Cal viva de Sr. Chinarro (Eclipse Mélodies,2024)

Hablamos de violines, más violines, de disparos eléctricos, de Burt Bacharach y Sergio Pángaro, Antonio, estás aquí, cerca de mí, ¿todo de su gusto? Sí del mío, no sé si le importará, Exvoto. Valentín, déjame así. Se acabó la onda fría y The Cure. ¿Y qué importa? Tenemos edad para pedir metales y cuerdas. Lo que no sé si tenemos dinero. Y ahora, en el segundo paso, “V de Victoria”. Me pregunto si el Chinarro de comienzos de siglo hubiera hecho una broma con Diana, los reptiles, las gominolas con forma de gusano. Pero lo cierto es que entra con un bajo a lo Peter Hook que ya parecía ser más bien de la familia Stone. Ácido y acelerado, con pedales sueltos, de guitarra y bicicleta. Como vuelvas a hablar de surrealismo te diré que te montes en una máquina del tiempo estropeada y no regreses. Es bello, es cera derretida, es luminosidad con una sección rítmica sacada de ese tiempo, entre el Bowie, Duque Blanco y funk y cuando anunciaban los ochenta en la Motown. Antes de lo hortera está lo elegante. Y Chinarro sabe qué cuento contar. Llevo dos temas y un párrafo largo. Pero es que la variedad tiene el gusto, imagina ahora “Fliper”, como un cantautor de final de década al que le han dejado tener una producción Costa Fleming. Y hablas de delfines. No sé si es una metáfora sobre la libertad o un momento detenido en el tiempo, pero los arreglos sin absolutamente evocadores.

Los agentes buscan al Antonio Luque monótono. Su cadáver está en el fondo de un punto limpio, bajo los recopilatorios de rockdelux que los cuarentones hemos tirado porque no caben en casa: son los Superthings o los cedés. Te va el rollo “Bufón”, con ese comienzo afónico, con un momento en el que volvemos a envasar al vacío las melodías que soñamos. Una trompeta que se eleva como si fuera un angelito que vigila los accidentes y las ejecuciones. Me voy a dormir. Pero qué metal, qué arreglo, escribes ETA y escribes como si fueras William Burroughs, recortando y pegando. Anda, vente conmigo, te enseñaré cómo escribo poesía con mis alumnos de matemáticas. ¿Y por qué iba a hacer eso, Octavio? Tienes razón, seguimos: estamos en “El muelle 1”, no es ni la mitad del disco y ahora me recuerdas a Pablo Und Destruktion haciendo Gijón, en vez de Málaga, en vez de Amsterdam de Brel (o de Scott Walker). Quizá más bien Pablo quiera ser como tú. Recuerdo a Isabel Bono soñándome, a mí, a mi mujer y mi hijo, contándonos la historia de “La decoración”. Caída mucha agua el día que llegué a Málaga. Fue un aviso. En el Monkey Week hay conciertos y una vez también estuvo Bunbury (él hubiera hecho algún arreglo parecido en un momento oscuro de su carrera) y Annie B. Sweet. A veces las confundo, a ella, a Russian Red, alguna más. Espero no sonar machirulo. No tengo el vinilo, me dejo llevar por mi instinto de ingeniero y asumo que si es el sexto tema de doce, estamos a punto de darle la vuelta al vinilo. Una de esas canciones perezosas de la escuela Chinarro: “El alto mando”. Sergio Algora me hablaba de los náuticos de Antonio Luque. Se la sudaba todo entre 2005 hasta 2008. Yo me ponía los pikis de mi padre. Como Julio Iglesias y mi abuela. Los cuatro llevábamos. Rima en consonante y le damos la vuelta, pequeño revolucionario sin amigos con ganas de juerga.

De nuevo el violín, de nuevo la paz, “Altavoz Bluetooth”, sobre las cuerdas de un cuarteto de uno (como una orgía que tiene más de masturbatorio que de percusión sexual). Y esos ritmos de bossa psicótica, ese amigo tropical, demonio y carne. Escucho “Carlos Haya”, con una guitarra inicial, con una sección rítmica sencilla, un cuentito corto, una biografía inventada, o no… ¿Lo busco en Google, no sé, dejemos la idea para los demás? Entra el estribillo y la pandereta y las voces de acompañamiento son buenos para los que extrañan a los desaparecidos. Tenías un poco de color sepia en el iris, en la córnea, donde guardes los recuerdos, Ramón Gómez de la Serna, el momento de ayer para volver a hoy, qué guapas eran todas y qué poco caso mi hicieron, “Comunión”. Si todo fuera verdad, si fuera mentira, qué importa. ¿De verdad has conseguido ponerle música a unos pedazos del pasado? Tiene algo de saudade… nadies esperaba esto de ti. Las guapas. Los solos. No los de guitarra, los abandonados. Subimos las revoluciones con “Una escena”, las guitarras cortan, buenas cuchillas en el momento previo al previo del final. Es una realidad, es una canción, es Antonio Luque más perezoso que enfadado, es difícil decirlo. Un Aute pasado de vueltas, con la camisa cerrada, con los botones adecuados… turismo en sus historias, quién te lo iba a decir. Antonio Luque, Sr. Chinarro, volviendo una y otra vez atrás. Qué es verdad, qué es mentira, ¿acaso importa? Mira yo escucho “La excursión” y nadie frasea como el Chinarro del último lustro. Así de claro. Sí, el Chinarro que no se entendía, el que nos hacía flipar, ahora baja la base y dice: “Aquí estoy yo”, entre París y Londres. Doce canciones como los discos de verdad. Lo demás son EP´s o recopilaciones de maquetas. No puedes hacer tantas buenas del tirón. Se llama “Me acaricio” y hay un poco de guitarra Gram Parsons, narcótica, como Fernando Navarro en “Malaventura”, como los desiertos de Almería, como esos vaqueros de película falsos haciendo versiones de Desire. Dímelo, me lo merezco: ¿versiones? ¿Es que no has aprendido nada? Tú hablas del negro de Bañolas y yo me atrevo a casi todo, con la chulería del que tiene los discos originales desde los tiempos de la brumosidad. Han caído los dos y solo te has levantado tú, Antonio.

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