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¿Soy anti español si voto al PSOE? ¡Sosegaos!

¿Soy anti español si voto al PSOE?

El eslogan maquiavélico y perverso “Sanchismo o España” de Feijóo, el derogador, (“que le vote el del bote”, digo yo) es enemigo de la España que construimos entre todos con la Constitución del 78. Dudo que alguien de la derecha me gane a patriotismo. Sin embargo, por sentirme socialista a fuer de liberal, la derecha dura me coloca en la anti España, junto a los heterodoxos de Menéndez Pelayo. Desentierran el hacha de la dos Españas. Ya veo por qué. Todo le vale y el fin justifica los medios. A algunos les resulta rentable la tierra quemada con tal de alcanzar el poder. A mí no. Y a muchos amigos y conocidos de derechas, tampoco. ¿Qué hacer?

Lo primero, escuchar a los que no piensan o juegan como yo. Si pierdo al tenis es porque he jugado peor que mi adversario. ¿Qué hice mal y qué hizo bien el vencedor?

Mensaje de Manuel Saco que hago mío.

El coste de pacificar la parte sediciosa de Cataluña, de arreglar los platos rotos por los separadores Rajoy y Aznar, antes de la declaración de independencia de los separatistas del Parlament, ha sido muy alto. Quizás no había alternativa, pero en el resto de España el acercamiento de Sánchez a ERC (quitar la sedición, reducir la malversación, etc.) ha tenido un coste electoral muy alto en municipales y autonómicas. Lo entiendo. No hay mal que por bien no venga. Cataluña se separa hoy de España mucho menos que en tiempos de Rajoy.

No digamos el gran error de la Ley del “sí es sí” y el empecinamiento de Podemos para no remediar inmediatamente el desaguisado. Ahí creo que murió la coalición PSOE-Podemos. El PP tuvo el acierto genial de votar con el PSOE contra Ione Bellara e Irene Montero, dos nombres quemados y que serán disuasorios en cualquier lista electoral. Con el “sí es sí” acertó el PP y erró el PSOE.

A mi juicio, acierta el PSOE cuando vota con el PNV para cerrar el paso a Bildu en Álava, por ejemplo. Aunque el eslogan le fue muy rentable, a fuer de hipócrita, se equivocó el PP con eso de “que te vote Chapote”. Iba dirigido, con mala fe, a las tripas, no al cerebro ni al corazón de los españoles. Las emociones (y las tripas) son traicioneras. ¿Acaso no negoció Aznar con ETA a la que definió como Movimiento Vasco de Liberación y autorizó cientos de traslados de etarras al País Vasco? ¿A qué viene ahora eso de “que te vote Chapote” contra el partido que acabó, de verdad, con el terrorismo de ETA?

El PSOE acertó con sus medidas de fondo de carácter social (subida del salario mínimo, pensiones, reforma laboral, etc.). Muy oportuno el artículo sobre “¿Qué hicieron los romanos por nosotros?” Se equivocó al vender chuches de última hora (cine más barato, inter rail para jóvenes, etc.). Ir del brazo del populismo de Podemos (que critica a los empresarios con nombres y apellidos, que se emperra en dividir al feminismo con minucias de la ley Trans, etc.) ha tenido un coste electoral muy alto para el PSOE. Dime con quien andas y te diré quien eres.

Para mí el error más gordo del PSOE es no haber sumado a los socialistas liberales que, aunque ya van rozando la ancianidad, adelantaron la civilización y cambiaron España durante 14 años: Felipe González no puede faltar en la foto con Pedro Sánchez. Y algo habrá que hacer para que Alfonso Guerra, artífice principal en la sombra de la Constitución del 78, junto con mi amigo y maestro Fernando Abril Martorell, no vuelva a recomendar nunca más que votemos en blanco.

Muchos vecinos de mi pueblo (Villanueva de la Cañada) nos seguimos queriendo después de votar al centro derecha o al centro izquierda, y me pregunto ¿qué les pasa a nuestros dos grandes líderes políticos emperrados en radicalizar y tirar de nosotros hacia los extremos?

Ni Feijóo es un narco ni Sánchez un etarra. ¿A qué esperamos para luchar decentemente por el centro? Y que gane el mejor. Tengo envidia por las grandes coaliciones derecha/izquierda que los alemanes hacen en caso de apuro. Imaginemos un debate en televisión sobre el futuro de la economía española entre las dos cabezas más singulares del PP y del PSOE, Luis Garicano (ex Ciudadanos) y Nadia Calviño (nº 2 del PSOE en el Gobierno). Sus márgenes de maniobra serían pequeños y sus discrepancias no tendrían nada que ver con las “gamarradas” de Cuca, la rabiosa monja alférez del PP, o los golpes bajos que MAR (Miguel Ángel Rodríguez, el Rasputín de Aznar y Ayuso) dirige, sin pudor, a las tripas de los españoles más ignorantes o apáticos.»¿Comunismo o libertad?» ¡Vamos, hombre!

Falta alguien como Adolfo Suárez, Felipe González, Fraga Iribarne o, incluso, Santiago Carrillo (padres de la Democracia) que les diga a los suyos, a voz en grito: ¡Sosegaos!

Amén.

 

 

Un torniquete para frenar la hemorragia… y ¡otra vez, a ganar!

Ayer me desperté triste. La victoria electoral de la derecha y la extrema derecha me quitaba el sueño.

Ayuso y Almeida celebran sus victorias en la sede del PP. Desde el balcón Ayuso grita: «En libertad». ¿Acaso no hay libertad en España? Me dio repelús.

Pensaba en una frase de Albert Camus sobre la guerra civil española:

-«Se puede tener la razón y perder la guerra».

No soy analista político ni profeta… por ahora. Solo un periodista jubilado. Si embargo, nada más levantarme, tuve un presentimiento. Así se lo conté a Ana Westley, mi esposa (awestley.com):

-«Si yo fuera Pedro Sánchez, disolvería las Cortes y convocaría elecciones generales inmediatamente».

Pedro Sánchez anunció ayer, por sorpresa, la convocatoria de elecciones generales para el 23 de julio. Muy pocos lo sabían.

Al cabo de un rato, el presidente me dio la razón. Por eso, no me sorprendió. Me recordó la audacia de Felipe Gonzalez cuando renunció al marxismo… y los socialistas, despavoridos, se unieron rápidamente a él como una piña. Y ganó las elecciones muchas veces. También me recordó una frase que yo atribuí erróneamente a  Cicerón (un error, pues es de Virgilio, copiada de un griego):

-«La fortuna favorece a los audaces»

¡Olé! Pedro Sánchez puede ganar, con Nadia Calviño de número 2 y sin comunistas, independentistas ni populistas en sus listas. Solo en coalición, si hace falta.

Pedro Sánchez y Nadia Calvino. ¿Números 1 y 2 de la lista ganadora del PSOE?

¡Ánimo, presidente! Ya tienes mi voto.

Camaradería de la vicepresidenta Nadia Calviño con Olav Scholz, el canciller de Alemania. Nadia se mueve muy bien por la Unión Europea. Ayuso y Feijóo se pierden por Bruselas.

El despertar de Carmen de Burgos, defensora de la mujer

Mi chica, Ana Westley (awestley.com) triunfa hoy en La Voz de Almería. El diario líder de mi tierra publica mi artículo sobre Carmen de Burgos, la más importante defensora de la mujer en el siglo XX y la más odiada por Franco. Colombine sufrió eclipse total y sus obras fueron quemadas durante la Dictadura… hasta que murió el tirano. Ahora, la gran Carmen de Burgos revive en la obra de Asunción Valdés («Revivir. La nueva Carmen de Burgos») y en el óleo espléndido de mi esposa. ¡Qué buen ojo tuvo Toni Cabot, director de Publicaciones del Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert, al convertirse en editor de esta obra magna de Asunción Valdés!

Ana Westley, ante su óleo de Carmen de Burgos.

Mi artículo en La Voz de Almería (26/05/23)

Para aquellos que, como yo, tengan dificultad para leer la letra pequeña del diario o no puedan ampliar el texto en su móvil, copio y pego a continuación el texto de mi artículo en Word. Ahí va:

Almería, quién te viera… (29)

El despertar de Carmen de Burgos

J.A. Martínez Soler

Una señora de 94 años, apoyada en su bastón y del brazo de su sobrina, se acercó emocionada, a pasos cortos, al caballete que sostenía el óleo de Carmen de Burgos, Colombine, en el aljibe árabe del Hotel Catedral. Sorprendida, y con sus ojos brillantes, al borde de la lágrima, se dirigió Ana Westley, la autora del retrato:

“Es ella. Es ella. La reconozco. Se parece mucho a mi suegra Pura, su prima hermana”.

La mujer que celebró el viernes, 19 de mayo, el parecido del retrato de Colombine con Pura, la madre de su marido, José Miguel Naveros Burgos, era Emilia Pardo Santayana, madre de mi amigo y colega Miguel Naveros Pardo. Miembros de la familia de nuestra heroína, que tuvieron miedo a hablar de ella durante la Dictadura, se reencontraron con sus recuerdos gracias a este retrato sobre madera (que permanecerá en el Hotel Catedral) y a la obra descomunal de Asunción Valdés (“Revivir. La nueva Carmen de Burgos”) en dos tomos.

Ana Westley con Emilia Pardo ante el óleo de Carmen de Burgos, tía de su marido Jose Miguel Naveros Burgos.

