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Al señor Florentino Pérez y su Superliga: el fútbol será inmortal aunque usted quiera asesinarlo

Por Rodrigo Molina Montejano

Soy aficionado al fútbol y, en particular, al Atlético de Madrid. Entiendo que su idea de revolucionar el fútbol ha causado una tremenda conmoción en todo el mundo, y ahí radica la importancia que este deporte tiene a nivel global.

Por supuesto sus explicaciones no se han hecho esperar en un medio en el que usted se encuentra a gusto para hablar, es decir, ha sido deliberadamente escogido, algo que no me parece mal. Y no he podido evitar escuchar las diversas críticas al deporte que dice defender.

Como buen aficionado a mi equipo, el Atlético de Madrid (y no hablo de colores sino de fútbol) jamás, y digo jamás, me he perdido un partido de mi equipo, ya sea contra el Bayern de Múnich o contra la Ponferradina, algo contrario a lo que usted predica, que es la falta de interés de los jóvenes cuando su equipo se enfrenta a un equipo “menor”.

Pero de igual modo hay que darle las mismas oportunidades de crecer a todos esos equipos que compiten con la misma ilusión, que es la esencia misma del fútbol, como cuando un tercera división se enfrenta a un primera en la Copa del Rey. Eso es lo que hace realmente emocionante el fútbol, o la expectación que genera el conocer tus rivales en Champions. De lo contrario sólo se está pensando en una minoría, partiendo de la premisa de que un equipo que bajo su criterio sea menor no pueda competir en un torneo como es la Champions.

Florentino Pérez, presidente del Real Madrid. (Archivo).

Florentino Pérez, presidente del Real Madrid. (Archivo).

Por otro lado, dice que escucha a los jóvenes cuando estos prefieren estar delante de una pantalla antes que ver un partido de fútbol. No obstante todos los niños y jóvenes siempre deciden comprarse el mismo videojuego, que no es otro que uno de fútbol, deseando juntar a todas las estrellas en su equipo, por lo que entiendo que no te puede gustar un videojuego de fútbol si no te gusta dicho deporte.

Además de que cuando uno queda con sus amigos aprovecha las veces que hace buen tiempo para jugar al fútbol, con lo que se presupone que seguirá moviendo a masas y a miles de aficionados, como lo ha hecho hasta ahora.

Comparto su opinión de que cada vez hay partidos más tediosos que se ven en el día a día y que hay que cambiar muchas cosas para seguir haciéndolo más grande, pero no a costa de que unos pocos posean todos los privilegios por encima del resto.

Por no decir que, probablemente, el hecho de que equipos grandes se enfrenten todas las semanas también haría que algo espectacular y especial se convirtiera en un pasatiempo monótono y rutinario.

Por eso, y no me demoro más, si de verdad escuchara al aficionado se daría cuenta que no desea una Superliga, y que sí quiere cambiar el fútbol se debe hacer desde dentro, no tomándose la ley por su mano. El fútbol es y será inmortal, aunque usted quiera asesinarlo.

Una pista de patinaje en Madrid en lamentable estado

Por Francisco Iglesias

Quisiera poner en su conocimiento el estado en que se encuentra una de las pocas instalaciones deportivas que tenemos en el barrio de Villaverde Bajo (Madrid).

Desde hace tiempo soy usuario de las instalaciones que el Ayuntamiento puso en el Parque Lineal del Manzanares. En mi caso particular tengo deficiencia visual, por lo cual la mejor manera de realizar mi deporte (patinaje) es en canchas cerradas y con buen pavimento.

Cuando descubrí estas instalaciones se me abrió la posibilidad de hacer deporte sin tener que pagar por el alquiler de una cancha cerrada y con libertad de horario.

Pista de patinaje.

Pista de patinaje en Villaverde Alto (Madrid). FOTOS: Francisco Iglesias.

