Ciencia, tecnología, dibujos animados ¿Acaso se puede pedir más?

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Tiempo de fans

Las grandes obras de la literatura y el cine no pertenecen tan sólo a sus autores: también son de sus fans. El gran poder cultural y económico de La Guerra de las Galaxias, Harry Potter, El Señor de los Anillos o Perdidos se deriva de que millones de personas se identifican con estas historias, las hacen suyas e incluso las viven con pasión. Una de estas sagas bendecidas por el amor de multitudes es la clásica Star Trek, que gracias a este persistente cariño ha sobrevivido decenios y dado lugar a múltiples películas y series de televisión descendientes de la primigenia; este año se estrenará una nueva película. Resulta que un capítulo de una serie descendiente de Star Trek ha sido nominada para un Nebula, los Oscar de la ciencia ficción: un capítulo de Star Trek: Phase II, notable porque es obra de aficionados. Los fans, así, no se han limitado a seguir el universo de Star Trek, sino que lo han hecho suyo y ampliado más allá de los deseos de sus creadores y propietarios. Porque sienten como propio ese universo, y quieren participar. Y porque se ha terminado la idea del consumidor pasivo de información: ahora todos los fans quieren también ser creativos.

Violación de la privacidad con resultado de muerte

Los datos descontrolados matan. O si no, que se lo cuenten a Raúl Reyes, o en su día a Dzyojar Dudáyev, o a las decenas de activistas palestinos asesinados por las fuerzas israelíes. Basta con que caigan en manos enemigas el puñado de bites que representan un lugar en un momento dado para que sea posible acabar con la vida de alguien. Por eso es tan importante la privacidad, es decir, el que uno mismo tenga la capacidad de controlar qué datos están en manos de quién, y cuándo. Porque lo contrario es una amenaza que puede llegar a ser mortal. Cualquier teléfono móvil es una emisora que se identifica continuamente. Si esa identificación puede relacionarse con una persona, un atacante que disponga de una mínima capacidad tecnológica puede triangular la posición del teléfono, y por tanto de la persona. Los teléfonos de satélite, que emiten con mucha mayor potencia, necesitan sin embargo una sofisticada infraestructura tecnológica para la triangulación. En un móvil normal, la misma red de la compañía telefónica puede realizar esta operación con sencillez, simplemente utilizando software. En resumen, cualquier individuo cuya relación con un teléfono móvil sea conocida puede ser seguido, o asesinado, usando medios cada vez más sencillos y, por tanto, más al alcance de muchos posibles enemigos. Es por eso que la asociación entre nombre y teléfono debiera ser privada, y sólo debería descubrirse bajo el más férreo control judicial. Es más que dudoso ese control en casos como el de Reyes o Dudáyev, por no mencionar el problema jurisdiccional (¿qué juez? ¿bajo qué ley?).

Piénselo; mucha gente no derramará lágrima alguna ante la eliminación de un terrorista. Pero el terrorista de unos es el luchador por la libertad de otros; en algunos casos es una cuestión de definición. Si esta tecnología hubiese estado en manos del ocupante nazi en la Francia de la Segunda Guerra Mundial, la Resistencia hubiese sufrido sobremanera. O piense en lo que hubiese podido pasar si la tecnología hubiese caído en manos de un estado totalitario como la Unión Soviética o la Alemania nazi. No nos parece demasiado mal que quien comete crímenes sea localizado, o incluso eliminado, pero los crímenes que justifican este tratamiento pueden ser también ideológicos, incluso imaginarios. En un estado opresivo la definición de ‘crimen’ es arbitraria, y sin privacidad de ella dependerá nuestra libertad, e incluso nuestra vida. Simplemente trate de pensar en lo que podría ocurrir si este tipo de tecnología cayese en manos de la opción ideológica que usted más aborrece. Temible, ¿verdad? Para colmo la tecnología cada vez ofrece más poder a grupos más pequeños de personas: ya no hace falta toda una infraestructura estatal para hacer cosas que antes sólo podía hacer todo un país. Esto supone que lo que hoy hace Israel, EE UU o Colombia mañana lo podrán hacer organizaciones terroristas, y pasado mañana un individuo.

