Los que vemos habitualmente Gran Hermano sabemos que siempre hay una gala de mucho llorar, que es cuando los concursantes se reencuentran con sus familiares.
Lo de anoche no fueron lloros, fueron el disparate de la pena. ¿Pero esta gente de qué carajo trabaja, de plañideras premium?
¡Por el amor de Dios, eso parecía una puñetera factoría de corte de cebollas! ¡Que eso lo hacen en un barco y suben el nivel del mar!
Lloraron los concursantes, lloraron los familiares, lloraron los expulsados, lloró el público del plató, lloró Milá y lloró San Pico Pato Bendito.
Eso no parecía Gran Hermano, eso parecía Gran Tanatorio, el reality cry, qué lamentos.
Pero no me quiero adelantar, amigos. Empecemos por el principio, porque si empezamos por el final naceremos viejos y a nosotros no se nos va a quedar la cara de Brad Pitt.
La cosa comenzó con los familiares llegando a la casa. Unos cuantos se bajaron de la furgoneta asesina, pero eran sólo una parte, porque anoche en esa casa entró más gente que en la Puerta del Sol en Nochevieja (cámbiese por las referencias locales que procedan en cada caso).
¿Os acordáis que se dijo que no iba a haber repesca? Pues también se dijo que el sistema Beta era mejor que el VHS. ¿Triunfó el VHS? Pues la repesca también.
Milá tuvo que decir que se comía sus palabras (había anunciado en repetidas ocasiones que no habría repesca este año) pero que por petición popular iban a rectificar. Esto es lo de siempre, los cuatro o cuatro mil admiradores de cada uno de los expulsados lloran para que el susodicho vuelva a entrar.
Pues mira, este año no me disgusta que entre alguien de nuevo. Excepto si es Arístides, en cuyo caso se me abrirá una úlcera tan grande que la gente la saludará a ella y luego preguntará por mí.
En un momento dado Milá le echó la bronca a Christian por tocarse lo que vienen siendo los cojones, así, que se le habrían pillado con la goma de los calzones. Y se enzarzaron de nuevo y se mascó la tragedia. Afortunadamente la cosa se resolvió sin que nadie enseñara nada.
Y llegó, amigos y amigas, el primer encuentro con familiares de la noche. Pero fue tal, que el vídeo lo deberían poner en las facultades de psicología. Se ponen a analizarlo y se montan un doctorado en trastornos de tó.
Llamaron a Marta al confesionario. Iba hecha un Cristo, así, vestida como con restos de mercadillo. De lo que se queda cuando desmontan los tenderetes digo, que le faltaban unas hojas de acelga pocha decorándole el pelo.
De detrás de los cojines del sofá del confe apareció su hermana, enseñando todo el pavo a causa de un vestido-nevera, de los que mantienen fresco el embutido. Al verla Marta se tiró al suelo llorando y entre convulsiones. Os lo juro. Era como si hubiera visto a la muerte con una motosierra.
La hermana flipó, porque Marta la agarraba mientras berreaba y la asfixiaba, constriñéndola como una Anaconda haciendo la dieta Dukan. Era como una fan hipermusculada de Justin Biever.
También la estampó contra las paredes del confe mientras profería gritos agudos de dolor. No la acuchilló en señal de cariño porque no tenía nada punzante a mano.
Milá intentó intervenir, pero aquí no hacía falta Milá, hacían falta los antidisturbios a caballo.
Hubo un primer plano de un moco entrando y saliendo de la napia de Marta que me perseguirá hasta la tumba.
Y cuando parecía que se calmaba… ¡Regresaban las convulsiones y los abrazos de oso pastillero!
Cada vez que la hermana nombraba a un familiar Marta repetía su nombre como si le estuvieran diciendo que el familiar había muerto al caer dentro de una máquina trituradora y que se lo habían dado de comer en el desayuno.
El caso es que la hermana llegaba para vestirse de Marta (se parecen mucho) y para entrar en la casa y hacerse pasar por ella, de forma que por cada minuto que la hermana pasara en la casa sin ser descubierta a Marta le darían un paquete de pinzas.
Lo peor llegó cuando la hermana le pidió a Marta la pinza para entrar en la casa. ¡Qué cara de terror! Que gesto de síndrome de abstinencia, como si le hubieran dicho que se quedaba sin la metadona, como si le hubieran pedido que entregara el hígado allí mismo.
El caso es que la hermana entró en la casa y la verdad es que pasó desapercibida hasta que el metepatas de Dani, que se cree muy listo, la reconoció (Dani entró hace poco y conocía a la hermana gemela de Marta).
