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El matrimonio de chino y japonesa con un solo idioma común, las fotos

 

 RongRong & inri / In the Great Wall.China.2000.No.3 © RongRong & inri

RongRong & inri / In the Great Wall.China.2000.No.3 © RongRong & inri

RongRong nació en Zhangzhou, en la poblada provincia china de Fujian, en 1968. Cinco años más tarde, en la prefectura japonesa de Kanagawa nació inri —la minúscula inicial es decisión suya—. Se conocieron en el año 2000. Ninguno hablaba el idioma del otro ni tenían una tercera lengua para comunicarse.

Esa es la mentira que ellos mismos ponen en solfa: se entendieron desde el primer momento gracias al habla común de la fotografía.

RongRong & inri, las dos personas de países enfrentados por una ofuscación histórica cimentada en las siempre falsas premisas de la identidad nacional, son ahora una sola. Cuando se acostaron desnudos en la Gran Muralla china no dijeron una sola palabra. Entendían el silencio.

La pareja de fotógrafos acaba de ser galardonada con el gran premio especial de 2016 de la World Photography Organisation (WPO). Si se tienen en cuenta la identidad y los logros de los premiados anteriores —una patrulla de héroes del humanismo Eve Arnold, William Klein, Marc Riboud, William Eggleston, Mary Ellen Mark, Elliott Erwitt, Bruce Davidson, Phil Stern…—, no es desproporcionado intuir que RongRong & inri están en compañía de ángeles.

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Jens Juul, el fotógrafo que te asalta en modo ‘random’

© Jens Juul

© Jens Juul

Si el fotógrafo, como afirmaba Susan Sontag, es «una versión armada del paseante solitario» que cruza el infierno urbano en busca de víctimas, en Copenhague, la capital danesa, reside el más descarado especimen de la especie. Jens Juul, nacido y residente en la ciudad, aborda en la calle a personas que le llaman la atención y les propone un encuentro posterior, siempre en casa del modelo y a solas. Allí los somete a la usurpación que adopta cualquiera de las dos formas de la belleza fotográfica: benigna o cruel.

Six Degrees of Copenhagen —un proyecto nacido de la hipótesis de los seis grados que postula que cualquiera está separado por apenas seis saltos de cualquier otro habitante del planeta— es el resultado de la búsqueda de víctimas y la posterior disección de estas. El proyecto, uno de los más atrevidos y bellos de la fotografía reciente —así lo supo ver el jurado de la última edición de los premios Sony World Photography Award, donde Juuls ganó en la categoría de retratos—, es invasivo y temible por su origen aleatorio. Juuls es un destructor de las esferas de privacidad que creemos con demasiada inocencia que nos arropan. Si llamas la atención del fotógrafo serás llamado al sacrificio.

El danés recorre las calles de la ciudad, los infinitos meandros del río urbano de aguas densas; los supermercados donde los compradores vagan en busca de un elixir que, como bien saben, no existe; los autobuses en los que transitamos entre dos puntos igualmente indefinidos; los corredores de los centros del comercio… Juuls elige —acaso movido por la desolación de una mirada, el abandono de un gesto, la belleza de una piel curtida y moteada por el tiempo…—, luego aborda al electo, le hace partícipe de su intención y le explica las condiciones del asalto: la cita ha de ser en casa del sujeto y éste debe estar solo. Una vez aceptados los términos por el modelo, la cámara, el tercer elemento de la relación, entra en juego.

Las sesiones, explica Juuls, suelen durar entre dos y tres horas. Hay una conversación previa para romper el hielo y después llega el inevitable saqueo consentido: el fotógrafo roba el alma al fotografiado.

Juuls rompe los límites: los sociales, los de género, los de privacidad, los económicos, los morales… Cuando uno de los elegidos acepta participar en el pecado del encuentro privado, una redención colectiva se ejecuta y nos rescata a los demás.

El fotógrafo danés también revienta la idea colectiva de que las imágenes fuertes están en el interior lejano e inasible de un aparato de televisión o un ordenador, porque las imágenes fuertes, como siempre supimos pero nos da miedo aceptar, viven en nuestro salón, en el dormitorio, en el humanismo de nuestros fracasos.

Ánxel Grove