Runstorming Runstorming

Poner un pie delante de otro nunca tuvo tanta trascendencia.

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¿Correr? Eso es de cobardes

Animado por haber estado repasando los comentarios a favor y en contra de mi penúltimo post (ya sabéis, el de la dureza del correr por la montaña), le dí una pensadita a esta exposición pública del correr.

«Es una moda estúpida. Ya estás mayor para hacer el tonto por el campo»
«Correr tanto para que luego te retires, eres un mierda»
«Un pico y una pala os daba yo»

Es un ramillete que muchas veces se ha popularizado en ese global «Correr es de cobardes». Frase que ha provocado respuestas, adhesiones en mitad de una ronda de vinos, títulos de libros y hasta de formas de ver las cosas.

Habría mucho que lidiar, si es mejor cobarde vivo que valiente descuidado. O si deberíamos dedicarnos a correr y tomarlo como un íntimo proceso espiritual o subirse al lobby runnero hasta modificar los cimientos del mundo.

¿Qué pienso yo de todo esto? Cobarde es escudarse en un alias para insultar pero asumo los riesgos de ser portada en algunos momentos en este diario. A partir de ese instante debo enfrentarme a las consecuencias. Internet es así.

Pero (ay, los peros), salen puntos y más puntos a favor de si salir a corretear. Más, con la que cae. Metámosle mano al solomillo con espíritu de magacín de verano. Cuatro contra cuatro.

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Exacto. Superficialidad, inconsistencia y liviana tontez. Es verano.

Correr no es de cobardes:

  1. Quita los sofocos del día a día. Alguien que se enfrenta con el deporte a las ganas de coger un arma y liarse a tiros es un valiente.
  2. ¿Cobardes? No te han visto llegar por los pelos a rescatar a tu pequeño de la piscina de bolas, raudo como Usain Bolt. Ni aguantar duro e impenitente las ocho horas de paseo por las compras de Navidad.
  3. Puedes decir que tu velocidad media de trote es mayor que la de un atasco en las arterias de tu ciudad. Además, ahorras humos a ese cielo marrón-gris que respiran hasta tus enemigos.
  4. Bueno. Salvo que tengas enemigos con respiración anaerobia. En ese caso, vigila con qué microorganismos te juntas. Claro que, en este caso, serías todavía menos cobarde.

Correr es de cobardes:

  1. Sales a correr por no mirar a los ojos a la pila de ropa de planchar.
  2. Correr para llegar a tiempo a que no te cierren la tienda de referencia mientras haces pereza para bajar a por verdura. Y eso que tu chino (también de referencia) abre hasta las 23h.
  3. Quítate ese plástico que recubre tu lorza mientras corres o te deshidratarás sin adelgazar. Afronta tu realidad delante de tu espejo y repite conmigo y en voz alta «Necesito un cambio estructural de hábitos alimentarios»
  4. Es el cuarto viaje de familia que organizas aprovechando que hay una carrera en… Aparca el tema y disfruta de un hotel playero con setenta horas diarias de actividades familiares. Apechuga, que dijiste lo de «en la salud y en la enfermedad».

Un día dos Borbones fueron padre e hijo que salían a correr

La noticia de la abdicación del rey Juan Carlos de Borbón me trae a la memoria este post que comentábamos no hace muchos meses. Procede recuperar esta nota en la que sacábamos -probablemente- al único duo de reyes (ex ante y ex post) que practicaban el deporte de moda (incluso cuando ni se llamaba running sino jogging).

Jogging. Num 1.

En aquellos días eran un padre y un hijo. Ciertamente eran un padre y un hijo con unas características muy determinadas. La desaparecida revista Jogging los sacaba con los párrafos poblados de palabras como sencillez, normalidad, padre e hijo. Siempre ha habido un periodismo al servicio de los más poderosos.

Era 1982 y todo esto que hoy nos rodea era muy diferente. Fijaos que aún se creía en las palabras.