Y encima se puso a reír como si estuviera en una sesión de Sado-Maso aliñada con LSD.
Aprovechando que Juan estaba solo en la cocina (hay que decir que ellos no sabían que anoche había gala) Milá empezó a hablarle. Y Juan debe tener un concepto muy amplio de la divinidad, porque al oír la voz dijo «¿Dios?».
El caso es que él, como buen pastor, reunió al rebaño en el salón, donde apareció Milá en forma de pantalla/puerta y les dijo que esa noche había gala. Asombro.
A la calle se fue Berta.
Sí, el Dani/Milhouse/Flanders/Flipy/Boris/Lecter se salvó de la expulsión.
Definitivamente, persona que se arrima a Ariadna, persona que largan. Esta mujer es como la parca de las nominaciones.
La sorpresa de Pepe fue una mierda pinchada en un palo. Si taconeaba se le abría una compuerta y tras un cristal aparecían los colegas flamencos de Pepe, que lo único que hacían era cantar y tocar la guitarra. Y ya. Ni hablaron. Eso sí, se cerró la puerta de los colegas y Pepe siguió como los conejos de Duracell, pero inflados a Clembuterol.
Entonces abrieron las webs para votar al repescado. Pueden entrar todos los expulsados, menos David, por haber abandonado voluntariamente.
Lo de Sindia fue un Sindi-ós. A la muchacha le pusieron un árbol lleno de mandarinas, a las que tenía que llegar saltando en una cama elástica. Por cada mandarina que cogía le soltaban a una amiga por un tobogán construido ex profeso.
Eso era como un dispensador de colegas, a las que, a pesar de que resbalar, resbalaban poco, veía fugazmente. A su madre la soltaron al final, en plan bonus.
Si en lugar de mandarinas le ponen a coger Sandías, a las parientes las lanzan con catapulta desde el pueblo de al lado. Por cierto, ooootra que acabó llorando como si tuviera juanetes y le hubiera pisado el pie el increíble Hulk.
La sorpresa de Ariadna también fue un poco sosa. Habían puesto a su madre en la cama de la piscina, pero sin pasarela, de forma que Ari se tuvo que meter en la piscina para llegar hasta ella. UUUUH, desafío extremoooooo.
Además, le metieron a una amiga con traje de neopreno para meterse en la piscina. Joder, si llega a ser en el jardín le ponen armadura y dos guardaespaldas. Resultado del reencuentro: lloros.
Después de mostrarnos a Noemí tras su regreso a la casa buscando un genio en la lámpara maravillosa de Alessandro, le tocó a ella el reencuentro: le pusieron una tabla de surf sobre un muelle y tenía que subirse a surfear para que en una garita en lo alto aparecieran su madre y su hermana.
Le dijeron sus familiares, que exprimiera la experiencia 100%. La experiencia no sé, pero a Alessandro le está exprimiendo de lo lindo. El pobre chaval parece una naranja de zumo.
Noemí y sus familiares empezaron entonces a hablar en un lenguaje hiperacelerado incomprensible. La NASA ya tiene expertos trabajando en ello. Son como el Jhonny 5 del lenguaje. Lloros a mansalva.
Noemí le pidió a su madre perdón por «todo» lo que había hecho. La madre le dijo que le perdonaría todo.
Tocó la sorpresa de Dani/Milhouse/Flanders/Flipy/Boris/Lecter. Lo vimos en el confe, con la boca abierta y un movimiento compulsivo en el cuerpo.
«¿Para que usas la lengua mayoritariamente?» le preguntó el Súper. «Jo, súper, suena muy mal», dijo él. «Para hablar», aclaró el Súper. «Ah, sí, claro», respondió el chaval. No quiero ni pensar para qué usa este chaval la lengua que está por delante de hablar en tiempo de uso. Es que si lo pienso dejo de comer un año del asquito.
El caso es que como estudia chino, le pusieron chinos por la casa y les tenía que ir preguntando dónde estaba su madre. Bueno, no lo hizo mal del todo. Claro que los chinos le ayudaron hablándole en español, lo que ayuda mucho a comprender el chino mandarín.
A mí me pasa lo mismo con el arameo, que si me lo hablan en castellano sí lo entiendo.
Finalmente llegó al confe y tras el cristal estaba su madre. Más lloros.
A Juan le querían meter en la casa a Rouco Varela, pero es que el cardenal estaba ocupado justo anoche en una timba de póker y no podía ir. Así que se llevaron al Páter al pabellón de pruebas y lo metieron en una cabina de teléfonos.
