Ciencia, tecnología, dibujos animados ¿Acaso se puede pedir más?

Archivo de enero, 2008

Un millón de iPhones perdidos

Apple, y sobre todo AT&T, deben estar de luto estos días, porque según cálculos solventes han perdido un millón de iPhones. Que teniendo en cuenta que han vendido tres millones y pico de ellos, resulta que casi el 30% del total de los puestos en circulación ha desaparecido; no están conectados a la red de AT&T, donde deberían. Hay quien cree que están escondidos en alguna parte de la cadena de montaje-distribución, lo cual hablaría mal de los esfuerzos comerciales de ambas empresas. Pero hay quien se figura que esos iPhones en realidad no están desaparecidos más que de la red de AT&T; que se han fugado, vaya. Y el caso es que podría ser, porque los ‘candados tecnológicos’ que los atan fueron rotos muy pronto. Si han perdido un millón de iPhones, las peregrinas ideas de ambas empresas respecto a la comercialización de un producto tan demandado quedarían al descubierto. En la práctica, los iPhones perdidos estarían demostrando que atar un teléfono a una red única puede parecer muy buena idea para las empresas, pero es una pésima idea desde el punto de vista del consumidor. Tan mala, que el consumidor lucha con las armas a su disposición: armas que las compañías llaman ‘piratería’.

En efecto, las empresas no sólo quieren vender sus productos, sino que quieren controlar de qué modo los usamos después de haberlos pagado. Para ello recurren a todo tipo de candados tecnológicos, que luego consiguen que las leyes declaren inviolables. Pero inviolables no lo son, por una sencilla cuestión de números: por cada programador o diseñador de circuitos que empresas como Apple o AT&T tengan en nómina fabricando candados, fuera hay 10 deseando reventarlos. Y como no hay ni candados ni policías suficientes, al final la gente hace de su capa un sayo y termina utilizando los productos que ha comprado como desea. En este caso, liberando iPhones y usándolos en las redes que cada propietario considera conveniente. Para colmo, la cosa va a peor; las últimas noticias indican que la ‘clave maestra’ de instalación de los iPhone se ha filtrado, lo cual facilitará el trabajo de los reventadores aficionados de candados. ¿Cuándo aprenderán las empresas que cerrar no es el camino, que los consumidores queremos libertad?

Cuando se abusa de la ley

Hay una empresa muy ocupada estos días demandando a media humanidad. La razón es que una ley de patentes mal hecha y un departamento de patentes (el estadounidense) mal encaminado le han concedido a esta empresa la patente, es decir el monopolio, del ‘smartphone’. O sea, de un teléfono móvil capaz de conectarse a Internet, como el que usted lleva en el bolsillo; como hay millones en el mundo. La empresa en cuestión piensa forrarse abusando de una ley fallida, y provocando daños económicos considerables. Y no es la única que se aprovecha de las meteduras de pata de los legisladores; un despacho de abogados, también estadounidense, ha conseguido rizar un rizo legal: someter a ‘copyright’ sus cartas de denuncia. De este modo quienes reciben estas cartas no pueden publicarlas en la Red para obtener ayuda legal gratuita, un método habitual de defensa para los pequeños editores. Lo cual hace más sencillo silenciar las voces molestas mediante amenazas legales y abusos de la propiedad intelectual. Las leyes que defienden la supuesta ‘propiedad’ intelectual e industrial no sólo están obsoletas: además hacen daño. Hay que cambiarlas, ya.

Cuatro tipos valientes

Ayer hizo 41 años que murieron tres tipos valientes. Se llamaban ‘Gus’ Grissom, Ed White y Roger Chaffee, y eran astronautas de la NASA. Su misión de aquel funesto 27 de enero de 1967, Apolo/Saturno 204 (AS-204), era poner a prueba ciertos sistemas de uno de los elementos (el módulo de mando) que conformaban el vehículo Apolo, con el que los Estados Unidos pretendían, y conseguirían años más tarde, alcanzar la luna. Eran tiempos de histeria y gloria, en los que un feroz enfrentamiento ideológico había abandonado los campos de batalla para pasar al campo del prestigio, a través de la ciencia. La carrera espacial había reemplazado a una guerra abierta que los contendientes temían porque el vencedor quedaría tan muerto como el vencido. La superioridad tecnológica no se demostraba en la confrontación de las armas, sino que se reflejaba en las hazañas de la conquista del espacio, con la que la tecnología de la guerra estaba estrechamente emparentada. Pero las victorias en la carrera por las estrellas eran tan valiosas como las conquistas de antaño. Y tan buscadas.