Un día frío y con chandal a juego para la sesión fotográfica, dos Borbones eran padre e hijo que salían a correr ¿No?

Primero fue jogging, luego footing. Ambas maneras de desplazarse con unas zapatillas pasaron el tamiz del tiempo. Ahora podemos leer sobre running o trail igual que leemos sobre imputaciones, sobre gastos ocultos.

Las palabras no tienen la menor compasión. Son así desde que el ser humano se percató de su fenomenal poder para aplastar los silencios.

Entonces, en los años en que Juan Carlos de Borbón y su hijo Felipe trotaban por el búnker de los bosques de la Zarzuela, la maquinaria arrancaba tras las convulsiones del 77, donde nos dieron una clase acelerada de usos democráticos, y del 81, donde padres e hijos escuchábamos la radio pensando en los golpistas y en si un tanque podría ir por una avenida o tenía que ceñirse a pisotear un camino embarrado. Bueno, es posible que no todos los padres e hijos. Deberíamos preguntarles en uno de esos momentos de charla que surgen de la manera más espontánea. En mitad de un trote, ponle.

Era 1982 un espectro lejano pero nos hemos empeñado en que no se nos aleje. Esto podría decir mucho de cómo afrontamos los ciclos de la vida en España. Los ochenta están ahí. Flotan a nuestro alrededor de manera constante. Mirad y comprobad cuanto nos parecemos y qué iguales son los hábitos, los errores.

Jogging, dice. Nos sonará a película de Jane Fonda.

Padre e hijo, solamente, dice.

 

Algo que quizá no te contaron antes de empezar a correr

Correr duele.

Lo sabes. Sé que lo sabes y por eso me paro un momento. Para recalcarlo.

Habrás entrado a este mundo de pequeño, desde el atletismo escolar. Probablemente, si no, seas uno más de los que han descubierto que el modo de vida [escalofríos] del tipo deportista del siglo XXI es fastuoso, te realiza y llena como persona. O, es posible, seas una convencida estajanovista de la vida sana y añadas el trote moderno a tus esfuerzos por alcanzar la plenitud.

Porque te van a doler tendones, músculos, paredes cardíacas y diez partes más de tu cuerpo. Si la naturaleza nos hubiera querido corriendo ad aeternum nos habría extirpado el cerebro. Corremos mientras éste, el jefe, mantiene el estímulo químico que tolera el dolor.

Ya, pero…

Este no es un ejercicio complicado. Es tosco y no necesita grandes parámetros técnicos o estratégicos. Es fácil si el objetivo es ir ganando kilometritos a la vida sedentaria. Es, coronando la cesta de navidad de la cosmogonía deportiva, agradecido como pocos, recompensando con rapidez tus progresos.

Pero un día duelen más las piernas en mitad de una ventisca o bajo un chaparrón. Los pinchazos de un pie duran semanas y no, como desearíamos, minutos. Si nos pasamos, duele. Si salimos cortos de bagaje y queremos apurar distancia o méritos, duele por partida doble. Podemos entrenar como bestias. Podemos alimentarnos como recomendarían cien Nutricionistas clonados al efecto. Y, por un raro mecanismo de martirio voluntario, aplicamos esa preparación para que todo nos duela un poco más. En ocasiones, toneladas de sufrimiento encaminadas a que, el día de la carrera, «disfrutemos sufriendo».

El camino más rápido para quemarse o romperse.

Y mira que tenemos defensores del sufrir natural, del dolor sin aditivos, de la conversión del dolor de correr en un reto, de la superación. Le hemos añadido un sin fin de mecanismos de conmiseración. Están esos halagos a la recompensa de la ducha, del sentirse bien. La literatura de la endorfina sitúa el placer inmediatamente después del dolor.

Pero te diré una cosa, joven amigo. Del dolor, pero también del fisioterapeuta o del quirófano. Sólo aviso.

