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MAR, el Rasputín de Ayuso, en la cumbre de la vileza

Miguel Ángel Rodríguez (MAR), el ex Rasputín de Aznar y ahora de Ayuso, es un bravucón astuto, tramposo y, por tanto, peligroso. Esto no es ningún secreto para quienes lo hemos sufrido de cerca. Miente, amenaza y ejecuta sus amenazas sin que le tiemble el pulso. Carece de empatía y golpea con una herradura escondida en su guante. Es un psicópata del tipo Pedro J. o Federico Jiménez Losantos, «dos viejos amigos» que recuperó Aznar para su gran mentira del 11M. Haría bien la señora Ayuso en devolvérselo rápidamente a Aznar antes de que la enfangue demasiado con los delitos fiscales de su novio. Le sirvió en su ascenso al populismo, estilo Bannon, pero dudo mucho que le sirva ahora de ayuda en su caída. Ni siquiera estando sobrio.

 

MAR, con su compañero inseparable.

Miguel Ángel Rodríguez insultó y amenazó a una redactora de elDiario.es que había publicado exclusivas verficadas de los delitos fiscales del novio de su jefa. Estas fueron sus palabras escritas en un mensaje:

“Os vamos a triturar. Vais a tener que cerrar. Que os den. Idiotas”. 

La receptora de los mensajes preguntó al jefe de gabinete de Ayuso: “¿Es una amenaza?”

“Es un anuncio”, respondió Miguel Ángel Rodríguez, quien todavía increpó a la integrante de la redacción de elDiario.es con algunos insultos más. 

 

El abrazo de MAR a Ayuso.

La actitud bravucona de MAR contra un diario no me ha sorprendido. Tengo grabado el recuerdo de la campaña de calumnias que dirigió contra el doctor Montes. Antonio Muñoz Molina tampoco lo ha olvidado y así lo recordó en su columna espléndida «La era de la vileza» en El País (15 de julio de 2023):

«Un rasgo de la edad de la vileza es la repetición metódica del abuso, la injuria y la mentira. Al volverse habituales no pierden su veneno, pero cada vez provocan menos escándalo. Es posible que los primeros sedimentos de esta nueva época fueran sembrados por este personaje público, siempre más o menos en la sombra, Miguel Ángel Rodríguez, que según dicen asesoró a Feijóo antes del debate, y que hace 15 años usó por primera vez en público, en programas de televisión, a sabiendas de que lo hacía, la calumnia contra una persona del todo honorable. Los residuos de vilezas pasadas los olvida todo el mundo, salvo los que las sufrieron. En 2008, en plena campaña derechista para desacreditar la sanidad pública en Madrid, Miguel Ángel Rodríguez llamó reiteradamente nazi en varias tertulias de la televisión al doctor Luis Montes, antiguo coordinador de Urgencias del hospital de Leganés, acusándolo de haber abusado de las sedaciones de enfermos graves para acelerarles la muerte. El embustero sabe que a partir de un cierto grado la mentira tiene un efecto paralizador, como lo tiene siempre un acto de violencia súbita, un grito, una bofetada. Las mentiras de Miguel Ángel Rodríguez trastornaron la vida y la carrera de un hombre íntegro, que ya había sido objeto de una sostenida persecución política. Los tribunales confirmaron la inocencia del doctor Montes, y condenaron por un delito de injurias a Rodríguez. Ya no importaba nada. El daño estaba hecho. Había enfermos que se negaban a ser atendidos por el médico injuriado. Y el mentiroso y condenado por la justicia convirtió su indecencia en un mérito para su currículum, que ha vuelto a situarlo en lo más alto de la influencia política en España. (..)

En el registro sedimentario de la era de la vileza resaltarán dos fechas aún más fundacionales, dos mentiras tan desvergonzadas como las de Miguel Ángel Rodríguez, pero de mucha mayor resonancia: en 2003, la mentira sobre las supuestas armas de destrucción masiva almacenadas en Irak por Sadam Husein; en 2004, la mentira del Gobierno de José María Aznar sobre los atentados del 11 de marzo en la estación de Atocha.»

Con el candidato Aznar en TVE.