Y sin embargo la misión AS-204 fue un desastre desde el principio. La nave espacial que coronaba uno de los gigantescos Saturno IB que Wernher von Braun había creado estaba mal construida, y su construcción estaba mal documentada. Algunas decisiones de diseño, como la de ahorrar peso usando un sistema de atmósfera compuesto por un 100% de oxígeno a presión, o el que la puerta del modulo se abriera hacia adentro y careciese de cargas explosivas de emergencia, resultaron fatales. Paradójicamente fue la peripecia de ‘Gus’ Grissom con la cápsula Liberty Bell 7, que se hundió al dispararse los goznes explosivos tras el amerizaje, lo que justificó que aquella versión del Módulo de Mando Apolo no los llevase. Por si fuera poco posteriores investigaciones revelaron cableados mal aislados, zonas donde el aislante se pelaba por el roce, e incluso que los trajes de nylon de los propios astronautas creaban electricidad estática suficiente para generar chispas. En una atmósfera de oxígeno puro, en la que muchas sustancias que no parecen combustibles arden como la yesca.

Eran tipos valientes. ‘Gus’ Grissom había formado parte del grupo de 7 pilotos de pruebas que se convirtieron en los primeros astronautas estadounidenses del Proyecto Mercury, descrito en el libro y la película. ‘Elegidos para la Gloria‘ (The Right Stuff). Fue el segundo estadounidense en salir al espacio, pero antes había volado 100 misiones de combate sobre Corea. Ed White había hecho el primer paseo espacial de los EE UU, y era Teniente Coronel de las fuerzas aéreas. Chaffee, el único que no había salido al espacio, había sido condecorado por sus misiones de reconocimiento durante la Crisis de Cuba. Su habilidad como pilotos y sus conocimientos de ingeniería les sirvieron de poco cuando algo, nunca se supo exactamente qué, prendió fuego a su astronave varada en tierra. En 17 segundos sus angustiadas transmisiones y sus intentos (inútiles) de abrir la compuerta se detuvieron. Cuando los rescatadores consiguieron abrir la puerta, cinco minutos más tarde, el fuego se había apagado solo. Los tres astronautas estaban muertos, asfixiados y quemados. Sólo mucho más tarde la Unión Soviética hizo pública la muerte en 1961 de Valentin Bondarenko, uno de sus propios cosmonautas, en un accidente similar. Las astronaves Apolo fueron rediseñadas en profundidad para evitar que se repitiera el problema, como lo fueron las soviéticas: una simetría más de la muerte y el valor que demuestra que aquellos cuatro astronautas que murieron enfrentados estaban mucho más cerca de lo que pensaban: todos eran humanos.

Contra el pánico, transparencia

Cuando la Reserva Federal estadounidense (la ‘Fed’; lo más parecido a un banco central allí) recortó sustancialmente los tipos de interés, su intención era revitalizar las cotizaciones bursátiles y animar la economía. Lo de la economía ya se verá, porque los recortes de tipos tardan en hacer efecto, pero desde luego el apuntalamiento de las bolsas no lo ha conseguido. De hecho la contundencia de la actuación de la ‘Fed’ puede haber tenido el efecto contrario: deprimir aún más las bolsas mundiales. Y ello por un retorcido, pero lógico, razonamiento: el recorte puede haber provocado un cierto pánico financiero precisamente por su intensidad (0,75 puntos, el triple de los habituales). ¿De qué manera algo que anima, y mucho, la economía provoca pánico, y cómo se puede evitar?

La causa del pánico es la opacidad, y la única cura es la transparencia. Los mercados asumen que la ‘Fed’ tiene más y mejor información que ellos mismos, porque el control de la información ha sido desde siempre un elemento vital del poder, también (especialmente) del financiero. Y si la ‘Fed’ que tiene mejor información, recorta brusca e intensamente los tipos, sigue el razonamiento, será porque saben que algo malo viene; luego lo más racional será vender. Un economista podría revestir la idea de sofisticados cálculos y precisas ecuaciones, pero la clave es ésa: los mercados interpretan la fuerte reacción de la ‘Fed’ en función de su privilegiada información, y reaccionan ante lo que no saben. La tradicional ocultación de datos sirve en este caso como disparador del miedo, porque lo que no se conoce, se teme. La única forma de evitar este tipo de reacciones (enteramente racionales, por cierto, en vista de la historia) sería la transparencia. Si todos disponemos de la misma información, nadie tiene miedo de ser el último en enterarse, y todos pueden calcular sus riesgos. La información evita el miedo, y ya se sabe: el miedo mata la mente… y las economías.