Con el paso del tiempo he podido comprobar que cada vez más personas utilizan estas instalaciones, niños y jóvenes disfrutan de este deporte. Por este motivo me gustaría denunciar su estado y la dejadez por parte del Ayuntamiento en su mantenimiento y conservación.

Yo he sido testigo presencial y he sufrido en mis propias carnes las caídas de niños y jóvenes debido al mal estado del pavimento de las pistas, por este motivo quisiera hacer públicos estos hechos con el fin de que alguien pueda solucionarlo.

Me parece una pena que las pocas instalaciones que podemos disfrutar se pierdan y se degraden sin que nadie le ponga remedio.

Vacunación: Un calvario lo del Wanda

Por Carmen García Serrano

[El viernes] viví la experiencia de acudir al Wanda Metropolitano para recibir mi vacuna. Estaba citada a las 16:05. Me encontré al llegar con cientos de personas.

No había ningún cartel informativo ni nadie que informase, por lo que recurrí a preguntar a unos componentes de la fila. Me indicaron que buscara el final para unirme a la fila, única para todos los que íbamos llegando.

Comenzó el desfile. Empezamos a caminar alrededor del estadio. En reportajes de tv había visto que los candidatos a vacunarse entraban por la puerta 34, por lo que al llegar a la puerta 30 entré en un estado de alegría, porque después de una hora de rodear el estadio, casi había llegado.

Pero nos esperaba una nueva sorpresa. Nos hacían entrar en el túnel del aparcamiento. Esto lo agradecí porque empezaba a tronar y el cielo amenazaba con un fuerte aguacero. Algunos tuvimos suerte, pero efectivamente las nubes descargaron sobre los cientos de personas que venían detrás.

Colas para vacunarse en el Wanda.

Colas para vacunarse en el Wanda.

Allí empezó una nueva procesión, era Viernes Santo. Durante otra hora estuvimos recorriendo el estadio, esta vez paseando por el aparcamiento. Llegamos a una escalera. Nos hicieron subir tres tramos. Esto después de dos horas de pie no creo que fuera del agrado de personas con muletas y bastones que había en la fila.

Tras estos tramos de escalera vimos la luz. Salíamos a la deseada puerta que vi en la tv y entramos a la sala de vacunación. Por fin, dos horas y media después de mi cita, conseguí ser vacunada en décimas de segundo.

Me dirigieron a una zona en la que cumplir el protocolo de 10 minutos post-vacunación. Delante de mí en la fila una señora venía desde Getafe y el señor que tenía delante de Alcalá de Henares.
Me pregunto: ¿Quién organiza esto? ¿Piensan en algún momento en las personas? ¿De verdad no se puede vacunar en sus localidades a las personas que vienen de fuera de Madrid capital?

Yo creo que sí, pero pienso que la foto de tanta gente alimenta la propaganda de cuántos han vacunado ese día, aunque sea a costa de nuestra paciencia y agotamiento. Después me he enterado de que he sido una privilegiada, porque por la mañana la espera parece que fue de cuatro horas.

En fin, no hay procesiones, pero nos han hecho vivir nuestro propio calvario.

Queridos atléticos, haced memoria: No se le puede exigir nada a Simeone

Por José A. Torga

Queridos atléticos:

Antes de nada quiero presentarme. Soy el socio número 2.563, me llamo José y me declaro «Cholista«. Tengo el máximo respeto por las opiniones de todos los aficionados, ninguna es mejor ni peor que la de otro, todas son válidas y respetables.

Pero vengo observando desde hace tiempo una especie de división entre nosotros que no puedo entender. Antes del partido del Chelsea Simeone ya era el mejor entrenador de la historia del Atlético de Madrid. No es una opinión mía, son datos y hechos. Ha superado a nuestro querido, mítico y legendario Luis Aragonés. A partir de ese momento lo único que hará será agrandar su trayectoria y su leyenda

A mi entender el problema de Simeone es el propio Simeone. Ha puesto el listón tan alto que si no ganamos un título todos los años es un fracaso. Y no un título cualquiera, tiene que ser la Champions.

