Volver a la rutina tras las vacaciones cuesta. Se está mucho mejor en la playa, en la montaña o en cualquier otro sitio disfrutando con la familia o los amigos que en el trabajo, por mucho que te guste lo que haces en él.
Y como volver cuesta, hay quienes se aferran a los complementos alimentarios como remedio. Pero ése no es el problema. Ni necesitas complementos ni estás enfermo, simplemente tienes síndrome postvacacional.
La razón es que entre el tiempo de ocio vacacional y la vuelta a la rutina no ha habido una transición, y por eso todo cuesta más. Así, el síndrome postvacacional se aprecia porque quienes lo padecen sienten fatiga, desánimo, falta de apetito, somnolencia, dolores musculares, irritabilidad…
Ningún complemento está indicado para el síndrome postvacacional y no será eficaz más allá del efecto placebo que pueda provocar. No necesitas tomar nada especial, y menos específico, pues no existe.
Lo que debes hacer para no sufrir estos síntomas tras las vacaciones es seguir una serie de pautas y poco a poco todo irá volviendo a la normalidad:
No apures las vacaciones. No pases de la playa a la oficina en unas horas o se te caerá el mundo encima. Necesitas un tiempo de adaptación y conviene ir regulando los horarios. En el caso de los niños, lo mejor es que varios días antes ya adopten el horario del colegio en su quehacer diario, aunque sigan de vacaciones.
Duerme algo más de lo habitual los días previos a incorporarte al trabajo y ve adecuando después dicho horario a tu jornada habitual.
Planifica y organiza tu vida diaria y ve imprimiéndole intensidad poco a poco desde varios días antes. Recupera tus tareas con calma, pero con el objetivo final de normalizar tu vida.
Quejarse no sirve de nada. Toma medidas y hazte con tu vida habitual. Compartir con los demás tu estado de ánimo puede ayudarte mucho a conseguirlo, pero sin quejas.
Incluye actividades gratificantes de ocio para no identificar el trabajo como el culpable de tus males.
Y, eso sí, si la sensación de malestar persiste más de dos semanas, puede que padezcas algún problema de verdad y será tu médico quien mejor pueda aconsejarte. Pero no dejes que nadie te convenza de que estás enfermo sólo porque estabas mejor de vacaciones que con tu rutina diaria. No estás enfermo. Es que volver cuesta.
* Fotos: GTRES
No, sobre todo no te quejes, no vaya a ser que la gente se dé cuenta de lo patéticas que son nuestras vidas y de lo infelices que somos a diario… Vuelve al tajo en silencio, no rechistes y trabaja, trabaja, trabaja, para un salario mísero, agobiado por el día a día, con el fin de mes empezado el 15 de cada, pensando durante toda la semana en el fin de semana, durante todo el año en la vacaciones anuales y durante todos estos años en la jubilación, si es que llegas a las 65 vivo, con más o menos salud y trabajando, que será ya un milagro en sí. «Sindrome postvacacional» , «vuelta a la normalidad», por favor… vuelta a la triste realidad de la esclavitud moderna, mejor dicho. Pero sobre todo no te quejes eeeh…
09 septiembre 2015 | 10:07
Désirée cuanta razón tienes!!! Esta es la vida de una esclavitud enmascarada en una engañosa libertad.
09 septiembre 2015 | 11:43
Trauma postvacacional – tumundo – elmundo.es Página 1 de 5
íGente I OPINION
FLORENTINO SANTOS BARBERO
Se habla mucho, sobre y
acerca del «trauma
postvacacional», la verdad es
que habrá de todo, quienes
se sientan realmente
«mata os» y a quienes, como
en mi caso, estén dando
gracias a los dioses, por
haber sido capaces de
aguantar este estado medio
de locura que son las
vacaciones y no haber
sucumbido a ellas.
