Un documental narra la vida de un refugiado climático en Madrid

Hay países donde el desierto ocupa casi la totalidad, y esta nada informe, devoradora de viajeros, cementerio sin nombre de emigrantes y necesitados, sigue creciendo. El cambio climático mantiene su curso como la gangrena que va desvelando su ruta desde los pies a la cabeza, la mancha ascendente de una catástrofe planetaria.

Si ves morir a tus animales, como lo hizo Usman, un exiliado mauritano; si pierdes los árboles que te cobijan, o sientes la sed como un alambre que juguetea en tu vacío, sabrás que son signos de mal agüero, presagios. Constituyen una señal del peor futuro y una fuerza suficiente que obliga a los desesperados a caminar por la tierra sin descanso.

 

Fotograma del documental El huerto de Usman, de Raquel Diniz

Fotograma del documental ‘El huerto de Usman’, de Raquel Diniz

Tenemos en esos países azotados por el viento, mientras lees estas líneas en el aparente confort, a personas que necesitan una salida urgente, los primeros refugiados climáticos de esta era. Son jóvenes, o familias, incluso poblaciones enteras. A pesar de haberse adaptado durante generaciones a espacios duros o inhóspitos, se están topando con el punto de no retorno.

Esta condición, la del exiliado climático o ambiental, no está reconocida en la legislación internacional. Se ignora la causa y sobre todo el dolor, la ansiedad que mueve sus pies, a pesar de que organizaciones como ACNUR anuncian que en los próximos 50 años entre 250 y 1.000 millones de personas se verán obligadas a abandonar sus hogares por este motivo.

Nuestros gobernantes actúan como si estas personas fueran unos locos del running, como si padecieran una enfermedad que podrían llamar en su característico cinismo la “manía obsesiva atlética”, y que consistiría en masas de seres humanos que sin razón aparente se ponen a caminar miles de kilómetros dejando atrás todo cuanto quieren y necesitan.

Estos gobernantes parecen ciegos y son las sombras más amenazadoras en el extenso desierto. Nadie deja su vida atrás sin una causa; a veces es la ignorancia, pero casi siempre los mueve la perturbación de no poder enfrentarse al día a día. Los seres humanos no se juegan el pellejo solo por incordiar. Los primeros refugiados climáticos ya han empezado a caminar y muchas de sus huellas las borra ahora el mar o la arena en un siniestro recorrido que terminará enfermando a las almas del Occidente (el ascenso del fascismo es solo un síntoma de este mal y no es el peor de todos).

El corto documental El Huerto de Usman, de la realizadora brasileña Raquel Diniz, explica una de estas pequeñas historias cuyo contenido trágico es universal, y por tanto, también nuestro. Usman es un joven mauritano que se ha visto obligado a dejar su país por el avance inexorable de la nada.

 

El Huerto de Usman from Raquel Diniz on Vimeo.

“Usman huye del cambio climático que sufre su pueblo en Mauritania», explica Raquel Diniz. «El desierto ocupa más de 80% de su país y está expandiéndose cada vez más. Como viene de una familia de agricultores y ganadería, ha visto a lo largo de los años cómo los ríos y lagos de su zona se han secado, y cómo su familia lucha por sobrevivir en medio de esta sequía. De los 70 animales que tenían solo quedan 7. Ya no hay casi árboles y a veces se pierde la plantación de todo el año. Su familia debe comprar arroz que viene de China”, afirma.

Usman pudo llegar a España con la carga brutal de cuidar a los suyos, los comidos por el desierto. Una vez alcanzó la costa europea fue deformado en la categoría abisal de un “sin papeles”, un ser sin rostro, un hombre negro que se transporta así mismo sin motivo aparente. Nadie reconoce su condición de expulsado por un cambio climático que es responsabilidad de todos y todas. “Aquí no tienen oportunidad alguna”, continúa Raquel, “para Usman venir a vivir a Europa es estar en la cárcel como Nelson Mandela. Son años y años intentando estar ‘legal’, queriendo sacar un permiso para poder trabajar. No consigue llegar al fin de mes y tampoco saca más de 10 euros que enviar a su familia”.

La fuerza de la historia de Usman y que rescata con acierto el documental de Raquel – ganador del premio del público en el Festival Humus– es que este exiliado climático ha decidido enfrentar su destino plantando un huerto ecológico en Madrid. Tras trabajar en la construcción y servicios, la crisis financiera que arrasó tantas vidas y hundió la frágil ética que le quedaba a este país, le ha obligado a dedicarse a aquello que sabía hacer desde niño. Un huerto en un terrenito de Rivas Vaciamadrid con el que intenta sobrevivir; agricultura ecológica, cercanía y supervivencia, como un acto de coraje contra el cambio climático que mató a sus cabras y diezmó los cultivos natales.

Un expulsado que decide volver a cuidar la tierra – porque la tierra es igual de frágil en todas partes del globo-, que busca empoderar la salud y nuestro vínculo con el planeta, sobreponerse a estas dinámicas de barbarie que lanzarán a caminar a tantas personas sin posibilidad de asilo o descanso. “Usman tiene una relación muy sana con su huerto porque todo es natural y no usa productos químicos. A las verduras les lleva más tiempo crecer pero saben más ricas y conservan su valor natural. Sufre con el mal tiempo o con la poca estabilidad de las ventas, pero Usman se siente contento al poder aportar a la gente la buena calidad de estos alimentos”, concluye Raquel.