Después de ser despedido de la TVE de Aznar, tras la entrevista preelectoral que le hice en 1996, puse un pleito contra la TV del nuevo Gobierno por despido improcedente. Gané el juicio, pero no pude volver a la prensa. Me refugié en la Universidad hasta que, años más tarde, fundé 20minutos. Tuve fuentes solventes que apuntaban a MAR como el mensajero de la Moncloa que amenazó a los grupos de prensa para que no me dieran empleo. Se le da muy bien amenazar… y ejecutar. No te confíes, querido Ignacio Escolar. No soportan el éxito de elDiario.es. Recuerda que MAR esconde herradura en su guante.

Solo por eso, comprenderéis que este Rasputín no sea santo de mi devoción. Por prevención, en mis memorias («La prensa libre no fue un regalo») no quise darle a MAR el triste crédito por sus amenazas a los medios. Su mensaje fue, más o menos, que «si me daban trabajo lo considerarían con un acto de hostilidad hacia el nuevo Gobierno». ¡Madre mía! Nunca me había sentido tan importante… pero, por si acaso, salí huyendo hacia Almería, la tierra refugio donde nací.

Esto fue lo que, en plena pandemia, escribí en mis memorias:

 

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¿Por qué caen, uno tras otro, los líderes del PP?

Berna (ex compañera mía en El Sol) nos da la respuesta en su articulo de El País de hoy: alianzas contra natura, mentiras, corrupción y traición. Con su permiso y los de El País y 2ominutos.es, no puedo evitar copiarlo y pegarlo en mi blog. Lo recomiendo. No se puede explicar mejor con menos palabras. Luego están los chistes que inundan las redes y abundan en razones semejantes.

Por qué caen los líderes del PP

Si Feijóo analiza por qué fracasan los presidentes de su partido encontrará una paleta corta: alianzas contra natura, mentiras, corrupción y traición

Alberto Núñez Feijóo acataba el jueves la Constitución, durante la sesión constitutiva de la XV Legislatura.
Alberto Núñez Feijóo acataba el jueves la Constitución, durante la sesión constitutiva de la XV Legislatura.JUAN CARLOS HIDALGO (EFE)

Es posible que Pablo Casado acumulara grandes errores, pero el que ha cometido el PP bajo el liderazgo de Alberto Núñez Feijóo es histórico, único y se ha producido en su primer disparo en la política nacional cuando ni siquiera sabía si había más balas en la recámara. Su inmenso error, pactar con un partido tóxico como Vox mientras convertía las elecciones en plebiscito contra Pedro Sánchez, está a la altura de la alianza contra natura que Aznar forjó en apoyo a la guerra de Irak en contra de la mayoría de los españoles. Veamos qué circunstancias han provocado los sucesivos tropiezos del PP.

El PP cayó con estrépito en la transición entre Aznar y Rajoy en 2004, cuando el atentado del 11-M movilizó a los españoles en contra de un Gobierno que había participado en las mentiras sobre Sadam Husein que condujeron a esa guerra. Cuando todo parecía listo para que la derecha renovara su mayoría sin sobresaltos, se produjo la tragedia, aderezada además con las mentiras sobre un atentado que el Gobierno atribuyó contra viento y marea a ETA para esconder sus vergüenzas. Y ahí se le fueron siete años.

Cuando el PP logró regresar, en 2011, fue a lomos de una recesión que quemó al socialista Zapatero como había quemado a otros dirigentes europeos sacudidos por la economía. Después de siete años al mando, Rajoy cayó por la corrupción acumulada con el caso Gürtel, que alineó a las fuerzas suficientes como para que triunfara por primera vez una moción de censura, que situó a Pedro Sánchez al frente. Fue en 2018.

Seguimos. Tras la marcha de Rajoy llegó Pablo Casado, que cayó en 2022 después de cuestionar la honorabilidad de Isabel Díaz Ayuso por las contratas de su hermano durante la pandemia. Su pulso se desvaneció en el aire ante el chasquido de dedos de la líder madrileña y los demás barones que se unieron para derrocarle. Y así llegó Núñez Feijóo.

