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El big data del alma

Billetes falsos de pega

La policía alerta de una ola de billetes falsos. Al parecer son burdas imitaciones, los que distribuyen este subproducto ni siquiera se han esforzado en falsificar billetes, una labor de artesanía que el cine ha mitificado.

Habrán pensado que nadie tiene tiempo de mirar los billetes, o que casi nadie los usa. En todo caso apenas han invertido en la operación: hasta llevan inscripciones en inglés (como todo) avisando de que son falsos. Eso es lo mejor: el propio billete ya avisa del timo. Quizá aumente su valor y se revenda en las casas de subastas.

Este billete que anuncia que es falso sale a la venta por mil millones de dólares.

De nuevo la saga Pujol no sabe dónde esconder noventa millones. Ahora los buscan en Holanda. Tras el golpe del fiasco Thomas Cook al turismo, llega Trump con la rebaja de los aranceles. Brexit. Ay.

La España vacía llena el carasol y los apretujados urbanitas forzosos miran con envidia esos huecos. No hay de nada, ni wifi ni maestra ni médico, pero hay sitio, solo sitio, señor me puede sacar el codo de los riñones por favor.

Ecuador se ha echado a la calle por el subidón de los combustibles. Otro punto de fricción ardiente: Hong Kong, grano de China. París.

Del complejo iraquí saboteado nadie dice nada. ¿?

Las autoridades españolas van reconociendo cual ZPs la gravedad de los avisos, pero enseguida los matizan, cual ZPs en su agujero avestrucesco.

España reacciona ante los embates del mundo desquiciado y de sí misma emitiendo billetes que ni siquiera son falsos, sino de pega, de broma, y si cuelan cuelan.

El caso es innovar.

 

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Mañana (y ayer): Vivir en la oficina

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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