Por Alejandro Prieto
En mayor o menor grado y con más o menos asiduidad, las personas actuamos bajo la batuta de la impertinencia o nos pronunciamos de manera impulsiva y sin recapacitar. Es decir, tendemos a cagarla.
Ello es algo que, hasta hace unos años, no solía propagarse más allá del círculo o ámbito en el que se manifestaba la tontería, el error o la estupidez. Sin embargo, la aparición de las redes sociales ha hecho posible que las salidas de tono e impertinencias se ramifiquen y difundan a una velocidad trepidante, dando lugar a posteriores aclaraciones, disculpas y, en raras ocasiones, a la asunción de responsabilidades. A saber si es una cuestión de prisa por llegar a la meta con ventaja, de un desbocado afán de protagonismo o de una compulsiva necesidad de expresar en voz alta mamarrachadas y lindezas, pero parece que lo ocurrido con la utilización de servicios como Twitter, en determinados casos, es como para hacérselo mirar.
Pero que soplapollez!!!
Como se ve que no tienes ni puta idea.
Quita que ya lo hago yo…
(a estas mamarrachadas te refieres??)
Buen finde
28 febrero 2014 | 17:28