente infelices: había discurrido demasiado sufrimiento para una recompensa tan absurda.

En 2014 estaré exactamente terminando mi maratón (o más) número ochenta y ocho. Año en el que cumpliré cuarenta y cuatro. No me digáis que no es una ecuación fácil de sostener.

72 años y saliendo a correr

Ring. Rinnnng. Hace un año esperaba a que al otro lado saliera la voz de mi padre, a la que mi voz tiende a parecerse más cada día. Y más o menos se desarrollaba esta conversación

– ¿Diga?
– ¿Mamá? Tú no eres la que cumple años hoy. Di a papá que se ponga.
– Le pillas afeitándose – hablamos del interfecto al que toca felicitar – se va a ir a correr en un momento.

Es una conversación que ha cumplido otro año. Son las ocho de un viernes de invierno y las temperaturas siguen gateando por su colchón helado, se desperezan lentamente hasta que el sol las saca a patadas hacia arriba. Como dije hace un año, los jubilados de la zona están desayunando y desmigando pan en la leche y avisando a la mujer que les prepare la ropa, porque los jubilados españoles tienen a gala no saber prepararse el desayuno y delegar en la esposa las cuestiones de logística, plancha y ropas.

Y con setenta y dos inviernos desde aquel helador día en que mi abuelo tuvo que abrir a pala un camino entre la nieve, hay un jubilado que se queja malhumorado porque ya no corre como cuando tenía veinte años menos. Y se va a trotar hora y cuarto.

¿No es envidiable?

¿Querrías cumplir una pila de años y seguir con energía para salir a correr por las mañanas?

L1070247Foto: Claudio Luna.