Ciencia, tecnología, dibujos animados ¿Acaso se puede pedir más?

Archivo de la categoría ‘En La Red’

Anonymous y la nueva política

El pasado domingo varios centenares de personas estrafalariamente ataviadas se concentraron en festiva protesta frente a la sede de la Iglesia de la Cienciología en Londres y en otras ciudades. Habían sido convocadas por Anonymous, un misterioso colectivo de ‘ciberactivistas’ que se comunica mediante ominosos vídeos en YouTube, y que ha decidido que la Cienciología está en guerra con la Red. Así, Anonymous ha animado una serie de acciones que han incluido desde las manifestaciones del domingo a ataques de saturación que han bloqueado temporalmente algunas páginas web cienciológicas. Con independencia del éxito que pueda cosechar Anonymous en este caso concreto (la Iglesia de la Cienciología es un oponente tenaz), su emergencia representa una nueva forma de acción en la esfera pública; una nueva política. Los participantes en los ‘ataques’ de Anonymous se agrupan en torno a un tema concreto de modo espontáneo usando Internet, para llevar a cabo acciones específicas, sin estructura ninguna. Cada vez más, la Red va a facilitar el surgimiento de ‘partidos instantáneos’ de este tipo, que por su carácter multinacional y mediático acabarán teniendo poder real. Anonymous es sólo el principio.

¿Terror bajo las olas?

No hay prueba ninguna, hasta el momento, de que los cortes ocurridos en cables submarinos en Oriente Medio y sus proximidades en los últimos días sean deliberados. Pero según aumenta el número de averías, que ya pueden ser cinco, la concentración en tiempo y geografía hace más y más improbable que se trate de una simple agrupación estadística. Sí, es cierto que los cables submarinos tienen averías todo el tiempo; 50 en los que atraviesan el océano Atlántico sólo el año pasado. Por eso los constructores y reparadores de cables tienen buques especializados repartidos por el mundo, para atender cuanto antes a estas reparaciones y evitar la sangría multimillonaria que es un cable cortado. Pero a pesar de quienes quieren ver en estos cortes el preludio de un ataque estadounidense a Irán, hasta ahora la principal razón para que no se pusiera en marcha una guerra de corte de cables es el equilibrio del terror: como la guerra nuclear, el cortes de cables se sabe cómo empieza pero no cómo acaba, y todos los estados participantes salen perjudicados. Especialmente EE UU, situado en el centro de la red mundial de telecomunicaciones.

Los cables son tan vitales desde mediados del siglo XIX que cada gran guerra del siglo pasado comenzó con un episodio de corte hostil de cables. Los británicos incomunicaron Alemania al comenzar la Primera Guerra Mundial, y en represalia los alemanes enviaron al crucero Emden a atacar la crucial estación telegráfica de la Isla Dirección, en el archipiélago de Cocos (Keeling), en el Índico, dando lugar a una de las principales batallas navales de esa guerra en el área. Esa misma estación, clave para las comunicaciones entre Sudáfrica, la India, Singapur y Australia, estuvo a punto de ser silenciada durante la Segunda Guerra Mundial cuando nacionalistas indios, animados por los japoneses, se amotinaron contra los británicos. En tiempos de guerra el equilibrio del terror deja de tener importancia. Pero en tiempos de paz los daños a la industria y el comercio que podría provocar a cualquier estado moderno un corte masivo de telecomunicaciones serían incalculables. Y los satélites son marginales; más del 95% del tráfico de datos e Internet cruza los mares vía cables submarinos.

