Los veterinarios de animales de compañía seguirán siendo los únicos sanitarios con un IVA del 21%

«El Gobierno ha aparcado un plan que sí tenía para 2020, bajar el IVA a los productos veterinarios (que habría tributado al 4%) y de los servicios veterinarios, que habrían pasado del 21 al 10%». Así os lo contaba mi compañera Clara Pinar ayer en su noticia sobre las bajadas de impuestos que se han ‘caído’ de las cuentas.

Hay que conseguir dinero y el IVA de lujo para los productos y servicios veterinarios no va a reducirse, como habían prometido. Lo mismo ha sucedido con el IVA de compresas o tampones o el de impuestos de sociedades para las pymes por ejemplo. Pero este blog va de lo que va, así que voy a centrarme en el IVA veterinario.

Hagamos un poco de memoria. La subida del 8% al 21% de IVA, que no aplica a los productos y servicios veterinarios ganaderos que se alzaron del 8% al 10% creando un agravio comparativo dentro del mismo oficio, fue aprobado en 2012 por el gobierno de Mariano Rajoy. La crisis económica obligaba a encontrar caladeros de financiación pública.

Desde el primer momento el colectivo veterinario hizo ver, con toda la razón, que encarecer estos servicios iba a traducirse en que los animales pasaran menos por sus consultas para vacunaciones, desparasitaciones y tratamientos, lo que se iba a traducir en más riesgo de zoonosis y peor calidad y expectativas de vida para nuestras mascotas, sin entrar en otras consideraciones económicas sectoriales.

Ha sido una reivindicación constante de los veterinarios clínicos de animales de compañía, que siguen siendo ocho años después, pese a todas sus justas protestas, los únicos sanitarios que mantienen el 21% en sus consultas

Hace dos semanas se aprobó en la Comisión de Hacienda del Congreso de los Diputados una Proposición no de ley que instaba al Gobierno a rebajar este IVA, una medida que además venía incluida en el acuerdo de coalición de PSOE y Podemos.

Pues finalmente no ha sido así, ayer mismo supimos que el IVA veterinario se mantiene, con discrepancia incluida entre los dos socios de gobierno.

Curar o atender a un animal enfermo o herido no es un lujo, es un deber moral llevan clamando los veterinarios desde 2012 con toda la razón. Habrá que seguir recordándolo.

La promesa de no mirar a otro lado

(kreaWERFT / PIXABAY)

Hay muchas formas de ayudar a los animales: se puede ser casa de acogida temporal; ser socio o hacer donaciones a una protectora; ser voluntario ayudando de muchas maneras distintas, desde mantener sus redes sociales a pasear perros o ayudar a reparar las instalaciones; participar en grupos de rescate…  Son muchos los caminos posibles, pero entiendo que distintas circunstancias impidan que nos desviemos de nuestro día a día para transitarlos. Bastante complicado es ya sobrevivir con bien. 

Pero hay algo que sí se puede hacer, algo que fortalece nuestra humanidad, y es simplemente no mirar a otro lado si nos encontramos durante nuestro caminar ante un animal desamparado. Puede ser un gatito huérfano, un perro abandonado, un maltrato del que somos testigos, etc. Si el destino lo pone delante de nosotros, algo debemos hacer por él. Supondrá que desviemos del rumbo trazado, pero tendríamos procurar proporcionarle asistencia, por mínima que sea.

Os invito a hacer la promesa de ayudar al ser necesitado que os encontréis. No es preciso ir buscando activamente a quién prestar auxilio en forma de caricia, alimento, techo o denuncia; basta sencillamente con no ignorar, no dejar pasar a los que el azar nos ponga delante. Puede que jamás suceda, pero haber hecho conscientemente ese juramento de antemano nos ayudará a reaccionar. Y no solamente cuando sea un animal, por supuesto.  

Guardar esa promesa en nuestro interior nos ayudará además a sentirnos un poquito mejor con nosotros mismos, algo que a veces uno necesita desesperadamente. 