Pintura y literatura (óleo y libro) fue un doble lujo para quienes llenamos el aljibe de Jayrán, primer emir de la taifa de Almería, un lugar mágico parar rendir homenaje a la principal defensora de la mujer en el siglo XX, la más odiada por Francisco Franco quizá, y no solo, por sus crónicas de la guerra de África.

También para mí fue una jornada cargada de recuerdos emocionantes. José Miguel Naveros Burgos, sobrino de la célebre periodista, escritora, partidaria del voto femenino y del divorcio, pedagoga, masona, defensora de los derechos de la mujer, contraria a la pena de muerte y a la violencia de género, fue el primer periodista de carne y hueso que conocí en mi vida cuando yo era adolescente. Frecuentábamos la biblioteca Villaespesa del Paseo y la redacción del Yugo donde yo publiqué mi primera crónica juvenil.

Años más tarde recibí, no sin emoción, un premio con el nombre de Naveros Burgos. Su hijo, Miguel Naveros, fue quien me llevó, en 2009, ante la tumba de Carmen de Burgos en el Cementerio Civil de Madrid. Junto a Federico Utrera (Autor de “La voz silenciada” de Canal Sur), Marijé Orbegozo y José Luis Martinez, editor de La Voz de Almería, entre otros, nos juramentamos para resucitar la figura de nuestra paisana Carmen de Burgos, cuyo nombre fue borrado de la memoria colectiva de España (sufrió la “damnatio memoriae” de los romanos) y sus más de 250 obras, condenadas al fuego inquisitorial del franquismo. Su nombre (el único de mujer) fue incluido, con el número 9, en la lista de autores prohibidos. Fue un eclipse total de Carmen durante toda la ominosa Dictadura… hasta que murió el tirano.

Nuestros colegas de la Asociación de la Prensa de Almería alzaron esa misma antorcha de recuperación de la memoria y convencieron al alcalde, Luis Rogelio Rodríguez Comendador Burgos, para que dedicara el Paseo Marítimo a Carmen de Burgos. Un gesto que honra a un alcalde del PP, pariente de la propia Colombine, y que le agradecemos. Lo cortés no quita lo valiente.

También compartimos unas risas con la madre de mi amigo Naveros, al recordar la relación de su hijo (del PSOE) con el alcalde (del PP), ambos parientes de la grandísima Carmen de Burgos. Cuando se cruzaban por las calles de Almería, Luis Rogelio le saludaba con un “Adiós, primo”. Mi amigo Naveros solía replicarle diciéndole “No me llames primo”.

Asunción Valdés (periodista, ex directora del Telediario de TVE y ex jefa de prensa de la Casa Real), presentó su biografía de Colombine con brillantez y glosó la figura de nuestra paisana con calidez y admiración. Su obra comienza con esta cita: “En 1916, preguntaron a Carmen de Burgos “¿Cuál será su legado póstumo?”. Ella respondió: “Mi resurrección”.

Su respuesta fue profética. Ana Westley, con su pintura, y Asunción Valdés, con su escritura, están contribuyendo a resucitar su legado. Los almerienses defensores de los derechos de la mujer estamos en deuda con ellas.

Al concluir su disertación, Asunción nos encomendó algunas tareas que no debemos olvidar: “Recordar a personas importantes, injustamente olvidadas, es una obligación para periodistas y docentes. Debemos conseguir que el nombre de Carmen de Burgos se incluya en los libros de texto. Los alumnos de Almería deben conocer la vida y la obra de su ilustre paisana. También los de Andalucía y España entera”.

Podríamos empezar, por ejemplo, por incorporar algunas de sus obras a la “Biblioteca Martínez Soler” del Centro de Profesores de Almería (que lleva el nombre de mi hermana, defensora de los ideales de Carmen de Burgos). Y seguir incluyendo su nombre en los libros de texto de Enseñanza no universitaria.

Por lo que Liborio López García, subsecretario del ministerio de Educación, nos dijo hace poco en el Ateneo de Madrid, me conta que el Gobierno quiere introducir el nombre y las ideas pioneras de Carmen de Burgos en sus reformas educativas. Según el subsecretario, “las ideas de Colombine sobre la Enseñanza tienen una rabiosa modernidad y no solo para su época”.

Para quien quiera saber más de la primera periodista española en nómina y primera corresponsal de guerra, la más notable defensora de os derechos de la mujer, puede acudir al portal Carmen de Burgos, recién incorporado con 324 registros, a la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. Su creador, Roberto Cermeño, nos lo recomendó apasionadamente al presentarlo en el aljibe de Jayrán.

La vida de Colombine, según Asunción, es la de una superviviente “con inteligencia darwiniana”. Chales Darwin dijo que no sobrevive la especie más fuerte sino la que mejor se adapta a los cambios. Y eso hizo nuestra heroína con valentía y seguridad en sí misma para libarse de un marido maltratador y buscarse la vida en Madrid con su única una hija. En sus novelas se aprecia una fuerte carga autobiográfica: “La mal casada”, “El último contrabandista”, “Puñal de claveles”, etc.

Después de las intervenciones emocionantes de Asunción Valdés, mi colega, y de Ana Westley, mi esposa y maestra en feminismo, no encuentro palabras para cantar mejor que ellas las excelencias de esta almeriense tan ilustre y tan injustamente sepultada durante 40 años de Dictadura. Mil gracias a Asunción Valdés y a Ana Westley por contribuir a la resurrección anunciado por la propia Carmen de Burgos. Y al hotel Catedral por albergar el retrato que mi chica ha pintado de ella con mucho gusto y emoción.

Asunción Valdés, Ana Westley y su óleo de Carmen de Burgos, en el Hotel Catedral de Almería.

Asunción Valdés, Ana Westley y su óleo de Carmen de Burgos, en el Hotel Catedral de Almería.

Retrato de Carmen de Burgos, realizado al óleo sobre madera por Ana Westley (awestley.com)

Crónica de Manuel León en La Voz de Almería

La nueva biografía (en dos tomos) de Asunción Valdés sobre Carmen de Burgos.

A la entrada en el aljibe árabe construido por de Jayrán, está expuesta mi talla del primer emir independiente de la Taifa de Almería. El óleo pintado por mi chica y mi talla en madera de cedro, unidos en el aljibe del Hotel Catedral. ¿Qué más puedo pedir?

Talla de Jayrán, en madera de cedro, una de mis primeras obras recién jubilado como director general del diario 20 minutos.

QR de Colombine, para más información

Voy con Adriana, el último de su lista

¿Por qué voy, a mucha honra, el último de la lista del PSOE en Almería? Sencillamente porque me gustaría ayudar a que Adriana Valverde, mi candidata favorita, fuera la próxima alcaldesa de Almería.

Adriana Valverde, candidata socialista a la alcaldía de Almería.

Yo te veo, querida Adriana, como alcaldesa de Almería, la ciudad donde nací y donde, en la calle Juan del Olmo (ente el Quemadero y la Plaza Toros), mamé los ideales socialistas de mis padres. Voy como independiente en el puesto 27 de tu lista porque, como periodista, no debo someterme a disciplina de partido, religión o equipo deportivo (nunca lo hice), pero mi corazón, tú lo sabes, comparte tus ideales socialdemócratas. Y soy un patriota almeriense, andaluz, español, europeo y ciudadano del mundo y eso me obliga a actuar y a no rendirme frente a la injusticia, la desigualdad y la ignorancia.

Por el bien de mis paisanos almerienses (los nacidos aquí y quienes adoptaron nuestra ciudad como propia), deseo tu victoria electoral. La tuya será una alcaldía para la esperanza en un futuro mejor frente al inmovilismo y el conformismo del pasado que nos ofrecen el PP y VOX. Será una victoria no solo para los del Paseo, para los que Feijóo llama “la gente de bien”, sino también para todos los barrios olvidados por el PP.

Mis paisanos del distrito 5º dirán que soy un optimista sin remedio. Ya me lo dijeron cuando, hace unos años, regresé a mi tierra como profesor titular de la UAL, y fui con Santiago Martínez Cabrejas, también con el número 27, el último de la lista del PSOE, un puesto de honor que me trajo suerte. Ya lo veréis.

La derecha almeriense, que entonces incluía a algunos nostálgicos del franquismo que hoy son de VOX, daba por segura la victoria de Megino, aquel alcalde enemigo de Los Coloraos que prohibió tocar La Marsellesa a la banda municipal. ¡Menudo cipote! Los himnos liberales del siglo XIX (el de Riego, el de Garibaldi, la Marsellesa y el himno nacional) se tocaban en Almería desde hacía casi doscientos años. Los amigos de la libertad recurrimos a la banda municipal de Berja para mantener una tradición liberal interrumpida solo durante la ominosa tiranía de Franco. Volvió a sonar La Marsellesa en la Plaza Vieja, don Juan Megino perdió la alcaldía y nuestro Santi, un alcalde entrañable, tomó el mando en Almería.

Ya sé que se trata solo de una anécdota menor sobre la intolerancia de la derecha almeriense. Pero, los símbolos, por pequeños que sean, cuentan porque condensan sentimientos, emociones e identidades que nos definen. Los del PP que nos gobiernan le tienen ojeriza al Pingurucho de Los Coloraos y quieren quitarlo de la puerta de Ayuntamiento. El monumento a los mártires de la Libertad, ejecutados por Fernando VII, el rey felón que restauró la Inquisición, les da repelús. A mí me gusta. Y a Adriana, también.

