Ciencia, tecnología, dibujos animados ¿Acaso se puede pedir más?

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El canon y las razones equivocadas

A veces en política no es tan importante lo que se dice, sino las razones que se dan para justificar lo que se dice. Según este patrón, las posturas de los principales partidos españoles respecto al canon digital son ambas igual de abominables, rechazables y demagógicas. Si éstas son las dos opciones que tenemos para escoger, estamos apañados. Por una parte tenemos al presidente Zapatero y su optimismo antropológico, pidiéndonos el apoyo al canon en nombre del patriotismo y el apoyo a la cultura. Triste es la cultura nacional que ha de ser subvencionada por otra industria; triste, y condenada a morir a corto plazo. Si la única solución al cine, la literatura y la música de este país es un impuesto sobre las ventas de aparatos electrónicos, podemos dar por muerta a la cultura española. Si el patriotismo se invoca para sostener leyes absurdas y contraproducentes no se llama patriotismo, sino chauvinismo, y en el actual mundo globalizado es peor que malo: es inútil. La llamada al patriotismo cultural de Zapatero es patética, y sus motivos, sospechosos.

No mucho mejor es el ataque al canon que protagoniza ahora el principal partido de la oposición, el PP. Su candidato a la presidencia, Mariano Rajoy, se llena la boca de promesas de acabar con el canon, lo cual sería en sí mismo bueno. Pero sus razones para atacar este nefasto mecanismo de compensación no pueden ser peores. El 50% es torticera demagogia, cuando afirma que no se puede tratar a todo el mundo como si fuesen piratas, implicando algo falso (el canon no compensa la piratería, sino la copia privada). Y el otro 50% es peor, porque Rajoy y su partido plantean el rechazo al canon casi como un castigo colectivo contra los artistas españoles, que consideran políticamente enemigos. Malo es que un candidato a presidente justifique una medida con razones equivocadas; peor es que considere medidas políticas como castigo colectivo a quien no le apoya.

Ninguna de las ofertas tienen por dónde agarrarlas. Ni el PSOE explica por qué una industria de futuro debe subvencionar a una del pasado, o cuál es el coste para el país de hacerlo, ni el PP explicita qué hará con el problema de la propiedad intelectual, aparte de la populista medida de quitar el canon. Lo que está en juego es el futuro de la industria de la cultura, de la propia cultura y de la Sociedad de la Información, que es la del futuro; no es asunto para demagogias. Lo que hace falta no son llamadas al sacrificio ni parches interesados, sino una reforma en profundidad de lo que es, cómo se defiende, para qué sirve y cómo se compensa la propiedad intelectual e industrial, desde los derechos de autor a las patentes y marcas comerciales. Ninguno de los actuales programas de los partidos españoles se atreve a plantear una ley así, que marcará el futuro del país. En el panorama político, donde quiera que uno mire, sólo hay demagogia. Y entre los electores y ciudadanos, vergüenza. Ajena y propia.

Palabras y obras

Mariano Rajoy dice que quiere cargarse el canon digital. Sus palabras son contundentes, pero no sintonizan con sus obras. Y no sólo porque omite aclarar de qué forma piensa hacerlo, sino por las compañías de las que se rodea. El portavoz de la SGAE Pedro Farré, padre de ocurrencias como el carné de conducir internauta y reiterado lanzador de ideas torticeras sobre el ‘copyleft’, ha presidido la mesa de Propiedad Intelectual y Contenidos en la Sociedad de la Información del cacareado Diálogo Digital Popular. El diálogo ha sido organizado por Javier Cremades, abogado especializado en la defensa del derecho de autor y presidente del FIPI (Foro Iberoamericano de la Propiedad Intelectual) y que también profesa opiniones curiosas sobre el ‘Software Libre’. La presencia de estos adalides profesionales de la Propiedad Intelectual draconiana no augura nada nuevo, y muy poco bueno, sobre las desconocidas ofertas del PP para proteger a los autores eliminando a la vez el canon. Quizá las palabras de Rajoy sobre el ‘desarrollo tecnológico’ resolviendo el problema tengan que ver con candados digitales y marcas de agua, mecanismos queridos por la SGAE y las fonográficas. De ser así, podemos acabar echando de menos el canon, por atender a las palabras, y no a las obras.