«El Cholo siente pasión y fervor por nuestros colores, y sufre en cada derrota como sufrimos cualquiera de nosotros»

Es cierto que hay equipos que juegan más alegres, con más elaboración, más bonito, más ofensivo. Es otro estilo, pero no el del Cholo. Con su estilo hemos ganado todos los títulos posibles menos la Champions, llegando a la final dos veces.

Con ese estilo le ganamos una liga (en el Nou Camp) al Barcelona de Messi y al Madrid de Cristiano. Ganamos una copa, también al Madrid, en su propio estadio. Más las dos Europa League y las supercopas, tanto de España como de Europa.

Diego Pablo Simeone, entrenador del Atlético de Madrid.

Diego Pablo Simeone, entrenador del Atlético de Madrid.

Con ese mismo estilo nos metimos en la final de Lisboa ganando al Chelsea de Mourinho por uno a tres en el mismísimo Stamford Bridge. Con ese estilo y ese juego nos revolcamos todos por el suelo celebrando el 2-3 en Anfield tras derrotar (en los dos partidos) a un equipo temible e imbatible como era por entonces el Liverpool. Y con ese estilo nos hemos hecho un equipo respetado en todo el mundo.

Cuando llegó Simeone al Atleti veníamos de un largo periplo en el que solo Quique Flores había conseguido un título. La última liga la logramos en el 96 de la mano de otra leyenda, Radomir Antic. Casualmente Simeone era parte de esa plantilla y marcó el uno a cero contra el Albacete que nos daba el título. Después, diecisiete años de sequía liguera.

Desde entonces penurias, dramas. El equipo, en el mejor de los casos, en tierra de nadie. Incluso llegaron los dolorosos dos años en el infierno. Desde la llegada del Cholo siete títulos, dos finales de Champion y el equipo jugando de manera consecutiva la máxima competición europea.

Algunos piden su relevo

En su debe, alguna eliminación copera difícil de explicar. Me refiero a los varapalos ante la Cultural y Cornellá. Y ahora, tras una primera vuelta histórica, a falta de diez jornadas, con el equipo aventajando en cuatro y seis puntos a sus rivales (Barcelona y Madrid) hay críticas desde la afición y cierto sector de la prensa a la labor del Cholo. «Hay que exigirle más». Incluso algunos piden su relevo a final de temporada.

Pues yo, con todos mis respetos para esos críticos, no puedo exigirle nada a Simeone. No se le puede exigir nada a un entrenador que nos lo ha dado todo, que desde la banda se deja la voz corrigiendo a los jugadores, que «disputa» cada balón, que corre, salta y se deja la vida como un jugador más. Que siente pasión y fervor por nuestros colores. Y que sufre, sufre en cada derrota como sufrimos cualquiera de nosotros.

Por eso lo único que yo le pido a Simeone es que se quede muchos años más, hasta que él quiera. Y a la afición del Atleti que haga memoria, que sepa quienes somos y de dónde venimos. Un club (el mejor del mundo) que nunca ha ganado la Champions, que solo jugó una final en toda su historia antes de su llegada y al que ahora se le pide que la gane todos los años. Forza Atleti.

 

Carta de un enfermo grave de covid a Victoria Abril, Miguel Bosé y resto de negacionistas de esta pandemia

Por  Julio González Tolmo

Contraje el coronavirus con 64 años en marzo del pasado año 2020. He sido un enfermo grave de covid. Siete meses después de darme el alta hospitalaria todavía sigo con secuelas físicas.

Estoy muy indignado con los comentarios que vengo oyendo sobre el coronavirus por parte de Victoria Abril, Miguel Bosé y otros negacionistas. Me da la sensación de que su negación sobre esta maldita pandemia la manifiestan por llevar la contraria sin más y así que se hable de ellos aunque sea mal, porque si no, no se entiende.