¿Es tan duro esto?

Yo creo que sí. Y es necesario que nadie se lleve a engaño. O abandonarán el correr por el próximo y más moderado deporte que surja.

Leo en ocasiones que el deporte se lleva a extremos innecesarios. «Pero cómo meten esas etapas por el frío y la nieve a los pobres ciclistas», se suele leer. Ya. Es que han optado por la bicicleta de carretera y han querido ser profesionales de ello. Las reglas de ese juego están escritas desde 1900. Las reglas de correr se dejaron a un lado en cuanto logramos inventar un medio de locomoción más rápido. Correr quedó para las fiestas, las apuestas entre los tipos más duros de la zona.

Los demás, miraban.

Al igual que descubrimos con nuestros ojos las extraordinarias gestas que deportistas pueden hacer sobre una bicicleta, raquetas de nieve, bastones o cuerdas y piolets, viene un momento en que no paramos a analizar lo siguiente: el estado natural del género homo, el de estar en movimiento, se alterna con periodos de parada. La evolución ha hecho que nos adaptemos antes de reventar o ser devorados.

Por decirlo de otra manera, la mejor medicina para cuando correr duele es dejar de correr. Es muy posible que sea uno de las últimas trazas de inteligencia que le queden al ser humano.

Firmado, un abuelo cascarrabias.

Los chefs corredores

Guisar un diseño previo, pensar, resistir durante horas en un entorno sofocante, entrenar duramente para contener las ganas de rendirse. ¿Un plan de deportista de élite? No. Es la descripción de la jornada habitual de un cocinero.

Si añades que unos cuantos cocineros han alcanzado la categoría de chef y su responsabilidad se multiplica por diez, y que a las jornadas maratonianas de una cocina hay que añadir una notoriedad pública, ¿te extraña que solamente les quede tiempo para calzarse unas zapatillas?

 

 

Pues cada vez es más frecuente. Estos lobos solitarios de lo más alto de la pirámide de la cosa culinaria son, muchos, corredores. No sé por qué tenía que extrañarnos. Desde este lado de la mesa vemos pasar por delante de nuestras narices, qué sé yo, aceites estupendos para untar panes de naranja, de pasas, capuccinos de verduras o las archifamosas maravillas de carnes, pescados o espeluznantes arroces (ay, el de atún rojo, remolacha y aire de parmesano de Jesús Almagro). Al otro lado de la mesa, más bien en la cocina, un equipo que dirige un tipo que corre para soltar el estrés, para no volverse loco. Otro probablemente corra porque es lo único que le permite disfrutar de la ciudad. David Muñoz (propietario de Diverxo, entre los mejores según la guía Michelin) iba corriendo desde el barrio hasta el restaurante. La excusa de perder peso o de probar nuevas sensaciones llevan a conocidos cocineros como el madrileño Paco Roncero (el gobernante de los timones sobre el Casino de Madrid) o al archifamoso Gordon Ramsay (el iniciador de Pesadilla en la Cocina en su versión anglosajona) a meterse entre pecho y espalda kilómetros sin parar.

 

¿Hay un punto de celebrity running?

Quizá sí. Correr está de moda, como todo el mundo empieza a notar. Pero también hay un mucho de masoquismo perfeccionista. Es posible que la búsqueda última del plato ‘diez’, sometida bajo un rigor casi científico, sea lo que mueve a estos seres de chaqueta preferentemente blanca.

El corredor echado a perder -como quien os escribe- tendrá más o menos miramientos en inscribirse a una carrera o salir a correr solo por el campo. El cocinero es un animal del detalle, de la perfección. Cuando corre, corre con mayúsculas. Y esto no está ni bien ni mal. Es así.