Más allá de la excepción de Aznar, que tuvo el acierto de retirarse por voluntad propia, si Feijóo analiza hoy por qué han caído los siguientes presidentes del PP encontrará una paleta muy corta de sabores. Solo cuatro: alianzas contra natura, mentiras, corrupción y traición. No hay más. Él acaba de probar el primero y ya se ha indigestado: los pactos con Vox. Ha coqueteado con el segundo al insinuar un pucherazo en el voto por correo. Dejando de lado el tercero, quién sabe si, tras descarrilar su intento de investidura como todo parece indicar, podrá evitar la hiel del cuarto: la traición.

SOBRE LA FIRMA

Berna González Harbour

Escribe en Cultura, es columnista en Opinión y analista de ‘Hoy por Hoy’, además de responsable de la newsletter EL PAÍS de la mañana. Ha sido enviada en zonas en conflicto, corresponsal en Moscú y subdirectora al frente de varias secciones. Premio Dashiell Hammett por ‘El sueño de la razón’, su último libro es ‘Goya en el país de los garrotazos’.

11-M-2004. Terrorismo islámico y puñalada de Aznar a la Democracia

El 11-M de 2004, tras la matanza en Atocha por terroristas islámicos, Aznar dio una puñalada a la Democracia. Mintió (no fue ETA sino el yihadismo inspirado por Al Qaeda) y quitó la legitimidad a la victoria electoral de Zapatero. «Presidente por accidente», dijeron. Antes que Trump, Aznar quebró la alternancia legítima en el Poder, base de la Democracia. Y para mantener la mentira y no enmendarla, el sector más duro del PP, su prensa adicta (Pedro J. Ramirez, Jiménez Losantos, la pecaminosa COPE, etc) y algunos jueces inmorales (como el juez Hidalgo del «Caso Bono») alimentaron una conspiración maliciosa que atribuía a Rodolfo Ruiz, comisario de Vallecas, una presunta manipulación de las pruebas que llevaron a la identificación de los yihadistas islámicos autores de la mayor matanza terrorista de la historia reciente de España.

Artículo publicado en La Voz de Almería.

La mochila de Vallecas, con la bomba que no explotó, dio la puntilla a las mentiras burdas de José María Aznar y sus acólitos políticos y periodísticos. Si el público llegaba a creer la mentira aznarista de que fue ETA, el PP ganaría las elecciones del 14-M. Si se descubría que había sido obra de terroristas islámicos ligados a Al Qaeda, como venganza por la invasión ilegal de Irak por Bush, Blair y Aznar, el PP perdería las elecciones.

Rodolfo Ruiz 2

Cada 11-M, el recuerdo de la injusticia que sufrió el comisario encargado de la «mochila de Vallecas» me subleva. Y la entereza y nobleza del comisario Rodolfo Ruiz para vencer a «los malos», ser absuelto de todo en el Supremo y rehacer su vida con honor y dignidad, me conmueve. Gracias, Rodolfo Ruiz, por no rendirte jamás.

Primera página de 20 minutos, el único diario de España que no publicó, el 14-M, la mentira de Aznar.

Texto en word del artículo de La Voz de Almería:

Un policía, solo, frente a los dioses

José A. Martínez Soler y

Erik Martínez Westley

Un policía ejemplar, galardonado, aplaudido y luego abandonado y machacado injustamente por los dioses, me recuerda a la ascensión, caída y redención de personajes propios de Shakespeare. Esa injusticia, como una espina en el corazón, la llevo clavada desde la tragedia del 11-M en Atocha, el mayor atentado terrorista de la historia de España. Mi hijo Erik, con quien comparto esas líneas, ha criticado este silencio sonoro que brota de mis memorias de la Transición (“Y seguimos vivos”). He cortado el capítulo dedicado al comisario Rodolfo Ruiz, el encargado de la línea de custodia de la mochila de Vallecas que incriminaba a Al Qaeda y no a ETA en el 11-M.