Aunque tal vez a donde habría que mirar no es a los estados, sino a otras entidades, interesadas en provocar el caos y sin intereses directos en los cables. Por ejemplo, organizaciones terroristas. Dañar un cable submarino en aguas someras no es tan difícil como parece: de hecho sus propietarios ofrecen todo tipo de información detallada sobre su paradero, para evitar los dos grandes peligros accidentales que acechan a la industria: los arrastreros y las anclas. Un grupo terrorista con acceso a media docena de pesqueros tripulados por gente sin miedo a ser atrapados podría organizar una buena en determinadas zonas donde los cables se concentran, como precisamente el Mar Rojo, Alejandría y la salida del Golfo Pérsico. Reparar cables cortados es un proceso complejo y caro (animación Flash), pero un corte masivo de comunicaciones entre continentes ciertamente provocaría considerable caos financiero, y terror. ¿Y no es precisamente ésto lo que buscan los terroristas? Tal vez los cables submarinos se conviertan en el futuro en blanco del terror, si es que no lo han sido ya.

Mapa (pdf) y animación Flash tomados de Alcatel-Lucent Submarine Networks. Postal con sellos de barcos cableros del archipiélago de Cocos (Keeling).

Una telaraña frágil

La pasada semana una avería afectó seriamente al tráfico de Internet de Oriente Medio e incluso más allá, al quedar cortados dos cables submarinos cerca de Alejandría, en Egipto. El incidente subraya la extrema fragilidad de la Telaraña Mundial; porque Internet funciona sobre todo a través de un puñado de cables submarinos como los que resultaron cortados. De hecho otros tres incidentes en el Golfo Pérsico (a miles de kilómetros de allí) han provocado preocupación sobre la posibilidad de un acto terrorista: los cables son un punto estratégico clave, y no muy difíciles de atacar. Al parecer los dos primeros resultaron cortados por el ancla de un barco en apuros durante una fuerte tormenta en el Mediterráneo; un accidente común para los cables submarinos en mares someros. Es posible que el tercer corte se deba al aparejo de un pesquero, también un riesgo clásico. Pero es cierto que la vulnerabilidad de los cables es alta, y un cable cortado genera consecuencias globales. Quizá en el futuro estos cables se conviertan en blanco terrorista. A pesar de sus redundancias, Internet es frágil.

Microsoft, Yahoo! y el fin del PC

La guerra ha terminado, y el ganador es Google. La oferta de Microsoft por Yahoo! es el anuncio de una revolución en la industria informática, un radical cambio de paradigma. Se acaba la Era del ordenador personal (PC), una máquina completa con almacenamiento privado en cada hogar y oficina; el mañana pertenece al llamado ‘cloud computing‘, es decir, a la red distribuida, el almacenamiento de datos en servidores remotos y los terminales simples. La capacidad de procesamiento y el almacenamiento de datos se están moviendo ya, de los bordes de la red a su centro: el futuro es una repetición del pasado, con ordenadores centrales y terminales carentes de inteligencia. El futuro es el ‘googleputer’, y el modelo alternativo ‘pc-céntrico’ que hizo poderosa y rica a Microsoft ha fracasado. Por eso la empresa que fundara Bill Gates necesita a Yahoo!; por eso su oferta es el reconocimiento de una derrota estratégica vital. Microsoft ha perdido el futuro.

Yahoo! ha estado muy ocupada pisando los talones a Google mientras éste construía su superordenador planetario. Siempre por detrás, pero siempre duplicando los pasos del líder mediante compras y absorciones, de modo que ahora Yahoo! dispone de conocimientos y experiencia equivalentes a las de Google en lo que se refiere a la construcción y mantenimiento de los complejos sistemas que permiten al buscador almacenar y mantener ingentes cantidades de información y procesamiento, con fiabilidad y disponibilidad sin igual. Google tiene su ‘googleputer’, pero Yahoo! ha construido su propio ‘yahooputer’ equivalente. Lo que no ha sido capaz de crear es un modelo de negocio que lo respalde, ya que el ‘Proyecto Panama’, cuyo objetivo era alcanzar a Google en venta de publicidad contextual, no ha cumplido. De ahí las malas cifras financieras, y los despidos; de ahí la rebaja bursátil que ha permitido a Microsoft lanzar su oferta. Yahoo! no puede alcanzar ya a Google, pero tiene una opción razonable de ser segundo.