Es por eso que el derecho a controlar quién tiene nuestros datos personales se está convirtiendo ya en uno de los más importantes cimientos de la libertad futura. Las leyes deben limitar el acceso a ese tipo de información al máximo, con el consentimiento de la persona o como mínimo bajo estricto control judicial. Porque la privacidad es algo más que el derecho a evitar que a uno le incordien con correo electrónico basura o le llamen por teléfono con ofertas a la hora de la cena. La información mata, y tenemos que disponer de un mínimo derecho a la autodefensa.

Clonar no es fotocopiar

La ganadería brava de Victoriano del Río quiere clonar a su semental, un toro llamado ‘Alcalde’ que a través de su simiente ha proporcionado grandes éxitos al criadero. Con ello el ganadero bravo demuestra una recomendable capacidad de mirar hacia el futuro y un notable talento para el márketing. Además de un notable desconocimiento de la ciencia. La clonación no es un proceso de ‘fotocopia’ de seres vivos: el clon de ‘Alcalde’ ni siquiera será completamente idéntico a su original en lo genético, ya que el genoma de las mitocondrias (las factorías energéticas de las células) es independiente, y se hereda de la madre. Además, el caso de la archiconocida oveja ‘Dolly’ ha demostrado que los animales clonados sufren procesos de envejecimiento acelerado y enfermedades que no se corresponden con su edad cronológica: el proceso de clonación deja huellas. El descendiente clónico de ‘Alcalde’ (¿’Alcalde bis’?) no tendrá necesariamente los mismos talentos que su antecesor genético. Lo cual no quiere decir que la operación no resulte un éxito rentable, desde el punto de vista de las relaciones públicas. Científicamente, es otro cantar: la clonación no es una vacuna contra la muerte, ni siquiera de los genomas. Por mucho que lo diga Hollywood, un clon no es una fotocopia.

Internet como amenaza

Para los políticos españoles Internet no es una oportunidad, no es el futuro: es una amenaza, un territorio misterioso. En una campaña electoral tan reñida como la actual, con diferencias tan cortas en las previsiones de voto, los líderes han necesitado arriesgar, y así han aceptado los dos debates televisados cara a cara donde parece se van a jugar las elecciones. Pero no han optado por Internet. El debate propuesto en la Red por una amplia representación de medios digitales ha quedado arrumbado en favor de la televisión; lo malo conocido ha desplazado a lo bueno por conocer. Es cierto que desde que un pionero debate Kennedy-Nixon marcara las elecciones presidenciales estadounidenses de 1960, la televisión ha sido clave en la política. Pero Kennedy y Nixon arriesgaron, haciendo algo que antes no se había hecho nunca; no así nuestros actuales candidatos. El miedo a no controlar los tiempos y ritmos de Internet ha vencido a la necesidad de impactar a un electorado (el internauta) cada vez más amplio, y que sobradamente demuestra ser el más activo e interesado por la participación política. ¿A lo peor es eso lo que temen los partidos?

Microsoft: ¿tocar, o sólo mirar?

En castellano, idioma riquísimo, hay palabras que califican a las personas que incitan y coquetean, pero que luego a la hora de la verdad no permiten culminar; aunque son términos que se evitan en compañía civilizada. Microsoft, con su reciente anuncio de que permitirá a los programadores externos mirar el código fuente de algunos de sus principales productos. puede acabar haciéndose acreedora a estos calificativos. Porque según todas las apariencias, Microsoft permitirá mirar, pero no tocar. Algo que está muy alejado del concepto de código abierto.

Que programadores de terceras empresas puedan acceder al código fuente hará mucho más simple diseñar programas que interactúen con los productos de Microsoft, es cierto. Lo cual es vital, cuando uno de sus principales productos es el sistema operativo más extendido en el mundo del ordenador personal. Hasta ahora desarrollar software para el PC era un ejercicio ingrato, porque esos programas tienen que cooperar con el sistema operativo, que estaba oculto; era imposible mejorar el trabajo conjunto, porque Microsoft tan sólo ofrecía una serie de ‘puertas’ para que programa y sistema operativo pudieran comunicarse. Durante años ha cundido la sospecha de que los propios programas de Microsoft no utilizaban esas ‘puertas’ públicas, sino que encajaban con el sistema operativo de modo más eficiente a través de conexiones secretas que ofrecían ventajas de potencia y velocidad imposibles de alcanzar para la competencia. Así, Microsoft no sólo habría abusado de su poder en el mercado, sino que estaría impidiendo competir en igualdad de condiciones a los fabricantes por ejemplo, de procesadores de textos: Word siempre tendría ventaja. Una ventaja injusta.

