Ciencia, tecnología, dibujos animados ¿Acaso se puede pedir más?

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Hollywood vende humo (y Apple gana)

Steve Jobs es un genio, y Hollywood no sabe qué hacer para evitar el destino de las fonográficas. El acuerdo recién anunciado entre las principales productoras de cine y Apple que pondrá las películas de estreno en iTunes al mismo tiempo que en DVD no va a impedir el rampante intercambio de películas en las redes P2P. Su efecto sobre el final de la llamada ‘piratería’ será nulo. Puede que iTunes sea la principal tienda online de música y contenidos digitales (como afirma Apple), pero su volumen total es ridículo comparado con el de las redes de intercambio; además, iTunes venderá las películas a un elevado precio (9,73 euros las de estreno y 6,48 euros las de catálogo) y cargadas con candados tecnológicos que sólo causan problemas (como saben los clientes de MSN Music, que pueden perder sus canciones pagadas porque Microsoft abandona el servicio). Quizá Apple reactive con este pacto las pobres ventas del Apple TV, pero las productoras no se adaptarán así a Internet. Amplio catálogo, total compatibilidad, precios reducidos y ausencia de limitaciones son las únicas vías que tiene Hollywood para recuperar la iniciativa en la Red. El resto es humo.

Sin candados; ley de vida

Imagine que le vendieran el coche con un libro diciendo a dónde puede conducirlo, y a qué sitios no; o el piso con la condición de que los viernes alternos no pise siquiera el salón. De esta manera le gustaría a la industria editorial (fonogramas, películas, libros) controlar el uso de las canciones, los textos o las imágenes. Los sistemas de candado tecnológico (DRM, digital rights management, gestión de derechos digitales) no sólo impiden la copia de los archivos digitales, sino que controlan su uso; el número de veces que puede escucharse una canción sin pagar, o el tiempo durante el que puede verse una película. Los editores realmente pensaban que nos íbamos a comprar canciones de tres escuchas o películas para verlas en 24 horas, y a precios exorbitantes. Mientras existe una alternativa, gratuita y sin DRMs, como son los programas de intercambio entre iguales (P2P). La realidad, poco a poco, está prevaleciendo, y las canciones y películas pronto carecerán de candados. ¿Es tan difícil entender que el público prefiere utilizar lo que compra sin limitaciones?

Tiempos de gorrinos aeronautas

Parecía imposible, pero ha ocurrido: las fonográficas, cogidas como están por las gónadas por las empresas de tecnología, están reluctantemente recuperando el juicio. El anuncio de que EMI va a distribuir su música en formatos digitales de alta calidad y sin ningún tipo de protección anticopia o candado tecnológico es un indicio de que la obstinación y la arrogancia pueden luchar contra la gravedad, pero sólo durante un tiempo; y de que las leyes básicas del universo están ganando esta batalla, como todas. Y sin embargo hay un pero que poner a la general alegría que cualquier ser racional puede sentir ante la noticia y su previsible extensión a otros ámbitos (¿escucha alguien en las sociedades de gestión?). Y es que el acuerdo entre EMI y Apple hace que la ausencia de anticopias sea un privilegio que hay que pagar; un lujo que se cobra aparte. Es como si en una tienda de ropa le cobraran extra por quitarle la etiqueta antirrobo; como si la música naciera con el candado puesto, y el benevolente papel de los amos del ‘copyright’ fuera proporcionar el servicio de limpiarla de ese pecado original. Puede que los cerdos vuelen, pero no dejan de ser carne de cochiquera.

Primero nos ponen un candado donde no lo había, y después nos cobran por quitarlo. Es una mentalidad que se parece demasiado a la ‘protección’ de las mafias, o el viejo chantaje de toda la vida; una forma de pensar reveladora. Debemos alegrarnos de que un poco de sentido común parezca estar penetrando por fin en la dura mollera de la industria fonográfica; debemos esperar que este eco de inteligencia sea escuchado en los imperios de la gestión de derechos de autor. Pero no debemos descuidarnos, porque la mentalidad depredadora sigue estando ahí. Aunque hoy toca felicitarse porque una empresa ha dado, a regañadientes, un paso en la buena dirección. Quién sabe: igual acabamos disfrutando del jamón aéreo.

La locura de las discográficas

Locura, según se atribuye a Albert Einstein, es hacer siempre lo mismo y esperar diferentes resultados. La industria discográfica viene demostrando su fundamental falta de salud mental desde que se ‘cargó’ judicialmente a Napster, empeñada en que cerrar (páginas web, o canciones) es la única solución a sus problemas. Y obteniendo a cambio el continuo e incesante crecimiento del intercambio de ficheros entre iguales (P2P) y la ruina de su negocio. Ahora, tras años de obstinación y un último rapapolvo por parte de Steve Jobs (cuya tienda iTunes demuestra que es posible vender música en Internet), algunas discográficas se están pensando hacer eso: vender música en la Red sin cerrojos tecnológicos. O tal vez no; las confirmaciones y desmentidos se cruzan. Habrá que ver si esta vez las industrias del disco son capaces de variar su conducta y plantearse que ya que lo cerrado ha demostrado reiteradamente no funcionar, es hora de probar con lo abierto. Aunque sólo sea para variar.