Si no fuese un tema tan serio y preocupante me daría igual. Ingresé el 25 de marzo de 2020 en el hospital La Paz de Madrid, estuve allí cuatro meses y una semana, de ese tiempo 21 días en la UCI. He sido, como muchos, un enfermo covid con múltiples complicaciones, neumonía bilateral, trombo pulmonar, derrame cerebral, pequeño ictus, coágulos, atrofia en los nervios femoral de una pierna, afonía casi total y alguna que otra más.

Después de más de 7 meses desde que me dieron el alta hospitalaria todavía arrastro secuelas como deficiencia respiratoria, dificultad para andar y, de vez en cuando, dolor de cabeza. A pesar de todo esto me considero afortunado por haber podido sobrevivir a esta maldita pandemia.

Yo no tenía patologías previas, he hecho deporte siempre, no fumaba y he llevado una alimentación más o menos saludable. Mi familia, mis amigos y yo sabemos de verdad lo que es este virus porque lo hemos sufrido. Por eso cuando oigo y veo a personas haciendo ciertos comentarios, casi mofándose del «corona-circus» como lo llama Victoria Abril, siento mucha indignación.

A esas personas que dudan de la pandemia y de sus graves consecuencias les diría que pasaran por cualquier hospital y vieran alguna planta de covid o de UCI por covid o simplemente que visitaran algún centro hospitalario de rehabilitación post covid, como el de Cantoblanco en Madrid donde yo estuve; verían, como yo he visto, pacientes que ya han pasado el covid y están esperando para hacer sus sesiones de rehabilitación sentados en sillas de ruedas, atados al respaldo de la silla para que no se caigan.

Facultativos atienden a un paciente con Covid-19 en la UCI del Hospital Reina Sofía de Córdoba, en una imagen de archivo.

Facultativos atienden a un paciente con Covid-19 en la UCI del Hospital Reina Sofía de Córdoba, en una imagen de archivo.

Yo no les pido que sean solidarios con las víctimas de esta pandemia, porque es evidente que no lo son, demuestran cero empatía con los que desgraciadamente hemos sufrido esta enfermedad. Sin embargo, lo que al menos deberían tener es un mínimo de respeto por todas las miles de personas que desgraciadamente han fallecido por el coronavirus, por sus familiares, por todos los miles de enfermos como yo que lo hemos pasado muy mal estando al borde de la muerte, por nuestros familiares, que han sufrido nuestra enfermedad sin poder vernos en muchos momentos por las medidas de seguridad y con el temor de que en cualquier momento les llamasen por teléfono del hospital para decirles lo peor.

Yo no les deseo a ellos que se contagien (porque no deseo el mal a nadie) como yo me contagié para que vieran realmente lo que se sufre. Seguro que no hablarían de la forma tan frívola como lo hacen. Pero si quieren hablar y cuestionar seriamente el coronavirus que al menos antes se informen con verdaderos profesionales.

Antes de finalizar mi carta quiero dar las gracias, toda mi admiración, todo mi respeto y todo mi cariño a los verdaderos héroes que son todo el personal sanitario que están jugándose cada día sus vidas con esta maldita pandemia para salvar las nuestras, aunque algunos sean incluso negacionistas.

Indignada con la ineficacia política ante Filomena

Por Maribel Alonso

“Colaboración y solidaridad ciudadana» están entre las palabras más escuchadas durante la última semana. Y, ¿qué tal si cuándo llegue el momento de pagar impuestos pedimos lo mismo a los políticos?

Como muchos de los españoles de bien, me describo como ciudadana que cumple con sus obligaciones sociales “tragando y tragando” constantemente e intentando digerir lo mejor posible que ellos, nuestros políticos, sin embargo no suelen cumplir con las suyas.

Pero es que ya últimamente, entre pandemia y Filomena, mi capacidad de resistencia ante la incompetencia/pasividad ha tocado techo. Vivo en Pinto, una localidad madrileña de aproximadamente 50.000 habitantes pero que, al menos mi calle, parece más bien una aldea del Pirineo a 2.000 metros de altitud.

