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El big data del alma

Veinte mil rayos conmemoran el fin de la abundancia

La mitad de los rayos que cayeron ayer en España cayeron en Aragón, según Aemet: más de 10.000 rayos ¡y truenos! Y yo los vi todos. Desde esta atalaya privilegiada donde lo mejor son los aviones que van y vienen allá lejos por todo lo alto.

Y las formas de las nubes, aunque eso no vende. Es una riqueza de co2 y lucecitas remotísimas.

Lo que dijo Macron del fin de la abundancia ha pasado inadvertido, como todo lo demás. Los de Reuters & Oxford ya han dicho que España está dejando de leer noticias, excepto el 20Minutos, que se sale gracias a usted y usted y a mí, que lo leo de cabo a rabo por deshollar.

Macron dice DOCE años tarde lo del fin de la abundancia y los que lo sufren ya están zombificados y destroy, mientras que los que no los sufren les da igual, o se preocupan una milésima remotísima, como esos aviones que pasan a cientos sobre Huesca sin pagar peaje. Van a IMponer pago en las autovías y quitan los buses de abuelos de la España vacía etc.

La abundancia en España ya se acabó en el XV pero nos hemos hecho el onguis, hemos ido tirando y hasta hemos tenido unos años medio buenos construyendo edificios basura (España fea, post del domingo pasado, el tiempo voló) a precios de palacios renancentistas, cuyos artesonados (mudéjares) los vendimos por cuatro perras a magnates chiflados de allende la océana mar.

Caen diez mil rayos y no sacamos ni un voltio eco. Ahora ha caído uno allá abajo, ya por Cataluña o Valencia, todo queda en la Corona de Aragón, que sigue viva como casi todo al peatonaje, en plan zombi.

Veinte mil rayos celebran el fin de la abundancia descubierto por Macron: son gratis, son pirotecnia española que ya viene con el plan de ahorro celestial. ¡Fiestas naturales por fin! El pedrisco valdrá oro cuando escasee más el hielo.

Eso lo ve hasta Macron, que ha reparado en lo obvio. La central esa de nombre raro de Ucrania, la más grande de Europa, se ha parado por un incendio. Estamos vibrando en plenas fiestorras el climaterio de agosto sospechando que son las últimas , la pandemia nos ha vuelto recelosos y cautivos del mal. Los rayos, sin ser los diez mil de ayer (solo son las nueve de la noche) flamugian por el vago sureste que da gozo verlos.

Yo escribo tenso, prietas las carnes como una instagramer para que no me piquen los mosquitos, que solo atacan si ven algo flácido. Si te pones furo (piensa en las eléctricas) se van a otro cuerpo. Los mosquitos, con los rayos lejanos (que se van acercando, y bajan rectos como los castigos divinos que sin duda son) tampoco pican tan sueltos, ellos saben que las golondrinas están haciendo despensa.

Cada día siete golndrinas hacen una tertulia en los alambres de tender: tengo fotos y vídeos. Pero eso lo contaré mañana, si me me acuerdo y no estalla la central esa de cuyo nombre no quiero saber nada.

Bs.

 

 

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