La verdad es que todo es tan
relativo y tan diferente de
unos a otros como personas
haya en el mundo. A mi por
ejemplo tanto me da la
época del año que sea para
sentir más o menos ese
trauma, que por otra parte
pienso va en función de lo que cada persona esté dispuesto a sacrificar con
tal de vivir esa especie de euforia colcct:’Ja. las tan ansiadas vacaciones,
que luego tienen consecuencias tan nefastas como esta mismo del trauma
postvacacional de que tanto se habla y escribe en los días posteriores y
vuelta a la rutina, al trabajo, al tráfico, a las costumbres diarias y al
sometimiento de la disciplina que impone tener que levantarse todos los
días a una hora en concreto, llevar los niños al colegio, verle las barbas al
jefe de turno, a los compañeros, que hablan y hablan sin parar de los
sueños realizados durante las vacaciones, de los lugares que han visitado,
las comilonas que se han propiciado, los ligues que han tenido, el dinero
que se han gastado y los polvos que han echado…
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Todo paja… ni los lugares en los que han estado, normalmente el pueblo de
la parienta, es tan idílico, las comilonas quedan reducidas a un día en el
que se encontraba esplendido y generoso el suegro y les invitó a una
parrillada, o barbacoa que suena más fino, a cambio de tener que soportar
en el secarral de la parcela un sol de justicia, amén de colaborar en la
fritanga, que maldita la hora en que se le ocurrió tal empresa. En cuanto a
ligues… hablar por hablar, pues entre la piscina con los niños y la
Página 2 de ~
omnipresencia del sargento de su mujer, ya me dirás que ligues ni que niño
muerto. Sí es cierto que la final se le ha ido una pasta gansa y que gracias
al crédito de la Caja de Ahorros, ahora deberá reponer en cómodos plazos
mensuales sumado a los recibos del agua, el teléfono, los plazos del
ordenata y la línea ADSL, la comunidad de propietarios, el gas, la luz, el
garaje, los libros de los niños, los uniformes y sobre todo la hipoteca que de
por vida tiene adquirida quien más y quien menos… Por último queda el
capítulo de los polvos, ja,ja, qué risa… como si no supiéramos de que pata
cojeamos, los que la mujer te ha dejado, cuando no le dolía la cabeza y
poco más, claro que nuevamente hay que dar gracias a los dioses, que ella
no quisiera todos los días, porque no hay cristiano que aguante semejante
ritmo.
También existe otro tipo de individuos, que pareciera hubiesen descubierto
el mundo y la piedra filosofal al mismo tiempo. Han estado en los sitios más
paradisíacos que la naturaleza haya parido, han descubierto la forma de
pasar unas vacaciones diferentes de lo que la mayoría entienden, o sea la
«masa», que en general se conforma con darse un revolcón en la arena de
las playas, eso sí, llenas de gentes que casualmente han pensado como
ellos, hasta el punto de encontrarse en las mismas como en el propio
barrio, pues no es extraño encontrarse con el vecino del séptimo a quien
tenemos una fobia encarnizada, por aquella faena en aquel día que
sacamos la basura al rellano de la escalera y el muy cabrón nos obligó a
meterla dentro de casa, algo imperdonable y mira por donde ahora se lo
encuentra casi rozándose codo con codo, eso sí, su mujer está de cañón,
claro como no tienen familia… dice su mujer que dedica todo el tiempo a
sus cuidados y que bien aprovecha el tiempo la «so guarra», provocando a
toda la vecindad de la casa…
Pero él no, el ha concertado un viaje organizado, que dicho sea de paso le
ha costado un «pastón», y claro solamente han participado gentes de un
poder adquisitivo medio-alto, con lo cual la criba ha propiciado que no se
diera cabida a horteras con vestimentas estrafalarias y vulgares, así como
ese tipo de gentes que se les nota nada más entablar con ellos una
pequeña charla, que es la primera vez que visitan lugares solamente para
elegidos, para un grupo de privilegiados que entienden de estas maravillas
reservadas solamente a unos cuantos.
En este caso, no hacen ostentación de las comidas, sería de mal gusto,
pues se entiende que en hoteles de cuatro o cinco estrellas en los que se
han albergado durante el evento, no hay duda que las especialidades
culinarias están cuidada de la misma forma que la limpieza y lujo de las
habitaciones, donde «chico, se puede comer en el suelo» de lo limpias que
se encuentran, eso sí algo que le llamó poderosamente la atención y cree
de justicia referirlo, es que en las comidas no se ponía un vino cualquiera,
que se entiende es una vulgaridad, no, no, champán y francés para más
señas, eso sí como educado que es jamás llegó a consumir totalmente la
botella, aunque él que es muy observador presenció cómo un matrimonio
de Canarias, en más de una ocasión hubieron de servirle una segunda
botella, sin que el camarero de turno tan siquiera pestañeara por ello.