Erik me interpeló: ¿Dónde están los daños irreparables sufridos por el comisario Rodolfo Ruiz, el guardián de la mochila de Vallecas, perseguido con saña por los grupos mediáticos afines al Partido Popular, para justificar el bulo de que fue un atentado ETA y no de Al Qaeda? El daño que le causó el vacío que le hicieron también los políticos de izquierdas y los grupos mediáticos afines, que no querían generar ruido, es igual de imperdonable. Acusaciones infames. Silencio cobarde.Los dos grandes partidos y sus grupos mediáticos afines colisionaron en un incidente, la mochila de Vallecas, y en un hombre mortal de carne y hueso, el comisario que la custodiaba. A este hombre le tocó estar en el sitio y en el momento en que el partido que gobernaba hizo palanca para mover sus intereses colosales (las elecciones y el Poder). Pensamos que, si le pasó a Rodolfo, nos podría haber pasado a cualquiera de nosotros. Nos echamos a temblar. Un hombre cabal y su familia, sin haberlo buscado, están de golpe en el ojo que te mira desde el Poder. La presión miserable de unos y el abandono cobarde de otros, cercándole por todos lados, solo ante los dos partidos y sus medios, le pasaron una factura durísima. Rodolfo ha rehecho su vida, no sin heridas. Han pasado varios años y esta injusticia colosal aún me conmueve. Hay circunstancias, decía Unamuno, en las que callarse es mentir.

Me sentí mal por haber recortado en mis memorias los párrafos del bulo sobre la custodia de “la mochila de Vallecas”, esa herida tan mal cerrada de la historia reciente de nuestra democracia. Ayer mismo me disculpé con el comisario Ruiz quien, afortunadamente, está rehaciendo su vida y prefiere olvidar tantos sufrimientos pasados. Recuerdo muy bien el día que Rodolfo Ruiz me visitó en mi despacho del diario 20 minutos. Venía de parte de mi hijo Erik y de su hijo Pablo. Ambos se conocían por amigos comunes y eso cimentó nuestra confianza mutua. El comisario estaba muy afectado, casi abatido, por la campaña insidiosa, terrorífico bullying, que machaconamente difundía el Gobierno de Aznar y su prensa afín contra él. Le habían convertido en el muñeco a tumbar. Nadie le recibía. Su versión de los hechos no importaba. No sabía a quién acudir. Al final, como padre de un conocido de su hijo, mostré interés en su caso. Me impresionó. Las confidencias entre un policía y un periodista suelen estar sometidas al off the record. Sin su permiso no podré contar algunas de ellas que me llenaron de rabia contra tamaña injusticia. ¡Ay, si pudiera!

Me encontré con un hombre entero pese a estar solo, indefenso, frente a los poderes del Estado y a sus medios próximos. Desprestigiando su labor policial en la custodia de la mochila de Vallecas, cuyo contenido incriminaba a Al Qaeda, los partidarios del bulo de ETA en los trenes Atocha, creían ganar posiciones. El comisario Ruiz era la pieza a abatir. Como un junco imposible de quebrar, aguantó, solo, contra viento y marea. Después de ganar todos los pleitos, la acción profesional y heroica de Rodolfo Ruiz solo fue celebrada y premiada, hace unos años, por la “Asociación 11-M de Afectados por el Terrorismo”. Aunque insuficiente, algo es algo. Allí nos dimos un abrazo.

Cuando conocí a Rodolfo, Aznar había sido sustituido por Zapatero y Acebes por Rubalcaba. Sin embargo, el vía crucis del comisario de Vallecas continuó durante demasiados años. El diario El Mundo seguía sacando portada tras portada con falsedades sobre la mochila de Vallecas. Abundaron las teorías conspiratorias.  Jiménez Losantos y sus calumnias infames… Millones de personas consumían estas teorías del odio, aceptando disparates antes de admitir que el presidente Aznar había mentido miserablemente por aferrarse al Poder.

Antes del 11-M, cuando Rodolfo era jefe de la Brigada de Información de la Policía, en la cumbre de su carrera, desarticuló con su equipo peligrosas bandas criminales. Él y todos sus colaboradores fueron galardonados con medallas al mérito por aquella acción policial. Cuando la propuesta de concesión de esas medallas llegó a la mesa del ministro del Interior, mi admirado Rubalcaba, el nombre de Rodolfo, el jefe del equipo, fue eliminado del grupo de condecorados. No fue borrado de la lista por arte de magia.

Ese clavo agravó la depresión de la esposa del comisario que, al poco tiempo, la llevó al suicidio. (Quizás, quién sabe, agotada por esta pesadilla, esta injusta persecución que no parecía acabar nunca…) Intercedí ante el ministro Rubalcaba para que le devolvieran la medalla que, nunca supimos por qué, le habían quitado. Las respuestas evasivas escritas por mi querido Alfredo, poco valeroso por no decir cobarde, me llenaron de tristeza y decepción.  ¡Ay, la política y el miedo a la prensa canalla!