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A Trump se le puede criticar por muchas cosas, pero no por no tener un perro en la Casa Blanca

Los perros, desde la más feliz ignorancia, han pasado a formar parte de la artillería demócrata de EE UU durante estas víricas elecciones. Hace pocos días hicieron público un vídeo que recordaba los perros presidenciales concluyendo que «los perros nos hacen mejores personas ¿por qué no hay un perro en la Casa Blanca?» para poner en evidencia que Donald Trump es uno de los pocos presidentes estadounidenses que no ha tenido mascota, el primero en unos cien años (aquí tenéis toda la lista de perros presidenciales) y dando a entender que es peor persona por ello. No como Biden, que tiene a Champ y a Major, una reciente incorporación que fue adoptado, no comprado, que da mejor imagen aún en estos tiempos modernos. «Elige a tus humanos sabiamente», concluye la campaña, cuya página web oficial tiene una web que invoca el voto de los amantes de los animales.

Un despropósito. En primer lugar porque es ridículo afirmar que tener un perro te haga mejor persona. A muchos los perros (o los gatos o los caballos) solo les sirven de sparring para su crueldad o indiferencia. Todos conocemos a seres bondadosos que no soportan a los animales y a otros que dicen amarlos y cuanto más lejos los tengamos, mejor. Tener un perro, que te gusten los animales, puede hacerte parecer mejor persona, puede humanizarte, eso sí. Pero esa es una película muy distinta que se traduce en estrategias de imagen, publicitarias y electorales.

A Obama prácticamente le obligaron a tener perro, pese a tener alergias en casa. Los había que no concebían que no hubiera perro presidencial, así que llegó primero Bo poniendo de moda los perros de agua (de lo que me parecen las peligrosas modas con seres vivos ya hablaremos otro día) y cinco años después Sunny, ambos convertidos en auténticas estrellas. Ese revuelo en torno a la compra o adopción de un perro por parte de los Obama ya me pareció ridícula entonces.

No es obligado tener un perro en La Casa Blanca, no es obligatorio tenerlo en ninguna casa. Solo deben estar en las que los quieren de verdad.

(THE WHITE HOUSE – FLICKR)

Tenerlos o usarlos para tener rédito político tampoco me complace especialmente; por eso tampoco me gusta el vídeo, por mucho que desee que Trump, que solo usa a los perros como término para insultar a sus enemigos, desparezca del gobierno yanqui.

En España no pasa. Aquí los políticos no utilizan a los animales, no demasiado al menos (seguro que estáis recordando ahora a Pecas, el perro de Esperanza Aguirre). Es poco probable que recordemos, por ejemplo, si Zapatero o Aznar tenían perro (que sí tenían), y mucho más fácil que nos acordemos de los perros de Obama o a Socks, el gato de Clinton. En Estados Unidos no hacerlo es impensable, hasta el punto de que los perros y gatos presidenciales son celebridades que acaparan estratégicamente titulares y protagonizan felicitaciones navideñas.

Y siempre me ha parecido que estas estratagemas de lavado de imagen lo que hacen es tomar por tonto al elector. Una versión solo ligeramente menos obvia que los afortunadamente ya erradicados besos a bebés. A quién votemos para que nos gestione, para que en estos días capee una crisis sanitaria sin precedentes, no debería estar influido por si tiene perro, gato o prefiere relajarse podando bonsáis. ¿No os parece?

(Esperanza Aguirre / flickr)

«Los cachorros de perros y gatos deberán tener una edad mínima de tres meses en el momento de la venta»

“Los cachorros de perros y gatos deberán tener una edad mínima de tres meses en el momento de la venta con el objeto de evitar problemas de salud o de comportamiento. En casos de animales criados fuera del territorio nacional su venta no podrá realizarse antes de que los cachorros hayan cumplido los tres meses y quince días, siendo obligatorio que sean entregados con la vacuna de la rabia”.

Eso dice la ley de Protección de Animales de Compañía de la Comunidad de Madrid de 2016.Y no es lo único, también establece que se venderán sanos, desparasitados y con las vacunas obligatorias, entregando un certificado oficial emitido por un veterinario y con el chip ya puesto a nombre del nuevo propietario.

Demasiadas veces me he topado con personas que habían comprado a su perro o a su gato desconociendo todo esto a lo que tenían derecho, para protegerles a ellos como consumidores y también como garantía de bienestar animal.