Luego en cuanto a lugares visitados, ni que decir tiene que la organización
corría a cargo de la Agencia de Viajes y en este asunto echó el resto, pues
eran lugares de ensueño, con guías locales, presencia de Guardas Jurados,
vehículos particulares para cuatro personas, nada del adocenamiento en
autobuseS, entradas reservadas y de preferencia, trato personalizado, tan
personalizado que él aunque no se las da de ligón, tiene su punto, llegó a
congraciar con la azafata que tenía asignada a su servicio, aunque su
mujer, que le conoce como nadie, no le dejaba ni a sol ni a sombra, sin
embargo a poco que se lo hubiera propuesto se la hubiera llevado al
huerto.
Naturalmente también, el reportaje del viaje, a cargo de un profesional,
nada de tener que estar todo el día con la cámara en ristre, que eso es otra
ordinariez, estaba seguro resultaría fabuloso en cuanto lo enviaran de la
Agencia, lo haría saber para un día invitar a los amigos cercanos a casa y
hacer y dar fe de que todo lo dicho era muy cierto y aun se habría quedado
corto…
y yo que asistía e estos devaneos, me decía para mis adentros, que con
qué poco nos conformamos, i qué pobreza de espíritu!… qué forma de
alienarnos con los roles que la sociedad impone, qué sacrificios estamos
dispuestos a arrostrar, con tal de no ser uno más, sino diferentes, ser
únicos, aportar esa pizca de originalidad que nos hace ser distintos, aunque
en el fondo sabemos y nos consta somos del montón y salvando algunos
casos muy concretos, pertenecemos a la mediocridad.
Pero… porqué no contar, lo libre que hemos sido estos días de asueto,
levantarnos a la hora que hemos querido, tal vez antes que los demás días
del año, pero sin imposiciones, ir y venir p discreción, sin compromisos
preestablecidos, sin horarios, sin tener que aguantar a pesados compañeros
y amigos de siempre, libres de dormitar, correr, saltar, nadar, comer y
beber sin control de dietas ni precauciones con el colesterol, ni efectos
secundarios de ningún tipo, solamente tener que aguantar, como mal
menor, el canto de los pájaros, el de los gallos y las campanas del reloj de
la torre de la Iglesia, que dado su cercanía a la residencia los primeros días
resulta un tanto molesto. Aunque al final se echa de menos, sobre todo al
tener que cambiarlo por los chirridos de los coches, los acelerones y los
escapes libres de las motos de los repartidores de pizzas.
Qué trabajo nos cuesta confesar, que como casi todos los años, hemos
hecho grandes propósitos para que las vacaciones de este fuesen distintas,
más organizadas, menos cochambrosas que otras, diferentes, sin dejamos
llevar de la opinión generalizada que todos tienen de que las vacaciones
hay que aprovecharlas, para cargar las pilas, para desconectar, para esto y
lo de más allá, pero no para hacer de nuestra capa un sayo.
Al final, como siempre, en casa del familiar allegado, colaborando eso sí a
los gastos faltaría más, pero aguantando a la suegra, los niños, en la
habitación que te asignen, que suele ser la de los abuelos ya fallecidos y
por tanto carece de lo imprescindible a que uno está acostumbrado, el baño
permanentemente ocupado, con lo cual se visita a la fuerza el corral, más
de lo que uno quisiera y mil inconvenientes, que sin embargo no le quitan
ese punto de rusticidad que todos andamos buscando y que se encuentra
lejos del firmamento de los hoteles de tantas y cuantas estrellas.
También porqué ocultar, el encuentro con aquel pariente que hace tanto
que no tenemos ocasión de verle, que quisiéramos no encontrar, pues nos
trae recuerdos negativos por cuanto hemos tenido para con él un
comportamiento sospechosamente poco leal, incluso hubiéramos preferido
no saber nada de sus realidades, que a nosotros nos parecen naderías, pero
a él lo tiene sumido en la más profunda de las tristezas.
Como hablar, sin ruborizarnos, de los bares o tabernas que hemos visitado,
donde lo mejor que te puede pasar es encontrarte con algún paisano con el
que intercambiar invitaciones, pese a su apariencia de estar todavía sin
desasnar, pero en el fondo se siente privilegiado por poder alternar y tomar
unas cañas, con un tipo como uno que vive en la Capital, que tiene un buen
coche y al parecer viste a la última, él sin complejos y haciendo honor a la
pana, alberga dentro de sí un corazón que está dispuesto a dar por
cualquier causa, sin dobleces ni segundas intenciones, lejos de lo que
pudiera parecer su aspecto hosco, desenfadado y como si se hubiera
parado el reloj del tiempo para él.