De ahí los sucesivos enfrentamientos de Redmond con la Unión Europea, que le exigía mayor transparencia para evitar esas sospechas. Y de ahí el anuncio de Microsoft, que algunos interpretan como un completo cambio de mentalidad por parte de la empresa, e incluso como su conversión al mundo del código abierto. Pero para ser abierto de verdad no basta con dejar mirar: también hay que permitir tocar. Hay que dar permiso para que otros modifiquen, adapten y utilicen tu código para sus propios fines. Hay que atreverse a ir más allá. De momento, Microsoft no ha ido tan allá. Aunque lo que ya ha anunciado sea un interesante primer paso en la buena dirección, todavía se quedan cortos.

El anuncio de la multimillonaria multa de la Comisión Europea a Microsoft por encarecer en exceso el acceso de empresas a la información de compatibilidad arroja una luz nueva sobre las intenciones de Redmond. Trataban tan sólo de bloquear esta multa récord con un anuncio preventivo, que no les ha salido bien. Veremos en qué quedan las supuestas intenciones de apertura de Microsoft ahora. Actualizado el 27/2/2008.

Atracar 400 bancos sin salir de casa

El Grupo Salvaje original no pudo ni soñar con ello, pero la tecnología lo ha hecho posible: hasta 400 bancos podrían estar siendo aligerados de su dinero por medio de un gusano informático, un método mucho más elegante para robar un banco que plantarte en una sucursal con una escopeta de cañones recortados. Y también mucho más efectivo. El arma del delito es un ‘gusano informático‘, un programa capaz de recorrer por sí mismo las redes de telecomunicaciones hasta llegar a un ordenador vulnerable, momento en el que ejecuta sus instrucciones. En este caso, el gusano se llama SilentBanker, y actúa interceptando las comunicaciones entre el banco y el usuario, de tal modo que redirige los movimientos de dinero hacia cuentas de terceros sin que ninguna de las dos partes se de cuenta. Como su propio nombre indica, su principal característica es el camuflaje. Lo cual quizá explique el que sea considerado oficialmente como de bajo riesgo, mientras que otras estimaciones indican que muchos bancos han resultado afectados. E incluso que la plaga se extiende.

A nadie le conviene extender estas noticias. Los bancos quedan, obviamente, mal si les roban dinero. Los clientes no quieren quedarse sin ahorros, y las compañías informáticas y de telecomunicaciones no quieren admitir que su control sobre sus propios productos es limitado, en el mejor de los casos. Al final, lo único que sirve es la higiene: tenga usted mucho cuidado de mantener siempre su ordenador lo más parecido posible a una patena, por ejemplo con las herramientas gratuitas del Centro de Alerta Antivirus. Porque si ni de los bancos te puedes fiar a la hora de guardar el dinero…

Corregida una expresión más que confusa para evitar decir lo contrario de lo que pretendía, el 21/2/2008. Gracias por el soplo, antípodo.

Alcanzar el cielo (empatar a China)

Cualquier día a partir del próximo miércoles, fecha prevista para la vuelta a la Tierra de la lanzadera espacial Atlantis, un crucero AEGIS estadounidense clase Ticonderoga disparará un misil Standard Missile-3 (SM-3) modificado desde alguna parte del mundo (quizá el atlántico). El misil ascenderá hasta unos 250 kilómetros de altura soltando varias etapas vacías por el camino, y dejando allí una cabeza de combate relativamente pequeña equipada con telescopios de infrarrojos y varias toberas, que buscará contra el frío del espacio una marca cálida. Una vez localizado, la cabeza maniobrará para colocarse en curso de colisión [pdf] con un satélite espía, también estadounidense, conocido como USA-193, contra el que chocará a una velocidad de miles de kilómetros por hora, destruyéndolo por completo. A esas velocidades no hacen falta explosivos. Aún no está claro dónde sucederá, y mucho menos por qué, aunque la explicación más plausible es simple: para demostrar quién manda aquí. En especial, a los chinos.

