Europa inquieta Europa inquieta

Bienvenidos a lo que Kurt Tucholsky llamaba el manicomio multicolor.

Europa según el pesimista George Soros

Quien más quien menos sabe quién es el especulador George Soros, cómo logró amasar su fortuna y cómo luego, durante décadas, la ha ido generosamente distribuyendo –en una suerte de remedo de sí mismo: por eso le llaman filántropo– en diferentes proyectos políticos, sociales y culturales.

Judío de origen húngaro, aunque nacionalizado estadounidense, ha mostrado y sigue mostrando hoy una extraordinaria preocupación por los asuntos europeos. Aquí radican algunas de sus fundaciones, como la Open Society Foundation, y a las vicisitudes nuestro continente le dedica regularmente análisis certeros.

George Soros, en una imagen de archivo (20minutos.es).

George Soros, en una imagen de archivo (20minutos.es).

El último, una extensa entrevista (merece la pena leerla) publicada en el New York Review of Books donde Soros es preguntando por lo divino y por lo humano dentro de lo que atañe a la UE: desde la letra pequeña de la unión bancaria, la gravísima cuestión migratoria o la crisis en Ucrania y el creciente poder de Rusia.

Todas las respuestas que da Soros tienen su miga. Su opinión respecto de cómo se está llevando a cabo la unión bancaria –mi compañero Nico lo explicó perfectamente en un post hace pocono es demasiado optimista. Soros denuncia que se ha vendido su éxito de una forma orwelliana, y que «la unión bancaria se ha transformado en algo que es casi lo opuesto: el restablecimiento de ‘silos’ nacionales».

Según argumenta Soros, el mecanismo desarrollado para hacer efectiva la unión bancaria es «tan complicado, tiene tantos actores y entidades envueltos que será prácticamente inservible en caso de emergencia». Es una opinión de alguien que sabe cómo llevar bancos a la quiebra, así que, aunque no todas las opiniones merezcan respeto (las personas sí), habría que tenerla en cuenta.

Pero más allá de esto, me quedo con uno de los argumentos de Soros, conciso y que apunta en la línea de lo que muchos venimos pensando de la UE en los últimos tiempos. Dice Soros, a propósito de la integración política, el auge del populismo, etc: «Creo en la búsqueda de soluciones europeas para los problemas de Europa; las soluciones nacionales solo empeoran las dificultades». Pues eso.

5 comentarios

  1. Dice ser Leña al mono

    España, Europa y el mundo entero está siendo salvajemente saqueados por individuos como este, especuladores de ansia infinita que no se limitan a acumular riquezas, sino a sentirse como los auténticos amos del mundo. Algún día, cuando haya una justicia verdadera, asesinos en masa como este serán ahorcados.

    09 abril 2014 | 16:59

  2. “La búsqueda de modelos de negocio rentables que ayuden a combatir la pobreza se ha convertido en un tema cada vez mas ‘sexy’”. Esta frase, que abría un artículo aparecido en inglés en el blog de Innovación Social de la ESADE, una de las principales escuelas de negocios españolas, señala por dónde van algunos de los nuevos intereses del capital. Sin grandes algaradas, pero con una estrategia continua y firme, bancos, transnacionales y consultoras están en los últimos tiempos dirigiendo sus miradas hacia las capas de lo que ellos llaman la base de la pirámide. Estaríamos hablando de más de cuatro mil millones de personas con una renta anual inferior a 1.500 euros, es decir que sobreviven con menos de cuatro euros al día. En España, esa pirámide también se va ensanchando por abajo: según el último informe de Cáritas, diez millones de personas se encuentran en una situación de pobreza relativa, y otros tres millones, de pobreza severa.

    Ya hace más de diez años, en una publicación que es un referente en la estrategia de negocios con la pobreza, La fortuna en la base de la pirámide, sus autores, C.K. Prahalad y Stuart Hart, aseguraban, tras constatar que se habían sobrevalorado las perspectivas de ganancia en los países desarrollados y entre la clase media de los mercados emergentes, “que la verdadera promesa no eran los pocos ricos de los países en ­desarrollo, ni los consumidores de la clase media emergente, sino los miles de millones de pobres aspirantes que accedían a la economía de mercado por primera vez”.