(GTRES)

Tres meses mínimo. Puede que con dos meses sean adorables bolitas de pelo que nos encantaría tener entre las manos, pero por atractiva e ‘instagrameable’ que resulte esa ternura, a esa edad necesitan estar con su madre y hermanos, aprendiendo de ellos.

Y necesitan también socializar, tener contacto con tantos estímulos como sea posibles: niños, otros animales vehículos… algo que un mal criador que tiene a sus perros o gatos en jaulas, como gallinas ponedoras, no va a poder asegurar. Por eso no me canso de pedir que, si hay empeño en comprar, sea a visitando las instalaciones del criador y viendo en qué condiciones cría.

A veces es imposible que sea así. Si adoptamos, que es siempre la opción más solidaria para sumar un miembro peludo a la familia, puede que nos topemos con un cachorro huérfano a una edad temprana. En ocasiones lo mejor es enemigo de lo bueno. Pero siempre que sea posible hay que procurar que se respete ese periodo de tres meses para estar con su madre. Porque tres meses es el periodo mínimo; muchos etólogos recomiendan que esa separación, si está en un entorno adecuado, no se produzca hasta los cuatro meses.

No todas las normativas de las CC AA lo especifican como la madrileña. Hay comunidades, como la de Castilla la Mancha, que no han tocado esta ley desde hace veinte años. Ojalá pronto tengamos esa ley de ámbito nacional que unifique criterios y lo haga adecuadamente.

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A los gatos sí se les puede enseñar, incluso a hacer trucos

En mi anterior post os decía que no debemos chinchar a nuestros gatos, que no hay que gritarles, lanzarles, tratarles con rudeza, porque nuestro vínculo no es irrompible, porque lo único que aprenden así es a desconfiar de nosotros y nuestra imprevisibilidad.

Eso no significa que no se pueda enseñar a los gatos, que haya que dejarles hacer lo que les dé la real gana. ¡Por supuesto que no! De hecho son capaces de aprender mucho más de lo que mucha gente creería. Se les puede educar si se se sabe cómo y si se es consistente cuando nos arremangamos para hacerlo.

Si hay algo que no nos gusta que hagan, se les puede apartar con delicadeza usando siempre la misma palabra (quita, no, para), pero sin gritos, sin malos gestos, sin tratarlos con violencia, repitiendo las veces que haga falta con mucha paciencia y suavidad. De hecho, cuando comiencen a obedecer, conviene premiarles con caricia o alguna golosina que aprecien.

Y también se les puede enseñar órdenes sencillas en positivo, con refuerzos y alternativas de su agrado. No es difícil encontrar en las redes sociales vídeos de gatos que obedecen (casi siempre) cuando se les pide la pata o que hagan la croqueta. Mientras se emplee aquello que le gusta, como comida o juguetes, el animal disfrute con el proceso y nosotros (haciendo acopio de paciencia) también, no hay el menor problema, nuestro vínculo incluso podrá reforzarse.

Eso sí, los gatos no son perros. Modulemos nuestras expectativas, afrontemos sesiones más cortas, en los momentos en los que están más receptivos y asumamos la posibilidad del fracaso pese al esfuerzo.

Os confieso que yo no veo aliciente ninguno en que mi gato se siente para que le dé una chuche o choquemos los cinco, pero sí en que aprenda lo que no debe hacer. Por ejemplo, tengo el empeño de que mi gata no se cuelgue de la lámpara o otro de mis gatos no se pasee detrás del televisor, algo que van entendiendo a fuerza de insistir con delicadeza.

En cualquier caso, como siempre he dicho, por mucho que lo intentes puede que tu gato decida que tu mueble favorito es su rascador favorito y no le vas a convencer de lo contrario. Si valoras más a tu objeto de decoración que a tu gato, no tengas gato.

Dante es una cachorrita preciosa que busca hogar en Madrid.

Contacto: adopciones@madridfelina.com

No chinches a tu gato, no le grites, lances ni trates con violencia, vuestro vínculo no es irrompible

Va camino de las dos décadas que conozco a Laura Trillo, la responsable de Terapia Felina y una de las personas que más sabe del comportamiento de los gatos de las que tengo constancia. Cuando la conocí era voluntaria en una protectora y ya tenía la mirada puesta en estos animales, ya estaba aprendiendo con ellos y de ellos, para ayudarnos a todos. Esa vocación de ayuda pervive y un pequeño gran ejemplo es su Manual básico para adoptantes de gatos, gratuito y muy recomendable.