Gran Hermano sobre ruedas

La Dirección General de Tráfico española acaba de presentar un nuevo sistema de control que comprobará mediante un lector automático de matrículas si los coches están provistos del seguro obligatorio, un problema por demás serio. Doce patrullas recorrerán la geografía nacional leyendo matrículas a mansalva con el noble fin de proteger nuestra seguridad asegurando el cumplimiento de la ley. Lo que no ha aclarado la DGT es si va a almacenar datos de los coches no infractores, y en su caso para qué más va a utilizar la base de datos generadas por este sistema. Porque la identificación de flujos de tráfico, el conocimiento de que un coche en particular estaba en determinado sitio a determinada hora y en otro sitio a otra hora tiene muchísimos y ominosos usos. Hasta tal punto que podría considerarse una preocupante violación de la privacidad, porque con esos datos es posible reconstruir los trayectos de automóviles individuales perfectamente inocentes. Con día y hora.

Almacenar ese tipo de datos sería una inquietante intrusión en nuestra privacidad que debiera estar bajo estricto control. Si la intención de la DGT es crear una base de datos de movimientos de automóviles, como ya está haciendo Gran Bretaña, es vital que se especifique quién y para qué pueden usarse, y también durante cuánto tiempo pueden almacenarse y cómo se va a impedir su uso indebido. De lo contrario habrá problemas, y problemas serios. Imagine que los movimientos de un automóvil pudieran formar parte de un juicio de divorcio (señoría, afirmó estar trabajando, pero estaba con su amante). O que pudieran ser alegados por una compañía de seguros para no pagar unos daños (solía hacer 1.000 kilómetros en un día y superaba los límites de velocidad). Imagine que una empresa pudiera usar estos archivos para comprobar la moralidad de un candidato a empleado (mmmm, su vehículo se detiene con frecuencia en clubes de alterne). El ‘inofensivo’ sistema de control del seguro de la DGT puede con facilidad transformarse en un pequeño Gran Hermano, si no está bajo férreo control. Y las consecuencias de un uso indebido de este tipo de información son catastróficas. Nuestros custodios no deberían usar cualquier tecnología de control tan sólo porque está disponible. ¿Y quién custodia a estos custodios? ¿Protección de Datos qué dice de todo ésto?

Palabras y obras

Mariano Rajoy dice que quiere cargarse el canon digital. Sus palabras son contundentes, pero no sintonizan con sus obras. Y no sólo porque omite aclarar de qué forma piensa hacerlo, sino por las compañías de las que se rodea. El portavoz de la SGAE Pedro Farré, padre de ocurrencias como el carné de conducir internauta y reiterado lanzador de ideas torticeras sobre el ‘copyleft’, ha presidido la mesa de Propiedad Intelectual y Contenidos en la Sociedad de la Información del cacareado Diálogo Digital Popular. El diálogo ha sido organizado por Javier Cremades, abogado especializado en la defensa del derecho de autor y presidente del FIPI (Foro Iberoamericano de la Propiedad Intelectual) y que también profesa opiniones curiosas sobre el ‘Software Libre’. La presencia de estos adalides profesionales de la Propiedad Intelectual draconiana no augura nada nuevo, y muy poco bueno, sobre las desconocidas ofertas del PP para proteger a los autores eliminando a la vez el canon. Quizá las palabras de Rajoy sobre el ‘desarrollo tecnológico’ resolviendo el problema tengan que ver con candados digitales y marcas de agua, mecanismos queridos por la SGAE y las fonográficas. De ser así, podemos acabar echando de menos el canon, por atender a las palabras, y no a las obras.