Pero no vamos a ganar el Ayuntamiento solo para salvar los símbolos de nuestra identidad histórica. Queremos ganar el Ayuntamiento para cambiar Almería, 20 años en manos de pusilánimes conservadores que se contentan con poco (y generalmente solo para ellos), para ponerla en el mapa del progreso, con autopistas y ferrocarriles del siglo XXI, con un puerto abierto que no tenga que envidiar al de Alicante y un paseo, desde el Zapillo hasta Pescadería, pasando por el Cable Inglés, que compita con el de La Concha de San Sebastián. Una Almería con más y mejor empleo, con más riqueza, mejor repartida, y menos pobreza, con más y mejores servicios sociales, con más cultura y menos ignorancia, para que podamos presumir de ella con orgullo y con razón.

Como los líderes de mi padre, Indalecio Prieto o Julián Besteiro, yo soy socialista a fuer de liberal y como ellos, yo también quiero una Almería moderna y ejemplar, que nos garantice un futuro de progreso para mejorar la vida de todos los almerienses y para reducir la desigualdad, la injusticia y la ignorancia que sufren muchos de nuestros paisanos. Quiero un futuro de esperanza y no un regreso al pasado que beneficie solo a los de siempre. Quiero una Almería más feliz.

Con Adriana ha llegado la hora feliz del cambio y no más de lo mismo. Y es que, para superar el abandono de Almería, durante dos décadas, la Democracia nos ofrece algo maravilloso: la posibilidad de la alternancia en el poder gracias al voto responsable de los ciudadanos. Paisano: no pierdas esta oportunidad para nuestra ciudad. ¡Atrévete!

¡Almería, quién te viera… con Adriana de alcaldesa!

Ante el monumento a Los Coloraos, hace más de 35 años, con mi hijo David en mi mochila.

¿Por qué voté NO a la OTAN en 1986?

Llevo varios días perturbado con la OTAN, sí; OTAN, no.  Y no es solo por el follón del trafico en Madrid, sino por mi propia conciencia, retorcida por aquel polémico referendum de 1986 sobre la OTAN. Por primera vez en mi vida, he revelado ahora en mi libro «La prensa libre no fue un regalo» que voté No a la OTAN. Luego comprobé que me había equivocado, puesto que yo estaba a favor de que España siguiera en la OTAN. ¿Por qué voté que NO? Felipe González tensó demasiado la cuerda. Se equivocó. No se somete a referendum una alianza militar. Eso se incluye en el programa electoral. Pasados los años, lo trato de explicar, no sin dolor, en este capítulo de mi libro que copio y pego. Hoy, naturalmente, votaría Sí a la OTAN.

OTAN Pag. 412 de mi libro «La prensa libre no fue un regalo».

OTAN Pag 413 de mi libro «La prensa libre no fue un regalo»

OTAN. Pag 414 de mi libro «La prensa libre no fue un regalo»

OTAN Pag. 415 de mi libro «La prensa libre no fue un regalo»

Con Felipe Gonzalez. Entrevista preelectoral 1986. jpg

Portada de TP. Martínez Soler, director-presentador del informativo Buenos Días de TVE.

Para quienes tengan dificultad para leer la letra pequeña de las páginas impresas,  copio y pego a continuación el mismo texto correspondiente al manuscrito (no solicitado) que envié a Marcial Pons.

 << ¡OTAN, no! ¡Bases, fuera!>>

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Un día soleado de primavera de 1985 llegué andando a la casa de mi infancia, en Almería. Algunos vecinos avisaron a otros. De pronto, mi calle se llenó de gente, y yo me llené de besos y abrazos antes de cruzar mi portal. Oí voces:

– << ¡Isabel, Isabel! ¡Sal, mujer, que ha venido tu hijo!>>

 Unos días antes de visitar a mis padres en Almería, escuché la señal de alarma del teletipo de la Agencia EFE. Era un flash muy breve. Algo así como <<Explosión en un restaurante de la carretera de Barajas. Se desconoce el número de víctimas>>. En cuestión de segundos, desde mi despacho de director del Telediario en el Pirulí, escuché la sirena de las ambulancias y/o de la policía o los bomberos, circulando a toda pastilla por la M-30. A esas horas de la noche quedaban pocos reporteros en la redacción. Llamé a un cámara, y ambos salimos pitando hacia la carretera de Barcelona.Fue una experiencia terrible. De pronto, me vi retirando cascotes, piedras, vigas, y avisando a los bomberos cuando veía algún resto humano. Así, hasta el amanecer. Dieciocho muertos y más de cien heridos en la explosión producida en el Restaurante El Descanso de Madrid. Felipe Mellizo, que dirigía el Telediario del día siguiente (fin de semana), me pidió que le contara, en directo, desde el lugar de los hechos, lo que yo había visto durante la noche. (1)

Esa crónica improvisada, cargada de la emoción del momento, fue la que debieron de ver los vecinos de mi barrio en el Telediario de Televisión Española, el 13 de abril de 1985. Habían pasado 17 años desde que dejé de presentar el programa matinal de Televisión Escolar para niños. Nadie lo recordaba. En cambio, salir en el Telediario de los mayores ya era otra cosa.

Si sales en la tele, aunque no hayas hecho nada de interés en tu vida, como muchos famosos de moda o parientes de famosos, que nunca han destacado por algo relevante, ya eres un personaje público. O sea, del público. Te toman por uno de su pueblo, de su familia. Esto merece una reflexión más reposada. Por ahora, debo recordar cómo y por qué acabé de nuevo en Televisión Española al cabo de tantos años.

<<Polanco te dio la puntilla>>

La verdad es que no pude evitarlo. La misma noche del verano del 84 cuando Polanco me dijo que sus amigos le habían pedido mi cabeza se lo comenté a mi vecino Pepe García Abad, ex subdirector y cofundador de Doblón. Agudo, como siempre, me dijo:

– <<Polanco te ha dado la puntilla>>.

A primeros de septiembre recibí la llamada de Enrique Vázquez, director de Informativos de TVE. Fue mi jefe en el Arriba, el diario oficial de Franco, cuando yo aún estaba haciendo la mili en el ministerio del Ejército. Jefe y amigo. También fue colaborador mío en Cambio 16 desde el primer día. Siempre le profesé afecto y admiración. Me dijo:

– <<Lo sé todo. Quiero invitarte a unas cañas esta tarde>>.

 Nos vimos en La Dolores, cerca del Congreso. Me convocó para la mañana siguiente a una reunión en el bar del Hotel Palace con él, con José María Calviño, director general de RTVE, y con Ramón Colom, subdirector de Informativos. Asistirían también José Luis Martínez (alias Flavio) y Joaquín Estefanía. Me pilló un poco descolocado. Tendría que hablar urgentemente con Flavio y con Joaquín. Claro que, en las condiciones en que me encontraba, ni lo dudé. Acepté encantado.

Por tercera vez, me fui de El País

En una mesa apartada, en un rincón del bar del Palace, nos reunimos los tres amigos (Flavio, Joaquín y yo) con los tres jefes de TVE (Calviño, Vázquez y Colom). Flavio (de la Vanguardia) y yo lo teníamos claro desde el primer momento. Hay trenes que solo pasan una vez en la vida. Joaquín tenía que pensárselo un poco más. Aunque le apetecía probar suerte con nosotros, le gustaba mucho lo que hacía en Economía de El País.

Poco antes de concluir nuestra reunión, se acercó a nuestra mesa un personaje sonriente, muy conocido por todos nosotros, y muy querido por mí: Paco Fernández Ordóñez. Se nos acercó dando voces:

– <<Os he pillado en plena conspiración. ¡Ja, ja, ja!>>

Una cosa teníamos clara todos los asistentes a aquella reunión casi secreta: ya no sería secreta. Entre risas nerviosas, Joaquín Estefanía se preocupó, y creo que, en su caso, aquella aparición, tan inoportuna, pudo haber inclinado su balanza a seguir en El País. Yo dije que sí a todo. Flavio prometió incorporarse en breve al proyecto de <<dar la vuelta a los telediarios>>. Así nos lo había resumido Calviño:

– <<Queremos que los telediarios cuenten lo que los periódicos publicarán al día siguiente, y no al revés. La televisión no puede informar de lo que ya ha publicado la prensa por la mañana. Tiene que adelantarse. La radio lo hace desde hace tiempo. Y debemos hacer pronto este cambio antes de que nazcan las cadenas privadas>>.

Un tipo listo este Calviño. Mirada rápida, escrutadora, con los ojos entornados, listos para disparar. Mirada desconfiada. Quizás solo al principio, mientras nos conocíamos. Luego, nunca me falló.

Por tercera vez, me fui voluntariamente de Prisa, editora de El País. Todo un récord. El director del periódico, Juan Luis Cebrián, se enfadó. No le gustó mi dimisión ni se creyó las razones que le di para irme a la Televisión. Le hablé de mi curiosidad por experimentar la información en otro medio de comunicación distinto, y del atractivo que podría tener la imagen. No le dije nada sobre mi incomodidad a la hora de escribir de asuntos económicos que afectaran a los amigos de Polanco que habían pedido mi cabeza. Eso era un asunto privado entre el jefe máximo de PRISA y yo. Nunca lo conté hasta ahora.

