Entradas etiquetadas como ‘PCE’

Trump coloca la utopía oscura ‘1984’ en el primer lugar en ventas en Amazon

La edición de bolsillo de '1984' que ocupa el primer puesto entre los best sellers de Amazon

La edición de bolsillo de ‘1984’ que ocupa el primer puesto entre los best sellers de Amazon

Encabezando la lista de libros más vendidos de Amazon acaba de aparecer, como por sortilegio, 1984, de George Orwell, una novela que parece especialmente peligrosa entre recetarios de cocina, abecedarios de guardería, vulgares sagas románticas y manuales para ganar amigos e influencia.

¿Qué ha pasado para que suceda tamaño prodigio: la llegada triunfal a la cima de la lista de una de las obras más predictivas y temibles, por lo que contiene de verdad y profecía, de la literatura del siglo XX?

La culpa la tienen Donald Trump y su asesora senior y exjefa de campaña, Kellyanne Conway —la primera mujer, circunstancia que no se ha mencionado lo suficiente (pese a todo el vocerío feminista), en llevar la gerencia de un candidato ganador—.

Aunque pasa por ser una avezada consejera que se ha encargado de templar los ánimos de prehomínido de su patrón, Conway se puso furiosa cuando un presentador de la NBC le echó en cara las «mentiras» del presidente sobre el número de personas que asistieron a la toma de posesión —muy pocas según las imágenes comparativas con otros actos similares—.

Preguntada sobre cómo era posible que el jefe de Prensa de Trump, Sean Spicer, hablara, en su primera comparecencia pública, de la «más numerosa asistencia a una toma de posesión» de la historia y acusara a los medios, como también hizo Trump, de manipular imágenes y datos, la pizpireta Conway dijo que la Casa Blanca manejaba «alternative facts» (hechos alternativos), sin percatarse, siendo bien pensantes, de que la expresión es una paradoja.

Lee el resto de la entrada »

Cuatro décadas del Woodstock antifranquista, el Festival de los Pueblos Ibéricos

Festival de los Pueblos Ibéricos - Foto © Jorge G R Dragón

Festival de los Pueblos Ibéricos – Foto © Jorge G R Dragón

Ese casi niño (acababa de cumplir 21 años) de la camisa a cuadros, las gafitas y el pelo orgullosamente necesitado de un buen cepillo soy yo. Sostengo un trapo negro —la única bandera que reconozco y siento, todavía hoy— atado a una rama de matojo —el más digno mástil—.

La foto, que hizo mi todavía amigo y entonces compañero en Periodismo en la Complutense Jorge García Rojas (Jorge G R Dragón para el e-mundo), muestra una estampa del Festival de los Pueblos Ibéricos, que se celebró hace hoy cuarenta años, el 9 de mayo de 1976, en un baldío de la Universidad Autónoma de Madrid en Cantoblanco.

Había razones para festejar: Franco había muerto unos meses antes y la valentía de la sociedad civil era manifiesta en los 50.000 que nos desplazamos, sin transporte especial ni refuerzo al deficiente interurbano de aquellas, para escuchar a una veintena larga de cantautores. Casi ninguno me gustaba demasiado, pero eran personas con coraje y desvergüenza, con ganas de revolvernos de la ceniza miserable de los años del fascio o el fascio-tecnócrata, que era algo así como una manera de gobernar a lo fascista pero enseñando tetas.

También había razones para el luto: el 3 de marzo, dos meses y poco antes del día del festival, la Policía había tiroteado a sangre fría en Vitoria a los trabajadores que celebraban una asamblea en la iglesia del barrio de Zaramaga. Primero lanzaron gases al interior del templo. Depués, con la única salida bien triangulada, dispararon como cazando conejos. Mataron a sangre fría a cinco personas —conviene recordar sus nombres: Pedro Martínez Ocio, Francisco Aznar Clemente, Romualdo Barroso Chaparro, José Castillo García y Bienvenido Pereda Moral— e hirieron a cien más. Ninguno portaba arma más peligrosa que su conciencia libre.

Cuando acabaron la misión, un agente —quizá esté vivo, entre nosotros, adecuadamente feliz y cobrando jubilación—, dijo por la frecuencia de comunicaciones policiales:

— Hemos contribuido a la paliza más grande de la historia. Cambio.

El hombre que estaba al frente de la cadena de mando de los pistoleros uniformados y con salario público era Rodolfo Martín Villa, ministro de Gobernación —nombre que parecía más varonil que Interior a los franquistas—, personaje que sería futuro adalid de la democracia, un altísimo dirigente de empresas como Endesa y Sogecable y un etcétera que les ahorro porque asquea. Tiene ahora 84 años y soy sincero cuando le deseo que languidezca entre dolor y aflicciones lo que le quede de vida. Lee el resto de la entrada »

La guitarra que Anguita regaló a la Columna Durruti

Julio Anguita (izquierda), Vini Reilly y la guitarra cordobesa, 1987

Julio Anguita (derecha), Vini Reilly y la guitarra cordobesa, 1985

El señor de la derecha —supongo que la ubicación no le hará gracia pese al pullover de habitual de Marina Beach que se agenció para la ocasión— es Julio Anguita, por supuesto. Cuando fue tomada la foto, en 1985, ejercía como alcalde de Cordoba, le llamaban el califa rojo, era el azote de la tibia socialdemocracia de Felipe González y estaba a punto de hacerse con la secretaría general del Partido Comunista de España para intentar extender una forma de hacer política basada en lo que llamaba la «ética de la responsabilidad». La idea, acaso por la ceguera de la cocaína y la riqueza, no caló en aquel entonces en el electorado pero hoy parece profética.

El flaquísimo joven de la izquierda es Vini Reilly , un muchacho de Mánchester (Reino Unido) que comandaba The Durruti Column, un grupo que también proponía una forma de acercamiento a la música basada en la verdad de la emoción antes que en la brillantez del acabado. Reilly lo explicaba así:

No sé si es buena música, mala música o música indiferente. No tengo ni idea y no me importa demasiado (…) Sea la que sea, mala, buena, indiferente, estúpida, aburrida…, es veraz. Cuando la toco es verdadera y honesta (…) Y la verdad puede ser dolorosa. Habla de pérdidas cercanas a mí, de mi propia depresión, tiene un propósito catártico.

¿Qué hacían juntos el marxista Anguita, doctoral, pedagógico, locuaz, algo pagado de sí mismo pero de brillante oratoria e ideario casi utópico, de 44 años, y el consumido Reilly, de 35, líder de una banda que toma el nombre de la Columna Durruti, el cuerpo de milicias ácratas montado en la Guerra Civil española por el Robin Hood de la justicia social, Buenaventura Durruti, boicoteado y odiado por los comunistas —el desprecio era mutuo: el anarquista los consideraba defensores del peor enemigo, el Estado—?
Lee el resto de la entrada »