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La lider de las Shaggs regresa con el segundo disco más estúpido de la historia

"Redy! Get! Go!"

«Redy! Get! Go!»

Dorothy Dot Wiggin regresa con el álbum Ready! Get! Go!. Tiene 61 años y ha permanecido en silencio los últimos 44, desde que en 1969 participara como líder, cantante y guitarrista de The Shaggs en Philosophy of the World, quizá el disco más idiota de todos los tiempos. El álbum de retorno, apadrinado por Alternative Tentacles, la productora del anarco-punk Jello Biafra, podría disputar ahora la posición del segundo más idiota de la historia.

Las Shaggs, uno de esos grupos venerados por su rareza, nacieron de una sesión de quiromancia. El padre de las hermanas Wiggin fue avisado en una lectura de las palmas de la mano de que sus hijas serían estrellas del rock. Convencido de la certeza de la predicción, las saco del colegio y montó con las tres muchachas adolescentes un trío al que bautizó con una referencia a los peinados shaggy, a lo perro lanudo, que lucían las chicas.

"Philosophy of the World" (1969)

«Philosophy of the World» (1969)

Sin más conocimientos que tres acordes y haciendo de la disonancia un estilo, grabaron Philosophy of the World, una colección de temas que de tan insensatos lograban hacer gracia por la inocencia desvergonzada con que las chicas cantaban, siempre desafinando, canciones que no pretendían ser paródicas, sino éxitos pop.

Los ricos quieren lo que tienen los pobres / y los pobres quieren lo que tienen los ricos / los flacos quieren lo que tienen los gordos / y los gordos quieren lo que tienen los flacos, dicen en la pieza central que da título al álbum. Los padres nos entienden / Debemos recordarlo /  A los padres les importamos / Los padres siempre están ahí, añaden en Who are Parents?

El disco, cuya primera tirada fue de mil ejemplares, se convirtió en objeto de culto cuando el iconoclasta Frank Zappa lo mencionó en una entrevista como uno de sus álbumes favoritos. «Las Shaggs son mejores que los Beatles», declaró. Kurt Cobain, a quien también le agradaba hacerse el enterado en plan yo-sé-algo-que-tú-no-sabes, definió al trío como «auténtico».

No hizo falta mucho más que los halagos de ambas celebrities para que el disco, reeditado en los años ochenta, fuese considerado como un trabajo protopunk y un ejemplo de música outsider ajena a cualquier tipo de norma. La pasión y el espanto jugaron a la polaridad: algunos decían que era un obra precursora mientras otros lo consideraban el peor disco de todos los tiempos. Tras la entrada inserto un vídeo con el álbum completo para que los lectores entren en el debate si lo desean.

El regreso de Dot Wiggin ha sido pulido con la ayuda de músicos profesionales pero no hay demasiado cambio. El single, Banana Bike suena así:

La película podría tener el mismo título que la protagonizada a diario por los políticos: la solvencia de la ineptitud.

Ánxel Grove

Un disco astral y alucinado en los años de hierro del franquismo

'Jo, la donya i el gripau' - Pau Riba, 1971

'Jo, la donya i el gripau' - Pau Riba, 1971

Quizá quienes sólo conozcan la España de los años setenta a través de los libros de historia y alguna que otra documentación audiovisual, realizada para mayor gloria de la familia Borbón o cierta clase política, imaginen una tierra polvorienta, sin ánimo, doblegada y sólo esperanzada gracias a las células de la izquierda estalinista, que en aquel entonces aún predicaba el santo evangelio de la Madre URSS.

Por las rendijas de la dictadura ciertamente tenebrosa de Francisco Franco se colaban, sin embargo, productos culturales (llamarlos así entonces era impensable: la cultura no era un producto excepto en el caso de Dalí, Cela y otros pesebristas) que, al ser rescatados desde el presente, estremecen por su valiente arrogancia, su frescura radical y la alternativa utópica que proponían (ni dios ni amo, sin ir más lejos) entre tanto arribista en espera de la muerte del tirano para lanzarse al ruedo de la vida pública (y así nos ha ido).

Hablo de 1971, todavía un año de hierro (en diciembre de 1970 se había celebrado el Proceso de Burgos, un juicio sumarísimo militar y sin garantías procesales que acabó con seis condenados a muerte, luego conmutadas), con el dictador lúcido -si es que alguna vez lo estuvo-, los gerifaltes del fascio mandando en los cuarteles y los políticos tecnócratas haciendo negocios harto lucrativos que han cimentado algunas de las fortunas que aún padecemos.

Había música, claro. Serrat lanzó Mediterráneo, su disco más ligero; Aguaviva, una insufrible coral progre con espíritu de seminario, editó Apocalipsis; Miguel Ríos, que ya labraba su imagen de Gran Colega, Unidos… Una soberana paliza.

Para nuestra salvación también había locos:

Toti Soler (izquierda) y Pau Riba ensayan el disco en 1971. Foto: Mario Pacheco

Toti Soler (izquierda) y Pau Riba ensayan el disco en 1971. Foto: Mario Pacheco

Hoy quiero hablar en la sección Top Secret del blog de un disco que me acompaña desde la primera vez que lo escuché y me seguirá acompañando, tal es su poder sobre mí, hasta que me caiga muerto. Lo considero tan importante como la santa trinidad de 1966: Blonde on Blonde (Bob Dylan), Pet Sounds (The Beach Boys) y Revolver (The Beatles), tan emotivo como Another Green World (Brian Eno, 1975) y el primer álbum de Veneno (1977).

Jo, la donya i el gripau, de Pau Riba,  fue la constatación de que los músicos españoles también buscaban y se afanaban en la trascendencia. Encendió una luz.

El disco es una respuesta política. A Riba y su mujer, Mercè Pastor, embarazada de ocho meses, los había detenido la policía a finales de 1970 porque vivían en una comuna en Barcelona y fueron denunciados por indecencia por los caseros. Con lo puesto se largaron a Formentera, arcadia de los hippies nacionales y europeos. Nuestro Katmandú era una isla.

Pau Riba y su hijo Pauet, en Formentera. Foto: Mario Pacheco

Pau Riba y su hijo Pauet, en Formentera. Foto: Mario Pacheco

El disco fue grabado en un magnetofón Nagra a pilas por Riba y el guitarrista Toti Soler en la casa, sin luz, agua corriente y gas, donde se establecieron el músico y su mujer y nacería el primer hijo de la pareja, Pauet (el gripau del título).

Es una de las obras musicales más pegadas a la tierra que conozco. Destila belleza, candor y reposo, pero, y ésta es la característica que lo separa de otras músicas de su tiempo y área cultural, es astral, sicodélico, alucinado...

He seguido desde lejos la carrera posterior de Riba, atribulada, loca, de profeta atrincherado en su púlpito. En su defensa hay que señalar que sigue en la brecha y ha superado a los censores maximalistas -como todos los nacionalistas- de El Setze Jutges que en 1967 le le habían prohibido la entrada en el club porque no era suficientemente afrancesado y prefería el rock and roll.

Pau Riba

Pau Riba

Me gusta pensar -y me consuela, ¿por qué no?- que mientras Pau Riba grababa Jo, la donya i el gripau, Daevid Allen trabajaba en Banana Moon, Kevin Ayers en Whatevershebringswesing, King Crimson en Formentera Lady, Pink Floyd en Echoes

Me consuela sentir que fui parte, contra las miserias del franquismo y el antifranquismo, de algo que no tiene nombre y que no merece bautizo.

Ánxel Grove