Laura sabe mucho de gatos y desde sus redes sociales y sus talleres nos ayuda a entenderlos mejor, a mejorar nuestra relación con ellos. Siendo absolutamente sincera, lamento su fe en las flores, pero nadie es perfecto y los conocimientos que comparte sobre los gatos sigue siendo igualmente enriquecedores, invitan a muchas necesarias reflexiones y a que les respetemos.

 

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Perdón por la contundencia y la emoción que le pongo, pero este es uno de los temas más importantes y hay que ponerse serios ya ❤ Os dejo este vídeo en el que hablo sobre la necesidad de morder de los gatitos pequeños, su necesidad de aprendizaje y de relacionarse. Si quieres ayudar a otras personas, por favor compártelo 🙏🏻 Evitemos que los gatitos crezcan con desequilibrios que el día de mañana les perjudicarán. Está en nuestras manos y es nuestra responsabilidad. Espero que aporte. Gracias ❤ Laura Trillo www.terapiafelina.com #terapiafelina #gatos #amorgatuno #terapeutafelina #terapeutafelino #gato #gata #cat #cats #felinetherapy #cattherapy #cattherapist #catwhisperer #catwoman #catlove #catlover #catbehavior #etologiafelina #comportamientofelino #comunicacionanimal #animalcommunicator #gatito #gatitos #migatitomuerde #agresividadfelina

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En una de sus últimas actualizaciones puso encima de la mesa algo que quería traer a este blog desde hace tiempo: que los gatos no entienden que les gritemos, que les apartemos con agresividad, que en nosotros vean comportamientos violentos que lo único que pueden conseguir es destruir el vínculo que queremos tener con ellos.

¿Sabes qué? No, no te entiende. No, no sabe que ha hecho algo «mal». Cuando te enfadas, le gritas, regañas, le dices «No!», le tiras agua, le pegas, no te entiende. Se asusta de tu cambio repentino de humor, de tu violencia. Se defenderá por supuesto si se siente amenazado por ti. No aprende otra cosa que que la persona con la que vive puede cambiar repentinamente. No aprende que no debe arañar aquí o allí, o que no puede subir a la mesa. Aprende a evitarte y a defenderse. De repente comienza a vivir en estado de alerta, inseguridad y estrés. De repente orina fuera, comienza a morderte o a acosar al otro gato».

Seguid a Laura para entender mejor a vuestros gatos. Y tratadlos sin violencia, exactamente igual que deberíamos tratar a los seres humanos y el resto de animales.

Estos dos cachorretes están en adopción. Sería ideal si fueran juntos a la misma casa. Se encuentran en las buenas manos de la asociación Amigos de Sam.

Contacto: amigosdesam@gmail.com.

Todos los ayuntamientos deberían hacer públicos los números de cuántos animales abandonados recogen, cuántos son sacrificados y cuántos encuentran un hogar

Mucha gente, muchos amantes de los animales, desconocen que existen perreras municipales y protectoras y sus diferencias.

Las primeras, que han ido abandonando el nombre de perrera por sus connotaciones negativas, son un servicio que las administraciones municipales están obligadas a ofrecer de recogida de animales. Está costeado con dinero público y su concesión puede estar en manos de asociaciones protectoras, pero también de cualquier otro tipo e empresa o entidad. Las hay gestionadas con criterios éticos, con frecuencia con el reto de tener pocos recursos para llevar a cabo su labor, y las hay para las que  el bienestar animal es totalmente secundario y en las que los sacrificios injustificados están a la orden del día. En todas ellas se pueden encontrar voluntarios, además de los trabajadores contratados para atender a los animales.

Las segundas son asociaciones privadas, que cuando no tienen espacio para albergar más animales pueden negarse a recogerlos, al contrario que las perreras municipales. Las hay buenas, malas y regulares en su organización, instalaciones y métodos pero salvo rarísimas excepciones se dejan el pellejo por los animales abandonados, haciendo un trabajo que sería responsabilidad de las administraciones públicas.