En cambio Microsoft no tiene nada. Su apuesta era avanzar en la misma dirección desde el extremo opuesto; extraer capacidades del PC para situarlas en servidores remotos empezando desde el sistema operativo. Pero la más que tibia recepción que está teniendo Vista en el mercado demuestra que el modelo no funciona. Ni siquiera el inigualado poder de Microsoft entre los fabricantes de ordenadores ni su demostrada falta de tacto a la hora de imponer su voluntad, incluso violando alguna que otra ley, han conseguido que Vista avance lo bastante deprisa. Los usuarios no confían su información a Microsoft, y los sistemas antipiratería de Vista han causado no pocos problemas. Forzados a instalar Vista muchos optan por Ubuntu, MacOSX u otras alternativas (como el propio Windows XP), que ofrecen más control al usuario de lo que hace su sistema operativo. Esta desconfianza hace que la transición a la nube desde el PC no sea posible.

Pero Microsoft carece de capacidad para llevar a cabo esa transición desde la oferta de servicios, como hace Google. De hecho Microsoft avanza reluctante por esta senda, porque necesita demasiado el PC; buena parte de sus ingresos dependen no sólo del sistema operativo, sino de los programas que corren sobre ellos, como la suite ofimática Office. Por eso Redmond no tiene una alternativa real a productos como Google Docs. La ventaja en el concepto de ‘cloud computing’ que antaño le diera la compra de Hotmail (la primera gran aplicación de este tipo) se ha esfumado; ahora el indiscutible rey del mercado es GMail, con el webmail de Yahoo! como segundo. Querer absorber Yahoo! es el reconocimiento de que para sobrevivir Microsoft necesita ofrecer su propia ‘nube’. Y de que no sabe hacerlo por sí sola.

Todo lo cual significa que el PC va camino del basurero de la historia. La idea de un ordenador completo y autosuficiente capaz de conectarse además a la Red está muriendo. La Internet del mañana tendrá en sus extremos terminales ‘tontos’, simples puntos de acceso sin capacidad propia como los que una vez defendieran empresas como Oracle y Sun. En el centro habrá ‘nubes’, vastas granjas de servidores interconectados capaces de almacenar todos nuestros datos y de procesar nuestra información en tiempo real, en una repetición en clave de gran farsa del viejo modelo del ‘mainframe’ con terminales que dio origen a la informática. Eso será más económico, más seguro, más conveniente y más sencillo; habrá menos virus, desaparecerán los problemas de compatibilidad, y las empresas propietarias de las ‘nubes’ se encargarán de garantizar las transacciones y de hacer la vida difícil a los ‘crackers’. A cambio, perderemos toda autonomía: nuestros datos y programas estarán en manos ajenas, lo cual significará menor capacidad de innovación, menos creatividad y un mayor nivel de control sobre los contenidos. Pase lo que pase con Yahoo!, la guerra entre Google y Microsoft ha terminado; y su resultado es que el PC muere. Para nosotros esta derrota no es una buena noticia.

Periodismo obsoleto, y peligroso

¿Qué es noticia, y quién decide lo que es o no es noticioso? A Jack Shafer, crítico de medios de la revista online estadounidense ‘Slate’, no le gustan las noticias demasiado escandalosas. En una reciente diatriba este incisivo crítico descarga su ira contra los titulares de varios medios digitales como FoxNews.com, CNN.com o MSNBC.com, acusándolos de horribles crímenes contra el periodismo con expresiones claramente derogatorias. Así, comenta algunas de las noticias y titulares de los últimos tiempos en estos medios con fases como ‘craven pursuit of clicks‘ (despreciable persecución del clic), ‘sordid and bizarre‘ (sórdido y estrambótico), ‘exploitation‘ (explotación), ‘base impulses‘ (bajos instintos) o el peor de todos, repetido hasta la saciedad: ‘tabloid‘ (periódico, y por extensión periodismo, sensacionalista). Shafer se las arregla para transmitir la vigorosa desaprobación de una tía solterona decimonónica hacia un lascivo e incivilizado sobrino joven: parece mentira, siendo de la familia, un comportamiento tan soez. Y no es una opinión aislada; muchas voces muestran su paternal preocupación por el aparente descarrío de los medios digitales modernos, al parecer dispuestos a cualquier cosa con tal de arrancar el interés de sus parroquianos. A diferencia, tal vez, de sus nobles ancestros como la televisión, las revistas o los mismos periódicos, con su tradicional desapego de los audímetros.

