La televisión ha creado un mundo esquizofrénico en el que entre el individuo y lo global no hay nada. Alain Touraine

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Jesús Quintero

No entiendo el fenómeno Jesús Quintero. No comprendo cómo este señor es un mito de la televisión en España, cuando sus entrevistas consisten en aparentar saber siempre más sobre los entrevistados que ellos mismos, en contorsionarse en su lado de la mesa y en mirar profundamente a los ojos del otro y promover silencios de risa floja.

Tal vez la clave esté en que Quintero es capaz de ponerse tan cargante que los espectadores nos acabamos poniendo del lado del entrevistado (a mí me pasó con la Jurado: al final de la entrevista, pensé «Pues no ha estado tan mal esta mujer. Y lo que le ha soportado…»)

No le cojo el punto a Quintero y eso me preocupa. Porque lo mismo me pasaba con Navarro y míralo: de vuelta a las calles. ¿Será que Caffarel me sigue y se fía? ¡Oh, no! ¡No podría cargar con otro despido de RTVE en mi conciencia! Es por ello que propongo una alternativa, un pequeño reajuste, un cruce, Señora Caffarel:

Que Jesús Quintero presente Redes y le pregunte al Universo por sus mayores arrepentimientos.

Y que (San)Eduard Punset haga lo propio en «El loco de la colina» e interrogue a LMG sobre los efectos del amor en su cerebro.

O incluso – estoy yendo más allá, Señora Caffarel, mucho más allá – que Punset invite a Quintero a su nuevo programa y le pregunte: «Eso de tu cara… ¿es todo maquillaje o hay bótox?» para a continuación deleitarnos con una espléndida recreación en 3D de la formación facial de Jesús Quintero.

Ahí queda eso, Señora Caffarel.

Ah… y ya que estamos:

¡Cayetana Guillén Cuervo a Corazón Corazón!

¡Y Anne Igartiburu a Miradas 2!

Querelle en Salsa Rosa

Todo se confunde en mi cabeza después de haber visto este fin de semana a Pablo Sebastian tornado al malva en Salsa Rosa y la versión íntegra de Querelle, de Fassbinder en DVD.

No recuerdo con claridad si era la voz del narrador de Querelle la que afirmaba que «La humildad sólo puede nacer de la humillación, de otro modo no es otra cosa que vanidad» o si fue Parada por teléfono quien se la dijo a su ex-pianista.

Si era Jeanne Moreau la que cantaba susurrante en el burdel aquéllo de Each man kills the thing he loves o era la mismísima Carmen Sevilla acompañada al piano por el argentino.

Estoy perdiendo la cabeza y ésto no presagia nada bueno; mezclo basura televisiva con cine de autor, y ni siquiera la opinión de Carlos Boyero me saca de dudas: «es una mariconada estomagante».

¿Se acabaron abrazando Parada y el pianista en el puerto o le dijo al teléfono que era un sinvergüenza, un desagradecido y malísima persona?

No lo sé.

Qué horror.