    El beneficio que puede dar una persona con pocos ingresos es mínimo, pero multiplicado por cuatro mil millones es muy importante. El blog de Esade recogía el dato que daba la banca J. P. Morgan en su informe de enero de 2013 de que ese año habría “más de nueve billones de dólares (casi 9.000 millones de euros) para inversiones de impacto social”.

    Fundación Ashoka

    Para hacer de puente entre las grandes instituciones del poder económico y estos nuevos objetivos de la base de la pirámide o de los consumidores críticos ha surgido en los últimos años la figura de los emprendedores sociales y las fundaciones que los apoyan. Una de las más importantes es Ashoka, que se define a sí misma como la mayor red internacional de emprendedores sociales.

    Ashoka busca líderes en múltiples ámbitos como la economía social, la sanidad, la banca ética, la agricultura ecológica, los microcréditos o el periodismo. Según sus datos, tiene una red de 3.000 emprendedores sociales en 71 países, 23 de ellos en España, a los que financia con un estipendio mensual durante tres años. En una entrevista en 2011 la entonces directora en España de Ashoka Empren­dedo­res, María Calvo, afirmaba que los emprendedores sociales “una vez seleccionados, pertenecen a la red Ashoka de por vida”. Algunos de sus patrocinadores a nivel estatal son BBVA, la Fundación Telefó­nica, la Fundación Once o la farmacéutica Boehringer. Tiene alianzas con la Fundación Botín o Google y colabora con la consultora Price­wa­ter­houseCoopers. A nivel internacional tiene alianzas con la Fundación Gates, la Fundación Skoll, la consultora McKinsey y eBay entre otros.

    En una entrevista a la revista Quo, la fundadora de Ashoka España, María Zapata, declaraba que “para las empresas, el mercado potencial que ofrece la población que está viviendo con menos de dos dólares al día, lo que llamamos la base de la pirámide, en temas de energía, vivienda, alimento, etc. es de cuatro billones de dólares. Por tanto, la oportunidad de mercado para esas empresas es brutal, y ellas lo saben. Pero las desconocen y no saben cómo acceder a ellas. Los emprendedores sociales trabajan con esas poblaciones y su labor es acercar a la multinacional hasta ellas, mientras salvaguardan los intereses de éstas”.

    El apoyo al emprendimiento social, a lo que la élite económica llama “capitalismo incluyente”, es una de las principales formas que ésta ha encontrado para llegar a estos nuevos objetivos. Un ejemplo de este interés es Momentum Project, una iniciativa del BBVA y ESADE, dirigida al fomento de proyectos empresariales llamados de interés social.

    Una de las empresas sociales seleccionadas por Momentum Project es Specialisterne España, de la fundación Planeta Imaginario. Trabajan con personas con autismo o síndromes como el de Asperger, y ofrecen a las empresas de telecomunicaciones servicios como las pruebas de software o el registro de datos informáticos. El presidente de su patronato es Ramón Bernat, a quien describen en la web de la fundación como industrial e inversor social. Este inversor social es a la vez presidente de la sicav Sical Plus, un instrumento financiero que utilizan las grandes fortunas para pagar tan solo un 1% de impuestos sobre sus rendi­mien­­­­tos ­y plusvalías. El fundador de Specialis­terne, con delegaciones en más de una decena de países, es el danés Thorkil Sonne, también emprendedor social de Ashoka.

