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El big data del alma

El cuadro de Pedro Gros que inmortalizó a los 79 poetas del Café Varela resucita en un libro del festival de cine ‘Octubre Corto’ de Arnedo

El cuadro de los poetas del Café Varela, de Pedro Gros, pintado en 1957, se conserva en el Museo de Historia de Madrid

En la década de los cincuenta el pintor y fabricante de muñecas Pedro Gros decidió retratar en un cuadro enorme a los 79 poetas que recitaban y casi vivían en el Café Varela de Madrid. Un libro de Bernardo Sánchez Salas editado por el Festival Octubre Corto de Arnedo recupera esta aventura.

Unamuno, Manuel y Antonio Machado, Ricardo Baroja y otros escritores ilustres habían celebrado sus tertulias en el primer tercio del siglo en este establecimiento de la calle Preciados. Emilio Carrere, fallecido en 1947, fue quizá el eslabón entre aquellos que alcanzaron la posteridad y la generación que casi inmortalizó Pedro Gros en su monumental catálogo-cuadro.

En esa década, gracias a Eduardo Alonso, un empresario deslumbrado por la poesía, y al dueño de café, José del Valle García, cualquiera que tuviera el valor de subirse a la tarima del Varela los viernes por la noche y recitar sus poemas ante el público a la luz de un quinqué, podía pasar los días en el café sin consumir nada.

Esto lo cuenta Rafael Azcona, que llegó desde su Logroño natal y se instaló a vivir en el Varela, donde hizo amistad con Antonio Mingote (que les enseñó a dibujar a Azcona y a Gila, y los introdujo en La Codorniz) y con otros poetas de aquella España de hambre y brazo en alto en que los pisos jamás se calentaban.

El café era una célula de supervivencia, como en La Colmena… y quizá como ahora.

Entre los aguerridos poetas que se acogían a la oferta del Varela, el columnista más longevo, Manuel Alcántara –que en sus gloriosos 90 años sigue tecleando la columna diaria–; César González Ruano, Gloria Fuertes, José García Nieto o Meliano Peraile están también inmortalizados en el cuadro de Pedro Gros.

Las veladas se llamaban Versos a medianoche en el café Varela y varios de los protagonistas las recrearon en sus obras. La novela de Rafael Azcona Los ilusos es el retrato más fiel: el gran guionista salvaba siempre a sus personajes por la ternura y la humanidad. La novela se publicó en 1958 y era tan exacta, tan dolorosa, que hasta 2008 no volvió a las prensas.

Rafael Azcona ha contado y escrito que en aquel café pasaba consulta un otorrino, te podías encargar un abrigo a medida y domiciliar las letras para pagarlo y era posible afeitarse en los aseos. Había una Remington que los escritores alquilaban: en esa máquina escribió Azcona cuatro novelas alimenticias firmadas como Jack O’Relly. El café Varela era un refugio para la última hornada de bohemios involuntarios. Azcona pasó en el Varela de ser poeta a ser humorista.

Ahora, basta con leer El entusiasmo, de Remedios Zafra, Premio Anagrama de Ensayo, para ver que la vida cultural, dentro del pinkeriano progreso general, exige también muchas horas de café-con-wifi.

El festival de cine Octubre Corto de Arnedo, Logroño, publica cada año un libro en torno a la tertulia que forma parte de su programa. El último libro de esta serie única aprovecha el clásico de 1998 Memorias de sobremesa en el que Ángel S. Harguindey recogió las conversaciones entre Rafael Azcona y Manuel Vicent, como arranque para indagar en aquella generación perdida de poetas del Varela… y para buscar el cuadro.

El libro, La tertulia pintada, Azcona en el cuadro (Ediciones Aborigen) escrito por Bernardo Sánchez, recupera el ambiente, los sueños y las realidades de esos «vicepoetas» que sobrevivieron en el Varela y relata la gestación del cuadro-catálogo de Pedro Gros, que se encuentra en el Museo de Historia de Madrid: el cuadro, recientemente restaurado, mide 4,30 metros de ancho por 2,14 de alto y se expuso en el festival Octubre Corto de Arnedo.

Detalle del cuadro: En la segunda fila, en solitario, Rafael Azcona; en la tercera fila el promotor de Versos a medianoche, Eduardo Alonso, que fallecería poco antes de colgarse el cuadro que no llegó a ver; a su derecha, el columnista Manuel Alcántara; en la fila de abajo, el segundo es César González Ruano (al que Miguel Pardeza dedicó una esmerada antología en cuatro volúmenes).

Bernardo Sánchez –escritor, dramaturgo, historiador de cine y profesor de la Universidad de La Rioja, publica una columna inigualable los domingos en el diario La Rioja–, llevaba años buscando el cuadro de Pedro Gros y siguiendo la pista a varios poetas de aquel remoto y casi olvidado Café Varela. Esa dedicación y ese cariño, en la estela humanista o humanitaria que deja Azcona, le han permitido recrear la época en el libro La tertulia pintada.

Sin querer ser exhaustivo –seguir la pista a los setenta y nueve «poetas» del cuadro requieren big data y quizá un mecenas–, el profesor y escritor Bernardo Sánchez se introduce en el alma de ese pack imposible e ilumina la década desde la escritura, la escritura como salvación.

A los pocos años de colgarse e inaugurarse el cuadro, que ocupaba toda una pared, el Café Varela cerró sus puertas. Ha abierto de nuevo en 2016 y el establecimiento actual conserva la placa a Emilio Carrere que promovió en los ciencuenta Eduardo Alonso. Aquel cuadro no pudo salvar a los 79 poetas: quizá este libro surgido de la patria de Azcona lo consiga.

 

 

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La tertulia pintada. Azcona en el cuadro‘, (Ediciones Aborigen, Colección Octubre Corto), de Bernardo Sánchez, con prólogos de Manuel Vicent y Ángel S. Harguindey y epílogo de Chechu León.

Un artículo de Juan Antonio Ríos Carratalá sobre Versos a medianoche.

 

 

 

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