El presidente Aznar precedió al presidente Trump en la invención de bulos de gran calibre para conservar el Poder y deslegitimar a su sucesor. Ambos demostraron no ser demócratas. A veces, conviene hacer memoria. No olvidar. Lo que le pasó al comisario Ruiz podría pasarnos a cualquiera de nosotros. Todos corremos el peligro de ser víctimas de la injusticia.

Pasados los años, Rodolfo ha ganado todos los juicios por calumnias, ha sido restituido en su puesto, cobra su pensión y, pese al daño sufrido, ha rehecho su vida con éxito. Aprendimos de él -y de Don Quijote, cómo no- que no hay que ceder si la razón y la justicia están de tu parte. Claro que, con todos los dioses en contra, la integridad tiene un precio. Es un héroe anónimo que sobrevivió a una tormenta que ni te cuento. Por eso, merece el reconocimiento de los demócratas.

En esta hora de revisión de memorias, Erik y yo ofrecemos estos párrafos a nuestro amigo Rodolfo, el comisario que salvó la línea de custodia de la mochila de Vallecas y, de paso, el honor de muchos demócratas. De aquel primer encuentro en el diario 20 minutos, propiciado por nuestros hijos, surgió una gran amistad entre un policía integro, que aguantó en solitario la embestida de los dioses, y un periodista miedoso. Gracias, Rodolfo. Los demócratas estamos en deuda contigo.

 

Mis tres mitades: judío, moro y cristiano

Recuerdo mejor las anécdotas de mi infancia en Almería, aunque algunas hayan sido implantadas por mis padres o por las fotos conservadas. que lo que hice ayer en mi clase de tallasmadera.com. Debe ser cosa de la edad. El caso es que nunca olvidé que una vecina de la calle Juan del Olmo nos llamaba judíos cuando los niños hacíamos alguna trastada. Hoy lo rescato de mi memoria y lo publico en el diario La Voz de Almería.

Mi articulo 6, de la serie «Almería, quién te viera…», publicado hoy en el diario La Voz de Almería.

Para los jubilados con vista cansada, que no puedan leer la letra pequeña del diario, copio y pego a continuación el texto original en un buen cuerpo de Word.

Almería, quién te viera… (6)

 Mis tres mitades

 J.A. Martínez Soler

<<Usted es judío como yo>>

Así se dirigió a mi, en 1976, el profesor Raimundo Lida, cervantista argentino, que enseñaba El Quijote en la Universidad de Harvard. Sus palabras me trasladaron, de pronto, a mi infancia en Almería.

Con mi esposa, Ana Westley (awestley.com) en Harvard Square, 1976-77

Cuando los niños hacíamos alguna trastada, una vecina de mi calle nos gritaba, desgañitándose, y nos insultaba. << Judío, que eres un judío>>, nos decía. Es cierto que, en el lenguaje común de los españoles, persisten aún algunos restos racistas contra los judíos: <<No seas judío>>, <<esto es una judiada>>, etc. También es verdad que, afortunadamente, cada vez menos. Salvo aquella vecina, nadie me había llamado judío hasta entonces. También, bajo la piel, nos quedan restos racistas contra los moros. No en el caso de que sean ricos.

Raimundo Lida, profesor de la Universidad de Harvard.

En 1976, el primer día de clase de un curso completo sobre El Quijote, el profesor Lida pidió a la docena de alumnos de post grado que nos identificáramos con nombre y lugar de origen. Al llegar mi turno dije: <<Me llamo Martínez Soler y soy de Almería, España>>. En ese momento, el primer cervantista vivo en aquel momento -con permiso de Martín de Riquer- exclamó, con una mezcla de sorpresa y alegría:

<< ¡Ah! Bienvenido. O sea que usted es judío como yo>>.

-<<No lo sabía. Yo pensaba que solo era mitad moro y mitad cristiano. Ahora ya tengo mis tres mitades>>, le repliqué.

Judío, moro y cristiano

Esbozó una sonrisa y me explicó entonces que Soler, el apellido de mi madre, de mi abuelo, bisabuelo y tatarabuelo procedía posiblemente de los judíos de Mallorca (conocidos como chuetas) desde donde se extendió por la costa del Levante peninsular.