Habían pasado casi cinco años desde que Cebrián me contrató en su piso de divorciado de la calle Cervantes. Cinco años espléndidos desde el punto de vista personal y profesional. Allí pasé días felices que recuerdo con cariño. En su despacho, siempre oscuro, con las cortinas cerradas y la luz de su flexo de mesa encendida, Cebrián me dijo, otra vez:

– <<Tienes que saber que El País no es un tren del que te puedes bajar en una estación y subirte en otra cuando tu quieras. Si te vas ahora, ya no volverás nunca más. Te lo advierto. Piénsatelo>>.

Traté de cerrar aquella despedida con algo de humor, para quitar hierro a la situación. Le repliqué:

– <<Menos mal que estamos tú y yo solos en este despacho, sin testigos. Si hubieras dicho esto mismo en público podrías quedar fatal, puesto que, tarde o temprano, volverás a contratarme. Por cuarta vez. Ya lo verás>>.

Al menos, le provoqué una sonrisa, y su despedida final fue algo más amistosa:

– <<Anda, JAMS, lárgate ya de una puta vez. Contigo, no se puede… No tienes remedio. Que tengas suerte>>.

Colom: <<Concha es la bomba>>

Diecisiete años en la evolución tecnológica de la televisión son muchos años. Cambié los estudios primitivos de Televisión Escolar, en la ribera del Manzanares, o los del No-Do de la serie filmada España Siglo XX, por los nuevos e inmensos de Torrespaña (o sea, el Pirulí, para entendernos). En esos diecisiete años habían cambiado muchas cosas. Las máquinas (cámaras, moviolas, montajes, sonido, comunicaciones, unidades móviles, controles, realización, etc.) y los sistemas de organización del trabajo eran muy distintos. Afortunadamente, las personas seguían siendo personas, y sus intenciones, por mucho que cambiara la técnica, eran las mismas. Yo creía conocer esas intenciones: la solidaridad, la envidia, la venganza, la cooperación, el afecto, la confrontación, el amor o el odio… Eso me ayudó a sobrevivir en un mundo nuevo y, en principio, algo hostil.

Lo primero que hice, como me ocurrió con Joaquín Estefanía en El País, fue pedir a mi jefe que me permitiera contratar a alguien de mi total confianza para poder dormir tranquilo. El mejor era mi amigo Manuel Saco, fundador de Cambio 16 y director de la revista Ciudadano de defensa del consumidor. Aceptó el puesto de jefe del área de Economía del Telediario, la más delicada, y luego se pasó a dirigir la de Sociedad, la más divertida. Poco a poco, fuimos haciendo un equipo de periodistas contratados de primera categoría. (2)

Para esta nueva etapa, no queríamos locutores sino periodistas presentadores capaces de escribir sus propias entradillas. Sus gestos, al contar lo que ellos habían escrito o corregido, eran más creíbles para el espectador que si leían como papagayos lo escrito por los redactores o por el director. Hicimos un concurso, y seleccionamos a Concha García Campoy y Manuel Campo Vidal para el TD 1, a Ángeles Caso y Paco Lobatón para el TD 2, y a la indiscutible Rosa María Mateo (que llegó a jefa máxima de RTVE) para el TD 3. La audiencia de los telediarios y su prestigio e influencia empezaron a crecer. También, -cómo no- nuestros enemigos de dentro y de fuera de la casa.

Inolvidable la prueba de cámara que hicimos a Concha García Campoy, una joven grandullona procedente de Ibiza, con pinta de pueblerina, que había llegado esa misma mañana de sábado a la estación de Atocha. Entró en el Estudio con su maletín de viaje. Vestía una rebeca como las de mi madre. En cuanto Concha miró intrigada a la cámara que tenía el piloto rojo encendido, Ramón Colom, sentado a mi lado, me dio un codazo:

– <<Esa chica es la bomba. Llena la pantalla>>.

No hubo más que hablar. La suerte estaba echada. Terminamos las pruebas poco antes de las 2 de la tarde. Subía yo con mi Peugeot 205 la cuesta del Pirulí hacia la calle Doctor Esquerdo cuando vi caminar por la acera a Concha García Campoy con su maletín de viaje. Paré el coche y la invité a subir para llevarla a alguna estación de Metro o cerca de su destino. Me dijo que no sabía adonde ir. Apenas conocía Madrid, había llegado esa misma mañana en tren, y aún no tenía pensión. Le dije que podía venir a mi casa a comer con un grupo de amigos. Me miró desconcertada. Desconfiada.

– <<Mi mujer, aunque es yanqui, está preparando una buena paella para muchos amigos. Donde comen 9 comen 10>>, le dije.

Al oír que mi mujer estaría cocinando, me miró más relajada. Sonrió y aceptó. No se trataba de ninguna encerrona de gente aprovechada de la capital. Durante años, ambos hemos recordado con cariño la primera entrada de Concha en mi casa. La presenté a mis amigos como una futura gran estrella de la televisión española. Nadie la conocía. Hoy, fallecida tan prematuramente (en junio de 2013), nadie la olvida. Fue, en efecto, una gran estrella del periodismo en radio y televisión. Joaquín Estefanía, Emilio Ontiveros, Iñaki Santillana y otros amigos, que compartieron aquella primera paella con Concha, siempre la recordaron como una chica de pueblo con grandes ojos capaces de asombrarse y asombrarnos con todo lo nuevo.

Dos trincheras: fijos y contratados

Las guerras entre familias políticas tenían su reflejo en Televisión Española. Buena o mala, era la única tele. Cuando, a finales de los años sesenta, empecé a colaborar con TVE en Prado del Rey, en el Manzanares o en NO-DO, pude comprobar que había estratos de personal fijo fácilmente identificables con las distintas etapas políticas de la Dictadura. Según su edad y sus tendencias ideológicas, en distintas capas superpuestas, podías ver a quienes entraron a trabajar allí de la mano de la Falange, del Movimiento Nacional, de los tecnócratas del Opus Dei, de la Unión de Centro Democrático de Adolfo Suárez, del Partido Socialista, etc. Los nuevos sustituían a los viejos, y éstos se quedaban incrustados en capas superpuestas dentro del organigrama.

Desde que nació, la tele era un lugar nuevo e idóneo donde colocar a los amigos o a los políticamente leales. Cuando se producía un cambio en la cúpula de RTVE, solo eran despedidos los grandes jefes. Los demás de la tropa, presuntamente enchufados, quedaban abrazados a la nómica de personal fijo de por vida. Las oposiciones se hacían en oleadas para hacer fijos a los eventuales de cada etapa. Había chistes al respecto:

– <<No llaméis a los bomberos, si hay un fuego en la tele, porque los hacen fijos>>.

Fruto de esos ajustes políticos, Enrique Vázquez, presuntamente guerrista como Calviño, fue sustituido al frente de los Informativos por Enric Sopena, presuntamente felipista. Me pareció ver una operación de equilibrismo político entre Felipe González y Alfonso Guerra. Uno mío, uno tuyo, en cremallera. Algo así había ocurrido en el superministerio de Economía y Hacienda. El ministro, Miguel Boyer Salvador, era próximo a Felipe González, y el viceministro, José Víctor Sevilla Segura, era más cercano a hombres de Alfonso Guerra, como su ayudante Francisco Fernández Marugán, mi viejo amigo del SUT (Servicio Universitario del Trabajo). También en distintas áreas de la Administración del Estado y empresas públicas podíamos observar esos difíciles equilibrios políticos entre el personal contratado a dedo y los funcionarios fijos por oposición que tenían un destino de por vida. ¡Qué palabra tan fuerte, el destino, para referirnos a un empleo!

La verdad es que me llevé una sorpresa en cuanto al personal de redacción. Llegué convencido de que en TVE sobraba gente a porrillo. Pura leyenda urbana. Para dar información antes que los diarios, hacía falta más personal de redacción, de montaje y de realización. Acostumbrados al ordeno y mando de los gobernantes de turno, noté que no solo faltaban profesionales sino también organización del trabajo y criterio periodístico parar ganar credibilidad y audiencia. Poco a poco, Calviño fue componiendo un equipo nuevo de redactores y directivos, bastante compacto, para conseguir que la tele diera las noticias antes que los diarios del día siguiente. Naturalmente, con el sesgo casi inevitable del Gobierno de turno.

La costumbre, quizás heredada del franquismo, era fabricar los titulares de los telediarios en base a las primeras páginas de los periódicos de la mañana. Noticias viejas. Nadie quería decidir. Teníamos que cambiar esa tradición y asumir los riesgos de elegir las prioridades informativas por nuestra cuenta. No teníamos por qué esperar a conocer las opciones elegidas por los diarios para titular su primera página. Teníamos nuestro propio criterio para decidir los titulares del Telediario y el orden de prioridades en el minutado. Nos costó trabajo y no pocos roces internos. Pero pienso que lo conseguimos. Así pudimos influir, incluso, en la selección de noticias para las portadas de la prensa del día siguiente. En cierto modo, le dimos la vuelta a la tortilla.

El roce entre los distintos estratos, casi geológicos, afincados en RTVE era el pan nuestro de cada día. No sin costes, y con un derroche de buen humor (y de halagos), aprendí a hacer compromisos para sumar voluntades al nuevo proyecto que yo pretendía, sin mucho éxito, que fuera más profesional que político.

Calviñistas descalzos

 Tradicionalmente, los sindicatos defienden a los empleados fijos y se olvidan de los parados y de los contratados eventuales, a quienes tratan como intrusos sin derechos. O, peor aún, como una amenaza, un ejército de reserva al acecho para quitar el empleo a los fijos. Claro que de todo había en la viña del señor Calviño. A los nuevos contratados eventuales, como yo mismo, les llamé <<calviñistas descalzos>>. Los fijos, faltaría más, eran <<calviñistas calzados>>.

