Dr. Strangelove o: cómo aprendimos a reírnos de la amenaza atómica

El clásico de la semana

«¡Caballeros, no pueden pelear aquí! ¡Esto es el Departamento de Guerra!»(1). La frase parece sacada de una película de los hermanos Marx, pero pertenece a un largometraje de uno de los directores más cerebrales y meticulosos que ha dado el cine, Stanley Kubrick, en su única incursión en la comedia, ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú (1964).

Actualmente el miedo al terrorismo, especialmente a los atentados yihadistas, acapara buena parte de los temores de la sociedad occidental, pero en esos años 60 de la Guerra Fría entre norteamericanos y rusos el pánico a la hecatombe nuclear estaba a la orden del día entre la población civil, y la crisis de los misiles de Cuba, en octubre de 1962, aún demasiado reciente en la memoria colectiva.

¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú

(®Sony)

La película de Kubrick, de título original nada que ver con la traducción española, Dr. Strangelove or: How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb («Dr. Strangelove o: cómo aprendí a dejar de preocuparme y amar la Bomba»), ejemplificó como ninguna esa idea del «botón nuclear», una simple acción que podría ser ejecutada por cualquier loco, militar o político, que estuviera en el poder en esos momentos iniciando un holocausto atómico a escala mundial.

Entre las licencias que se tomó estuvo el tomar como material de partida una novela, Red Alert de Peter George, seria, tensa y dramática para reimaginarla como una sátira en la que las risas sustituyeran a los escalofríos. Kubrick había decidido que tal posibilidad, aunque real, y teniendo en cuenta el nivel de estupidez que puede alcanzar la raza humana en sus litigios, solo podía tratarse desde la ridiculez o el absurdo.

Entre las innumerables razones para verla, o revisarla de nuevo, a 55 años después de su estreno está la interpretación de Peter Sellers. El genial cómico y actor británico encarnó al Capitán Lionel Mandrake, el único oficial que puede obtener el código para frenar una catástrofe inminente, de nuevo Peter Sellers como el presidente de los Estados Unidos Merkin Muffley y, otra vez, Peter Sellers como el Doctor Strangelove, un ingeniero nazi reconvertido en ciudadano norteamericano y excitado ante la idea del exterminio y el renacimiento de una nueva generación de humanos más ¿perfectos?.

Sellers por partida triple, y que podría haber sido cuádruple si hubiera aceptado ser el oficial de uno de los bombarderos, el Mayor «King» Kong, finalmente interpretado por Slim Pickens. Al actor californiano, elegido por su marcado acento tejano, le correspondió protagonizar la escena seguramente más recordada, e imitada, de toda la película, cabalgando encima de una bomba atómica alegremente, como si fuera un cowboy.

¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú

(®Sony)

A George C. Scott le correspondió ser uno de los patriotas, influyentes y entusiastas oficiales del alto mando norteamericano que asesoran al presidente; a Sterling Hayden el general de una base, de nombre tan elocuente como Jack D. Ripper (digamos que «Jack el destripador») y el loco que ordenaría un ataque con bombarderos B-52 cargados de bombas nucleares contra suelo soviético, paranoico porque piensa que los rusos están contaminando los preciados «fluidos corporales» de los norteamericanos (absurda sospecha alimentada por la disfunción erectil que padece); y Peter Bull al embajador ruso.

Más razones para verla o recordarla. Hay diálogos descacharrantes, intervenciones para enmarcar (especialmente las del Dr. Strangelove), una extraordinaria fotografía en blanco y negro plasmada por Gilbert Taylor, el uso de las canciones (como We’ll Meet Again cantada por Vera Lynn, al final), el escenario de la sala de guerra del Pentágono es una obra de arte de los diseños de producción, y la constatación de que ni siquiera la inminencia del holocausto total puede hacer desistir a sus responsables de detener sus planes, maquinaciones, espionajes y contraespionajes en un futuro, sea con la Tierra arrasada o no.

Hay quien puede entretenerse deleitándose con todas las referencias y críticas bélicas o políticas, pero ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú también puede verse como un compendio de simbolismos y metáforas sexuales y fálicas. Además, en ese mundo de hombres que nos describe en los 60, solo hay lugar en la película para un único papel femenino, Miss Scott (Tracy Reed), totalmente secundario y oficiando de secretaria y amante del General «Buck» Turgidson (George C. Scott), en una única escena y que, para más inri, se la pasa prácticamente toda en bikini.

¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú

(®Sony)

Y si alguien desea visionar una versión más «seria» del mismo tema y argumento, siempre puede recurrir a Punto límite (Fail-Safe), otra excelente propuesta, estrenada el mismo año y dirigida por Sidney Lumet.

Por su parte, Kubrick hizo un alto en su trayectoria pasándose a la comedia, pero las relaciones entre humanos, máquinas, tecnología y futuro ya estaban allí. Obsesiones y vínculos que poco después culminarían con 2001, una odisea del espacio (1968).

(1): La frase original en inglés es Gentlemen, you can’t fight in here! This is the War Room! (aunque en el doblaje en español «War Room» se tradujo como «Departamento de Guerra», la sala de operaciones secreta del Pentágono inventada para la película).

Estrenada en cines: el 29 de enero de 1964 en Estados Unidos y el Reino Unido, y el 10 de enero de 1966 en España.

En Blu-ray: la edición más reciente es de 12 de julio de 2017.

En streaming: disponible en prime video, y en alquiler en Rakuten TV y Apple iTunes.

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1 comentario

  1. Dice ser león

    Otra escena buena es la de la vending machine.
    Con todo lo genial que es la película, es la que menos me atrae de Kubrick.
    Ni un día sin terapia, ni una noche sin oscuridad en la cabeza.
    Hace muchísimo tiempo que no venía por los blogs de 20 minutos. Esta entrada me pareció la más interesante.
    Vera Lynn. Vera, Vera, qué ha sido de ti? ¿Hay alguien más por aquí que se sienta como yo?

    01 febrero 2019 | 03:23

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