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«La muerte del hipster» de Daniel Gascón: el protagonista muere dos veces y sigue vivo

La muerte del hipster, de mi amigo y maestro Daniel Gascón, segunda entrega de Un hipster en la España vacía:

Lo primero: me río en cada línea. No hay frase mala, todas tienen lúcida tralla y ese humor que empieza por reírse de sí mismo.

Por eso espero la tercera entrega, pues la realidad sigue proporcionando material para esta saga y La Cañada y su comarca es ya un espacio mítico de Teruel.

El hipster, Enrique Notivol, que llega a ser alcalde del pueblo, es un clásico de la España actual zombi, muy medio muerta/muy medio viva (ubicuo gato de Schrödinger).

En esta segunda entrega el título es muy apropiado porque muere dos veces: una como personaje y otra como hipster. La muerte como hipster es porque ingresa en el mundo adulto y se hace rural… y él disfruta de ese doble cambio: la goza in progress.

En la segunda muerte, derivada de la primera, Enrique Notivol desaparece como personaje porque no le pasa nada, es el médium que acompaña al lector en la vida surreal de la realidad hispanófila y mundial: el personaje se hace transparente o traslúcido y deja que veamos lo que pasa y lo que piensa. él es sus ideas.

Esto es lo que más me gusta, la disolución del personaje novelesco antiguo y sus peripecias. Es una novela abstracta que no lo parece.

Fernando Sanmartín dijo que es un ensayo, según explicó Gascón en la presentación del libro en Zaragoza.

En vez de novela de formación es una novela de desformación o desaprendizaje. El prota a veces narrador se quita la capa de hipster y de paso se libera de esa obligación que tienen los personajes de las novelas de estar siempre siendo ellos, siendo interesantes y dando la monserga del ego.

Es una novela de autoanálisis permanente, una máquina de impugnar sus propias ideas,que no son suyas, que son las del mundo pandémico, o sea, el mainstream pelmazo que nos martiriza con sus memes de quita y pon que duran eternamente casi una o media vida.

Eso es lo mejor del hipster doblemente póstumo y siempre a medio resucitar: que te ríes sin parar porque cada frase desmonta una creencia o cuestiona un supermeme del amplio catálogo que exige acatamientos permanentes. Esta segunda muerte vale mil millones.

La libertad de voces y registros marca de la casa aligera la aleación: igual habla el protagonista que transcribe sus escritos, una carta, artículos del medio de comunicación del pueblo… un atestado de la guardia civil… esa agilidad de las fuentes desestructura con alegría el relato, que avanza sin agobios triturando los grandes temas ridículos obligatorios.

Como le dice Daniel Gascón a Sergio Vila Sanjuán, el autor intenta «rebajar el surrealismo de la vida cotidiana».

Aprovecha historias y conversaciones verdaderas que le han contado o que salen a diario en los medios y que son, en efecto, insuperables. Si no fueran reales serían inverosímiles.

Delicias incrustadas como un pequeño cuento engarzado de forma natural en la novela y que discurre en la sima de Sanmartín, donde encuentra al cabalista Abulafia, a Servet y a otros ilustres aragoneses como Labordeta o la Virgen del Pilar. Y lo mejor es que sale Josemari, el camarero mitológico de Casa Emilio con un ojo azul y otro verde. Esa aparición, ese capítulo, ya justifica la novela y el ciclo entero.

Las dos muertes o más liberan al hipster de excrecencias y lo preparan para afrontar nuevas aventuras que seguro que nos alegran y siguen desbrozando el laberinto de las ideas que rigen las vidas.

 

Luis Beltrán Almería en Zenda Libros

Santos Sanz Villanueva

 

 

 

 

 

 

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