Entre bromas y veras, fuimos limando asperezas y generamos equipos magníficos de fijos y contratados que colaboraban de maravilla. La presión sobre los contratados, que podían perder su empleo con un soplo del jefe, era mayor que sobre los fijos, que disfrutaban de seguridad en el empleo. En consecuencia, al principio, tuve la impresión de que se esforzaban más los eventuales que los fijos. Como la seguridad en el empleo tiene un precio, los contratados eventuales solíamos ganar algo más que los de plantilla. Eso fue un agravio comparativo para quien no supiera entenderlo.

Por la forma de caminar por los pasillos del Pirulí, creíamos poder distinguir a los fijos de los contratados. Era como si unos tuvieran una <<F>> grabada en la frente, y los otros, una <<C>>.  Diluir esas trincheras y unir a casi todos en la misión común de mejorar la información en TVE, para sobrevivir al impacto inminente de las privadas, fue un proyecto ambicioso por el que valió la pena luchar. Defendíamos la televisión de todos, de los sin voz. Pronto me sentí orgulloso del equipo de redactores, realizadores, cámaras y técnicos con el que nos preparábamos para hacer frente a la llegada de la competencia. Las televisiones privadas hacían cola ya para establecerse en España. La pública corría peligro.

La entrevista del cambio, no solo de peinado

En el verano de 1985, Felipe Mellizo dejó de dirigir y presentar los telediarios de fin de semana. Enric Sopena me pidió que me hiciera cargo de la dirección de los mismos para probar fortuna en la modalidad de telediarios de autor que Mellizo, recurriendo a ciertas excentricidades, había creado con éxito. Elegimos a Luis Carandell, brillante cronista parlamentario y escritor consagrado con su Celtiberia Show, como presentador de los telediarios de sábado y domingo.

Al poco tiempo de hacerme cargo, como director, de los cuatro telediarios de fin de semana, el 15 de septiembre de 1985 por la tarde, recibí la llamada de Javier Solana, a la sazón ministro de Cultura y portavoz del gobierno socialista, con quien siempre mantuve una buena relación personal. Nada más saludarme, me preguntó quién mandaba en ese momento en los Servicios informativos de TVE. Esta fue, más o menos, nuestra conversación telefónica tal como la recuerdo:

– <<Me temo, ministro, que a estas horas soy la máxima autoridad de los informativos. Estoy preparando el telediario de las 9. ¿Tienes alguna noticia para nosotros?>>

– <<Bueno, quizás pueda solucionarlo contigo. Como sabes, el presidente acaba de aterrizar en Madrid después de su viaje a China. Podemos grabar una entrevista con él a partir de las 7. Pero tienes que tener clara una cosa. Al presidente solo le puedes preguntar por todo lo relacionado con el viaje a China. Nada de la OTAN ni de otros asuntos nacionales de actualidad. ¿Me entiendes lo que te digo?>>.

– <<Te entiendo demasiado bien, señor ministro. ¿Queréis que el presidente haga el ridículo esta noche y, de paso, deje también en ridículo a todos los que trabajamos en Televisión Española? ¿Crees posible una entrevista en la que no se le pregunte por el debate sobre OTAN sí, OTAN no, que está tan caliente en la opinión pública y en las calles, o sobre las protestas de la patronal CEOE y de los sindicatos durante los 15 días de ausencia de Felipe González, o tantas otras cuestiones de actualidad de estas dos semanas?>>.

– <<Lo que te digo, JAMS, solo le puedes preguntar por China>>.

– <<En ese caso, se trata de un comunicado o mensaje oficial del presidente sobre su viaje a China. Entonces, si no hay preguntas, yo no tengo por qué estar presente. Os envío una cámara al Palacio de la Moncloa y grabamos lo que diga el presidente. Está en su derecho. Profesionalmente, con el paripé de una entrevista limitada y amañada, yo no puedo perjudicar mi nombre como periodista ni el de Felipe González como un viejo defensor de la libertad de expresión. Conociéndote, estoy seguro de que me comprendes. En esas condiciones, yo no hago esa entrevista. Llama a mis jefes y que manden a otro. No luchamos tú y yo contra Franco para esto, Javier>>.

Hubo un corto silencio que a mí me pareció eterno. Su respuesta fue lacónica, como si estuviera enfadado. Simplemente, dijo algo así como <<ya veremos>>. Y colgó. Ya he dicho y repetido que no soy valiente. Más bien miedoso. Sin embargo, en ocasiones, tengo reacciones raras, chulescas e impulsivas impropias en una persona como yo. Inmediatamente me arrepiento. Pienso que me pasé de listo. Pocas veces acierto. Esta fue una de ellas.

Antes de una hora, Javier Solana volvió a llamarme. Escuetamente, me dijo:

– <<El presidente se ha despertado de la siesta y está dispuesto, como no podía ser de otra forma, a responder a todas tus preguntas, incluso a las de la OTAN. Te esperamos a las 7 en Moncloa. Hasta luego, JAMS>>.

Respiré aliviado. Por ahora, nadie iba a despedirme de un empleo que me gustaba. Estaba contento. No solo por mi pequeña victoria sino por comprobar que, al frente del gobierno de mi país, había alguien con sentido común. Entonces pensé que había hecho bien al votarle.

Gato blanco, gato negro

 Para algunos colegas de la tele fue conocida como <<la entrevista del peinado>>. Me sorprendió comprobar que, después de 15 días por el Lejano Oriente, el presidente se había hecho un nuevo peinado. A todos nos llamó la atención su new look, su nueva imagen. Sencillamente, se cambió la raya de sitio. Mi comentario, medio en broma, no hubiera tenido ninguna importancia a no ser por su respuesta. Le dije:

– <<Ha pasado usted 15 días fuera de España y ahora le vemos regresar de China con esta nueva imagen para empezar el nuevo curso político. ¿Por alguna razón, o alguna moda china, ha decidido cambiar de sitio la raya de su peinado habitual?>>

Me interrumpió inmediatamente. Mientras negaba con sus palabras que se hubiera cambiado la raya al lado contrario (<<No, no, no>>, insistió), sus manos nos confirmaron instintivamente el cambio. Con sus dedos en forma de peine improvisado se peinó, atropelladamente, de la forma antigua. Así quedó despeinado hasta su última respuesta. Aquella pequeña broma marcó el resto de la entrevista. Estuvo más alerta y un tanto desconfiado.

 Para la mayoría de los telespectadores, el cambio de peinado pudo pasar inadvertido. Apenas una broma en busca de una cierta distensión. Lo que sí marcó aquella entrevista fue, sin duda, la cita que hizo, por primera vez, del líder chino Deng Xiaoping y que Felipe González celebró y asumió como propia aquella tarde en la Moncloa y en sucesivas intervenciones públicas. A mí me dejó de una pieza. Pensé <<éste no es mi Felipe, me lo han cambiado>>. Pero no dije ni pío. La cita vino a ser un punto de inflexión en el pensamiento y en la práctica política del líder socialista español. En un arrebato de pragmatismo, nuestro presidente repitió, con fervor, lo que le había dicho el autor de las reformas económicas que permitieron instalar el <<capitalismo comunista>> en la China que hoy conocemos:

– <<Gato blanco, gato negro, poco importa si caza ratones>>.

Ahí queda eso. Y se quedó tan pancho. Más adelante, en varias ocasiones, hemos comentado esa frase. Le pregunté si, como atribuyen a los jesuitas, estaba de acuerdo con que <<el fin justifica los medios>>. <<Yo nunca he dicho eso>>, me replicó.

 Cuando celebramos esta entrevista para TVE, algunos pacifistas habían completado el eslogan OTAN. De entrada, no, que favoreció la victoria del PSOE en 1982, con este otro, no exento de ironía:

OTAN. De entrada, no. De salida, tampoco.

Guerra, anti OTAN. Boyer, pro OTAN

 En mayo de 1982, los partidos políticos, los sindicatos y otras muchas instituciones seguían escondidos debajo de la cama, por efecto del reciente Golpe de Estado fallido del 23-F del año anterior. Fue entonces cuando UCD ganó la votación en el Congreso, y el presidente Calvo Sotelo, deprisa y corriendo, metió a España en la OTAN. Se vendió como un antídoto contra futuros golpes de Estado de los militares. La OTAN nos protegería de futuras dictaduras. Felipe González desmontó tal argumento (Grecia, Turquía y Portugal habían sido dictaduras dentro de la OTAN). Él votó en contra porque suponía <<menor seguridad>> para nuestro país y <<mayor riesgo de nuclearización>>. El País daba entonces un 18% de los encuestados a favor de la OTAN, y un 52% en contra. En eso, principalmente, basó el PSOE la campaña electoral que, cinco meses después, le dio la mayoría absoluta. Se puso de moda el grito OTAN no, referéndum sí. La UCD perdió 5 millones de votos y el PSOE los ganó.

Al año siguiente, en mayo de 1983, se recogieron más de un millón de firmas para que saliéramos de la Alianza Atlántica. El vicepresidente Alfonso Guerra mantuvo el tipo, y dijo que <<España debe salir de la OTAN>>. Añadió:

– <<Si alguien no está de acuerdo, que lo diga>>.