USA-193 es posible que tenga un aspecto similar a la reconstrucción de GlobalSecurity (arriba), aunque no es seguro, porque se trata de uno de lo secretos mejor guardados de los EE UU. Se trata de un satélite espía equipado con radar, vital para observar desde el más elevado de los puntos de vista los movimientos de tropas, aviones y buques de guerra de los enemigos de los EE UU en todo el mundo. Lanzado hace dos años, NROL-21 (nombre oficioso de USA-193) falló tras su lanzamiento y ha sido un perfectamente inútil amasijo de alta tecnología en órbita desde entonces. De hecho se está viniendo abajo por sí solo, y su reentrada en la atmósfera (e incineración) son inminentes. De ahí la sorpresa de propios y extraños ante la anunciada intención de echarlo abajo (poco) antes de tiempo. ¿A qué ese empeño en matar a quien se muere a chorros?

Se han barajado muchas razones. Que si el satélite lleva combustible de maniobra, llamado hidracina, y piezas de berilio que podrían contaminar la zona donde caigan los restos (pero arderán en la reentrada); que si es una ocasión de perlas para probar gratis el cacareado sistema antimisiles balísticos que tan caro ha salido (y tan dudosa efectividad [pdf] ha mostrado en pruebas más formales); que si el satélite podría estar equipado con una fuente de energía radiactiva (insinúan los rusos); que si mejor evitar que ningún pedazo de esta chatarra de altísima tecnología caiga en manos ajenas (aunque poco quedará tras la reentrada). También hay serias razones en contra. El porqué más lógico parece ser el deseo de emular a la futura archirrival militar de los EE UU, China, que hace pocos meses hizo lo propio derribando uno de sus propios satélites meteorológicos obsoletos, sólo para demostrar que podía. El enérgico desmentido del gobierno estadounidense así parece confirmarlo. Y es que al final demasiadas veces los países se enzarzan en competencias a ver quién la tiene más grande. El arma antisatélites, claro está.

Nuevos datos indican que el lanzamiento del misil se hará desde el Pacífico, cerca de Hawaii, y la interceptación se producirá en mitad del océano; la nube de restos pasará por encima del norte de Canadá. Añadido un enlace sobre las pruebas del sistema antimisiles balísticos el 20/2/2008. Añadida una simulación realista del derribo y sus consecuencias el 21/2/2008.

Los peligros de la nube

La ‘computación en nube’ es lo último: en vez de usar un PC potente, se instala un ordenador barato que almacena programas y datos en un servidor remoto, como hacen Hotmail o gMail. Cada vez hay más y de más tipos, ya que confiar en la ‘nube’ es más barato y ahorra problemas de actualización y seguridad; se acabaron los ataques de ‘crackers’, los virus, etc. Un terminal ‘tonto’ y una buena conexión a Internet, y tenemos la potencia de un gran ordenador sin pagarlo; el diseño original de Internet. Pero la ‘ nube’ tiene sus problemas. Y no sólo los de seguridad y privacidad. También está la fiabilidad de las conexiones a la Red, e incluso de esas empresas. Como se ha visto la pasada semana, cuando Amazon Web Services estuvo dos horas fuera de la Red, afectando a algunos de sus clientes empresariales como Twitter. La ‘computación en nube’ es tan importante para el futuro que en buena parte explica la oferta de Microsoft por Yahoo!: juntos pueden plantar cara a Google en este campo. De momento, le falta fiabilidad; mejor conservar nuestros PCs.

El canon y las razones equivocadas

A veces en política no es tan importante lo que se dice, sino las razones que se dan para justificar lo que se dice. Según este patrón, las posturas de los principales partidos españoles respecto al canon digital son ambas igual de abominables, rechazables y demagógicas. Si éstas son las dos opciones que tenemos para escoger, estamos apañados. Por una parte tenemos al presidente Zapatero y su optimismo antropológico, pidiéndonos el apoyo al canon en nombre del patriotismo y el apoyo a la cultura. Triste es la cultura nacional que ha de ser subvencionada por otra industria; triste, y condenada a morir a corto plazo. Si la única solución al cine, la literatura y la música de este país es un impuesto sobre las ventas de aparatos electrónicos, podemos dar por muerta a la cultura española. Si el patriotismo se invoca para sostener leyes absurdas y contraproducentes no se llama patriotismo, sino chauvinismo, y en el actual mundo globalizado es peor que malo: es inútil. La llamada al patriotismo cultural de Zapatero es patética, y sus motivos, sospechosos.