Para un cocinero no solamente se trata de ofrecer un gusto sino un aspecto, una sorpresa a quien está repiqueteando nervioso con el pie en el suelo de la sala. Mirando de reojo a esos bacalaos confitados o los lomos de venado a los anisados, uno entiende parte de la pasión que estos artistas ponen en todo. ¿Quiere decir esto que yo nunca aplicaré esa obsesión en mis platos? Pues puede que sea también muy cierto. En ningún sitio dice que me queden energías para intentar la perfección a las cazuelas. Pero aquí estamos echando un rato.

¿Seguimos? Gracias.

Entonces, ¿no comen macarrones con tomate? ¿Se hinchan a taboulée con aire de mango?

Ni de coña. Si algo no son estos bestias de la cocina es idiotas. Echadle un ojo. Un corredor que se tira en plancha a por las tres horas y media como David Muñoz en el exigente recorrido de Madrid se aprieta un arroz con carrilleras.

El desparramo dialéctico de las nuevas cocinas amenaza en todos los frentes de la vida. Y nos lo hemos creído. Hemos asimilado que la cocina es vapor, es concepto. Lo mismo que al correr por el campo se le han adherido setenta etiquetas (trail, freestyle, ultra trail running, etc) y a un hecho tan cotidiano como alimentarnos le han salido bandos y facciones a ambos extremos del espectro conocido, al cocinar para estar listo para correr también. Si David Muñoz hace arroz con carrilleras antes de su maratón quizá tengamos que parar a entender qué nos está explicando.

Sí, en el correr hay mucha cosa energética y hasta cierta espiritualidad. Recientemente el dueño de DiverXo declaraba que «el deporte me aporta salud mental. Sin él, con todo lo que nos está pasando, sería imposible mantener la cordura. Tanta exigencia, tanta intensidad, tanto estrés… todo es tan bestia que sin el deporte no podría mantenerme».

Aún así y conocedores de todo ello, estos superdotados de los sentidos también gastan hidratos a partir de las dos horas de carrera. Se acalambran si les faltan sales. Dejan de lado una profesión y unos conceptos con los que investigan a diario. Es su trabajo. Conocer las reacciones del cerebro humano frente a todas las posibilidades que dan unos productos que sirven para comer. Que mi esposa me pille mirando al infinito y secándome los ojos porque hay un helado de uva garnacha, una carne, escuchar a mis hijos, que me derroten por los sentidos, no tiene que ver con que el deporte necesita una alimentación sana, sólida.

Os dejo con esta amalgama de pensamientos. Viene un bizcocho-tiramisú de naranja, perfecto.

Mañana podré correr durante horas. Los de las barritas sustitutivas os lo perdéis.

(Otra) Carta a corredora

[Fuente: Carrera de la Mujer]

Hace poco me encargaron unas líneas para otra corredora como tú. Quizá fuiste una de las treinta mil afortunadas que corrían la semana pasada la Carrera de la Mujer de Madrid. Quizá no. Lo mismo tenías lío en casa o preferiste entrenar para otro evento.

Sea como sea, si necesitas unas palabras para encontrarle el sentido a esto de correr, tuyas son.

Iniciar una existencia como corredor es zambullirse en insospechados momentos. Son adictivos, aunque ¡ojo! sólo a largo plazo.

Correr durante treinta años me ha llevado a acumular argumentos para calzarme unas zapatillas y salir a quemar tensiones, recargar las baterías o simplemente echar un tras otro. Todo esto es tan cierto como la mayoría de los leit motiv utilizados para que seas una más de esa legión de corredoras. Pero enumerar diez líneas de inspiración para una corredora es mucho más complicado que dar por válidas esas buenas razones.

El tiempo normaliza el hecho de trotar, por mucho que lo vistamos de épica o de logro o moda draconiana. Verás que es algo tramposo. No consigue anticiparte el momento en que todo es normal. Lo hace de modo inesperado. Correr juega contigo.