Habría mucho que decir al respecto. El medio digital está a medio inventar, y por tanto debe experimentar y poner a prueba las fronteras. El comportamiento de los internautas demuestra que están interesados en más noticias y más diversas que los lectores de medios tradicionales (basta visitar Digg, Slashdot, Barrapunto o Menéame); los criterios de los medios tradicionales para decidir qué es noticia ya no son válidos. Cosa que es normal, dado que esos criterios de selección se basan en parte en una limitación de espacio disponible (tiempo o papel) que los medios digitales desconocen. En el mundo cada día ocurren muchas cosas, y ya no es posible que sólo los sacerdotes/periodistas decidamos cuáles de ellas son noticia: hacen falta horizontes más amplios. Por último, la crítica de Shafer da por supuesto que las noticias más exóticas, llamativas o peculiares son necesariamente de peor calidad; que es imposible contar con buen criterio profesional una noticia que no sea de un tema ‘serio’.

Pero la frase más pasmosa, en su conjunto y por partes, es ésta: ‘To be sure, all three Web tabs publish lots of staid and responsible news stories about politics, the economy, and culture, so there’s no danger of journalism-that-is-good-for-you being driven off viewers desktops‘ (por supuesto, las tres páginas publican muchas informaciones serias sobre política, economía y cultura, así que no hay peligro de que el periodismo-bueno-para-tu-salud sea desplazado de las pantallas de los lectores). Es la idea del periodismo como amarga medicina que hay que tragar con el mínimo gesto de desagrado. La información como un penoso deber, similar al sexo victoriano, aquel que recomendaba a las mujeres británicas en el dormitorio ‘cerrar los ojos y pensar en Inglaterra’ con el fin de procrear nuevos casacas rojas. La muy calvinista sospecha ante cualquier cosa que proporcione placer, que sólo considera positivo aquello que se obtiene con dolor. Si te hace gracia, te divierte o te entretiene, no puede ser de buena calidad, y hay que mirarlo con desprecio. Es una idea vetusta, carpetovetónica y carca, además de peligrosa, porque aleja a los jóvenes y los no inclinados al masoquismo de la información y deteriora así la calidad de la democracia. En estos tiempos de Nuevo Periodismo es curioso cómo asoma la cabeza el periodismo más vetusto en cuanto nos descuidamos. Informarse no debería ser sólo un penoso deber, sino un placer. ¿Qué opinas tú?

Un millón de iPhones perdidos

Apple, y sobre todo AT&T, deben estar de luto estos días, porque según cálculos solventes han perdido un millón de iPhones. Que teniendo en cuenta que han vendido tres millones y pico de ellos, resulta que casi el 30% del total de los puestos en circulación ha desaparecido; no están conectados a la red de AT&T, donde deberían. Hay quien cree que están escondidos en alguna parte de la cadena de montaje-distribución, lo cual hablaría mal de los esfuerzos comerciales de ambas empresas. Pero hay quien se figura que esos iPhones en realidad no están desaparecidos más que de la red de AT&T; que se han fugado, vaya. Y el caso es que podría ser, porque los ‘candados tecnológicos’ que los atan fueron rotos muy pronto. Si han perdido un millón de iPhones, las peregrinas ideas de ambas empresas respecto a la comercialización de un producto tan demandado quedarían al descubierto. En la práctica, los iPhones perdidos estarían demostrando que atar un teléfono a una red única puede parecer muy buena idea para las empresas, pero es una pésima idea desde el punto de vista del consumidor. Tan mala, que el consumidor lucha con las armas a su disposición: armas que las compañías llaman ‘piratería’.