Isabel Soler, mi madre, natural de Nacimiento, Almería.

<<Busque usted>>, me dijo, <<en las guías telefónicas de Tel Aviv o de Jerusalén o en sus cementerios. Allí encontrará varios Soler, sus familiares lejanos>>.

Con James Thomson, presidente de la Fundación Nieman de Harvard. 1976-77.

Desde aquel día leo sobre los judíos de España, y del mundo, con más curiosidad. Fui descubriendo retazos de esas tres mitades almerienses: judío, moro y cristiano. Cuanto más aprendí, más me encariñé con lo que descubría. Sólo se puede amar lo que se conoce. Presumo, no sin razón, de mis <<tres mitades>>, y estudio con más interés las obras de Américo Castro, maestro de mi maestro Juan Marichal, sobre su <<Edad conflictiva>> y la cultura medieval española, una y trina, con sus tres religiones monoteístas.

Símbolos de las tres religiones monoteístas.

También, más me subleva la injusticia tremenda, el racismo y el robo despiadado, contra los sefarditas, los judíos españoles, y contra los moriscos. Si la historia de Estados Unidos es, en gran parte, la historia de la esclavitud y del exterminio de los indígenas, la historia de España (de Sefarad y de Al Ándalus) es, a su vez, una historia de antisemitismo, anti islamismo y supervivencia. El disimulo, el arte de sobrevivir, la al takiyya de los árabes, siempre me ha interesado.

Ritos secretos en la Alpujarra

He sabido, por ejemplo, que, durante siglos y hasta muy recientemente, algunos aparentes conversos al cristianismo, que vivieron en la Alpujarra almeriense, han mantenido, de generación en generación y en secreto, sus ritos originales hebreos o musulmanes.

También me sorprendió saber que los dos sabios más grandes del mundo en el siglo XII, Averroes, musulmán, y Maimónides, hebreo, convivieron en Almería bajo el mismo techo en el cerro de los yemeníes, hoy de san Cristóbal.

El sabio musulmán Averroes vivió en Almería en casa del sabio judío Maimonides. Lo publiqué en La Voz cuando era profesor titular en la UAL.

Apreciar mis raíces del sureste español no sólo me ha ayudado a entender mejor mi país (sus virtudes y sus injusticias), mi Almería (¿dónde están las antiguas sinagogas y mezquitas?), a entablar amistades singulares (los Nieman Zvi dor Ner o Jamil Mroue, por ejemplo), a conocer nuevos países, vistos con otros ojos, y a comprender mejor el mundo, con mayores dosis de tolerancia, esa palabra tan extranjera en España. Y todo ello, gracias al profesor Lida y a mi vecina racista.

En una ocasión, compartí viaje en tren con un viejo conocido, Emilio Quílez, desde Almería a Madrid. Le ofrecí medio bocata de jamón serrano y me lo rechazó cortésmente. Se disculpó diciéndome que se había convertido al Islam, a partir del momento en que descubrió que su apellido Quílez, leído al revés en un espejo, significaba <<muslim>>. Sus padres, abuelos y tatarabuelos siempre dijeron que su nombre debía leerse al revés. Conversión o expulsión. En ocasiones, también huían de la hoguera.

Relieve del emir Jayrán que tallé en madera de cedro. Está colgado en la entrada al aljibe árabe del hotel Catedral (Almería).

Una colega norteamericana, de apellido Carvajal, busca sus raíces sefarditas por toda la península ibérica. Y las va encontrando. Por razones semejantes, mi amigo Diego Selva, ya fallecido, se convirtió al judaísmo al descubrir sus orígenes hebreos. Mi colega Manuel Navarro, redactor de empresas en el semanario Doblón, que yo fundé en 1974, y en diario El País, también presumía de sus raíces hebreas.

Cuando estalló la primera guerra del Golfo, tras la invasión de Kuwait por Sadam Husein, dictador de Irak, me dio por estudiar la lengua árabe, durante dos años, por si era capaz de entender algo de fuentes distintas de las occidentales. Acabó la guerra y no pude descifrar ningún titular de periódicos de Oriente Medio.

Con Nicolás Franco, sobrino del dictador, ante mi talla de Jayrán, primer emir de la taifa independiente de Almería.