El eslabón más débil

La cadena de valor de la industria cultural, que va de los autores a los consumidores pasando por los editores, se está rompiendo. Y a pesar de los grandes conflictos de los últimos años no lo está haciendo por donde todos pensábamos, entre los intermediarios culturales y sus clientes (nosotros). No: como demuestran la huelga de guionistas de televisión y cine y los reiterados enfrentamientos entre músicos y fonográficas, esa cadena tiene un eslabón que es todavía más débil que la ‘piratería’: la relación entre los autores y sus editores. En efecto, si hasta ahora creadores e intermediarios culturales han sido una piña, (la SGAE cambió su nombre de Sociedad General de Autores de España a Sociedad General de Autores y Editores), las nuevas tecnologías imponen la divergencia de sus intereses. Porque si los intermediarios de la cultura han podido oprimir hasta ahora tanto a sus clientes como a sus autores era porque ellos eran la única alternativa. Pero ahora sí que la hay: Internet. Y al igual que los consumidores optan por contraatacar usando el P2P, los autores se están rebelando.

Las regalías por las imágenes en Internet y DVDs han sido la gota que ha colmado el vaso de la paciencia de directores y guionistas. Las productoras no querían pagarles un duro por la redistribución de las imágenes a través de Internet, alegando que no generaba ingresos; que la Red no es más que promoción. Simultáneamente, esas mismas productoras hacían valer la distribución digital como futura fuente de ingresos multimillonaria. Una vez más, las empresas estaban determinadas a sacar la mayor tajada posible, cobrando lo máximo por un lado y pagando lo mínimo por el otro. Pero esta vez se han encontrado con una sorpresa: esta vez los creadores tienen un arma. Porque Internet les permite cortocircuitar a la industria y entrar en contacto directo con los usuarios. Con nosotros. Pactando sin intermediarios autores y consumidores ganan.

La huelga de los guionistas, que tiene paralizadas las producciones de cine y televisión desde noviembre y corre el riesgo de acabar antes de tiempo con series como Battlestar Galactica o The Wire, continúa. Los directores, sin embargo, han llegado a un acuerdo justo cuando cumplía su contrato, evitando así la huelga. Y obteniendo el reconocimiento de derechos económicos sobre la futura explotación de su trabajo en la Red y otros medios de difusión, es decir, obligando a la industria del cine a reconocer que sí, Internet es (o será) una fuente de ingresos. Habrá más de este tipo de contratos, conforme los autores (músicos, escritores, periodistas, etc.) se den cuenta de que el eslabón más débil de la cadena de valor son hoy los intermediarios, sobre todo los más abusivos, porque existe una alternativa real. ¿Qué ocurrirá cuando los creadores se rebelen contra sus antiguos socios, que les han estado oprimiendo? ¿Qué le pasará a la SGAE cuando hasta sus propias siglas estén enfrentadas entre sí?

Vacaciones entre nubes

No es nuevo, ni tiene muchos visos de convertirse (ay) en realidad a pesar de sus ilustres ancestros ingenieriles. Pero este proyecto de dirigible/hotel volador llamado Manned Cloud (nube tripulada) es original, hermoso, y hace soñar. Diseñado por el francés Jean Marie Massaud con apoyo del instituto oficial de investigación aeroespacial de su país, Manned Cloud está pensado para llevar a 40 pasajeros atendidos por 15 tripulantes en un crucero alrededor del mundo en 3 días. Relleno de helio, no combustible, y con una doble cobertura, la forma de este dirigible recuerda sobre todo a una ballena, y su misión es el turismo de lujo, no el transporte.

En realidad el proyecto es un ejemplo de lo que las nuevas técnicas de ingeniería y (sobre todo) los nuevos materiales hacen posible: nuevas formas de plantearse viejas necesidades. Porque un crucero de lujo en las nubes sería una forma diferente y maravillosa de pasar unas vacaciones; una ruta adecuadamente escogida proporcionaría vistas absolutamente inolvidables. Con eso, atención de alta calidad, gimnasio y solario, se pueden pasar unos días. Otros avances de la tecnología actual, como el GPS o los satélites meteorológicos, ayudarían al Manned Cloud a esquivar lo que fuera antaño el gran matador de los dirigibles comerciales: las tormentas. Porque aunque el Hindenburg consumiéndose en llamas en público se recuerde como el punto y final, lo que acabó con estos gigantes del cielo fueron los numerosos accidentes que les afectaron durante los años 20 y 30, casi siempre debidos a fallos estructurales por culpa de vientos fuertes o tormentas. Y encima, es ecológico. ¿qué más se puede pedir? ¿Cuándo se puede comprar un pasaje?