En efecto, las empresas no sólo quieren vender sus productos, sino que quieren controlar de qué modo los usamos después de haberlos pagado. Para ello recurren a todo tipo de candados tecnológicos, que luego consiguen que las leyes declaren inviolables. Pero inviolables no lo son, por una sencilla cuestión de números: por cada programador o diseñador de circuitos que empresas como Apple o AT&T tengan en nómina fabricando candados, fuera hay 10 deseando reventarlos. Y como no hay ni candados ni policías suficientes, al final la gente hace de su capa un sayo y termina utilizando los productos que ha comprado como desea. En este caso, liberando iPhones y usándolos en las redes que cada propietario considera conveniente. Para colmo, la cosa va a peor; las últimas noticias indican que la ‘clave maestra’ de instalación de los iPhone se ha filtrado, lo cual facilitará el trabajo de los reventadores aficionados de candados. ¿Cuándo aprenderán las empresas que cerrar no es el camino, que los consumidores queremos libertad?

Cuando se abusa de la ley

Hay una empresa muy ocupada estos días demandando a media humanidad. La razón es que una ley de patentes mal hecha y un departamento de patentes (el estadounidense) mal encaminado le han concedido a esta empresa la patente, es decir el monopolio, del ‘smartphone’. O sea, de un teléfono móvil capaz de conectarse a Internet, como el que usted lleva en el bolsillo; como hay millones en el mundo. La empresa en cuestión piensa forrarse abusando de una ley fallida, y provocando daños económicos considerables. Y no es la única que se aprovecha de las meteduras de pata de los legisladores; un despacho de abogados, también estadounidense, ha conseguido rizar un rizo legal: someter a ‘copyright’ sus cartas de denuncia. De este modo quienes reciben estas cartas no pueden publicarlas en la Red para obtener ayuda legal gratuita, un método habitual de defensa para los pequeños editores. Lo cual hace más sencillo silenciar las voces molestas mediante amenazas legales y abusos de la propiedad intelectual. Las leyes que defienden la supuesta ‘propiedad’ intelectual e industrial no sólo están obsoletas: además hacen daño. Hay que cambiarlas, ya.

Contra el pánico, transparencia

Cuando la Reserva Federal estadounidense (la ‘Fed’; lo más parecido a un banco central allí) recortó sustancialmente los tipos de interés, su intención era revitalizar las cotizaciones bursátiles y animar la economía. Lo de la economía ya se verá, porque los recortes de tipos tardan en hacer efecto, pero desde luego el apuntalamiento de las bolsas no lo ha conseguido. De hecho la contundencia de la actuación de la ‘Fed’ puede haber tenido el efecto contrario: deprimir aún más las bolsas mundiales. Y ello por un retorcido, pero lógico, razonamiento: el recorte puede haber provocado un cierto pánico financiero precisamente por su intensidad (0,75 puntos, el triple de los habituales). ¿De qué manera algo que anima, y mucho, la economía provoca pánico, y cómo se puede evitar?

La causa del pánico es la opacidad, y la única cura es la transparencia. Los mercados asumen que la ‘Fed’ tiene más y mejor información que ellos mismos, porque el control de la información ha sido desde siempre un elemento vital del poder, también (especialmente) del financiero. Y si la ‘Fed’ que tiene mejor información, recorta brusca e intensamente los tipos, sigue el razonamiento, será porque saben que algo malo viene; luego lo más racional será vender. Un economista podría revestir la idea de sofisticados cálculos y precisas ecuaciones, pero la clave es ésa: los mercados interpretan la fuerte reacción de la ‘Fed’ en función de su privilegiada información, y reaccionan ante lo que no saben. La tradicional ocultación de datos sirve en este caso como disparador del miedo, porque lo que no se conoce, se teme. La única forma de evitar este tipo de reacciones (enteramente racionales, por cierto, en vista de la historia) sería la transparencia. Si todos disponemos de la misma información, nadie tiene miedo de ser el último en enterarse, y todos pueden calcular sus riesgos. La información evita el miedo, y ya se sabe: el miedo mata la mente… y las economías.