(JORGE PARÍS/ARCHIVO)

No son mundos estancos. No es raro que colaboren entre ellas en mayor o menor grado. A veces una protectora que ya está funcionando obtiene la concesión municipal de una perrera que ya estaba funcionando. A veces, una asociación de ánimo proteccionista que tenía una perrera municipal, pierde la concesión, consigue otras instalaciones y sigue operando de manera privada.

Lo que siempre me ha preocupado es que también hay muchas personas, muchos amantes de los animales, que no saben cómo funciona la perrera de su municipio. No parece preocuparles si es un lugar al que poder llevar un animal que encuentran abandonado sabiendo que tendrá un buen trato y procurarán buscarle un hogar o si es un campo de sufrimiento y exterminio.

Creo que es nuestra responsabilidad si nos consideramos animaleros informarnos de cómo funciona ese servicio de recogida de animales de nuestro ayuntamiento,  cómo se gestiona y quién tiene la concesión. Deberíamos pedir que los ayuntamientos rindan cuentas, que sean transparentes dando números sobre cuántos animales entran en sus instalaciones cada año, cuántos son sacrificados y cuántos encuentran un nuevo hogar y que se impliquen activamente realizando campañas de concienciación y adopción.

¿Tú sabes cómo funciona tu perrera municipal? ¿Sabes si se esfuerzan en salvar vidas?

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«Si te gustan los animales tienes que entender que algunos no se pueden tener como mascota»

Fue hace cuatro veranos, en Bretaña. Paseaba con mi perra a primera hora en torno a la granja en la que nos alojábamos, rodeada de verde y apartada de todo. Tomé una curva y allí estaba, en medio del camino. Demasiado hermoso, como un espíritu de los bosques; de un rojo que resultaba aún más intenso contra la vegetación. La aparición más bella, una imagen que jamás olvidaré. Apenas me miró un par de segundos antes de salir corriendo, cruzando un prado de pastos como una flecha ardiente.

Me recuerdo reflexionando que algo tiene que estar roto en aquellos que vean tanta belleza y su impulso sea destrozarla de un escopetazo.

(GTRES)

Entiendo que los zorros protagonicen tantos cuentos y leyendas. Lo que no entiendo es que haya personas que quieran transformar esa libertad en un peluche, sepultando las necesidades de un animal así bajo sus gustos y deseos.

Hace unos años que se está popularizando el tener un zorro como animal de compañía. Lo mismo sucede con el coatí, el mapache, el suricata o el fénec. Y tal vez os sorprenda descubrir que no es nada difícil conseguir uno si tienes el capricho. Google está lleno de posibilidades, igual que de preguntas frecuentes que recibe como «¿Cuánto vale un zorro de mascota?” o «¿Cómo puedo tener un zorro de mascota?».

No lo concibo. De verdad que no me cabe en la cabeza. Teniendo animales tan adaptados a vivir con nosotros como los perros y los gatos, y que aún así suponen retos y responsabilidades que muchos no son capaces de afrontar, abrimos el campo a otros animales exóticos, con las dificultades de todo tipo que entrañan, cuya naturaleza pide campo y no casa, que pueden convertirse (ya se están convirtiendo) en problema medioambiental.

Si con frecuencia no sabemos tratar y entender a perros y gatos, ¿cómo asumir la responsabilidad de un animal del que desconocemos casi todo y que además no nació para hacernos compañía?.

Luego hay sufrimiento animal, hay abandonos y especies invasoras. Pero es que el vídeo del zorro que vi era tan mono. La celebridad que me gustaba ponía tan bonito tener un mapache…

Ana Jiménez (Myles en redes sociales) es bióloga, autora del libro Azul vivo y divulgadora científica. Ayer mismo pedía «por favor, compartid este hilo o directamente estas palabras donde podáis». Un hilo nacido de un vídeo que se ha hecho extremadamente popular y polémico y que entronca con mis reflexiones y que, atendiendo a sus deseos, aquí os dejo esperando que llegue al mayor número posible de personas.

Los zorros no son animales domésticos. No son mascotas y no deben ser tratados como tal. Las mascotas exóticas en general son un problema bastante grave y además están cada vez más de moda, pero si empiezo a hablar de ellas no acabaré nunca, así que centrémonos.

