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Un pescador besa a un pez hasta su muerte

El vídeo, un extracto, forma parte de un documental que ha sido seleccionado en el Festival Punto de Vista de Pamplona. Su título es O Peixe, y lo firma Jonathas de Andrade. Con precisión etnográfica graba un supuesto ritual en el Amazonas profundo. Unos pescadores abrazan con delicadeza al pez que acaban de robarle al río mientras éste se asfixia hasta la muerte.

Fotograma de O Peixe. Documental de Jonathas de Andrade.

Fotograma de O Peixe. Documental de Jonathas de Andrade.

En eso consiste el ritual que ha inventado Andrade en su película: la muerte como vínculo sensual entre dos especies lejanas. Produce emociones adversas, contrarias a nuestro dilema moral, sacude la imagen infantil que tenemos de la Naturaleza, nuestra relación ambigua con los animales que nos sirven de alimento; no sabemos qué sentir frente a esto, un pescador amante, un asesino tierno: ¿Asco? ¿Odio? ¿Compasión? ¿Perturbación? ¿Amor? ¿Extrañeza?

Andrade lo describe del siguiente modo:

El gesto afectuoso que acompaña al paso de la muerte es un testimonio de una relación entre especies que está impregnada de fuerza, violencia y dominación.

 

 

La violencia del pescado, su asfixia. La delicadeza del pescador que lo acaricia en sus últimos momentos y lo besa. La brutalidad de una caricia. El amor del verdugo. El acto que no debería estar allí. Víctima y victimario unidos en un abrazo incomprensible. La incoherencia de un amor en los límites. La ciudad -y su devoción incondicional por todos los seres lejanos- enfrentada a la praxis de la selva -donde sobrevivir es una prioridad, un rito cotidiano de muerte.

La dualidad de las cosas acaba pervertida sobre una barquita de madera. Esos dos mundos antagónicos reclaman al verse unidos el mismo oxígeno que necesita el pez. El espectador sacado de las aguas. El pescador amante como una metáfora, nuestra alma de moderno depredador compasivo… No sabemos qué sentir.

Y Andrade dice

Un abrazo límite – rito de paso – donde el hombre retoma su condición de especie y, ojo en el ojo delante de su presa, la calma a través de una ambigua secuencia de gestos: afecto, solidaridad y violencia. El sueño romántico de la comunidad en armonía con su entorno atestigua la falta de conexión del hombre de la ciudad con la naturaleza que está a su servicio. La naturaleza de la dominación esconde la espina dorsal de esta relación, constituida por el constante ejercicio de la fuerza, poder, depredación.

Peces-coral y ratones-mariposa, la naturaleza híbrida de Lisa Ericson

Mermaid - Lisa Ericson - Foto: lisaericson.com

Mermaid – Lisa Ericson – Foto: lisaericson.com

De la cola sedosa del pez beta, brota todo un escosistema de finas formaciones de coral entre las que pasean otros peces de colores. Al pálido pez telescopio le sucede algo parecido, su cuerpo se prolonga en un ramillete de anémonas. De otro pez telescopio nace una formación vegetal marina de tonos verdes azulados, espectacular como un vestido de noche.

Lisa Ericson fantasea con la naturaleza en pinturas hiperrealistas. En la precisión de la artista estadounidense se intuyen el lento vaivén acuático y el silencio de las profundidades. El pez de colores podría cambiar de dirección en un segundo y obligar con brusquedad a cambiar la trayectoria de los pececillos que lo rodean.

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Animales creados por un lutier del metal

'Stickleback' - Edouard Martinet

‘Stickleback’ – Edouard Martinet

«Me suelen preguntar si hago mamíferos, como gatos o perros. Me interesan más los animales que la gente teme«. Cuando Edouard Martinet tenía 10 años le cautivó la complejidad de los insectos. En el colegio tenía un profesor que era entomólogo y supo contagiar a sus alumnos la fascinación por los invertebrados fundando un «club de la naturaleza», para el que capturaban ejemplares y los dibujaban.

El artista francés es ahora un lutier de la escultura que construye criaturas a partir de partes de bicicletas, coches, máquinas de escribir y cualquier elemento metálico que recuerde por su forma y textura a la anatomía de un animal. En su catálogo no sólo hay insectos, también peces y algún ave, criaturas menos cercanas a los seres humanos que los hermanos mamíferos.

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Peces de colores que no son reales


Parecen peces congelados en el agua en la que nadaban. El carpín dorado que Riusuke Fukahori (Aichi-Japón, 1973) tenía como mascota inspiró al artista para cambiar el rumbo de sus obras y ya lleva 10 años perfeccionando el lenguaje corporal de los peces.

'Qudara' -  Riusuke Fukahori

'Qudara' - Riusuke Fukahori

En la galería londinense ICN acaba de finalizar Goldfish Salvation una exposición dedicada al japonés, que pinta con trazos ligeros y delicados, pero precisos y expertos.

Lo que más desconcierta es la viveza de los animales, pintados en el fondo de un vaso, de una construcción de baldosas blancas, de un bol plano de madera de cerezo utilizado para enfriar el arroz del sushi…

Aunque el realismo podría confundirse con la taxidermia, Fukahori sólo se vale del ingenio técnico. Hace sus dibujos con pintura acrílica y por capas: pinta las sedosas y delicadas aletas, vierte resina espera a que se  solidifique e inicia en la nueva superficie un dibujo de otra parte del cuerpo que añade detalles al anterior.

Los bancos de peces dorados quedan como detenidos, con el cuerpo brillante y húmedo, a punto de asomar la cabeza a la superficie o en un movimiento sinuoso.

Helena Celdrán

¿Música electrónica con peces de colores?

Quintetto es una instalación algo extravagante, pero agradable a la vista y al oído. Los instrumentos de esta orquesta creada por Quite Ensemble, un estudio italiano que explora la relación entre arte, tecnología y música, son cinco tanques alargados de PVC, en cada de los cuales hay  un carpín (el clásico pez anaranjado de acuario).

La imagen de los peces se captura con una videocámara que transmite los movimientos verticales a un software de ordenador, que convierte los bailes acuáticos en señales de sonido digital.

Hoy traigo a la sección de Artefactos este experimento, cuyo resultado es un «concierto inesperado» que se alarga hasta la eternidad. Cada animal dibuja inconscientemente una capa de sonido tan aleatoria como la trayectoria.

Dicen que su obetivo es revelar «los ‘conciertos invisibles’ de la vida diaria». Aunque etéreo y romántico, tengo que confesar que me resulta complicado saber a qué pez corresponde uno u otro sonido. Lo más fácil es captar la señal contínua del que se ha quedado quieto, pegado a una de las paredes o al suelo de la pecera. A ver si ustedes tienen más suerte.

Helena Celdrán