    Voluntarios y donativos

    En el desarrollo de las empresas del capitalismo incluyente son fundamentales las donaciones y el trabajo voluntario. En el libro Capitalismo 2.0, concebido como un manual del emprendedor social, sus autores Patricia Sáez y Luis Pareras hablan de la necesidad “de atraer a un colectivo de personas dispuestas a dedicar su tiempo y su esfuerzo a una causa a cambio de la satisfacción de hacer del mundo un lugar más justo”. De ahí también el interés de las redes de emprendedores sociales (también llamadas incubadoras) en utilizar los medios de comunicación como herramienta de sensibilización de la población. El objetivo es crear una opinión propicia a sus proyectos que ­favorezca donaciones y ofertas de trabajo voluntario.

    A pesar de que las empresas de este tipo actúan precisamente allí donde el Estado, tras realizar una política de recortes y privatizaciones, ha dejado un vacío, las empresas sociales aprovechan esta visibilidad en los medios para buscar las ayudas y subvenciones de las administraciones para su promoción y financiación. Un ejemplo de estas ayudas son las bonificaciones a las cuotas de la Seguridad Social, las deducciones de impuestos –están exentas del Im­pues­to de Bienes Inmuebles, o el de Actividades Económicas; y quienes les hacen donaciones se benefician de una deducción del 25% en el IRPF o del 35% en el Impuesto de Sociedades– y del acceso a los programas de apoyo al emprendimiento social, como el puesto recientemente en marcha por el Gobierno de Aragón, dotado con 30.000 euros.

    En cualquier caso, cuando el neoliberalismo habla de cambiar el mundo obteniendo beneficios al mismo tiempo son evidentes sus esfuerzos por transformar los derechos sociales –de los que nunca habla– en simples servicios, o, lo que es lo mismo, convertir a los sujetos de derechos en meros clientes con necesidades, algo que a menudo ni sus mismos instigadores se molestan en esconder. En su último libro Un reportero en la Mon­taña Mágica: cómo la élite económica de Davos hundió el mundo, el economista y escritor Andy Robinson se hacía eco de una idea de la Fun­da­ción Schwab, de Klaus Martin Schwab, fundador del Foro Econó­mico Mundial, que no precisa comentario alguno: “Se avanza con mayor rapidez en el desmantelamiento del Estado y de la sociedad en interés del capital privado si se utilizan términos como progreso social, filantropía humanitaria y emprendimiento social”.

    Güemes y sus financieros sin fronteras
    R.M.
    El IE Business School, instituto de empresa en el que trabajó el ministro Luis de Guindos, tiene un “centro internacional de gestión emprendedora” que dirige el imputado Juan José Güemes, exconsejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid. El nombre de una de sus iniciativas, ‘Financieros sin fronteras’, es muy ilustrativo del nuevo interés por los beneficios que pueden reportar los negocios con la base de la pirámide, y de cómo se sirven de un lenguaje que nació en las antípodas de su ideología».

    Rosa Martínez, Daniel García
    10/03/14
    diagonalperiodico.net

    09 abril 2014 | 17:05

  3. «Cuenta una bella leyenda judaica que en un pasado distante toda la humanidad vivía unida y hablaba la misma lengua. Habiendo dominado las técnicas de construcción y descubierto su propio poder creativo, los hombres decidieron construir una torre tan alta, que su parte superior llegaría hasta el cielo y así podrían ver al creador. Irritado con la arrogancia humana, dios resolvió confundir la lengua de los hombres con diferentes idiomas, para que de esta forma la gigantesca construcción no prosperase. Al no entenderse más, los trabajadores de la obra no pudieron coordinar sus esfuerzos y la torre acabó desmoronándose, fruto del caos que se instauró.

    La leyenda sobre la Torre de Babel tiene mucho que enseñarnos, aunque las lecciones no son sobre la vanidad humana, el poder de dios ni el origen de los idiomas modernos, sino sobre algo mucho más concreto: el funcionamiento de nuestra sociedad.

    De la misma forma que en la Torre de Babel, la humanidad, incluso sin saberlo, realiza una gran obra colectiva y coordina sus esfuerzos para ello: los coches producidos en Brasil son vendidos en Argentina, llevados hasta allí en barcos fabricados en Japón, pero que pertenecen a armadores griegos, que emplean marineros filipinos. No hay en el mundo un único bien material que no sea fruto de los trabajos conjugados de miles de hombres y mujeres.