Precisamente, había dos miembros del Gobierno que opinaban abiertamente que España debía seguir en la OTAN. Eran Narcís Serra, de Defensa, y, mira por dónde, el antiguerrista Miguel Boyer, de Economía y Hacienda. Al año siguiente, 1984, cientos de miles de personas llenaron las calles de Madrid y Barcelona y de otras capitales con pancartas contra la OTAN. Fue entonces cuando, por primera vez, Felipe González habló a favor de la permanencia. Dijo que la OTAN era un club de países democráticos y desarrollados (se olvidó de Grecia y Turquía) donde nos convenía estar, y que su campaña del <<No>> fue un error. Se armó la marimorena.

En su entrevista conmigo, Felipe estuvo decididamente a favor de permanecer dentro de la Alianza Atlántica. Esta era su cantinela:

– <<En la Alianza están los países que tienen mayor ejercicio de la soberanía popular del mundo, mayor nivel de desarrollo económico, de democracia, de libertades y de respeto a los derechos humanos, y mayor nivel de paz>>.

Ese mismo año, Carlos Cano había cantado Las murgas de Emilio el Moro:

<<A ver quién me aclara a mí este rebujar: / Que si dentro, que si fuera, tú dirás / Que si bases, que si OTAN, que si Morón, / que si Rota y el Peñón de Gibraltar (…) Ay! Felipe, el de la OTAN, / cataflota verigües…/ llegará a ser gran torero / como Velázquez y Gregory Peck>>.

Carlos Cano estuvo sin actuar en Andalucía, en la lista negra de las autoridades socialistas, hasta que, según declaró él mismo, Alfonso Guerra le levantó el castigo.

  • https://www.rtve.es/play/videos/fue-noticia-en-el-archivo-de-rtve/atentado-restaurante-descanso/719690/

(2) También sumamos a favor a la crema de los realizadores: Juan Peña Encabo, Pedro Ricote, Isabel Malpica, Eugenio Calderón, Laura Díaz, y Jaime Garrido.

(3) La entrevista a Felipe González está en los archivos de RTVE. La emitimos el 15 de septiembre de 1985, a continuación del telediario de las 9, en un programa especial que teníamos para estas ocasiones, llamado <<Punto y aparte>>.

(…)

– <<En estos momentos, sale una unidad móvil de TVE hacia el lugar del atentado, que no está lejos de Torrespaña, para informarles en directo de lo ocurrido y ayudar a las víctimas, si las hay, en lo que sea posible>>.

No conocíamos ningún detalle cuando dije <<si las hay>>. ¡Madre mía! En cuestión de minutos, nos llegó la señal de la unidad móvil con las primeras imágenes terribles de la masacre terrorista que estábamos emitiendo en directo. No sabía qué decir. A tiempo, pude ahogar en mi garganta un grito salvaje de << ¡hijos de puta!>> y << ¡asesinos!>> que me salía del alma.

Las estampas de sangre y muerte hablaban por sí solas. Cuerpos destrozados de jóvenes estudiantes de la Guardia Civil de Tráfico eran extraídos por los bomberos de un autobús convertido en chatarra por los 50 kilos de <<goma 2>> de ETA. Al final, hubo 12 estudiantes muertos y sesenta heridos, todos ellos entre los 18 y los 25 años de edad. Lo cubrí, estremecido, desde el Estudio, a través de la señal que emitía la unidad móvil. Fue el segundo atentado con mayor número de víctimas en España. El primero fue el que, un año antes, destruyó el restaurante El Descanso, atribuido a un grupo yihadista, y que me tocó cubrir personalmente, después de retirar cascotes y escombros, desesperadamente, para ayudar a los bomberos a rescatar dieciocho cadáveres.

Ya sé que son gajes del oficio. Sin embargo, en ocasiones, ¡dios!, pienso que debí haber seguido mis cursos de Arquitectura.

El año 1986 marcó un punto de inflexión importante en la conciencia política de muchos españoles, incluida, cómo no, la mía: fue el año de la <<OTAN sí>> o la <<OTAN no>>. Por ello, fue el año en el que muchos de nosotros perdimos nuestra presunta coherencia, que es como perder nuestra virginidad en lo que se refiere a nuestros principios éticos juveniles.

 Cuatro bombas atómicas cerca de mi casa

En enero de 1986, entrevisté en Buenos Días a Antonia Flores, de 26 años, alcaldesa de Palomares, una pedanía de Cuevas de Almanzora (Almería). Hablamos del aniversario del mayor accidente aéreo, con pérdida de cabezas nucleares, ocurrido en la Historia. En su pueblo, a 10 kilómetros de mi casa de la infancia en La Rumina (Mojácar), habían caído cuatro bombas termonucleares de 1,5 megatones cada una. Eran 65 veces más destructivas que las de Hiroshima. El accidente se produjo al colisionar en el aire dos aeronaves norteamericanas: un superbombardero B-52, del operativo estratégico de la OTAN, con la misión de sobrevolar la frontera ruso-turca, y un avión nodriza.

El 31 de enero, dos semanas después de mi entrevista con la alcaldesa de Palomares, el Gobierno convocó el referéndum sobre la OTAN, al que se había comprometido tres años antes, en la campaña electoral que le dio la victoria. La novedad consistía en que, como ya he comentado antes, en 1982 el PSOE prometió un referéndum para sacar a España de la OTAN, y ahora defendía todo lo contrario. Los Presupuestos del Estado tenían reservados 300 millones para los gastos del referéndum. El Partido Socialista necesitaba dinero, y se arriesgó a buscar nuevas vías, que luego resultaron de dudosa legalidad, para financiar su campaña a favor de la OTAN.

En esas circunstancias, la conmemoración del 20 aniversario de las bombas de la OTAN caídas en Palomares no ayudaba a las tesis del Gobierno. Claro que el Buenos Días lo hacíamos de madrugada. Los jefes dormían y confiaban en nosotros. Trabajábamos como si fuéramos libres. Hasta cierto punto.

Para mí, ese referéndum era una prueba de fuego. Quiero decir que me quemaba. A la mayoría de los periodistas de la tele nos planteó un gran dilema. Durante tres años, TVE era partidaria de salir de la OTAN. Ya no. Los empleados, y no digamos los directivos, debíamos lealtad a la línea informativa y editorial que marcaban nuestros jefes (o sea, los nombrados por el Gobierno de turno). Que nadie se sorprenda. Lo mismo ocurre en todos los medios de comunicación del mundo, públicos o privados. Los periodistas deben cierta lealtad a la cultura corporativa de su empresa.

Por tanto, estábamos obligados a ser exquisitos con la información sobre el sí y el no a la OTAN. No obstante, en enero de 1986, el sesgo inevitable era favorable a las tesis del Gobierno. En muchos casos, el desgarro interior estaba garantizado. Conviene sintonizar nuestra conciencia con la emisora o la publicación para la que trabajamos. Cuando chirría demasiado, y el ruido se hace insoportable, es mejor cambiar de emisora o de periódico antes que de conciencia. No siempre se puede. No todos pueden.

En público, hablábamos a favor de seguir en la OTAN. Faltaría más. Teníamos argumentos sólidos. Desde el 1 de enero, éramos miembros de pleno derecho de la CEE (Comunidad Económica Europea), un viejo sueño de todos los demócratas que identificábamos a Europa con Democracia. Eso era una garantía, una vacuna contra las veleidades golpistas de algunos militares franquistas. La sociedad española aún arrastraba, desde las guerras de Cuba y Marruecos y una larga dictadura militar, un cierto pacifismo y antimilitarismo. Era casi seguro que, dentro de la OTAN, nuestros oficiales aprenderían inglés y modales democráticos. La OTAN también podría obrar el milagro de adelantar las negociaciones con Gran Bretaña sobre la recuperación del Peñón de Gibraltar. El no va más. Por último, y no lo menos importante, creíamos que nuestros socios de la OTAN nos ayudarían a luchar contra ETA y a acabar con su santuario en el sur de Francia.

Entre el cerebro y el corazón

Todo eso, y más, lo decíamos en público. Incluso, llegamos a creérnoslo. Sin embargo, en privado, y en nuestros corazones, sufríamos la violencia de nuestras propias contradicciones entre el ser y el deber ser, entre lo que siente y lo que se hace, entre lo que manda el cerebro y lo que sufre el corazón.

La campaña del referéndum fue traumática… y fulera. Llena de artimañas, chantajes sectarios y preguntas sesgadas, propias de trileros. De entrada, o sea, de momento, nadie sabía si su resultado sería vinculante o no para el Gobierno. Lo que supimos todos es que Felipe González echó el resto. Por tanto, votar contra la OTAN se había convertido ya en votar contra el PSOE y contra Felipe. Votar por el caos.

Hubo gran confusión. El diario franquista El Alcázar y el comunista Mundo Obrero coincidían en su voto anti OTAN. ¡Menuda pinza! La Alianza Popular de Fraga, incomprensiblemente, promovió la abstención. Felipe González llamó a Adolfo Suárez para que pidiera públicamente el voto por el sí. No lo hizo y, según él, a los pocos días le visitaron los inspectores de Hacienda. El ambiente se fue enrareciendo y tensando al acercarnos al 12 de marzo, día de la votación.

Durante toda la Transición, nos pasamos media vida firmando manifiestos, asistiendo a concentraciones y marchas, repartiendo octavillas, gritando eslóganes (muchos en verso) y pintando pancartas. En esta ocasión, no íbamos a ser menos. Hubo firmas de famosos a favor y en contra. Las de rigor. Otras me chocaron. Mis admirados escritores Juan Marsé, el inventor del Pijoaparte, y Rafael Sánchez Ferlosio, el de Alfanhuí, firmaron a favor de la OTAN. Ya no sabía hacia dónde mirar, qué brújula seguir. Sánchez Ferlosio dijo luego que <<perdió el honor e hizo el imbécil para nada>>.

