Mariposas hiperrealistas en las ciudades que no pueden habitar

Caminas por Zaragoza, o Bogotá, o Buenos Aires, Viena, Lima… y observas estas mariposas en un muro que engaña a tu vista por su asombroso hiperrealismo. Estás atrapado por la calidez de esos insectos benéficos, heroínas de la infancia de este artista callejero que se hace llamar Mantra.

Te inunda un recuerdo de los aledaños salvajes de tu pueblo o ciudad, en aquellas escapadas hacia el misterio infantil, cuando la huerta aún crecía junto al asfalto y era un patio de juegos y conocimiento. Regresas al mural. Es el año 2017. La huerta soñó ser urbanización. La colina, centro comercial. Sientes el sol de noviembre, y te parece idéntico al de junio. Las mariposas son el recuerdo de una pared. Otrora numerosas, hoy resultan esquivas y solitarias.

Si piensas en las mariposas sabrás cuán cerca está su extinción, y con ellas lo preciado de nuestras huertas y diversidad, el color y la vida, el vuelo frágil y la maravilla, la esperanza de un futuro amable, templado: la necesidad imperiosa de polinización en este planeta que se seca por unos lengüetazos de petróleo…

Si sueñas con las mariposas y eres un niño de ese hipotético futuro agreste, tal vez pienses en ellas como lo hacen hoy los niños del presente con el dinosaurio extinto. El dinosaurio es bello y desaparecido. Es una forma atrayente. Un ser magnífico. El dinosaurio era necesario en su mundo. Quizás te animes a pintarlo en un mural como recuerdo del errare humanum est … «un meteorito terminó con las mariposas, lo llamaron insecticida, desidia, estupidez supina».

Si piensas en las ciudades sabrás que ya no hay mariposas en ellas, y por eso el trabajo del grafitero francés Mantra es especial. Mariposas gigantes que nacen en la arquitectura y las medianeras en forma de trampantojos, esa disciplina pictórica que usa un extremo realismo, con perspectiva, sombreados y efectos ópticos, que crean una ilusión de profundidad.

Mantra nació en Metz (Francia), en 1987. Creció en la escena artística clandestina. Lleva pintando muros desde 2008. Su trabajo ha sido reconocido en distintos rincones del globo. Sus pinturas repiten un mensaje. Tributos a los héroes de su infancia: las mariposas, búhos, arañas, pájaros. Un reflejo de la naturaleza desaparecida bajo el aullido del coche y la trampa del cemento. Tenemos encima los tiempos oscuros, medita Mantra. Y las mariposas son su contrario, la antítesis, la luz. Ha recorrido la Tierra despertando estos fantasmas en las ciudades anodinas que necesitan inspiración para detener el meteorito próximo. Pintó sus Mariposas de Aragón en Zaragoza, en el festival internacional de arte urbano ASALTO.

«¡Matad a las mariposas, que muerden!». Es un grito sarcástico que una vez escuché a mi padre. Hagamos camisetas con este lema, le respondí. Matad el recuerdo de mi infancia, y así los siglos negros cubrirán las osamentas de los nuevos dinosaurios. Y cuando el mal se haya cumplido, y el petróleo emerja de nuestros poros pegajosos y asfixiados, puede que un niño alce un día su vista hacia un mural envejecido en una calle de Zaragoza, o en Bogotá, o Buenos Aires: «¿Mamá, tú recuerdas cómo eran las mariposas? ¿eran bonitas? ¿mordían?»

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