    También como en la leyenda, la mayoría de los participantes de esa inmensa obra llamada sociedad “habla la misma lengua”, es decir, comparte ciertas ideas y valores, tiene una misma “visión de mundo”. Por compartir las mismas ideas, las personas acaban teniendo también un comportamiento parecido. A estas ideas o conjunto de ideas que moldean el comportamiento humano, las llamamos ideologías.

    ¿Para qué sirven las ideologías?
    El papel de las ideologías es garantizar el funcionamiento de la sociedad. Entonces, ¿qué ocurriría, por ejemplo, si los trabajadores ignorasen las leyes sobre la propiedad privada y decidieran tomar para sí las fábricas, los bancos y los latifundios? ¿O si las mujeres se rebelasen contra el machismo y comenzaran a reaccionar violentamente ante cualquier situación de opresión? ¿O si los homosexuales se organizaran para darles palizas a los neonazis en la Avenida Paulista? Está claro que si eso ocurriese, el orden burgués establecido se colapsaría y la sociedad, tal y como la conocemos, se desmoronaría sobre sí misma como una enorme Torre de Babel.

    Para que eso no se dé, para que la dominación capitalista siga su curso con tranquilad, es necesario que las personas acepten pasivamente las condiciones de explotación y opresión a las que están sometidas. ¿Y cómo conseguir eso sin recurrir permanentemente a la violencia? Pues a través de las ideologías.

    Se crea así la ideología de que la propiedad privada es sagrada y que los grandes empresarios, banqueros y petroleros son héroes nacionales; la ideología de que las mujeres son propiedad de sus maridos y a ellos les deben respeto y obediencia; la ideología de que la homosexualidad es una enfermedad y por eso, si los homosexuales son apaleados en la calle, es porque algo malo han hecho.

    Así, poco a poco, con numerosas ideas pequeñas, aparentemente sin conexión entre sí, se forma en la cabeza de los trabajadores una “visión de mundo” que no se corresponde con sus intereses, sino con los intereses de los capitalistas. Las ideas que justifican la dominación burguesa se hacen predominantes en toda la sociedad. Se reproducen exhaustivamente en la Televisión, en las escuelas, en las páginas de los periódicos, en la familia, en el trabajo, entre los amigos. Los trabajadores, por el simple hecho de vivir en sociedad, absorben estas ideologías y actúan en consonancia con ellas, incluso sin percibirlo. Cuando una ideología es aceptada por todos, se forma una especie de “lenguaje común”, que todos reconocen, entienden y reproducen en su cotidiano.

    Como resultado, explotados y oprimidos comienzan a hacer una cosa aparentemente absurda, pero que es la regla en nuestra sociedad: comienzan a actuar contra sí mismos, contra sus propios intereses de clase; comienzan a defender al enemigo y a combatir a sus aliados; se dividen. De este modo, los padres culpan a los profesores por el bajo rendimiento escolar de sus hijos, la población pobre defiende a un gobierno de empresarios y banqueros con miedo a perder las ayudas, los trabajadores esquirolean la huelga porque se convencen de que luchar no resuelve nada.

    ¿Qué esconden las ideologías?
    Tomemos algunas ideas bastante simples y ampliamente expandidas en nuestra sociedad: “El hombre es egoísta por naturaleza”, “Siempre van a haber ricos y pobres”, “Las mujeres fueron hechas para el trabajo doméstico”, “Una persona siempre va a querer pasar por encima de la otra”, “Los prejuicios ya vienen desde que nacemos”, etc.