Calle Manuel Hernánde Mompó

Aspecto de la calle Manuel Hernández Mompó de Pinto este 15 de enero, con la escuela infantil pública Tragaluz y el colegio público Dos de Mayo (FOTO: Maribel Alonso).

Con la magnitud de la borrasca Filomena es evidente que nadie pretendía que al día siguiente tuviéramos todo limpio como si nada hubiera pasado pero ¿esperábamos que 5 o 6 días después no hubiera pasado nadie, y digo bien nadie, limpiando muchas de las calles de la mencionada localidad de Madrid?

Pues así es, como digo, cinco días después muchas calles siguen exactamente igual que el día de la gran nevada pero convertidas en pistas de hielo. El día 13 nuestro alcalde anuncia en Twitter que, por fin, han conseguido una máquina quitanieves.

Tengo el placer de presenciar con mis propios ojos cómo dicha máquina duró lo que duró mi ilusión al verla, porque no sé si debido al desconocimiento, la incompetencia, la mala suerte, en fin…. la pala dio con un bordillo y ¡se partió! Si esto fuera una película, un sketch, un comic, sería graciosísimo, pero ¡es la triste realidad!

Con el agravante de que nadie en su sano juicio es capaz de entender qué hacía la primera máquina que nos llega a Pinto limpiando un aparcamiento que sólo se usa para patinar e ir en bici los fines de semana cuando muchísimos de los vecinos no podemos salir de casa sin el 90% de posibilidades de rompernos un hueso.

En fin, demasiadas preguntas sin respuesta, me temo…

Aguante Diego, como en el potrero: taquito y gambeta

Hasta hoy tenía tres ídolos y hoy se deshizo mi Santísima Trinidad. No por casualidad mi primogénito se llama Diego, y no por casualidad mi padre me dijo, durante el mundial del 86, que tenía que viajar a Argentina para después contarle a qué huele la Bombonera. Yo tenía casi siete años y, sorpresas que te da la vida, él, dos décadas después, acabó cruzando el charco antes que yo y, como no, visitó ese templo sublime que no tiembla, late. Y ahí se dio cuenta de que el Pelusa era incluso más grande de lo que parecía. 

Mi amor por el fútbol nació aquel día con aquella mano y aquella carrera, el gol más grande de todos los tiempos

Mi amor por el fútbol nació aquel día con aquella mano y aquella carrera, el gol más grande de todos los tiempos. Se llamaba Diego y se apellidaba Maradona, y yo no había visto nada más hermoso en toda mi vida. Pisaba la pelota, le aguantaban dos y arrancaba el genio del fútbol mundial. El barrilete cósmico dejaba en el camino a tanto inglés y conseguía que, tras la guerra de las Malvinas, el país entero fuera un puño apretado gritando por Argentina. El mundo quedó asombrado para toda la eternidad.

Ya mucho antes todos sabían que el Diego era especial, cuando reventaba a los mayores en los picados de Fiorito, cuando hacía toquecitos en los entretiempos de Boca o cuando mandaba callar al Abuelo Barrita de La 12 en la tribuna popular. Era un dios de carne y hueso porque se podía tocar, besar y querer, y al que los defensas de los 80 cosieron a trompadas porque no había forma reglamentaria de parar a aquel zurdo mágico cuya gambeta no tenía fin.

Argentina, España, Italia y el mundo entero llora porque este miércoles su maltrecho corazón se apagó. Ya estará en el cielo, con el viejo y la Tota, con Alfredo y Johan y con el chico cuartetero que plasmó la vida del genio en una cumbia irrepetible.

Gracias, Diego, por habernos enseñado que la pelota no se mancha, que el honor no se compra y que el sentimiento no se termina. Hasta siempre, barrilete.

Por José Esteban Gómez Muñoz

SOS Residencias: nos matan la soledad y la pena, nos sentimos como muebles

Por Manuel Sánchez Madrid (79 años)

Soy el grito sordo y mudo de miles de personas que pedimos ayuda. Somos los abuelos que habitan las residencias. Los que más hemos sufrido la muerte en esta pandemia, muchos se fueron y no volvieron.

