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Microsoft: ¿tocar, o sólo mirar?

En castellano, idioma riquísimo, hay palabras que califican a las personas que incitan y coquetean, pero que luego a la hora de la verdad no permiten culminar; aunque son términos que se evitan en compañía civilizada. Microsoft, con su reciente anuncio de que permitirá a los programadores externos mirar el código fuente de algunos de sus principales productos. puede acabar haciéndose acreedora a estos calificativos. Porque según todas las apariencias, Microsoft permitirá mirar, pero no tocar. Algo que está muy alejado del concepto de código abierto.

Que programadores de terceras empresas puedan acceder al código fuente hará mucho más simple diseñar programas que interactúen con los productos de Microsoft, es cierto. Lo cual es vital, cuando uno de sus principales productos es el sistema operativo más extendido en el mundo del ordenador personal. Hasta ahora desarrollar software para el PC era un ejercicio ingrato, porque esos programas tienen que cooperar con el sistema operativo, que estaba oculto; era imposible mejorar el trabajo conjunto, porque Microsoft tan sólo ofrecía una serie de ‘puertas’ para que programa y sistema operativo pudieran comunicarse. Durante años ha cundido la sospecha de que los propios programas de Microsoft no utilizaban esas ‘puertas’ públicas, sino que encajaban con el sistema operativo de modo más eficiente a través de conexiones secretas que ofrecían ventajas de potencia y velocidad imposibles de alcanzar para la competencia. Así, Microsoft no sólo habría abusado de su poder en el mercado, sino que estaría impidiendo competir en igualdad de condiciones a los fabricantes por ejemplo, de procesadores de textos: Word siempre tendría ventaja. Una ventaja injusta.

De ahí los sucesivos enfrentamientos de Redmond con la Unión Europea, que le exigía mayor transparencia para evitar esas sospechas. Y de ahí el anuncio de Microsoft, que algunos interpretan como un completo cambio de mentalidad por parte de la empresa, e incluso como su conversión al mundo del código abierto. Pero para ser abierto de verdad no basta con dejar mirar: también hay que permitir tocar. Hay que dar permiso para que otros modifiquen, adapten y utilicen tu código para sus propios fines. Hay que atreverse a ir más allá. De momento, Microsoft no ha ido tan allá. Aunque lo que ya ha anunciado sea un interesante primer paso en la buena dirección, todavía se quedan cortos.

El anuncio de la multimillonaria multa de la Comisión Europea a Microsoft por encarecer en exceso el acceso de empresas a la información de compatibilidad arroja una luz nueva sobre las intenciones de Redmond. Trataban tan sólo de bloquear esta multa récord con un anuncio preventivo, que no les ha salido bien. Veremos en qué quedan las supuestas intenciones de apertura de Microsoft ahora. Actualizado el 27/2/2008.

No sin mi código fuente

Se llama F-35, familiarmente Lightning (relámpago) II, y es un modernísimo cazabombardero monomotor de diseño estadounidense y ansias de exportación universales que ha contado en su desarrollo con empresas, dinero y conocimiento de Gran Bretaña. La marina británica está interesada en la versión F-35B del Lightning II, diseñada para aterrizar y despegar en vertical, con el fin de sustituir a los veteranos Harrier. Sin embargo es posible que al final el Reino Unido prefiera una versión navalizada del multinacional Eurofighter Typhoon para equipar sus futuros portaaviones, lo que supondría cancelar el pedido ya efectuado. ¿La razón fundamental? Estados Unidos se niega en redondo a facilitar el código fuente del avión, los programas que utilizan sus ordenadores de a bordo: no se fían de que esta vital información pueda acabar en malas manos. Gran Bretaña se niega a adquirir un avión sin saber cómo vuela. Y tiene toda la razón del mundo.

En el mundo de los contratos militares de armamento ocurre ya lo mismo que en el de los servicios secretos, y cada vez más el de la informática empresarial: nadie quiere comprar una caja negra, un programa que no se sabe qué hace ni cómo. Por eso el CNI español quiere conocer las tripas de Office, y por eso cada vez más empresas quieren ‘software’ libre, o abierto: para estar seguros de que no hay sorpresas escondidas ni funciones ocultas. Cierto es que en un avión como el F-35, que literalmente es incapaz de volar sin sus ordenadores de a bordo (como la mayoría de los cazas modernos), saber qué hacen o dejan de hacer esos programas es importantísimo. Pero el razonamiento es el mismo para un banco, o una aseguradora: ¿cómo estar seguro de que el programa no hace trampas sin conocer su código fuente? Todo lo cual apunta en una sola dirección: a la larga el imperio de Microsoft, basado en el código cerrado, está en peligro.

Nota: Nueva información ha salido a la luz el día 13/12/2006; los EE UU y el Reino Unido han llegado a un acuerdo para que continúe el desarrollo del F-35. El acuerdo incluye la garantía de acceso a los programas del avión por los británicos, con el fin de garantizar su independencia operativa y la posibilidad de realizar cambios y mejoras futuras al avión sin tener que contar con los estadounidenses.