Entradas etiquetadas como ‘Nínive’

Escritores que quemaron sus obras o al menos lo intentaron

Algunos escritores (casi todos) son pirólatras, o adoradores del fuego (ahora lo sabes). Animalillos que azuzan la chimenea prendida y que en algún momento de sus vidas quisieron ordenarle a la noche, a sus amigos o amantes, que sus obras ardieran.

Son numerosos los casos de esta adicción a la catarsis (que viene del griego y significa purificación). La palabra actúa como la morfina: pica, engancha, rinde, hiere. Después es necesario el pertinaz rito de una desintoxicación destructiva.

¡Fuego!

Podríamos llamar al fuego, sin temor a equivocarnos, el mejor lector cuando llega la noche. Es el perrito del escribiente, el gato negro que acompaña al brujo de las palabras.

Tenemos sobrados ejemplos… Personas que odiaron las letras que amaban.

Retrato de Franz Kafka. Wikimedia,

Retrato de Franz Kafka. Wikimedia.

Kafka ordenó a su albacea que quemara todos sus escritos.

Stephen King lanzo a la pira las primeras páginas de su novela Carrie.

Emily Dickinson pidió a su hermana que su legado terminara en las brasas.

Mijaíl Bulgákov tiró al fuego la primera versión de El maestro y Margarita. Lee el resto de la entrada »

El arte asirio que destruyó el Estado Islámico, impreso en 3D

'Material Speculation: ISIS' - 'Lamassu' - Morehshin Allahyari

‘Material Speculation: ISIS’ – ‘Lamassu’ – Morehshin Allahyari

Aquellos vídeos de febrero de 2015 enseñaron al mundo cómo un grupo terrorista borraba el patrimonio histórico iraquí, destrozando a martillazos tesoros arqueológicos y artísticos de la cultura asiria. El Estado Islámico terminó con la colección del Museo de Mosul —uno de los más grandes de Irak—, que contaba con un extenso catálogo de piezas de la provincia de Nínive. También reducía a pedazos un toro alado con cabeza humana que formaba parte de las Puertas de Nínive.

Con las grabaciones que propaga el Estado Islámico nunca se tiene la seguridad de estar viendo algo real, nada se desmiente ni se verifica: los destrozos y las ejecuciones más feroces se traducen al final en un silencio desconcertante. La atrocidad debe cubrirse de cierta incredulidad para poder digerirla mejor.

Cuando la artista iraní residente en los EE UU Morehshin Allahyari vio las imágenes del museo (de las que ni siquiera se tiene la certeza de que sean verdaderas al 100%), se activó en su interior la urgencia de reaccionar de alguna manera a la pérdida. Rebelándose contra la destrucción, creó un proyecto para perpetuar la memoria del arte que el Estado Islámico se ha llevado por delante con la consigna delirante de «eliminar a los falsos ídolos».

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