Objetos de la mente

Algunos autores querrían abolir cualquier diferencia entre la ‘propiedad’ intelectual y la propiedad a secas. La obra de un escritor o un pintor sería, para ellos, como una casa, un automóvil o un coche: algo sobre lo que el propietario tiene absoluto y perpetuo control, y que puede incluso dejarse en herencia. Algo, en suma, no diferente de una parcela. La cultura debería así tratarse como si fuese una rama de la economía inmobiliaria. Lo que ocurre es que hay notables diferencias entre una propiedad hecha de átomos y otra fabricada con bites. Los objetos físicos, desgraciadamente, no pueden copiarse a voluntad y a coste casi cero. Los objetos de la mente, en cambio, se reproducen con facilidad, lo que hace mucho más costoso protegerlos. Además las creaciones culturales surgen de la mente de sus creadores, que están repletas de obras anteriores: ninguna novela, cuadro o canción emerge de la nada plenamente formada. Todas ellas provienen de una tradición, que está compuesta por obras de artistas anteriores; si toda la cultura tuviese un propietario, producir nueva cultura sería imposible. Es por eso que los objetos de la mente no pueden regirse (y no lo hacen) por las mismas leyes que los objetos materiales. Porque sería el caos.

Democracia interactiva

La democracia originaria consistía en dar a la gente común voz en los asuntos públicos, de modo directo: permitiendo a cada ciudadano ateniense hablar a la asamblea. Incluso entonces las tareas diarias del gobierno exigían demasiado trabajo como para someter a voto cada decisión, y así se escogían por votación unos delegados que se encargaban del día a día: los 10 estrategas, los primeros políticos democráticos. En todas las democracias posteriores ha habido diputados; dada la imposibilidad práctica de reunir en asamblea a los millones de ciudadanos de un estado moderno, las decisiones de gobierno se delegan en unos profesionales que se eligen por votación. Los presidentes del gobierno no son más que los delegados de mayor rango; superintermediarios. Pero al fin y al cabo delegados.

Su poder, sin embargo, es grande, y por eso muchos quieren el puesto. Y así las elecciones se convierten en reñidos combates por obtener la confianza de los ciudadanos. En los estados modernos este combate se traba en los medios de comunicación, que son a su vez una clase de intermediarios nacidos de la dificultad de diseminar noticias a grandes distancias y a millones de personas. Los políticos nos hablan a través de los medios; así hemos acabado viendo cómo unos aspirantes a intermediarios hablan con otros intermediarios para obtener el favor del electorado; pero los votantes jamás tenemos contacto directo. Al final el proceso es como acariciar un rostro llevando guantes de esquí: todo queda en el gesto, porque no se siente nada.

Pero no tiene que ser así, porque hoy tenemos la Red, y la Red es especialmente buena eliminando intermediarios. Así como el periodismo ciudadano conecta a los testigos de los sucesos con los lectores, así como las tiendas online envían los productos desde el fabricante al comprador, está llegando la hora de una ‘ciberpolítica’ caracterizada por la pérdida de poder de los intermediarios. Nuestros políticos y periodistas van a estar mucho más controlados, ya que los electores tenemos de nuevo voz, como en los tiempos de las asambleas del ágora. Ya no nos basta con elegir a los representantes políticos; ahora podemos y queremos seguir y criticar su trabajo. Y exigimos que se nos escuche. Contra lo que los partidos piensan Internet no es simplemente un nuevo canal por donde emitir publicidad de modo unidireccional, un nuevo campo donde jugar el viejo juego. Las reglas cambian.

La Red es interactiva, y por eso la política en Red incluye participación. Ya no basta con que los políticos les digan a los periodistas lo que quieren que los electores escuchen; ahora éstos exigen formar parte del proceso y ser escuchados. Es importante que quien desee gobernar demuestre que responde a los ciudadanos y dialoga con ellos, cuando existen los medios; los internautas no van a aceptar proclamas grandilocuentes sobre el futuro de la sociedad del conocimiento de quien demuestre ser incapaz de vivir en ella. Que el propuesto debate en Internet se celebre, y que lo haga dando voz a quien quiera intervenir es vital para el desarrollo de Internet y de la democracia en España. Es hora de que los electores empecemos a educar a nuestros intermediarios en la democracia interactiva que se avecina. Y de cambiarlos, si no hay forma de hacerles escuchar.