Europa inquieta Europa inquieta

Bienvenidos a lo que Kurt Tucholsky llamaba el manicomio multicolor.

¿Hay una historia inmediata de Europa?

El pasado reciente de Europa es una región bastante transitada y relativamente en paz. Hasta aproximadamente la guerra de los Balcanes, la historia del continente —aunque quede mucho por profundizar— es un todo más o menos consensuado. Por un lado el proceso de convergencia económica, por otro, el final de la guerra fría y el lento desacoplamiento de EE UU.

Pero hay un vacío que tiene que ver con nuestro presente, y que hace poco un buen amigo historiador (arqueólogo y profesor universitario) me comentó. La historia inmediata, también llamada historia del tiempo presente, es una disciplina historiográfica relativamente joven que trata de analizar, con las herramientas propias del historiador, la misma realidad en la que este vive.

Una mujer, en el aniversario de la matanza de Srebrenica. (EFE)

Una mujer, en el aniversario de la matanza de Srebrenica. (EFE)

Es una disciplina que yo estudié someramente con uno de sus grandes representantes en España, el fallecido profesor Julio Aróstegui, y que sé que tiene discípulos en varias universidades del país. Pese a esto, como mi amigo me dijo aquel día, la historia del presente está de capa caída. Prueba de ello, quizá, es este manifiesto impecable en su defensa… y en la búsqueda de un reconocimiento académico que aún le es en parte esquivo (¡ si fuera bien no harían falta manifiestos!)

Aquella conversación y los recientes sucesos en Ucrania me han hecho pensar de nuevo en la historia del presente, en este caso cómo sería una aproximación a una historia inmediata de Europa. La historia, al contrario que el periodismo (y que buena parte de la sociología) tiene una particularidad respecto del presente: lo trata de forma compleja. Es decir, lo aborda no a través de ‘claves’ o ‘teorías’, sino poniendo en relación hechos e informaciones que en principio no tienen por qué tener una ligazón coherente.

Europa está en uno de esos momentos complejos, donde a la crisis de crecimiento y de modelo se suman otras circunstancias locales, propias de cada una de sus variadas regiones, como la situación política en el este, la desafección ciudadana en el sur, el crecimiento desmesurado, de nuevo, de Alemania o el languidecer inexorable de Francia como potencia continental.

Está claro cómo aborda el periodismo esta Europa. Pero, ¿cómo lo hace la historia, en concreto la historia del tiempo presente? Lo primero de todo sería consensuar una fecha clave que dé sentido al periodo, si es que estamos en un nuevo periodo… lo que también podría ser objeto de debate. ¿La fecha de la entrada en vigor del Tratado de Lisboa? ¿La fecha del primer rescate de Grecia? ¿La puesta en marcha del euro como moneda común?

Partiendo de alguna de estas fechas, estoy simplemente elucubrando, se podría tratar una historia del presente de Europa que tuviera en cuenta muchas de las peculiaridades que hoy nos amenanazan: desde la incompleta unión económica a la crisis de representatividad y pasando por la pérdida de influencia internacional. Estoy convencido de que hay muchos factores que, puestos bajo el foco de las herramientas históricas, nos harían cambiar la percepción del presente.

En cualquier caso, esto de hoy es solo una introdución a algo que continuaré madurando, espero que con vuestra ayuda y con la de expertos en la materia. Con este post quería por un lado dar a conocer la historia del presente de una forma general —hay mucho teorizado al respecto, desde Koselleck a Montserrat Huguet—y haceros ver que Europa puede abordarse desde otros enfoques que no son solo la economía o solo el periodismo.

2 comentarios

  1. Dice ser Pelus

    Interesantes reflexiones. Me parece muy interesante intentar ensamblar la historia del tiempo presente a estas realidades europeas. Yo también fuí en su día alumno del profesor Aróstegui y esa disciplina siempre me pareció más que interesante. Esperaré impaciente la evolución de este tema en el blog.

    12 febrero 2014 | 14:25

  2. «»Cuando el ciclo económico largo de la segunda posguerra empezó a agotarse, el diagnóstico triunfante fue que el crecimiento se había debilitado por excesivas reglamentaciones. En las palabras de Ronald Reagan, de solución el Estado pasaba a ser el problema.

    Excesiva cantidad de reglamentaciones respecto a la circulación del capital, hacia empresas estatales, hacia contratación de mano de obra, frenaban el ímpetu invertidor del capital. Déjese fluir libremente el capital, levantando todas las normas que lo incomodan y volverán las inversiones, y con ella el crecimiento económico y todos ganarán, decían las propuestas vencedoras del ex presidente de Estados Unidos.

    Y así han triunfado el diagnóstico y las soluciones neoliberales. Todo el arsenal neoliberal se puede sintetizar en desreglamentaciones: apertura de los mercados nacionales al mercado mundial, privatización de empresas estatales, contratación precaria de mano de obra.

    Pero la propuesta neoliberal ignoraba una advertencia de Marx, según la cual el capital no está hecho para producir, sino para acumular. Liberado de trabas, los capitales no se concentraron en las inversiones productivas, sino que se trasladaron hacia donde ganan más, con menos impuestos y más liquidez: la especulación financiera. Se ha acumulado mucho más capital, con mucho menos producción.

    Hubo un gigantesco proceso de transferencia de capitales, en escala mundial, del sector productivo al sector financiero. No es que haya empresarios productivos y otros especulativos. Todos los grandes grupos económicos tienen, en su cabeza, una institución financiera, que reparte las inversiones, haciendo que a menudo tengan más ganancias las provenientes de la especulación que las que vienen de la producción.

    La razón de fondo por la cual el ciclo largo actual es recesivo reside precisamente en ese mecanismo de incentivo a la especulación financiera, con altas tasas de interés, canalizando los capitales hacia la compra y venta de papeles, que no produce bienes, ni empleos.

    Es, a la vez, la traba fundamental a que las economías de los países puedan retomar ciclos de expansión. Se puede decir que los problemas comunes que hoy enfrentan países como Argentina, Venezuela, Brasil y otros de Latinoamérica, así como España, Grecia, Portugal, entre otros de Europa, se deben a esa fuerte tendencia especulativa y recesiva impuesta por los capitales financieros.

    Aun creciendo, las economías latinoamericanas sufren las presiones recesivas provenientes del centro del capitalismo. Al igual que las economías europeas tiran alcohol al fuego, al buscar soluciones neoliberales a su crisis neoliberal.

    La especulación financiera busca imponer un cerco a gobiernos como los de Argentina y Venezuela, obligándolos a devaluaciones –abiertas o no–, pero incrementando, a la vez, riesgos inflacionarios, que producen desgastes en los salarios, como es típico del cruel círculo vicioso que las economías latinoamericanas han vivido en un pasado reciente.

    El gran tema contemporáneo de la era neoliberal es, por lo tanto, cómo quebrar la hegemonía del capital financiero en su modalidad especulativa, para transferir recursos masivos hacia las inversiones productivas. Las presiones mediáticas respecto a los riesgos inflacionarios no tienen por objetivo cuidar el poder de compra de los salarios, sino lograr que las tasas de interés se mantengan altas, favoreciendo las ganancias especulativas.

    Aun con el inmenso desgaste del neoliberalismo por la profunda y prolongada crisis en el centro del capitalismo, del cual no logra salir, la hegemonía neoliberal sobrevive, sobre todo porque está anclada en el rol central del capital especulativo».

    por Emir Sader,

    12 febrero 2014 | 19:09

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