Sin embargo, me emocionó poder cantar algo en árabe y escribir Almariyya, el nombre de la tierra que me vio nacer, de derecha a izquierda, en su lengua original cuando la ciudad fue fundada por Abderramán III en el siglo X. Desde entonces, miré la muralla del emir Jayrán, desde la ventana de mi cuarto en la calle Juan del Olmo, con otros ojos. Ojos judíos, moros y cristianos… ¿Por qué no? Aprendí a respetar más a las personas. No a las ideas.

Desde la ventana de mi cuarto, en la calle Juan del Olmo, Almería, veía la muralla del emir Jayrán.

 

 

 

Aznar apadrina a Ayuso. Pobre Casado

¿Qué le pasa a José María Aznar? No pierde ocasión de sacudirse su responsabilidad por meternos en la guerra de Irak y por el consiguiente atentado yihadista del 11-M de 2004. Raca, raca… Ya lo hizo en marzo pasado con Jordi Évole. La Asociación de Víctimas del 11-M se lo aclaró entonces:

«Aznar nos llevó a la guerra contra Irak y a cambio recibimos los atentados del 11-M».

Aznar apadrinó hoy Ayuso como «la líder más relevante».

Eso no debió convencerle. En un aula universitaria, junto a Isabel Díaz Ayuso, según él, «la líder más relevante del panorama político español», lo ha vuelto a decir hoy:

El PSOE ha llegado «al menos» dos veces al poder en circunstancias «muy especiales». Acto seguido, ha asegurado que José Luis Rodríguez Zapatero llegó al poder en 2004 por la utilización que hizo su partido de los «ataques terroristas» del 11-M, y en 2018 por una moción de censura «apoyada por separatistas y ex terroristas».

Aznar olvida con facilidad que el ataque terrorista del 11-M se lo hicieron a él, cuando era presidente del Gobierno, como repuesta a su participación en la guerra de Irak. También olvida que el PSOE le ganó las elecciones al PP el 14-M sencillamente porque Aznar mintió a todos los españoles, con nocturnidad y alevosía, al atribuir insistentemente el atentado yihadista a ETA cuando el mundo entero (incluida toda la prensa extranjera y el diario 20 minutos) ya había publicado que fue Al Qaeda y no ETA la autora del 11-M.

¿Qué le pasa a este «hombrecillo insufrible«? Así lo definió, por alguna razón, el canciller alemán Helmut Kohl que era de su mismo partido. Alguien que le quiera de verdad debería recomendar a Aznar una visita al siquiatra.

¿Qué le ponemos? ¿Al mentiroso compulsivo?

¿Y qué me pasa a mí con él? Debo advertir a los lectores que, desde que me despidió de TVE, tras la entrevista preelectoral que le hice en 1996, le tengo cierta manía. Afortunadamente, cada día menos.

Además, flaco servicio ha hecho hoy el expresidente Aznar al líder nacional del PP al apadrinar a la líder madrileña, Isabel Díaz Ayuso («la líder más relevante»), como la continuadora de su línea política. Desde la presidencia de la Comunidad de Madrid, «ella hace lo que tiene que hacer. Hace como yo hice en Castilla y León. Yo lo hice y de ahí… nació una alternativa».  Más claro, agua. Igual que hizo Aznar, de la mano de su «Rasputín» trumpista Miguel Ángel Rodríguez, desde Valladolid a La Moncloa, ahora lo hace Isabel Díaz Ayuso desde Madrid. Va de la mano del mismo «Rasputín» que Aznar le ha prestado a su ahijada política para ese viaje. ¡Pobre Casado!

 

 

 

 

Como aquel 2 de mayo, con el corazón partío

Cuando Bush, Blair y Aznar invadieron Irak, me acordé del papelón de Goya y del Empecinado ante la invasión de España por las tropas de Napoleón en 1808 y la rebelión popular de aquel 2 de mayo. El dilema moral y político de ambos españoles, entre la fe y la razón, entre el antiguo régimen absolutista, apoyado por la nobleza y el clero, y el reformismo ilustrado de los enciclopedistas, me ha perturbado con frecuencia. La ambigüedad miedosa del afrancesado Goya y el heroísmo del guerrillero Juan Martín, El Empecinado, me partían el corazón. Dos patriotas, primero enfrentados y luego unidos por el amor a la libertad.