Pasado el susto, el propio Felipe González, ya vencedor, reconoció que convocar ese referéndum fue <<un error serio, serio>>. Dijo que había sido uno de los peores momentos de su vida. Así lo aclaró:

<<A los ciudadanos no se les debe consultar si quieren o no estar en un pacto militar, eso se debe llevar en los programas, y se decide en las elecciones>>.

Demasiado tarde. El daño moral, indeleble, ya estaba hecho. Con una participación del 60%, el resultado fue del 56,8 a favor de la OTAN y el 43,1 en contra.

El vértigo del referéndum

Han pasado muchos años, pero nunca podré olvidar el vértigo que sentí ante la urna del 12 de marzo de 1986. Después de haber defendido en público, y en mi trabajo, primero el <<no>> y luego el <<sí>> a la OTAN, me enfrenté a la papeleta definitiva con el corazón partido.

Sentí una cierta rabia histórica, embalsada desde el desastre el 98, causada por los ataques yanquis a la armada española en Cuba y Filipinas. Ahí nació el sentimiento antinorteamericano de muchos españoles, mucho antes que en la guerra del Vietnam. Luego, me vino a la mente la foto del abrazo entre el presidente Eisenhower y el dictador Francisco Franco en Barajas, lo que nos trajo las bases nucleares y las bombas de Palomares.

¿Por qué tendría yo que recordar, en aquel momento, la frase famosa del capitán Méndez Núñez frente al Callao?:

– <<Mas vale honra sin barcos que barcos sin honra>>.

Nunca lo he dicho en público hasta hoy. Entonces, tomé la papeleta, con decisión, y voté No a la OTAN. Ya había perdido, obviamente, la virginidad política y la coherencia entre lo que se dice y lo que se hace. Me lo debía.

También lo fue para el ministro Javier Solana, el más feroz anti OTAN del PSOE antes del 82. En cambio, en 1985, Solana no quería que yo preguntara al presidente del Gobierno por las manifestaciones anti OTAN, mientras Felipe pasaba dos semanas en Extremo Oriente aprendiendo lo de <<gato blanco, gato negro>>.

Diez años más tarde, en 1995, cubría yo las negociaciones de paz para la antigua Yugoslavia, en el aeropuerto de Dayton (Ohio, EE.UU.).  En una conversación informal con Richard Holbrooke, el mediador norteamericano, no me dio el nombre, pero me dijo que estuviera atento a la noticia:

– <<Pronto habrá un español al frente de la OTAN>>.

Lo supe unos días después. Vivir para ver. Javier Solana, más converso que yo, fue nombrado jefe máximo de la Organización para el Tratado del Atlántico Norte. Entonces, ya reconocía yo haberme equivocado al votar no a la OTAN.

A pesar de todas mis contradicciones, recibí la victoria del <<sí>> a la OTAN con alivio. Otra vez, coincidí con el cordobés Ibn Hazm (994-1063) cuando escribió:

– <<… mi oriente es el occidente>>.       

                                          <<Yo estuve allí>>, decimos los del Buenos Días

                                                               46

El día que dije adiós al informativo diario Buenos Días de Televisión Española brotaron algunas lágrimas compartidas con miembros de mi equipo. Hubo motivos para ello. Pasar todas las noches juntos, sin dormir, (…)

La muralla del emir Jayrán, en mi corazón

 

Artículo publicado hoy por La Voz de Almería (18/10/2021)

La muralla de Jayrán, en mi corazón

José A. Martínez Soler

Periodista

Durante años, soñé con reconstruir mi casa vieja en la Loma de San Cristóbal, 58-62 (antes Cerro de los Yemeníes) con vistas a la muralla de Jayrán. Desde mi azotea, escuchaba el alma de la ciudad que me vio nacer y escrutaba sus límites: el puerto, la bahía, Cabo de Gata, Alhamilla. ¡Qué mirador tan hermoso! Cuando la luna se convertía en una fina tajada de melón, por encima de los torreones, cerraba los ojos y escuchaba Scherezade y las mil y una noches. En mi infancia y adolescencia, me despertaba con la silueta de esa muralla bajo medieval, que veía desde mi ventana en la calle Juan del Olmo, 80, entre el Hoyo de los Coheteros y el Quemadero.

Vista de la Muralla de Jayrán desde mi dormitorio en Calle Juan del Olmo, 80, Amería.

Mi barrio estaba marcado en lo alto por la huella de Jayrán, el primer rey de la taifa independiente de Almería en el siglo XI, promotor también de los aljibes, una obra de ingeniería hidráulica que ya la quisieran entonces para Granada. Un profe de Historia de La Salle nos decía que “Alcazaba tiene Almería cuando Granada era solo alquería”. De niño, subíamos a los torreones (tres cuadrados árabes y cuatro redondos cristianos) y peleábamos a pedradas con los de la Fuentecica. Me gustaba el Cerro. Me subyugaba la muralla.

De mayor, cuando gané la plaza de profesor titular en la Universidad de Almería, quise jubilarme definitivamente en mi tierra. Mi esposa bostoniana (anawestley.com) lo aceptó. Le pregunté en qué parte de Almería querría vivir conmigo. Desde la Puerta Purchena, señaló un lienzo y medio torreón que se divisaba malamente en el Cerro de San Cristóbal. Sin dudarlo, compramos en esa loma unas casillas viejas, medio en ruinas, para demolerlas y reconstruir en su solar la casa de nuestros sueños. Conocimos a los vecinos, payos y gitanos, (Paco, Amable, Flora…). Nos invitaron a cenar y llevamos a su casa una botella de rioja. Una cosa me sorprendió agradablemente: nadie en el barrio tenía sacacorchos. La iglesia evangélica, que habían sustituido por allí, y con razón, a la iglesia católica, estaba acabando con el alcoholismo y la drogadicción del Cerro de San Cristóbal. El Ayuntamiento, en cambio, nunca pudo acabar con la basura y el mal olor.

Pablo Casals me dijo, en su exilio de Vermont, que “si mueres en la tierra donde naciste, llegas antes al Cielo”. El mayor violoncelista de la historia no pudo morir en su Cataluña natal porque el dictador Franco le sobrevivió por unos pocos años. En cambio, aunque ya no creía en ningún paraíso religioso, yo sí estaba dispuesto a pasar mis últimos años con mi familia en Almería. Precisamente, junto a la muralla de Jayrán, tan abandonada y despreciada por los almerienses de toda clase y condición.

Solemos decir, con resignación fatalista, que en mi tierra somos “mu dejaos” y pusilánimes a la hora de salvar las huellas de nuestra historia, de defender lo nuestro con orgullo. Así es. Y me avergüenza reconocerlo. El estado ruinoso de la muralla del siglo XI, una de las joyas de Al Ándalus, y el cerro de San Cristóbal, donde los templarios construyeron su castillo en 1147, inspirándose en los torreones de Ávila y Jerusalén, son buena prueba de ello.

Dibujo de Arranz

Aquel castillo del Temple ha desaparecido. También desaparecerán, si no lo remediamos a tiempo, los lienzos y torreones que milagrosamente aún siguen en pie y en estado ruinoso por la desidia de nuestros gobernantes (tanto del PSOE como del PP) y – ¿por qué no decirlo? – por la escasa exigencia política y nulo compromiso social de los almerienses con nuestros orígenes, con nuestros barrios más pobres y con la huella de nuestros antepasados. No quiero hurgar en nuestras heridas racistas históricas, siempre a flor de piel, entre payos y gitanos, pero el divorcio social entre el Cerro extramuros y el resto de la ciudad es clamoroso y es una de las causas del abandono suicida de la muralla de Jayrán. Deberíamos superar ese divorcio y no solo con planes urbanísticos que nunca se llevan a cabo.

Hace unos años, un trágico accidente de tráfico acabó con la vida de mi hermana, mi cuñado y mi sobrina y me dejó, de golpe, sin familia. No encontré consuelo para esa herida.

Mi hermana Isabel, mi cuñado Antonio y mi sobrina Cristina, muertos en un trágico accidente de tráfico en Huércal Overa, Almería..

Renuncié a mi plaza de profesor titular de la UAL y al sueño de jubilarme en mi casa del Cerro. Capítulo tristemente cerrado. Emigré de nuevo a Madrid, puse el solar a la venta y desde entonces, no sin dolor, apenas visito la ciudad donde nací y crecí.

Tiene razón Rilke cuando dice que “la infancia es la patria del hombre”.  He recorrido medio mundo, pero mis raíces siguen profundamente arraigadas en Almería, donde está mi verdadera patria infantil y juvenil y donde nací, no solo a la vida sino también al primer amor, en la calle Luchana que nos lleva precisamente hasta el Cerro de San Cristóbal.

Agradezco a Eduardo D. Vicente sus artículos en La Voz clamando, desgraciadamente en el desierto, por la recuperación del Cerro y la rehabilitación de los lienzos y torreones de mi infancia. También, a Joaquín Socias por su libro sobre el Temple en Almería en 1147. Guardo con cariño todas las referencias escritas sobre el Cerro. Cuando me jubilé como director general del diario 20 minutos, me inicié en la talla de madera. Tenía una deuda con Jayrán.

Estatua del emir Jayrán, al pie de la Alcazaba de Amería.