No mucho mejor es el ataque al canon que protagoniza ahora el principal partido de la oposición, el PP. Su candidato a la presidencia, Mariano Rajoy, se llena la boca de promesas de acabar con el canon, lo cual sería en sí mismo bueno. Pero sus razones para atacar este nefasto mecanismo de compensación no pueden ser peores. El 50% es torticera demagogia, cuando afirma que no se puede tratar a todo el mundo como si fuesen piratas, implicando algo falso (el canon no compensa la piratería, sino la copia privada). Y el otro 50% es peor, porque Rajoy y su partido plantean el rechazo al canon casi como un castigo colectivo contra los artistas españoles, que consideran políticamente enemigos. Malo es que un candidato a presidente justifique una medida con razones equivocadas; peor es que considere medidas políticas como castigo colectivo a quien no le apoya.

Ninguna de las ofertas tienen por dónde agarrarlas. Ni el PSOE explica por qué una industria de futuro debe subvencionar a una del pasado, o cuál es el coste para el país de hacerlo, ni el PP explicita qué hará con el problema de la propiedad intelectual, aparte de la populista medida de quitar el canon. Lo que está en juego es el futuro de la industria de la cultura, de la propia cultura y de la Sociedad de la Información, que es la del futuro; no es asunto para demagogias. Lo que hace falta no son llamadas al sacrificio ni parches interesados, sino una reforma en profundidad de lo que es, cómo se defiende, para qué sirve y cómo se compensa la propiedad intelectual e industrial, desde los derechos de autor a las patentes y marcas comerciales. Ninguno de los actuales programas de los partidos españoles se atreve a plantear una ley así, que marcará el futuro del país. En el panorama político, donde quiera que uno mire, sólo hay demagogia. Y entre los electores y ciudadanos, vergüenza. Ajena y propia.

199 cumpleaños de Charles Darwin

Desde que la humanidad es humana nos hemos preguntado por el origen de la variedad de los animales y plantas que pueblan el planeta. Para una mentalidad religiosa, anclada en la mitología, la respuesta a cualquier pregunta sobre los orígenes, diferencias y semejanzas entre seres vivos era siempre la misma: ‘es la voluntad de la deidad’. Hasta tal punto que origen y divinidades quedaron unidos en la mente de las gentes, formando una unidad, como la que formaban los cielos y los dioses. Las personas etiquetaban para su uso e interés los seres vivos, pero no se molestaban demasiado en preguntar de dónde venían.

Sin embargo los filósofos (amantes del conocimiento) que se molestaban en mirar de verdad no podían por menos que percibir similitudes intrigantes entre los animales, además de sus diferencias. Un gorrión es casi idéntico a otro gorrión, lo cual nos permite agruparlos juntos, pero también se parece mucho a un águila, porque ambos son aves. Analizando bajo la superficie, resulta que gorrión y águila son en muchos aspectos como los mamíferos, y en otros se parecen a los reptiles, que a su vez comparten características con los anfibios. Y así todo. Los seres vivos están claramente relacionados. Cuando se analiza su anatomía en detalle, aparecen profundos parecidos: todos los mamíferos tienen igual modelo de diente, sean musarañas o elefantes; todos los tetrápodos lucen en sus extremidades el mismo esquema, desde el ala de un ave a la pata de un caballo, la mano humana o la garra de un tigre; ciertos huesos de la mandíbula de los reptiles forman parte del oído de los mamíferos. Estos parecidos son un misterio.

Para los creyentes de toda deidad, la respuesta a este misterio era y será siempre la misma: es la voluntad de la divinidad. Pero para filósofos y naturalistas esta explicación es insuficiente. Los animales se agrupan por parecidos, y se separan por diferencias de un modo consistente y sutil. Los estudiosos empezaron a pensar que unos animales podían, tal vez, transformarse, cambiando sus estructuras, pasando de una forma a otra. Estas ideas, sin embargo, tropezaban con una barrera infranqueable: no se conoce mecanismo alguno capaz de transformar hoy en día a un pez en reptil, o a éste en ave o mamífero. Sin saber de qué manera podría haberse producido esa transformación, la idea era ridícula. Especialmente cuando la explicación alternativa (dios lo quiere) era apoyada con frecuencia y contundencia por las autoridades civiles, por la violencia si era necesario.