    ¿Cuál es el sentido de estas ideas? Resulta evidente que todas apuntan en la misma dirección: aceptar las cosas tal y como son. ¿Y cómo nos convencen de ello? Afirmando que todo lo que existe es natural e inevitable, que intentar cambiar la realidad es ir “contra la naturaleza”. Así, para justificar un mundo de injusticia y sufrimiento, las ideologías “naturalizan” la realidad social, es decir, llevan a las personas a creer que la desigualdad, la explotación y la opresión son tan naturales como la lluvia, el viento o el movimiento de las mareas. Las ideologías esconden el gran secreto de la dominación burguesa: el hecho de que la sociedad es una construcción humana y que por lo tanto no hay nada de “natural” en ella; que el mundo en que vivimos es el resultado de la cooperación de los individuos y justamente por ello puede ser cambiado por esos mismos individuos.

    La propaganda ideológica
    ¿Pero cómo se esparcen las ideologías por la sociedad? ¿Cómo absorbemos y reproducimos con tanta facilidad ideas tan absurdas? Si existe democracia, ¿cómo alguien puede controlar lo que yo pienso? Para responder a estas preguntas, es preciso entender cómo funciona la propaganda ideológica.

    Todos sabemos lo que es propaganda. MediaMarkt hace anuncios animados, con personas hablando alto y rápido, y con énfasis en los precios. Nike centra su propaganda en el increíble desempeño de los atletas que usan sus artículos. El Santander hace propaganda de los beneficios que sus clientes pueden tener con esta o aquella inversión. En todos estos casos, el propósito es claro y evidente: ¡compre, use, aplique su dinero! No hay ninguna dificultad en reconocer que estamos ante una muestra de propaganda. Si a alguien no le gusta, puede cambiar de canal o pasar la página de la revista.

    Pero la propaganda ideológica es un poco más complicada. Como hemos dicho, el principal objetivo de las ideologías es hacer que las personas actúen contra sí mismas. Por eso la burguesía no puede decir abiertamente: “acepta la explotación”, “acepta la opresión”, como si dijera “bebe Coca-Cola”. Una propaganda así desvelaría la dominación ideológica y provocaría aún más revuelta. Por eso la principal característica de la propaganda ideológica es que es disfrazada, sutil, encubierta, subliminar.

    Cuando un artículo sobre una huelga de profesores comienza hablando de los alumnos que se quedaron sin aula, nos encontramos ante una muestra de propaganda ideológica. El objetivo no es informar o esclarecer lo que ocurre, sino enseñar hasta qué punto las huelgas perjudican a la población.

    El periodista no dirá eso abiertamente, sin embargo todo el texto estará diseñado para que provoque esa sensación en el lector. Cuando tras el asesinato de Bin Laden nos bombardearon en los programas dominicales con reportajes especiales sobre la tropa de élite que mató al líder de Al-Qaeda, nos encontramos ante una muestra de propaganda ideológica. Aquí el recado es: ¡los EEUU son invencibles, para ellos no hay misión imposible, no osen desafiarlos! Como es sabido, la mejor forma de implantar una idea en la cabeza de una persona es hacerle creer que llegó por si misma a esa conclusión.

    Así actúa la burguesía. No dice “la mujer es un objeto”. Simplemente muestra comerciales de cerveza que exhiben a la mujer como un objeto. Quién llega a la conclusión de que la mujer es un objeto es el telespectador. No escribe en los periódicos “es preciso acabar con los bosques alrededor de los ríos”. Simplemente muestra de qué forma el agronegocio, que acaba con los bosques alrededor de los ríos, es el “motor de desarrollo del país”. Quién llega a la conclusión de que acabar con los bosques es un mal necesario es el lector. No dice “vamos a acabar con los derechos laborales”. Simplemente dice que en los EEUU, el país más poderoso del planeta, casi no existen derechos laborales. Quién llega a la conclusión de que los derechos laborales son una traba para el desarrollo del país es el propio trabajador.

    Por eso, el hecho de que una persona tenga una opinión formada sobre un determinado asunto no significa de modo alguno que esa idea sea de ella. El noventa y nueve por ciento de las ideas que tenemos en la cabeza fueron implantadas sutilmente por la burguesía a través de la educación, de la prensa, de la familia, de la televisión, del cine, de la iglesia, etc, etc, etc. La fuerza de las ideologías está precisamente en el hecho de que los explotados defienden y reproducen las ideas de los explotadores, creyendo que esas ideas son suyas.

