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SOS Residencias: nos matan la soledad y la pena, nos sentimos como muebles

Por Manuel Sánchez Madrid (79 años)

Soy el grito sordo y mudo de miles de personas que pedimos ayuda. Somos los abuelos que habitan las residencias. Los que más hemos sufrido la muerte en esta pandemia, muchos se fueron y no volvieron.

No queremos buscar culpables por lo mal que lo hicieron las Administraciones, Gobierno y altos directivos de las residencias (con el tiempo ya se irán depurando responsabilidades).

Ahora quedamos los que sobrevivimos a esta locura, y ¿qué es de nosotros? ¿Nadie se acuerda ya? No tenemos ni voz ni visibilidad en ningún medio de comunicación, ni en nuestros políticos.

Queremos y necesitamos buscar soluciones y darle luz a la dura realidad que vivimos en nuestros centros, que se han convertido en cárceles para nosotros. Somos prisioneros inocentes, no hemos muerto por la Covid pero nos van a matar la soledad y la pena.

Nuestra vida diaria se reduce a estar confinados en nuestras habitaciones casi todo el día, sin ningún tipo de actividad ni relación con nadie.

Hemipléjico por derrame cerebral

La mayoría estamos obligados a estar aquí porque nuestras familias no nos pueden atender, como es mi caso: hace ya 26 años que sufrí un derrame cerebral, desde entonces y hasta hace 2 años mi familia me ha estado cuidando y mimando todos los días, dándome su amor y dedicación.

Manuel Sánchez Madrid

Manuel Sánchez Madrid junto a la ventana en la residencia en la que vive. (FOTO: Mónica Sánchez).

Mi cabeza funciona muy bien pero mi cuerpo no. Quedé hemipléjico. Hace dos años que estoy en una residencia porque mi familia ya no me podía atender. Hemos derramado muchas lágrimas porque ha sido una decisión muy dura y difícil para todos.

Mi única alegría era el verles diariamente, el que me trajeran siempre alguna cosita para alegrarme un poco el día (un zumo, un bollito…), poder darme un paseo. De repente todo esto se paraliza. Nos confinan, nos aíslan, la mayoría no podemos comunicarnos con la familia.

Nos sentimos como muebles porque no nos podemos valer por nosotros mismos, pero señores, tenemos vida. Somos seres humanos con sentimientos, no solamente viejos. Lo único que preocupa es la Covid, que es muy importante, pero entendemos que hay que irse adaptando a las nuevas circunstancias.

«Es muy triste, de verdad»

Nos da la sensación de que se han olvidado de nosotros. A nuestra familia solo la podemos ver dos veces por semana a través de una mampara, lo cual nos dificulta mucho poder hablar con ellos. No nos pueden traer nada de comida (ni siquiera un simple caramelo). El enemigo parece que es la familia. Nos vigilan para que no se nos acerquen y no nos toquen. Es muy triste señores, pero muy triste de verdad. No podemos entenderlo.

Pedimos mayor atención y que nuestros familiares puedan vernos más, pero de otra manera, que puedan darnos un paseo, estar más cerca para podernos oír, que no parezca que estamos en la cárcel.

«En el límite»

Para ello, si hay que tomar algún tipo de medida pues que se haga. Por ejemplo que traigan la PCR negativa, que demuestren que tienen anticuerpos… no sé, alguna solución para poder estar con ellos de otra manera, porque esta situación nos está quitado las ganas de vivir y ya estamos en el límite y no aguantamos más.

Necesitamos el cariño de nuestros seres queridos para que la vida que nos queda tenga algún sentido para nosotros. Nos sentimos abandonados por una sociedad que no ve más allá de su mascarilla y de su incómoda nueva realidad. Piensen un poco en nosotros. Les necesitamos.

2 comentarios

  1. Dice ser Rocío Fojo Valls

    Estimado Manuel,

    Solo unas líneas para hacerle saber que lamento de todo corazón la lamentable situación que le están obligando a vivir a usted y a todos los mayores en residencias, incluida mi madre.
    Imagino su gran tristeza y comparto su disgusto ante tal situación. Esta clase política no parece tener ningún remordimiento por el daño causado y no parece que vayan a cambiar las cosas en breve.
    De todos modos, decirle que desde grupos de familiares nos estamos organizando y no paramos de denunciar con los medios de los que disponemos(redes sociales en mi caso) la situación de abandono total y la injusticia a los que les están sometiendo.
    Una personita en una residencia vive para y por las visitas de sus familiares, por esos paseítos, esas tardes endulzadas por bollitos o zumos de los familiares, de abrazos de sus seres queridos, de risas con ellos, de simplemente acompañarles.
    Sepa usted que seguimos luchando por ustedes y que no les olvidamos bajo ningún concepto. Y le animo a usted y a los que tengan la cabeza bien de las residencias a que se revelen y cuelguen pancartas desde sus ventanas o balcones de las habitaciones, que escriban cartas a sus ayuntamientos, al gobierno, que se salten las normas si es necesario por su libertad y dignidad.
    Un abrazo enorme Sr Manuel.
    De Rocío

    05 noviembre 2020 | 12:55

  2. Dice ser Pablo

    Amigo Manuel: No creas que tu grito de dolor y desesperación no lo oímos desde aquí, y que no hay gente que siente ese dolor con vosotros y piensa día y noche en vosotros y llora día y noche por vosotros. No lo creas. La gente padece con vosotros este ataque brutal a la vida que desde arriba no dejan de imponernos, y no somos pocos los que, además de sufrirlo, no nos callamos y vamos desmintiendo las mentiras que la terrible máquina del Dinero mueve para engañar, torturar y dominar al personal. Nunca jamás el Poder (aunque siempre sea ese su empeño) ha podido aniquilar la voz del pueblo diciendo «no» a sus mentirar. Jamás. Ni siquiera tiene sentido pensarlo. La supuesta «dominación total» es solo otra de las quimeras que el poder nos echa encima. La voz de ¡Libertad! nunca la van a poder matar. Pero además, Manuel, está otra cosa: que lo mismo que tu grito desesperado de ayuda nos llega a nosotros, también hace mucho más: no sólo sirve para denunciar la cárcel en la que la Ley os tiene presos y aislados. No sólo sirve para pedir vuestra libertad, sino también a la vez para ayudarnos a nosotros (los que no estamos en los asilos) a que nos desengañemos de lo que dicen desde arriba que pasa, y que ese grito de ¡Libertad! hable también de nosotros. También sirve y grita la libertad de la demás gente. Así que tu voz hace mucho más de lo que nadie sabe, Manuel. No dejes de hablar para librarnos también a nosotros. Abrazos, aplomo y ¡Libertad!, amigo. Pablo. (https://contraelencierro.blogspot.com/).

    07 noviembre 2020 | 16:08

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