Usman vende cestas de 5 a 10 kilos para grupos de consumo, en locales de reparto como el Banco Expropiado La Canica Lavapiés, o en el Barrio de Carabanchel. Esta es su web: verdurasecologciausman. Pero este exiliado no solo vende, también aporta un tipo de esperanza: la especie más destructiva e invasora puede ser a su vez la más resiliente; el homínido más desequilibrado puede aspirar a plantar un nuevo equilibrio. Tras la locura amanece la cordura.

Los que aún no hemos sufrido la nada o el infierno de las altas temperaturas de Orán, aunque ya la gangrena avance desde el Sur y afecte a estas tierras; quienes nos preocupamos por la subida del Ebro sin pensar que existen islas en la Polinesia cuya última riada las hará desaparecer para siempre… deberíamos ser humildes: mirar a un pequeño huerto, esa cosa minúscula, una semilla social, un lugar de armonía y salud, donde encontrar personas trabajadoras como Usman, abejas que son presagios.

El cambio climático es una realidad. Los errantes ya están en marcha. Deben ser acogidos, porque el futuro sigue siendo nuestro. Es necesario apuntalar un huerto ecológico universal en el que puedan florecer las simientes necesarias para nuestra supervivencia. Solo así empezaremos a curarnos. Solo así ellos podrán regresar o encontrar un nuevo hogar.

Dijo el sabio Epicuro, otro exiliado que creó el primer huerto urbano en una antigua Atenas en decadencia, que el ser humano necesita en realidad pocas cosas para vivir con plenitud y sin enfermedad mental: amar y respetar la naturaleza; creer en su propio poder como individuos responsables, que sean capaces de autogestionarse en colectivo para lograr pequeños cambios que terminen siendo fundamentales para la comunidad y sus propias vidas; practicar la filia, es decir, el amor o la amistad entre todos los seres humanos, sin importar razas, castas, géneros, o la condición de libre o esclavo.

A eso que nosotros llamamos ingenuidad porque lo enfrentamos al dividendo, o utopía, él lo llamó el pharmakon, la medicina, y lo puso en práctica en su insignificante jardín que ha sobrevivido a los siglos como un metafórico alivio y un camino a seguir.

De algún modo, Usman, este hombre mauritano, arrancado de su país en esta Atenas global en constante derrumbe, sigue portando el mismo legado que el filósofo griego. Millones de huertos de Usman. Millones de seres queriéndose y ayudándose sin importar la condición y la sangre. Así, solo con el respeto a la naturaleza y la práctica de la filia, podemos superar este desafío; sanaremos, y sanará en consecuencia este planeta que reclama, necesita, un nuevo equilibrio gracias al esfuerzo de estos simios desequilibrados, unidos esta vez por un propósito mayor al nihilismo que emana de sus ombligos.

 

7 comentarios

  1. Dice ser Josean

    Lo que nos faltaba…

    20 abril 2018 | 15:04

  2. Dice ser yomismo

    pues se podia ir a incordiar a un pais arabe como el… otra especie invasora.

    este periodico esta haciendo propaganda de la inmigracion ilegal y de delitos dia si dia tambien.

    a ver cuando hay una alternativa politica a todo esto…

    20 abril 2018 | 15:56

  3. Dice ser cinco

    Parásito climático… jajajajajajajajajajajajajaja… Atontao…

    20 abril 2018 | 18:52

  4. Dice ser Gonzalo Calvo

    El desierto del Sáhara avanza por la ganadería del Sahel. Al deforestar se reducen las lluvias, y avanza el desierto. La familia de Usman seguramente lleva generaciones practicando esa deforestación, y ahora nos lo pintan como un refugiado climático. No, no es culpa del cambio climático. Es culpa de la ignorancia.

    21 abril 2018 | 04:16

  5. Dice ser zero39

    este es un sinvergonzon que se agarra a la historieta esa de refugiado climatico para chupar del bote en españa, porque en esos paises lo que pasa es que tienen las mayores tasas de natalidad del planeta y por eso no caben, no
    tiene nada que ver con lo del cambio climatico, eritrea, somalia, sudan, etiopia no hacen mas que parir hijos.ç
    y no tiene sentido que vengan a españa porque aqui tenemos tambien problemas de agua , en el mismo africa se podria haber ido al congo o senegal que llueve mas que en bilbao y asi estaria viviendo con los de su raza , pero como digo esta gente es una sinverguenza que busca excusas baratas para chupar de la teta y con quienes mejor viv en es con la excelente raza blanca que somos los mejores.

    21 abril 2018 | 18:56

  6. Dice ser d

    No te esfuerces tanto Javier Rada… es difícil predicar en el desierto…
    Tú hablando de temas trascendentes para la humanidad y la humanidad sorda y ciega por los siglos de los siglos.

    22 abril 2018 | 11:54

  7. Dice ser Joana

    A la historieta esa le falta aclarar a donde iràn los europeos cuando los invasores los expulsen de sus tierras. Africa para los africanos, China para los chinos… y Europa para todos? Eso es genocidio, listillo. GENOCIDIO.
    Los aborìgenes europeos son tan malvados que no estàn dispuestos a dejarse exterminar, sustituir y ser eliminados de su propia tierra y de su propia historia.
    En este contexto, los problemas del moro ese me importan una mierda.

    24 abril 2018 | 16:04

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