La luz divina de Steven Spielberg

Conocemos a Steven Spielberg como el rey Midas del cine porque su mano convierte en oro cuanto toca. Por esta razón los supersticiosos e ingenuos, personas que no comprenden bien las parábolas, piensan que el director vive aislado en su mansión de Hollywood. Creen que sus mujeres, así como todos sus gatos, terminaron convertidas en estatuas doradas que expone en su solitario salón.

Son los mismos que juran que E.T. existe y que busca marihuana en la Tierra, o que bajo las aguas de Barcelona se esconde un tiburón.

Son los que nadan intranquilos. Los piensan que la Lista de Schindler es pura ficción.

Los verdaderos cinéfilos, sin embargo, conciben a Spielberg como un invocador de la luz; él, rey presuntuoso, llama a este fenómeno God Lights, o Luces de Dios (así se ha referido a ellas en algunas entrevistas)

En sus planos trafica con esa deidad cinematográfica, metáfora que le sirve para definir las luces o rayos que nacen del cielo, de una nave espacial, o que bañan al espectador a través de una ventana o puerta. Estas luces transmiten un estado de gracia en la escena. Convierten el plano en una emoción numinosa, como cuando Elliott  y E.T. vuelan con su bicicleta sobre la luna llena.

El efecto se consigue con el contraste, enfrentando al personaje a la lumínica fuente como al profeta a su dios. La divinidad que gobierna a los cineastas es la luz y para ella son sus sacrificios.

Un cineasta que la ignore será ignorado.

El rey Midas ha acabado siendo uno de los grandes sacerdotes del resplandor en el cine- espero que Kubrick me perdone la metáfora- como demuestra este vídeo de Jorge Luengo Ruiz.  En La luz de Spielberg utiliza planos de más de una veintena de títulos para demostrar que dios es un foco omnipresente.

Los personajes se enfrentan al ocaso, al sol moribundo o naciente, a la luna que desnuda sus sombras, a la cerradura que emana, al brillo que devuelve…

 

The Spielberg Light from Jorge Luengo Ruiz on Vimeo.

1 comentario

  1. Dice ser soneto al no querer creer ya en nada

    Entre luces de divagación infinita deambulan la sombras de la humana conciecia.
    Ni una sola nota de pentagrama merece la hipocresía de nuestra especie, grandilocuente miseria erguida sobre ijustas cenizas de libres almas rotas..

    28 febrero 2018 | 18:46

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