¿Bandidos, creadores o Diógenes del arte?

Pienso en la biología, que es un interminable remix de ojos, patas y antenas. Y en las leyes humanas y su undécimo mandamiento: no plagiarás. Le doy al playApropiacionismo. Todos nos apropiamos de ideas, guiños, chistes, frases, muecas, suspiros… Alguien copió o versionó el primer fuego. Es cosa antigua.

Fue en el imprescindible documental Rip! A Remix Manifesto la primera vez que oí hablar del músico Girl Talk. Bajo este nombre artístico se esconde Gregg Michael Gillis, vecino de Pittsburgh, Pennsylvania, “el hombre que espera la demanda millonaria”, según la definición de algunos medios de comunicación estadounidenses que gustan, alega él, de la exageración.

Girl Talk. ©Paul Sobota. Illegal Art.

Girl Talk. ©Paul Sobota. Illegal Art.

Amigo del cut-up extremo. Alambiquero de sonidos. Multiplicador del collage musical y el bastard pop… su música se basa en el pecado contemporáneo del mash-up: la disciplina de aquellos artistas que toman trozos hechos por otros para mezclarlos y machacarlos hasta generar en conjunción su propia obra.

Girl Talk practica la vieja técnica del apropiacionismo en tiempos de las máquinas inteligentes. Hemos generado tantos residuos culturales que ninguna civilización del futuro tendrá la suficiente paciencia o potencia algorítmica para estudiarlos todos. Girl Talk corta, copia, roba, coge, selecciona, arrincona, deforma, manipula, libra- usen el verbo que quieran– cientos de samples, de canciones conocidas o no, para crear un track que te recuerda a todo y es a la vez nuevo, como una broma estridente que consigue levantar los pies de los oyentes. Su último álbum, publicado en 2010, All Day, el quinto de su trayectoria, cuenta con 71 minutos de reloj y 372 muestras, según su discográfica Illegal Art, un sello especializado en música sample que secunda la obra de artistas como Junk Culture, Touch People o Okapi.

Girl Talk defiende su arte en el concepto del fair use del derecho anglosajón, usa citas, pequeños fragmentos que conforman después una obra completa que innova sobre la anterior. Aquí tenemos el dilema sobre obras derivadas, transformación e innovación. Este es un eje de conflicto que es fruto de nuestra promiscua era tecnológica. Aunque, como he dicho antes, es cosa antigua, empezando por el urinario de Marcel Duchamp y el concepto del ready made o arte encontrado

Cualquiera tiene a su disposición más obras de arte, películas, canciones, textos, diseños que ningún ser humano anterior; es como si tuviéramos la gran biblioteca de Alejandría a unos metros de la cama, pero está terminantemente prohibido cualquier uso o copia o difusión con este material glorioso si no es bajo el pago de excesivos royalties.

Tiene el artista delante ese material infinito y desordenado que a veces parece estar suspendido en un estercolero cósmico y las habilidades y capacidades técnicas para poder usarlo, deformarlo, recrearlo, y generar algo nuevo e interesante que aporte vanguardia o más sentido a la humanidad. Como si cada obra realizada fuera un color, y toda esta biblioteca una paleta infinita que usar para hacer avanzar el arte hacia confines nuevos. Enfrente, aparecen leyes cada vez más estrictas que intentan evitar que se produzca este épico robo de la manzana sin suficientes guardias para detenerlo.

Girl Talk. ©Paul Sobota. Illegal Art.

Girl Talk. ©Paul Sobota. Illegal Art.

Girl Talk pone sus notas sobre el abismo de la demanda civil. Baila sobre las partes en espera de un juicio que nunca llega. Sus fans ya lo han juzgado multiplicando sus bolos y notoriedad. No todos parecen estar de acuerdo con su definición. Para cierta interpretación moral del derecho es un ladrón, alguien que se lucra del trabajo ajeno. Ésta es la religión moderna del copyright, que, exagerada, puede ser otra clase de fundamentalismo.