Correr se te insinúa como una tabla salvadora, como un bálsamo perfumado. También confirma, en sus primeras sesiones, que la crudeza del dolor no es una mentira. Es un anuncio sutil. Lo que ocurre es que las posibilidades de confirmarte en ese estado, de convivir con el cansancio, asoman y desaparecen por capricho. Te preguntas si todo era tan enrevesado. Leyendo algunas pautas y pronósticos sobre cómo encarar tu nueva existencia dentro del ‘running’ todo se presentaba como evidente. Motivarte conduciría al placer del correr. El placer se agotaría y se tornaría en un sufrimiento sensual. El éxtasis llegaría a ser dominado cuando sublimases tu experiencia en una lejana línea de meta.

Sin embargo, las cosas del correr van enseñando a que te empapes de giros inesperados, y termines apreciando cada uno de ellos. E.M.Foster cuenta en su maravillosa novela «Una Habitación con Vistas» que un viajero puede verse sorprendido en sus planes y acudir a Italia a estudiar a Giotto o conocer la corrupción Papal, pero regresar recordando sólo el cielo azul y los hombres y mujeres que viven bajo él. Es una excelente imagen de las frustrantes satisfacciones que encontrarás corriendo.

Estos párrafos están incluidos en una recopilación de pensamientos sobre el correr. Fueron editados para el 261Women’s Marathon. Es una prueba que conmemora el capricho del comportamiento humano pero también su determinación.

No cabe duda. La historia que nos dejó K.Switzer viene de un cúmulo de momentos inesperados. Podíamos pensar que muchos dueños absolutos de esos círculos de poder de nuestros días actuarían igual que aquel juez del maratón de Boston: el dominio legitima la decisión drástica. Pero el árbitro escoge un insospechado camino, el de la ira. La relevancia de las tres fotos que recorrieron el mundo tras 1967 es en cierto modo una concatenación de casualidades. La celebración de unas series 261WM me sorprendió por su ataque al corazón del establishment del correr.

Termine tu próxima salida a correr como termine, sea larga, corta, intensa o suave, a buen seguro te seguirá sorprendiendo. Lo hará porque es un ejemplo más de la falta de control que tenemos sobre las sensaciones, que surgen como una cadena loca, inmediatamente posteriores a la decisión de calzarnos unas zapatillas.

¿Te gusta ser sorprendida? Has escogido uno de los entretenimientos más irreverentes. El resto lo pondrán tus ganas.

 

[Agradezco a Javier Carmona y a www.261wm.com la recuperación de este texto]

Tus sitios favoritos para correr han sido…

Os preguntamos en twitter y os descolgasteis con una buena tira de recomendaciones. Tanto en España como en el resto del mundo (sí, hay más mundo que esto).

Tira mucho la tierra y también sois gente viajada. Recomendaciones que quedan para los que acudan de vacaciones a San Sebastián, Italia o las Montañas Rocosas. Como había que afinar un poco y el término «Montañas Rocosas», sin ir más lejos, se quedaba algo vago, seleccionamos.

No podemos elaborar un ránking pero estas han sido vuestras sugerencias. Unas de muchas. Pero llevan premio por ese extra de simpatía que desplegáis en 140 caracteres. Gracias por las sugerencias y por el material para este post.

 

 

Claro que puedes empezar a correr (2)

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¿Qué me pasará? ¿Estoy aún a tiempo de arrancar?

La solución, hoy. Lo siento runners, no es el post para los que ya domináis esto y buscáis nuevos retos.

Escucha. No veo ninguna razón por la que no empieces a correr. En este blog solemos animar a que se afronte todo este dilema recto y al toro. ¿Voy a ponerme yo a correr cuando apenas aguanto dos minutos seguidos sin escupir el corazón?

En su día recomendé todas aquellas guías que inundaron los Estados Unidos en los años setenta. En ellas se introducía el caminar como una herramienta de ayuda al complicado inicio del correr. De descanso y de ayuda, mencionaba.

Puedes correr. Ahora bien, si estás lejos de una buena forma física, haz las cosas con tranquilidad. Caminar unos minutos de manera alterna con el incipiente trote cumple dos funciones, para que nos entendamos.