No queremos buscar culpables por lo mal que lo hicieron las Administraciones, Gobierno y altos directivos de las residencias (con el tiempo ya se irán depurando responsabilidades).

Ahora quedamos los que sobrevivimos a esta locura, y ¿qué es de nosotros? ¿Nadie se acuerda ya? No tenemos ni voz ni visibilidad en ningún medio de comunicación, ni en nuestros políticos.

Queremos y necesitamos buscar soluciones y darle luz a la dura realidad que vivimos en nuestros centros, que se han convertido en cárceles para nosotros. Somos prisioneros inocentes, no hemos muerto por la Covid pero nos van a matar la soledad y la pena.

Nuestra vida diaria se reduce a estar confinados en nuestras habitaciones casi todo el día, sin ningún tipo de actividad ni relación con nadie.

Hemipléjico por derrame cerebral

La mayoría estamos obligados a estar aquí porque nuestras familias no nos pueden atender, como es mi caso: hace ya 26 años que sufrí un derrame cerebral, desde entonces y hasta hace 2 años mi familia me ha estado cuidando y mimando todos los días, dándome su amor y dedicación.

Manuel Sánchez Madrid

Manuel Sánchez Madrid junto a la ventana en la residencia en la que vive. (FOTO: Mónica Sánchez).

Mi cabeza funciona muy bien pero mi cuerpo no. Quedé hemipléjico. Hace dos años que estoy en una residencia porque mi familia ya no me podía atender. Hemos derramado muchas lágrimas porque ha sido una decisión muy dura y difícil para todos.

Mi única alegría era el verles diariamente, el que me trajeran siempre alguna cosita para alegrarme un poco el día (un zumo, un bollito…), poder darme un paseo. De repente todo esto se paraliza. Nos confinan, nos aíslan, la mayoría no podemos comunicarnos con la familia.

Nos sentimos como muebles porque no nos podemos valer por nosotros mismos, pero señores, tenemos vida. Somos seres humanos con sentimientos, no solamente viejos. Lo único que preocupa es la Covid, que es muy importante, pero entendemos que hay que irse adaptando a las nuevas circunstancias.

«Es muy triste, de verdad»

Nos da la sensación de que se han olvidado de nosotros. A nuestra familia solo la podemos ver dos veces por semana a través de una mampara, lo cual nos dificulta mucho poder hablar con ellos. No nos pueden traer nada de comida (ni siquiera un simple caramelo). El enemigo parece que es la familia. Nos vigilan para que no se nos acerquen y no nos toquen. Es muy triste señores, pero muy triste de verdad. No podemos entenderlo.

Pedimos mayor atención y que nuestros familiares puedan vernos más, pero de otra manera, que puedan darnos un paseo, estar más cerca para podernos oír, que no parezca que estamos en la cárcel.

«En el límite»

Para ello, si hay que tomar algún tipo de medida pues que se haga. Por ejemplo que traigan la PCR negativa, que demuestren que tienen anticuerpos… no sé, alguna solución para poder estar con ellos de otra manera, porque esta situación nos está quitado las ganas de vivir y ya estamos en el límite y no aguantamos más.

Necesitamos el cariño de nuestros seres queridos para que la vida que nos queda tenga algún sentido para nosotros. Nos sentimos abandonados por una sociedad que no ve más allá de su mascarilla y de su incómoda nueva realidad. Piensen un poco en nosotros. Les necesitamos.

Otra que se va de Barcelona, una ciudad cada vez menos acogedora

Por Rocío Coronel

Durante 31 años me he considerado una gran embajadora de mi ciudad, de la que presumía con orgullo allá donde fuera y a la que defendía a capa y espada de cualquier ataque. Y aquí estoy, haciendo las maletas, a pesar de mantener mi trabajo aquí y de tener que vender mi piso. A pesar de lo que me duele, me voy.