Una vez dentro se abrieron las puertas y entraron un grupo de moteros, sobre sus motos, y se pusieron a dar vueltas en torno a la cabina, como si le fueran a dar al cura hostias hasta en el alma. Paraos a pensar en eso un momento: hostias hasta en el alma. Todo como muy espiritual y religioso.
Pero no, eran sus colegas. Todos estaban de buen año. Estos son de los que hacen rutas y se paran a comer. Y hacen más horas comiendo que en ruta.
El caso es que le habían llevado su moto y pudo salir montado en su burra a romper la noche. En realidad lo que rompió fue el descanso de los vecinos de Guadalix, porque a las tantas de la noche se dedicaron a recorrer el pueblo con las motos. Ni en seis años de exorcismos se quita Juan la de maldiciones que debió recibir anoche.
Ahí fue cuando Milá se emocionó. Sí, sus compañeros, que la quieren, le hicieron un precioso plano sonándose los mocos. La mujer lloró con sentimiento. Creo que porque su pare era motero y la emoción le pudo.
No fue la única. Christian también se dio a la lágrima, porque Juan era su más colega dentro de la casa y le daba cosica verlo así de feliz. Criaturita.
A estas alturas ya se había llorado allí como para deshidratar un pantano.
Llegó el turno de Alessandro. La organización de Gran Hermano no quiso caer en tópicos y como es italiano, pues le puso en el jardín una fuente de espaguetis. Así, para ser originales.
El muchacho debía morder un espagueti hasta llegar a la boca de los deseos. Alessandro se quejó del punto de cocción de la pasta y de que le faltaba sal, pero se fue comiendo el espagueti hasta que casi le come los morros a su madre, que estaba dentro de la boca de los deseos.
Intercambio de pareceres y recuerdos. Sin lágrimas en esta ocasión. Más que nada porque la boca de los deseos es como una escafandra espacial: si viertes líquido dentro te asfixias.
Zerhio también tuvo su sorpresa y eso que lleva cuatro días dentro de la casa. Lo hicieron salir al jardín a buscar a su madre. Lo que pasa es que su madre era una de los marines que asaltó la casa de Bin Laden, y claro, de camuflarse sabía un huevo.
La habían llenado de enredaderas de plástico el cuerpo y la habían metido entre unos matojos, de los que salió como Rambo cuando se cargaba a los charlies por docenas.
Lloros. Claro, si es que en cuatro días se acumulan muchas emociones…
El siguiente fue Hugo y esto sí que fue la repanocha. Le dieron a elegir entre tres puertas, una en la que ponía el nombre de su madre, una en la que ponía el nombre de su novia (Julia) y otra en la que había un interrogante en la que estaba la arrazopordondepazoperoengranhermanomehecomíounmojón.
El muchacho eligió la puerta de Julia. Pero Julia no estaba.
Desolación supina.
El chaval se quedó un poco hecho polvo. Para él, que no sabe nada, es una ausencia que puede significar muchas cosas… Este chaval se va a comer más la cabeza que una merienda a base de sorbete de sesos de mono.
La entrevista con Berta fue… Bueno, no fue. Más que nada porque no le preguntaron nada. Estuvo ahí de miranda mientras los demás nominaban.
¡¡PERO NO NOMINARON LOS CONCURSANTES, SINO LOS FAMILIARES!!
Todos dijeron nominar en función de lo que pensaban que nominarían sus respectivos concursantes/familiares representados. Y claro, se montó un carajal y salió nominada media casa: Ari, Juan, Dani, Marta, Noemí y Pepe.
Llegado el momento de que nominara la madre de Hugo, Milá advirtió de que la señora tenía un cabreo como un mono con un plátano de escayola, por no haber podido ver a su hijo.
Tal fue el desconsuelo de la señora, que lloraba como si a su hijo lo mandaran a la guerra, y el cabreo que tenía, que al final Milá se enterneció y pidió a sus jefes que reunieran a madre e hijo. Si Milá llega a tener ese poder un poco antes, la serie de Marco habría tenido dos capítulos sólo.
El caso es que sí, que Hugo fue al confe a ver a su madre. Lloros. Pero no lloros de los de un poco de emoción, no, lloros de no sé si me he meado, porque he calado la ropa.
Para finalizar, Milá les dijo a los concursantes que no habían superado la prueba. Sólo podían tener 12+1 fallos y habían tenido 40. Y además, les leyó las nominaciones.
Y mientras pasaban los títulos de crédito, a Berta le pusieron su vídeo resumen.
Y se acabó. Así están las cosas.