Cuando en un primer momento critiqué el material de este vídeo, algunas personas vinieron a contarme que está grabado por una persona que se dedica a rescatar zorros de granjas de pieles y demás y a ver… Eso está muy bien. Pero no los saques de la sartén para caer al fuego. Las granjas de pieles deberían desaparecer, son extremadamente problemáticas tanto a nivel de bienestar animal como a nivel ecológico, eso no se puede discutir. Pero si vas a sacar a los zorros de la granja debe de ser para rehabilitarlos, no para mascotizarlos.

¿Por qué? Estaréis pensando que esos zorros están viviendo la buena vida y que no hay problema, pero todo esto va mucho más allá. Esto animales acaban perdiendo por completo sus comportamientos propios, se desnaturalizan en ese sentido, los tratamos como a perros. Cuando una entidad responsable, como centros de rescate tipo @CentroRainfer o los zoos modernos que tenemos en Europa rescatan animales de circos, tráfico, etc, lo que hacen es PROMOVER QUE RECUPEREN SUS COMPORTAMIENTOS NATURALES EN LA MEDIDA DE LO POSIBLE, no mascotizarlos. Esto es importante por muchos motivos: que puedan socializar con otros miembros de su especie el primero, pero otro de los problemas graves aquí es que tratando a los zorros como mascotas promueves que… bueno, que mucha otra gente también lo haga.

Solo hay que entrar a los comentarios para ver cuantísima gente dice que ahora quiere tener un zorro, y aunque la mayoría lo diga sin una intención real, otro gran número de personas se va a ver capaz de cuidar de un animal silvestre que parece un perro, pero no lo es. Teniendo en cuenta que los zorros no son como otras mascotas exóticas que tienen menos problemas porque se suelen criar, esto lo que suele promover es el tráfico de animales: se capturan en su hábitat, muchos mueren, otros se venden ilegalmente, por el camino lo pasan fatal.

Y esto lo llevamos viendo por internet con una infinidad de animales silvestres (como lemures, mapaches, loros…) desde hace años, y siempre es el mismo cuento y nunca se acaba. Si te gustan los animales tienes que entender que algunos no se pueden tener como mascota.

Esto sin entrar, por supuesto, en que esta tenencia irresponsable de mascotas exóticas además puede acabar en problemas de especies invasoras que acaban con millones de animales autóctonos todos los años (gatos, cotorras…). Y luego vienen los lloros porque hay que sacrificar.

Si a la persona que graba los vídeos verdaderamente le preocuparan los zorros, no los trataría como a mascotas, trataría de que su comportamiento se renaturalizara y de que vivieran en hábitats aptos para ellos cuando no puedan ser devueltos a la naturaleza. Muchísimos zoos cada año se hacen cargo de cientos de animales de este tipo, y aunque evidentemente los cuidadores y los animales acaban teniendo una relación muy estrecha, eso no quiere decir que los traten como a mascotas, no tiene nada que ver con lo que vemos en los vídeos.

Así que por favor, si te gustan los animales, te pido que no compartas este tipo de vídeos con comentarios tipo «quiero un zorro« (o cualquier animal de turno), sino que lo hagas señalando que esto no es bueno para ellos y que no están tan rescatados como parece. Esos animales muy difícilmente volverán a comportarse como zorros y a socializar como zorros, y pueden a su vez fomentar que otros animales que viven silvestres sean capturados y sufran destinos terribles. Seamos coherentes con quienes decimos ser.

 

A los gatos de la calle no hay que exterminarlos, hay que controlarlos de manera ética

Es verdad que las colonias felinas no controladas son un problema; en primer lugar para los gatos, que llegan al mundo condenados a tener una vida corta y llena de sufrimiento. Es cierto que si se alimenta a los felinos de la calle sin cabeza y se les deja nacer, crecer y, sobre todo, enfermar y morir, a su libre albedrío pueden suponer ocasionalmente un problema de salubridad. También es innegable que estos animales en libertad son una amenaza para la fauna silvestre, algo que causa no pocos enfrentamientos entre conservacionistas y defensores de los gatos.

Pero los gatos no son alimañas, las colonias de felinos que sobreviven como pueden en nuestras ciudades por culpa del abandono y la negligencia de los seres humanos no son «una plaga que hay que eliminar» como ha afirmado el  primer teniente de alcalde de Santa Cruz de Tenerife. No es el único gestor público que cree, erróneamente, que la captura y el sacrificio es la única solución.

