Desde que se inaugurara en 2009, este reino desconocido en España, situado en la masa continental china, cerca del Himalaya ocupado, fuera de la Ruta de la Seda, en una zona nublada y rural que llamaremos Yunnan, parece un despropósito.
Un reino que no es tal sino un parque de atracciones. Un divertimento que cuenta con personas de baja estatura como si fueran bufones de feria. Un universo entre kitsch y enigmático, satírico y denigrante, donde estas personas pequeñas actúan como si estuvieran en la corte de un cuento de hadas extravagante.
Los habitantes del Reino de las Personas Pequeñas posan junto a su audiencia tras un espectáculo. Blorg. Wikimedia Commons.
El fotógrafo Giulio Di Sturco, de quien os hablé en una entrada anterior por su trabajo sobre la agonía del Ganges, visitó este lugar y dejó como testimonio sus fotografías.
Personas que no superan los 120 centímetros de alto luciendo atuendos de fantasía; hombres y mujeres que deambulan por las suaves colinas, en un pueblecito inventado cuyas casas de plástico son hongos con chimeneas y hay escaleras de color de rosa.
El lugar se llama ElReino de las Personas Pequeñas y fue creado, dicen sus patrocinadores, para integrar a estos hombres y mujeres que tienen acondroplasia, una displasia ósea, un trastorno genético, causa de su baja estatura.
Son marginados en Asia – y puede que en el resto del mundo- por la pereza de una masa homogénea a la que le cuesta ver las posibilidades del otro; también por las supersticiones, cuchillos mentales, fosas irracionales, que dañan a la humanidad: ese concepto común que nos engloba a todos, sean ustedes altos, bajos o medianos, guapos, feos o regulares, delgados, gordos o atléticos, o inteligentes o mediocres o tontos de remate al creer que estas personas no merecen derechos o que son inferiores a usted.
Las nieblas matutinas suelen tomar la plaza en la que se dan cita los distintos espectáculos, con soldados y escudos, bailarinas y saltimbanquis, exhibiciones de gimnasia, pruebas de fuerza y espacios para la cocina y la artesanía. La mayoría de los visitantes son ciudadanos chinos que toman muchas fotos del extraño ejército.
Quienes lo critican se quejan de que este invento en realidad no los integra para nada, más bien los separa dentro del espacio penumbra que se nutre de las risotadas.
Habitan allí- viven y conviven en casas normales, pues en realidad se organiza el espacio como si fuera un pueblo circense– casi 200 personas de baja estatura.
Este lugar más que un reino es una paradoja. Muchos de los habitantes aseguran sentirse más seguros y apreciados en este parque de fantasía, donde han encontrado pareja y conviven con sus iguales, que en las calles y la brutalidad de los bares en los que actuaban; mejor que en las esquinas donde pedían limosna o en las frías y tóxicas fábricas de metal.
La idea nació por el capricho que demuestran todos los pensamientos cuando los dejamos fluir por la ventana de un tren. El emprendedor inmobiliario Chen Mingjing, oriundo de Sichuan, tierra escarpada de las fondues picantes, de viaje por el país, vio a dos “enanos” en una estación, y le pareció «una lástima», una pena, y pensó en crear «un lugar para ellos».
Desde la fundación de este reino temático las posiciones siguen enfrentadas: alzan su voz los ciudadanos que lo consideran un zoo, un retorno a las cortes medievales y al concepto de bufón, donde el enano no es más que una atracción, un despojo circense; algunos de los participantes y habitantes de este lugar defienden en cambio que mejor allí que en las calles, especialmente si provienen de las zonas rurales donde el prejuicio contra las personas diferentes les complicala existencia.