Reflexionando al respecto, y leyendo bastante sobre este fenómeno también, encuentro que se ha hablado mucho del desorbitado precio de la vivienda, de las bajas emisiones, de la nefasta gestión de los servicios públicos de limpieza, zonas verdes o transportes… pero muy poco sobre la causa raíz de esta fuga de vecinos y a la que, en mi opinión, habría que atacar si se pretende evitar que Barcelona se convierta en una ciudad museo a la que solo se viene a pasear.

Vista de Barcelona con la Sagrada Familia

Vista de Barcelona con la Sagrada Familia.

Creo que nos vamos porque ya no nos sentimos en casa ni nos identificamos con esta ciudad que un día fue cosmopolita e inclusiva, sí, pero que, por sobre todas las cosas, fue una ciudad de barrios y familias para todos los que hemos crecido en ella. Ahora, el ayuntamiento centra sus esfuerzos en convertir en postales las zonas más céntricas a gusto del turista y se ha olvidado de que Barcelona pertenece a su gente, a los que la viven y la disfrutan 365 días al año. Parece curioso que una ciudad que se declara “D’acollida” sea cada vez menos acogedora para sus habitantes, que cada día más nos sentimos extraños en nuestro propio hogar.

Como decía al principio, no quiero entrar a detallar todo aquello que está ocurriendo en nuestros barrios porque creo que los que lo sufrimos ya lo conocemos. Solo deseo que alguien repare este error, devuelva la ciudad a sus habitantes y que se legisle para ellos, con un urbanismo sostenible pero compatible con la vida real y unos servicios públicos a la altura de lo que significa Barcelona.

Me voy como la que deja atrás su casa en ruinas tras un huracán en busca de un futuro mejor. Y mucho me temo que no seré la última en hacerlo.

La usurpación de plazas verdes por parte del Ayuntamiento de Madrid

Por Olga Soria

Leo cada día 20minutos y me ha alegrado que por fin algún medio se haga eco del gravísimo problema que el Ayuntamiento ha creado con la usurpación (porque no tiene otro nombre) de plazas verdes de aparcamiento para residentes para la instalación de terrazas de bares.

Yo vivo en la zona 52 SER (distrito de Chamartín) y llevo desde agosto denunciando la situación al ayuntamiento y a la Junta de Distrito sin que hasta ahora el ayuntamiento haya contestado a mi reclamación. Por teléfono la Junta de Distrito me informó en agosto que tenían previsto pintar de verde plazas azules para compensar, cosa que en mi barrio no ha sido cierta.

Plaza verde

Un vehículo aparcado en una plaza verde en una calle de Madrid.

El hecho es que los residentes hemos pagado nuestra tasa anual y ahora nos vemos metidos en un conflicto sin solución porque la delimitación de la zona SER obliga a no salirse del perímetro establecido.

Si a eso le unimos en nuestro caso unas obras monumentales que llevan más de dos meses -(en la calle Santa Hortensia desde el cruce con la calle López de Hoyos y de la calle Canillas)- pueden imaginarse el perjuicio al que se nos ha sometido. Que no diga el Ayuntamiento que las plazas han sido compensadas porque es totalmente incierto.

Por otra parte, llevamos años denunciando que no se inspeccionen las plazas de aparcamiento PAR (para residentes exclusivamente) y que tras años de estar en lista de espera se adjudican a personas que las realquilan de forma ilegal. ¿Por qué no inspecciona eso el Ayuntamiento?

Casualmente esta mañana el Ayuntamiento me ha contestado diciendo:

  1. Que lamentan las molestias que me han causado.
  2. Que se trata de una medida temporal (eso ya lo veremos…) aprobada por ellos para apoyar a la hostelería.
  3. Que las plazas ocupadas están siendo sustituidas en el entorno más próximo (¡incierto! e invito a alguien a que venga a verlo). De ser así, no estaríamos protestando por el problemón que tenemos.