Son seres vivos únicos, irrepetibles. Son vidas que tienen valor y es responsabilidad del ser humano buscar soluciones humanitarias para estos animales, porque somos nosotros la razón de que estén malviviendo y ‘peormuriendo’. No debería ser necesario recordar que los gatos no saben buscarse la vida en la calle.

Cada vez más consistorios hacen lo correcto, apoyan los programas  CES, de captura, esterilización y suelta, se coordinan con asociaciones cuyo fin último es el bienestar de estos animales, limitando el número de camadas que tienen, buscando adopciones para aquellos animales que necesitan a salvo en un vivir en un hogar, controlando el espacio que ocupan estas colonias, alimentándolas y procurándolas asistencias veterinaria cuando es preciso.

En marzo hablé con Mercedes Hervás, presidenta de la Asociación AGAR que gestiona las colonias de gatos ferales del madrileño parque del Retiro. Cuando AGAR asumió su protección en 2008, había más de 400 gatos censados por el ayuntamiento. En esos momentos había unos 270 censados, de los que 210 estaban esterilizados y un gran porcentaje también chipados. Un ejemplo de lo que se puede conseguir con esfuerzo y siguiendo la senda ética.

Esta colaboración entre ayuntamientos y proteccionistas está lejos de funcionar de una manera perfecta, faltan fondos, entendimiento, preparación… pero es el camino correcto a seguir, a lo que hay que tender en todas las ciudades.

De hecho, la futura Ley Integral de Derechos Animales de ámbito nacional en la que trabaja el Gobierno tiene como uno de sus punto a desarrollar el establecimiento de criterios para controlar las colonias felinas, para que el exterminio no sea nunca la opción a aplicar.

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Mosquiteras, rejas, mallas… si quieres tener gato tienes que estar dispuesto a blindar tu casa

Pipi Estrada fue ayer trending topic a cuenta de un luctuoso suceso: su gato Trapito cayó por la terraza y murió. Siento esa muerte y no me voy a detener más en el caso particular del periodista deportivo, salvo para recordar algo que llevo años recomendando: si tienes un gato es imprescindible blindar tu casa ante posibles caídas, más vale prevenir que llorar.

Las caídas desde terrazas y ventanas son uno de los accidentes más frecuentes para los gatos, accidentes que se traducen en pérdidas, lesiones y muertes. El alto índice de supervivencia a estas caídas libres se debe a que adoptan instintivamente la mejor postura para amortiguar el golpe; de ahí su fama de tener siete vidas. Pero pese al refrán, no son pocos los que llegan a la consulta con la mandíbula rota o un cuadro de lesiones internas, que los veterinarios han bautizado como síndrome del gato paracaidista.Por eso muchas asociaciones protectoras insisten a los futuros adoptantes en la necesidad de tener asegurado su hogar para prevenir despeñes, quieren ver las casas para asegurarse y niegan adopciones si no cuentan con la seguridad de que el animal no podrá caer o escaparse.

Esa es otra. Los gatos no solo caen, también se van. Y salir que salgan a la calle también es muy peligroso, por las enfermedades que pueden contraer, porque se pueden perder, ser atropellados, toparse con gamberros… Eso sin contar que la fauna silvestre también merece vivir en paz.

Se pueden poner mosquiteras, rejas, mallas, topes que impidan que las ventanas se abran más que unos pocos centímetros, también tener un cuidado exquisito en ventilar habitaciones con las puertas cerradas. Las soluciones son muchas y varían en función de cómo sea cada hogar.

Es cierto que hay gatos más inclinados a andar por las alturas y jugarse el tipo que otro. Suelen ser los más jóvenes, los más atléticos y aquellos que no han sido esterilizados. Pero ninguno está libre de caer o fugarse.

Debería sobrar decir que, si nuestro gato sufre una caída o aparece tras un vagabundeo, conviene llevarlo inmediatamente al veterinario. Aunque aparentemente no tenga nada conviene hacer una revisión, porque los gatos apenas manifiestan dolor con demasiada frecuencia, incluso estando graves. Y tal vez convenga desparasitar y testar al animal para asegurarse de que no ha contraído la peligrosa leucemia o la inmunodeficiencia felina.