Y entonces llegó Charles Darwin: un tímido estudiante de teología convertido en naturalista que tuvo la inmensa suerte de realizar un largo viaje alrededor del mundo que le permitió ver con sus propios ojos muchas de las maravillas de la vida en el planeta, y sobre todo tuvo mucho tiempo para pensar. Con lo que pudo observar, ciertas ideas radicales (y dudosas) sobre economía de Thomas Malthus, la idea de tiempo profundo producto de sus estudios con su mentor Adam Sedgwick y su lectura de los Principios de Geología de Charles Lyell, además de su experiencia en la crianza de animales domésticos, Darwin supo comprender el mecanismo de este fenómeno, explicando el procedimiento por el que un ser vivo podía acabar dando lugar a otro diferente.

Funciona así: todos los seres vivos tienen muchos descendientes, todos casi iguales, todos diferentes. A unos les va mejor en la vida que a otros, y estos triunfadores tienen más descendencia, que hereda sus diferencias y obtiene así una ventaja en su propia lucha por la vida. Los descendientes son como los progenitores pero ligeramente distintos; una idea simple. Cuando pasan miles, centenares de miles, millones y decenas de millones de años y de generaciones este motor sencillo es capaz de transformar la aleta de pez en la pata de un reptil, y ésta en la pierna de un mamífero, que se convierte en la aleta de una ballena y acaba cumpliendo la misma función que la aleta original, pero de forma diferente. Sin perder en sus características el rastro de cada uno de los cambios. Elegante y poderoso.

Darwin llamó a su teoría ‘descendencia con modificación’, y a su motor ‘selección natural’, por analogía con la ‘selección artificial’ de los criadores de vacas, perros o palomas, que escogen cuál se reproduce y cuál no en función de sus intereses. La teoría era sólida, y potente, pues permitía entender con facilidad la sorprendente variedad de los seres vivos, y sobre todo, sus misteriosos parecidos. Un antecesor común de toda la vida explica por qué todos usamos el mismo esquema químico básico (ADN, proteínas, lípidos, azúcares); un pez tuvo la primera aleta con quiridio, y por eso lo heredamos todos los tetrápodos; el primer mamífero tuvo un molar tribosfénico que sus descendientes hemos adaptado de mil y una formas, porque las diferencias de hábitat y modo de vida explican todo lo que separa a ratones, osos, gatos y humanos. El misterio central de la biología, el juego de parecidos y diferencias entre los seres vivos, puede explicarse. Ya no hace falta un creador de la vida para comprenderla.

De ahí el genio de Charles Darwin, el primer humano que comprendió la naturaleza de verdad, y de ahí su posición central en la ciencia de la biología, y en nuestro conocimiento del universo. De ahí la férrea oposición a su idea desde quienes creen en un creador, dado que el misterio central de la biología era su único refugio, una vez expulsadas las deidades del cielo por la física y la astronomía. Contraviniendo el postulado central de toda religión, la fe sin pruebas, muchos creyentes sinceros y benévolos se han empeñado y se siguen empeñando hasta hoy en denigrar y rechazar una explicación de la naturaleza viva, sólo porque les roba lo que consideran una prueba de la existencia de la divinidad. Darwin, tímido y bondadoso en lo personal, era consciente de lo que esperaba a su teoría y a él, por crearla. Por eso dudó durante 20 años, y por eso quiso rodear su hipótesis central de tantos datos y tan robustos razonamientos que fuera capaz de sobrevivir a las polémicas que le aguardaban. Hombre religioso en su vida personal, su honestidad intelectual le obligó sin embargo a publicar una tesis que sabía le acarrearía el odio de muchos eclesiásticos y el rechazo de las iglesias del mundo, que sigue hasta la actualidad.

Hoy se cumplen 199 años del nacimiento de Charles Darwin, que encajó las piezas básicas del rompecabezas de la vida de modo tan ingenioso y sutil que los nuevos descubrimientos, desde la bioquímica a la genética, desde la paleontología a la ecología, refuerzan su esquema básico al clarificar los detalles de lo ocurrido en nuestra historia planetaria. Merece la pena recordar y homenajear a quien regaló a la especie humana una de sus cumbres intelectuales: el entendimiento del cómo hemos llegado hasta aquí.