Pienso en la biología, que es un interminable remix de ojos, patas y antenas. Y en las leyes humanas y su undécimo mandamiento: no plagiarás. Le doy al play… Apropiacionismo. Todos nos apropiamos de ideas, guiños, chistes, frases, muecas, suspiros… Alguien copió o versionó el primer fuego. Es cosa antigua.
Fue en el imprescindible documental Rip! A Remix Manifesto la primera vez que oí hablar del músico Girl Talk. Bajo este nombre artístico se esconde Gregg Michael Gillis, vecino de Pittsburgh, Pennsylvania, “el hombre que espera la demanda millonaria”, según la definición de algunos medios de comunicación estadounidenses que gustan, alega él, de la exageración.
Amigo del cut-up extremo. Alambiquero de sonidos. Multiplicador del collage musical y el bastard pop… su música se basa en el pecado contemporáneo del mash-up: la disciplina de aquellos artistas que toman trozos hechos por otros para mezclarlos y machacarlos hasta generar en conjunción su propia obra.