1. Por un lado baja la intensidad del trabajo cardiaco. Las famosas pulsaciones bajan del nivel “alerta submarino nuclear con fuga en los reactores” a “desactivar alertas, era solo un calentón”.

2. Por otro, no paramos sino que aprovechamos para seguir trabajando a intensidad baja o moderada. No vamos a desgranar lo sano que es caminar, porque hay mucho escrito. Cuando estamos trotando de manera intensa no sólo es la velocidad de latido de nuestro corazón sino también la intensidad con que bombea. Eso que nuestros mayores de cuarenta se miden constantemente: la presión arterial. Pues bien, al detenernos después de un trote intenso la tensión se desajusta y desciende. Si paramos, corremos el riesgo de un desajuste con cierto peligro. Si seguimos caminando la diferencia entre alto y bajo es menor y, por tanto, más conveniente para nuestro organismo.

Ejemplo de guardia para principiantes decididos

En su día también recomendé una especie de guía para el “día cero”.

Como calentamiento, camina a ritmo vivo durante 5 minutos (que te dé la sensación de que a ese ritmo te iría mejor trotando).
Trota 30 segundos, camina a ritmo vivo 90 segundos (minuto y medio).
Ahora repite esa secuencia cuatro veces más.
Para enfriar el cuerpo, camina a ritmo vivo otros 5 minutos.

Con estas premisas tan asequibles, quién se va a resistir. 20Minutos.es te pone a los pies del plan más asequible y factible del orbe. A por ello.

Si regresas al día siguiente después de haberlo intentado, las preguntas de evaluación son las mismas ¿Ha sido mortal? ¿Lo puedes afrontar? Si has podido con ello, la rutina te debería llevar a aumentar esos bloques de trotar y caminar por tramos de medio minuto. No tienes ninguna prisa. Y no olvides incidir en ejercicios generales de fortalecimiento y estiramiento.

Entonces ¿todavía puedo empezar a correr?


Fuente: Tom Jolliffe, en WikiCommons

¿Puedo aún empezar a correr?

Por poder, se puede. Ya hemos hablado de todo ello. No es tarde. En realidad nunca es tarde para aficionarse a algo.

Podría citar casos de septuagenarios que han descubierto el mundo de Internet o de humanos en sus plateados cincuenta cuya pasión sobrevenida por la cocina les vuelve locos. Correr – creo – no es tan extremo.

Reformulando un poco mi anterior frase, moverse un poco no es extremo. Si me apuráis, no tiene sentido ni que nos pongamos apocalípticos sobre cómo estaremos de podridos en cincuenta años.

Vamos a dejar de lado, del mismo modo, los maratones y los riesgos innecesarios como apuntarse a un Ironman en seis meses o a una carrera de montaña en nueve. El objetivo que siempre pongo a mis novatos es que, correr por el placer de hacerlo, es una tarea para la que recuperamos al cuerpo. El organismo lo sabe. No es necesario que rescatemos la capacidad del ADN mitocondrial para trabajar como hacían los habitantes de las sabanas africanas.

Por muy desmedidamente roto que haya sido nuestro esquema de vida.. pongámoslo de la siguiente manera:

Si tienes más de cuarenta, seguramente hayas hecho ejercicio sin saberlo. Era cuando corrías y jugabas a esconderte. O cuando bajabas a ayudar a tu madre con las bolsas de la compra.

Si apenas rondas los treinta, sólo un cataclismo sedentario podría haber hecho que tu organismo esté tan echado a perder como crees. Para un momento a pensarlo; no hace tanto saltabas haciendo el burro en la piscina y hasta ayudaste con un par de mudanzas sin perder la vida.