Por eso, tallé su relieve en madera de cedro y lo cedí a mis amigos del Hotel Catedral, donde se expone, por haber recuperado uno de los aljibes del primer emir de Almería.

Con Nicolás Franco, sobrino del dictador, visitando el aljibe de Jayrán… y mi talla en madera de cedro.

Como adolescente y ferviente católico, un año acompañé a mi tía Dolores a un Vía Crucis hasta la estatua del Santo, antes del amanecer. Me causó una profunda impresión. Inolvidable ver, sentir, casi palpar la aurora, “la de los rosáceos dedos”, que brotaba por detrás del Cabo de Gata, cuando subíamos con el Cristo de la Pobreza (¡qué Cristo tan oportuno para ese barrio!) hasta el pie de la muralla.

Mirador desde la estatua del Santo, junto a la muralla de Jayrán.

¡Qué mirador tan envidiable nos estamos perdiendo los almerienses! En justicia, creo que no nos merecemos tanta belleza en medio de ese basurero social y político. ¡Qué lastimica!

La muralla de Jayrán, una joya de Al Ándalus, vertedero de basura.

 

 

 

Aznar apadrina a Ayuso. Pobre Casado

¿Qué le pasa a José María Aznar? No pierde ocasión de sacudirse su responsabilidad por meternos en la guerra de Irak y por el consiguiente atentado yihadista del 11-M de 2004. Raca, raca… Ya lo hizo en marzo pasado con Jordi Évole. La Asociación de Víctimas del 11-M se lo aclaró entonces:

«Aznar nos llevó a la guerra contra Irak y a cambio recibimos los atentados del 11-M».

Aznar apadrinó hoy Ayuso como «la líder más relevante».

Eso no debió convencerle. En un aula universitaria, junto a Isabel Díaz Ayuso, según él, «la líder más relevante del panorama político español», lo ha vuelto a decir hoy:

El PSOE ha llegado «al menos» dos veces al poder en circunstancias «muy especiales». Acto seguido, ha asegurado que José Luis Rodríguez Zapatero llegó al poder en 2004 por la utilización que hizo su partido de los «ataques terroristas» del 11-M, y en 2018 por una moción de censura «apoyada por separatistas y ex terroristas».

Aznar olvida con facilidad que el ataque terrorista del 11-M se lo hicieron a él, cuando era presidente del Gobierno, como repuesta a su participación en la guerra de Irak. También olvida que el PSOE le ganó las elecciones al PP el 14-M sencillamente porque Aznar mintió a todos los españoles, con nocturnidad y alevosía, al atribuir insistentemente el atentado yihadista a ETA cuando el mundo entero (incluida toda la prensa extranjera y el diario 20 minutos) ya había publicado que fue Al Qaeda y no ETA la autora del 11-M.

¿Qué le pasa a este «hombrecillo insufrible«? Así lo definió, por alguna razón, el canciller alemán Helmut Kohl que era de su mismo partido. Alguien que le quiera de verdad debería recomendar a Aznar una visita al siquiatra.

¿Qué le ponemos? ¿Al mentiroso compulsivo?

¿Y qué me pasa a mí con él? Debo advertir a los lectores que, desde que me despidió de TVE, tras la entrevista preelectoral que le hice en 1996, le tengo cierta manía. Afortunadamente, cada día menos.

Además, flaco servicio ha hecho hoy el expresidente Aznar al líder nacional del PP al apadrinar a la líder madrileña, Isabel Díaz Ayuso («la líder más relevante»), como la continuadora de su línea política. Desde la presidencia de la Comunidad de Madrid, «ella hace lo que tiene que hacer. Hace como yo hice en Castilla y León. Yo lo hice y de ahí… nació una alternativa».  Más claro, agua. Igual que hizo Aznar, de la mano de su «Rasputín» trumpista Miguel Ángel Rodríguez, desde Valladolid a La Moncloa, ahora lo hace Isabel Díaz Ayuso desde Madrid. Va de la mano del mismo «Rasputín» que Aznar le ha prestado a su ahijada política para ese viaje. ¡Pobre Casado!

 

 

 

 

Los indultos no me gustan, pero…

Los indultos a los presos independentistas catalanes, condenados por el delito de sedición, no me gustan nada. En realidad, tampoco me gustan los nacionalistas fanáticos, ya sean catalanistas de derechas como Jordi Pujol o españolistas de derechas como el dictador Francisco Franco. Claro que yo no asumo ningún coste con esta opinión. Me sale gratis. Felipe González y Alfonso Guerra, jubilados, también están en contra… y gratis. La oposición de derechas (Ciudadanos, PP y Vox) apenas asumen coste alguno por oponerse a los indultos que pretende aprobar el Gobierno. Muy al contrario, las derechas creen que obtienen un gran beneficio.

Pedro Sánchez, presidente del Gobierno

En cambio, Pedro Sánchez asume un alto riesgo al ser partidario de los indultos. Puede romper el PSOE y perder las próximas elecciones. No es un «autoindulto» pues no necesita ganar votos de los independentistas del Congreso para acabar la legislatura. No le hacen falta ya que puede prorrogar los Presupuestos. ¿Por qué asume ese alto riesgo?

Equivocado o no, Sánchez (no olvidemos que es un superviviente de mil crisis) toma una decisión difícil, muy valiente, casi temeraria, pero en el caso de que sirva para aliviar algo la crisis de convivencia entre catalanes y la de Cataluña con el resto de España podría obtener un beneficio histórico.

En todo caso, si los indultos no le sirven para aliviar la actual crisis separatista, estará armado de razón, y más que legitimado, para responder con la máxima dureza a los eventuales retos anticonstitucionales de los supremacistas catalanes. Y no me refiero a las razones del conde duque de Olivares…

Donde no hay riesgo no hay beneficio. Ojalá acierte.

Me permito compartir con vosotros dos artículos me han llamado la atención: uno es de analytiks y el otro, de El País

 

4-M: “El patillas” frente a Sánchez

Aznar, El patillas, junto al grandullón Villalonga, en El Pilar

Aznar, presidente del Gobierno, con Villalonga, presidente de Telefónica

Muchos reconocen a José María Aznar como “el hombrecillo insufrible” (según le bautizó el canciller Kohl). Sin embargo, mucho antes, sus compañeros de pupitre del colegio “pijo” de El Pilar (Barrio de Salamanca, Madrid) le conocían como “El Patillas”. Cuando, no me explico por qué, llegó en 1996 a presidente del Gobierno, Aznar amenazó con retirar la palabra y no dar pupitre en empresa pública a quien le llamara “Patillas”.  (Yo le entrevisté el día antes en TVE y me costó el puesto de corresponsal en Nueva York).

Juan Villalonga, el joven más alto y fuerte de la pandilla, solía proteger al bajito y debilucho Aznar. Le llamaba “normalito”. Juan era algo así como su primo el de Zumo Sol. “El Patillas” le compensó con la presidencia de la Telefónica.

 

Desde antes de aterrizar en Madrid, de la mano de Manuel Fraga, José María Aznar tuvo debilidad por el joven Miguel Ángel Rodríguez (MAR) con quien compartía el amor al vino y a la conspiración política. Fue su Fouché, su Rasputín y su sicólogo de cabecera. Le conocí bien.

Cuando el superviviente Pedro Sánchez ocupó el despacho que había sido suyo en La Moncloa, “El Patillas” no tardó nada en insultarle como “tonto útil”. Es su estilo de hacer política. En realidad, es el estilo de MAR, su alter ego.

Aznar con MAR

 

Para combatir a Sánchez, Aznar ayudó a Isabel Díaz Ayuso (IDA) prestándole nada menos que a su MAR para que le susurrara maldades al oído. ¿De dónde salió, si no, el eslogan colosal de los convulsos años 30 “Comunismo o Libertad”?

 

MAR es a la señora IDA lo que fue Bannon al señor Trump: un fabricante de misterios y mentiras, un tejedor de odios que la arrastra irremisiblemente hacia la extrema derecha. Lo descubrimos cada día en el lenguaje de IDA. MAR es su ventrílocuo.

 

Y detrás está – ¡pobre centro derecha soñado por Casado! – el mismísimo José Mari, el pequeño Patillas, tratando de vencer al gigantón Sánchez. IDA podrá ganar Madrid el 4-M, como Trump ganó hace cinco años, con semejantes trucos maliciosos y engaños, la presidencia de EE.UU. Pero, aliado con VOX, dudo que el PP de Aznar (perdón, Casado) pueda ganar al PSOE de Sánchez en las próximas elecciones generales dentro de dos años. Ese es el regalo envenenado de MAR. ¿De qué te sirve ganar Madrid con el discurso de VOX si te alejas de La Moncloa?

El señor MAR con la señora IDA

 

Aznar frente a Sánchez, dos gladiadores en la arena. Con dos historias y dos estilos diferentes. Uno, El Patillas, bajito y debilucho, de El Pilar, un colegio privado religioso y caro de la alta burguesía madrileña. El otro, el “tonto útil”, alto y fuerte, jugador de baloncesto en el Estudiantes, del Ramiro de Maeztu, un instituto público de la clase media, barato, aunque, eso sí, con vestigios ilustrados de la vecina Residencia de Estudiantes / Institución Libre de Enseñanza. Por allí pasaron, García Lorca, Buñuel, Dalí, Juan Ramón, Salinas, Ortega…

 

Descomunal batalla nacional se avecina el 4-M en Madrid. Miedo me da.