Porqué no nos atrevemos a contar, que para nosotros, los sensatos, las
vacaciones tratan de ser un intercambio de costumbres, vivir de cerca los
problemas de los demás, sentir muy cercano el sentimiento de gentes que
nunca tienen vacaciones, porque entre otras cosas son libres y tratan de no
complicarse la vida para aparentar ante los demás, que también saben
donde gastarse el dinero sin necesidad de salir de sus lugares donde la vida
es, en muchos casos, más propicia que a muchos que presumimos de vivir
a la última, en la Capital más desastrosa del mundo, en todos los aspectos.
Porqué no reconocemos que vivimos de fantasías, de apariencias, de falsos
mitos que por falsos nos hemos ido acostumbrando a ellos y en algún caso
hasta pensar que realmente existen y que son así de verdaderos, como las
gentes, las buenas gentes de los pueblos creen, los teatros, los cines, los
grandes espectáculos, los deportes, las grandes avenidas de la ciudad, el ir
y venir con los coches, vestir ala última moda que marcan los grandes
almacenes, celebrar acontecimientos familiares, alternar a diario con los
amigos, en definitiva gozar de la vida, que es corta y hay que exprimirle el
jugo.. .
Cómo explicarle al «paleto» de turno, que nada de eso es verdad, que todo
es un castillo de naipes, que nadie está contento con su suerte, que las
apariencias engañan iy de qué manera!… que nada de nada, que lo que
pasa es que nos cuesta reconocer que en el fondo que envidiamos su vida,
la vida apacible y con menos complicaciones del pueblo, donde todo se
reduce en muchos casos, no en todos, a cuidar del ganado, mantener los
campos de labranza, esperar las bondades, a veces maldades, del tiempo,
contentarse con lo que la madre naturaleza les proporciona y vivir de
verdad la vida. Que lo que ellos añoran, es precisamente el papel en el
teatro que a cada uno de nosotros nos toca representar,que con dolor
tenemos que reconocer que hemos sido arrastrados por las costumbres,
que dicen hacen leyes, y nos hemos metido hasta las orejas en plazos,
créditos y pagatelas de por vida, que no todo lo que reluce es oro, tan
siquiera la apariencia física nos es gratuita y estamos sometidos a una
dictadura impuesta por dietas y mandangas de muy difícil aceptación.
Que bonito sería, y sobre todo que acto de sinceridad por nuestra parte,
reconocer que vivimos de apariencias, que cuenta más el parecer que el
ser, que nos estamos engañando a nosotros mismos aún a costa de
enfrentarnos a los sacrificios mas delirantes, sin aparentemente quejarnos,
aunque la procesión vaya por dentro.
Qué gratificante sería, reconocer que andamos equivocados, que nos damos
cuenta de que este tipo de simulaciones no nos llenan, no consuelan, no
satisfacen y sobre todo no nos sacan de este estado de hundimiento moral
que difícilmente nos atrevemos a reconocer públicamente y sin embargo
sería nuestra auténtica liberación.
Por eso, esta mañana en la oficina he sentido pena, vergüenza ajena, he
comprobado la bajeza de miras a que nos hemos acostumbrado y a fuerza
de repetir nuestras propias mentiras, hemos llegado a creérnoslas… craso
error.
prometo solemnemente, que jamás hablaré de síndrome postvacacional,
porque además de ser una falacia es desmérito de cada uno, que no ha
sabido aprovechar una vez más el tiempo para, por ejemplo: leer, escribir,
ordenar sus cosas, cambiar de aires haciendo algo diferente. Todo indica
falta de imaginación, de conocimientos, de criterios propios y uno se
entrega y deja arrastrarse como una hoja llevada por el viento.
A nadie culpo, a nadie señalo porque cada uno de nosotros se prepara sus
vacaciones con tiempo suficiente, como para no tener que lamentar al
término de las mismas, nada…
Siempre tendremos otra oportunidad, esta llegará al año que viene y
trataremos por todos los medios de ser sinceros con nosotros mismos, de
aparentar lo que no sentimos y de esa manera, tampoco tendremos que
lamentar o sentir el síndrome postvacacional.
FLOREN…
09 septiembre 2015 | 11:54
@fsb
PESADO, ¿no te bastaba con poner un enlace?
09 septiembre 2015 | 12:02
@Justo Leal: El «síndrome postvacacional» NO EXISTE.
Para informar a los demás primero tienes que informarte tú, porque lo contrario es ser un necio.
09 septiembre 2015 | 12:03