Si lees este blog y merodeas los veinte años, siéntate a preguntar a los que veas alrededor. Fíjate en esa señora con arrugas en la cara y unos pómulos afilados. O ese operario de la gorra y los pantalones cuatro tallas más grandes. No es muy probable que sean corredores de maratones. Pero ten la certeza que tienen un ritmo de vida activo. No hacen pereza para moverse, por obligación laboral o por vitalidad.

Por lo que, no. No es tarde para empezar.

En el próximo post te cuento qué hay que hacer, una vez que ya has leído todo lo legible. Y te hayan calentado la cabeza con esos imprescindibles. Intentaré repasar todo lo dicho y escrito y dejarte claro cuales son la claves para mí.

Calafell corre contra las enfermedades

Hola camarada,
Te iba a pedir un favor.

Las cosas, cuando se piden con elegancia y franqueza, son como son.

Paso sin más dilación a difundir esta nota de un conocido con cosas interesantes que contar.

Se está organizando con mucho esfuerzo y mucho trabajo una carrera en Calafell para el 11 de mayo a beneficio de la Asociación Española Contra el Cáncer. Es un memorial a una joven persona que murió el año pasado victima de esta enfermedad. La prima de mi camarada ha querido homenajearla y lograr así una ayuda para otros que puedan estar en su misma situación.

Si estás interesado, puedes ir  a la web  de las inscripciones: www.athleticevents.net

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La telenovela del corredor: él/ella

Vuelven estos dos. Ellas y ellos, enfrentados y acaramelados en esa esfera permanentemente irresoluble que tengo el gusto de escribir con Rosa Asensio, bloguera, móvil corredora y un tesoro del telenoveleo. Chicos, chicas, hoy tocan el pie y su cuidado.

Si alguien se siente aludido, hala, ¡ya hemos hablado de ti en internet! Tus tres minutos de gloria comienzan…

ZAPATEO

Él (runner).

Tengo los pies destrozados de la sesión de montaña que nos hemos dado. Dos uñas negras que he tenido que ocultarle. A ver quién se atreve. El verano pasado estuvo en un tris de obligarme a ir con sandalias cerradas después de haber corrido aquel ultra en la montaña. Se pasó medio verano mirándome con cara de odio cada vez que asomaba por la piscina. Está, además, en ese gremio de la agencia de publi donde todos se miran, recontramiran, remiran y devuelven las miradas tamizadas y casi envueltas en un análisis de branding.

¿Y en Altea? Va, hombre. En la playa te juro que me esquivaba. Era parar en una farmacia a comprar un gel relajante para los pies y se ponía hecha una furia.

Pues debería saber que no son ellas las únicas que usan productos para cuidarse. Un gel mentolado es lo mejor para reparar las piernas después de una sesión criminal. Vamos, que si no fuera por estos cuidados iba siquiera a aguantar cuando luego me saca a bailar en las fiestas playeras.

Porque aguanto en forma. Eh -guiño escultural- Que se sepa. Pocos de los novios de sus amigas pueden ponerse unas bermudas que les queden tan bien.

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Ella (no runner)

Sabía que este día era importante para mi. Mi jefe nos había invitado a una Barbacue con todos los jefazos de la Agencia. Una oportunidad!!

– «No te retrases», le dije anoche, antes de que hoy se fuera de madrugada a no sé qué trail de no sé dónde.
– «¡Que no mujer!»

Pues no sólo no se retrasa sino que aparece con arañazos como grietas en la cara y las piernas. Lo mato.

«Este chico es tonto», pienso. Y empieza a contarme todo con la ilusión de un niño, con esa emoción, con esa mirada…a la que no me puedo resistir.

Me levanto, le beso como si no hubiera mañana y le mando a la ducha.

Él asiente obediente e intentando disimular el dolor de las ampollas y uñas negras, que sé me oculta, hace que corre hacia la ducha. Me giro y me río. Total, no hay maquillaje que no cubra esos arañazos y, a decir verdad, a ninguno de mis jefes le quedan las bermudas como le quedan a él. Ains.