Veinte Segundos Veinte Segundos

El big data del alma

Esperando órdenes para acatarlas sin rechistar

Estoy en medio del pandemonium, donde más casos hay.

Miro a cien personas que pasean, de todas las edades: todas llevan mascarilla.

Ayer había un 20% sin tapar.

Esperando al virus asesino, recelamos del mundo.

Esperando instrucciones, a lo que mande la provincia, el sindicato, la Unión Europea, la comarca, lo que sea.

Todas las teles se han vuelto locas, los mapas están confundidos.

En Mongolia un chico de 15 años ha muerto de peste bubónica por comer una marmota infectada (The Guardian).

Los brotes renuevan la distopía cada hora, suenan las campanas como en la edad media, solo falta el carretón de los fiambres.

Hay que sujetar los relámpagos neuronales que aterrorizan, hay que calmarse, evitar los focos –¿dónde?– y salir lo menos posible de la madriguera.

Marmotas. Es el día de la ídem. Estamos en marzo. USA rebrota entera, medio mundo se consume de miedo y fiebre.

Un diario ha titulado así: «Julio se parece a marzo (…)» ¡Qué noticia!

Mejor el miedo que la fiebre.

Por suerte Sánchez va por esos ultramundos europeos a pecho abierto, protegido solo con la corbata que le dejó Rajoy en el cajón vacío de los secretos de Estado.

Nixon mandó grabar todo lo que se hablaba en su despacho para la posteridad, un precursor de la transparencia aplazada; tanto le gustaban los micros que grabó también al partido de la oposición. Y se tuvo que ir watergatemente.

Ahora no le hubiera caído ni un breve, la pena breve de un ladillo fugaz.

Ahora la escucha es universal y snowdeniana. ¿Qué se sabe de Assange? Nada, ha desaparecido en las catacumbas del imperio.

En tiempos de Villarejo…

Estamos en la nueva guerra fría, con Huawei y eso, pero dentro de la misma pandemia, aunque el virus muta por horas.

Europa guarda silencio a voces.

La vacuna cara estará enseguida, la barata ya veremos.

Estamos en el día de la marmota. En Mongolia.

Leyendo las instrucciones de los envasados en letra de cuerpo 6. Si fuera más pequeña sería el átomo.

En medio del foco. Y ni un dato bueno sobre nada, todo a ojo.

Suerte que Sánchez va por el mundo europeo con la corbata de Rajoy, que se fumó un puro en la Quinta de Palmira, ah, no, en la Quinta Avenida de Nueva York.

Dentro del margen de maniobra (nulo) de un presi español, mejor Sánchez, que es más joven y habla inglés (o a él se lo parece). Rajoy no hubiera aguantado estas monsergas. Para obedecer a las troikas vale cualquiera.

Sánchez prepara el cepillo para la cumbre, al calor de Merkel, que no calienta pero da sombra; la UE amenaza un poco a los jansenistas que cobran pocos impuestos, hacen dumping a los socios, etc.

En icí, dos encuestas dicen lo contrario, pero como no las han respondido las mismas personas, no hay conflicto.

Cuidado ahí fuera, Sánchez.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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