    Al ser repetidas incansablemente por toda la sociedad, las ideologías asumen la apariencia de “verdad absoluta”. ¿Qué decís de que las mujeres son iguales a los hombres? ¿Qué es eso de acabar con la explotación? ¿Cómo que socialismo? Cuando alguien cuestiona una ideología, parece realmente que está “hablando otra lengua”. Instintivamente, repelemos a ese tipo de persona y la separamos de nuestro entorno. O simplemente la ignoramos. La Torre de Babel no puede ser agitada.

    Ideología de la clase obrera
    Pero si una ideología es una determinada “visión de mundo”, un conjunto de ideas que sirve a determinados intereses, ¿podemos entonces decir que la clase trabajadora tiene una ideología? La respuesta es categórica: ¡sí!

    El socialismo científico, formulado en la mitad del siglo 19 por los filósofos alemanes Karl Marx y Friedrich Engels (por eso también es conocido como marxismo) es la ideología de la clase obrera, la ciencia de su liberación. El socialismo científico es un conjunto de ideas que interpreta correctamente el mundo que nos rodea, que revela las verdaderas razones de la opresión, de la desigualdad y de la explotación. Sin embargo, a diferencia de las ideologías burguesas, que penetran en la mente de los trabajadores por miles de medios invisibles e imperceptibles, el marxismo no llega a nuestras casas por las antenas de televisión, no se enseña en las escuelas, ni se escucha en las letras de las canciones de éxito. Es preciso buscarlo, descubrirlo. Y claro, como toda ciencia, el marxismo precisa de estudio.

    El obrero consciente que desee entender a fondo el mundo que le rodea debe comenzar por desconfiar de todas las ideas que parecen obvias y naturales, porque la mayor parte de ellas no pasa, muy probablemente, de mentiras bien contadas. Enseguida, debe tener, en relación a la sociedad, la misma curiosidad que tiene en relación a la máquina nueva que acaba de llegar a la fábrica: tiene que querer desvelarla, desmenuzarla, dominarla. Habiendo dominado el marxismo, ese obrero podrá interpretar los hechos de la realidad con la misma facilidad que un electricista experto interpreta el esquema eléctrico de un garaje residencial, que tiene una bombilla, un interruptor y un enchufe.

    La verdadera obra humana
    Las ideologías burguesas no son una fuerza invencible. Si la clase dominante tuviese tanta confianza en sus ideas, no habría hombres armados de plantón en comisarías, cuarteles y batallones, aguardando las órdenes para reprimir, dispersar y prender.

    Karl Marx, el viejo filósofo alemán, dijo en cierta ocasión que cuando una idea es absorbida por las masas organizadas, adquiere fuerza material, es decir, se convierte en un arma real.

    Cuando la crisis económica, política y social coloque en jaque a la dominación burguesa; cuando la represión contra los trabajadores, en vez de inhibirlos, provoque acciones aún más radicalizadas, la idea del socialismo penetrará en las grandes masas y hará tambalearse la monstruosa obra del capitalismo. Los trabajadores, en vez de hablar la lengua de la burguesía, comenzarán a hablar su propia lengua y se entenderán. La inmensa Torre de Babel, erguida sobre la espalda de los pobres y perseguidos, y solidificada con el cemento de la mentira, se desmoronará sobre las cabezas de sus incompetentes arquitectos. Y los trabajadores, libres de los escombros de la vieja construcción, comenzarán su propia obra: una sociedad sin opresión y explotación, el socialismo en el mundo entero».

    Written by Henrique Canary
    10 Febrero 2014

    09 abril 2014 | 17:08

  4. Dice ser pelus

    Cada una que ponga lo que le de la gana, pero sois un poco pesaitos copiando artículos de otros sitios y gente, no? Podríais aportar reflexiones propias?

    09 abril 2014 | 23:53

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