Palabras y obras

Mariano Rajoy dice que quiere cargarse el canon digital. Sus palabras son contundentes, pero no sintonizan con sus obras. Y no sólo porque omite aclarar de qué forma piensa hacerlo, sino por las compañías de las que se rodea. El portavoz de la SGAE Pedro Farré, padre de ocurrencias como el carné de conducir internauta y reiterado lanzador de ideas torticeras sobre el ‘copyleft’, ha presidido la mesa de Propiedad Intelectual y Contenidos en la Sociedad de la Información del cacareado Diálogo Digital Popular. El diálogo ha sido organizado por Javier Cremades, abogado especializado en la defensa del derecho de autor y presidente del FIPI (Foro Iberoamericano de la Propiedad Intelectual) y que también profesa opiniones curiosas sobre el ‘Software Libre’. La presencia de estos adalides profesionales de la Propiedad Intelectual draconiana no augura nada nuevo, y muy poco bueno, sobre las desconocidas ofertas del PP para proteger a los autores eliminando a la vez el canon. Quizá las palabras de Rajoy sobre el ‘desarrollo tecnológico’ resolviendo el problema tengan que ver con candados digitales y marcas de agua, mecanismos queridos por la SGAE y las fonográficas. De ser así, podemos acabar echando de menos el canon, por atender a las palabras, y no a las obras.

Gran Hermano sobre ruedas

La Dirección General de Tráfico española acaba de presentar un nuevo sistema de control que comprobará mediante un lector automático de matrículas si los coches están provistos del seguro obligatorio, un problema por demás serio. Doce patrullas recorrerán la geografía nacional leyendo matrículas a mansalva con el noble fin de proteger nuestra seguridad asegurando el cumplimiento de la ley. Lo que no ha aclarado la DGT es si va a almacenar datos de los coches no infractores, y en su caso para qué más va a utilizar la base de datos generadas por este sistema. Porque la identificación de flujos de tráfico, el conocimiento de que un coche en particular estaba en determinado sitio a determinada hora y en otro sitio a otra hora tiene muchísimos y ominosos usos. Hasta tal punto que podría considerarse una preocupante violación de la privacidad, porque con esos datos es posible reconstruir los trayectos de automóviles individuales perfectamente inocentes. Con día y hora.

Almacenar ese tipo de datos sería una inquietante intrusión en nuestra privacidad que debiera estar bajo estricto control. Si la intención de la DGT es crear una base de datos de movimientos de automóviles, como ya está haciendo Gran Bretaña, es vital que se especifique quién y para qué pueden usarse, y también durante cuánto tiempo pueden almacenarse y cómo se va a impedir su uso indebido. De lo contrario habrá problemas, y problemas serios. Imagine que los movimientos de un automóvil pudieran formar parte de un juicio de divorcio (señoría, afirmó estar trabajando, pero estaba con su amante). O que pudieran ser alegados por una compañía de seguros para no pagar unos daños (solía hacer 1.000 kilómetros en un día y superaba los límites de velocidad). Imagine que una empresa pudiera usar estos archivos para comprobar la moralidad de un candidato a empleado (mmmm, su vehículo se detiene con frecuencia en clubes de alterne). El ‘inofensivo’ sistema de control del seguro de la DGT puede con facilidad transformarse en un pequeño Gran Hermano, si no está bajo férreo control. Y las consecuencias de un uso indebido de este tipo de información son catastróficas. Nuestros custodios no deberían usar cualquier tecnología de control tan sólo porque está disponible. ¿Y quién custodia a estos custodios? ¿Protección de Datos qué dice de todo ésto?