El que transforma y genera algo nuevo no roba, se apropia, usa, elabora nuevas ideas del gran contenedor de las ideas. ¿Estáis de acuerdo? Es la defensa de una corriente artística de las vanguardias, su Señoría. Tiene también relación con los defensores del copyleft y de las licencias creative commons como alternativa voluntaria al copyright. Supongo que es lo que opina Girl Talk ya que su música se encuentra disponible bajo esa licencia, se adquiere gratuitamente solo por descarga directa, y nunca verás un disco suyo en una tienda.

No dejo de preguntarme hasta qué punto estas leyes que dicen estar creadas para proteger el arte y los artistas consiguen su objetivo final. ¿Es necesario rechazar la oportunidad de un acceso a toda la creación humana para generar nueva creación humana? ¿Son delincuentes aquellos que usan las obras de este gigantesco almacén de sustancias culturales para generar nuevos compuestos en la siempre mutable cultura? No tengo una respuesta clara. Pero algo no encaja.

En estos días ha vuelto la polémica sobre este tema por el cartel de la 14ª edición del Festival de Cine de Sevilla de la artista María Cañas, que ha sido acusada de plagio por apropiarse de una imagen publicada en una revista pulp en los años 50 y libre de derechos de autor (una obra de Walter Popp, al que, según sus detractores, no citó). Cañas se define a sí misma como archivera, una «ciberdiógenes» que se apropia de las imágenes que encuentra para resignificarlas, una caníbal audiovisual. Está en los límites del arte experimental. Pelea por la no privatización de los imaginarios. Hace otro cine, una obra mutante que ha expuesto en ambas orillas del Atlántico. Aparece luminosa como una antorcha tribal dentro de la corriente del found footage o metraje encontrado. Las imágenes adquieren un nuevo significado a través del delirio digital.

Su ahora polémico cartel, reinterpretado, «es un parto ocular del que una heroína resurge del fuego y las cenizas del celuloide como el ave Fénix», asegura. Reivindica así el cine de resistencia. No se ha librado de los aullidos en las redes que todo lo queman a pesar de estar dentro de una corriente artística defendida por autores como Mathias Muller, Larry Jordan, Mark Rappaport, Gustav Deutsch, entre muchos otros. El eje de conflicto de la obra de arte derivada no está resuelto. Los límites éticos tampoco. Y el arte nació para traspasar los límites, espirituales y corpóreos.

Cine de Sevilla. 'El ojo que lloraba mujeres'. Por María Cañas.

Cartel del Festival de Cine de Sevilla. ‘El ojo que lloraba mujeres’. Por María Cañas.

Me gusta la osadía de Girl Talk y Cañas. Pienso en el primer fuego y en su primera copia. Pienso en la biología. La vida es un collage interminable. Le doy al play… De un modo u otro, mientras bailo alrededor de esta metafórica llama, sé que todos, animales, plantas y personas, nos robamos los unos a los otros.

 

4 comentarios

  1. Dice ser Experto en surimi

    Es la estrategia de artistas mediocres incapaces de crear su propia obra. Pienso en el verdadero artista, ese tal Walter Popp. Supongo que se revolvería si viera que alguien ha rebautizado su obra con el ridículo título «el ojo que lloraba mujeres». Es como si yo le pusiera un filtro de color a las meninas y le cambiara la posición a un personajes y titulara el cuadro «puticlub al atardecer».

    12 septiembre 2017 | 15:24

  2. Dice ser Experto en surimi

    París: Impresionismo, divisionismo.
    Munich y Dresde: expresionismo.
    Italia:futurismo
    Nueva York: Action Painting
    Sevilla: «Apropiacionismo».
    Estoy deseando que publiquen el «manifiesto apropiacionista». Supongo que nadie lo firmaría, ya que serían pruebas a usar en su contra en cualquier litigio.

    12 septiembre 2017 | 15:26

  3. Dice ser Experto en surimi

    Si yo fuera artista, me daría vergüenza decir «soy apropiacionista. Me dedico a copiar obras de otros países y de autores poco conocidos e intentar hacerlos pasar por propios.

    12 septiembre 2017 | 15:27

  4. Dice ser Ana

    Pelea por la no privatización de los imaginarios, dice la tía. jajajajajajaja. Pues bien que se ha apropiado de los 3.000 euros que le han dado por el plagio. Eso sí que es de ser artista.

    13 septiembre 2017 | 09:47

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