Los fusilamientos del 3 de mayo. Goya

¿Cuántos iraquíes liberales, contrarios a la dictadura de Sadam Hussein, tuvieron que defender su territorio invadido por tropas extranjeras occidentales que, sin embargo, les prometían la instauración de la democracia? Algo parecido ocurrió cuando la Unión Soviética invadió Afganistán con la idea de modernizar el viejo régimen y frenar así el contagio del fanatismo islamista a sus territorios limítrofes. Ni siquiera las tropas de Alejandro Magno, discípulo de Aristóteles, pudieron someter a los “barbaros” afganos. Tampoco pudo el emperador Napoleón I someter a los españoles.

Blair, Bush y Aznar, el trío de las Azores. Allí acordaron la invasión de Irak.

¿Acaso no prometía Napoleón la modernización de España, frente a la nobleza y el clero, en favor de la burguesía y el pueblo llano? El pueblo llano y algunos, muy pocos, militares desobedecieron las órdenes que dio Fernando VII (el rey felón) de apoyar a las tropas francesas y se rebelaron por su cuenta contra el invasor. Imagino el dilema moral de Francisco de Goya, un ilustrado de ideas afrancesadas, cogido entre dos fuegos. Y comprendo también su miedo a tomar claramente partido entre los invasores, que prometían apoyar sus ideas modernas, y los patriotas guerrilleros que luchaban contra el francés.

Alegoría de la Villa de Madrid. Francisco de Goya. Sin la imagen del rey José I, borrada del medallón.

José Bonaparte ocupó el trono español el día de Santiago de 1808, en plena Guerra de la Independencia. Goya le dedicó entonces un cuadro («Alegoría de la Villa de Madrid») en el que incluyó el retrato de José I en un gran medallón. El genio aragonés, pintor de la Corte bonapartista, fue condecorado con la Orden Real de España que los anti franceses despreciaron con el nombre de “la berenjena”. Ese medallón resume una parte esencial de la historia de España: el retrato goyesco de José I fue borrado mas tarde y sustituido por la leyenda del “2 de mayo”.

Las vueltas que da la vida. Que se lo digan al maestro Fernando Savater, a quien tanto admiré.  Mis hijos crecieron leyendo su «Ética para Amador». Imitando al duque de Rivas del XIX, mi filósofo de cabecera renegó el sábado pasado del liberalismo de Ciudadanos para apoyar las ideas reaccionarias de la señora IDA (Isabel Díaz Ayuso) tan próxima a la extrema de derecha de VOX. ¡Qué desencanto!

Francisco de Goya, pintor de la Corte

Con la derrota de Napoleón en 1814 y el regreso al trono de Fernando VII (llamado “el Deseado”, ¡qué paradoja!) se inició la persecución de los afrancesados. Había estallado la primera guerra civil del siglo XIX: liberales contra absolutistas. Y viceversa. Goya fue sometido a depuración por colaboracionista con el ejército invasor. Ese mismo año, poco antes de la llegada a Madrid del cínico rey felón, que juró la Constitución liberal de Cádiz y pronto la traicionó, Goya pintó a tiempo dos obras geniales que pudieron salvarle la vida y la hacienda: Los fusilamientos del 3 de mayo y La carga de los mamelucos. Con sus pinceles, se declaró patriota.

Duelo a garrotazos. Un cuadro premonitorio de Francisco de Goya

El rey felón acabó en 1824 con el trienio liberal, con la ayuda de las tropas francesas reaccionarias (los Cien Mil Hijos de San Luis), y restableció el absolutismo y la Inquisición. Goya murió en el exilio en Burdeos y el general Juan Martín, El Empecinado, fue ahorcado por orden del rey Borbón cuyo regreso había hecho posible luchando contra las tropas de Napoleón. Como en el poema del Mío Cid, “Dios, que buen vasallo si hubiese buen señor”.

Hoy, fiesta regional, se celebra en Madrid el heroísmo indudable de los militares Daoiz y Velarde, que desobedecieron a sus mandos naturales del Ejército español, y el arrojo civil del alcalde de Móstoles que, el 2 de mayo, declaró la guerra a Francia. Se rebelaron contra las instrucciones de Fernando VII quien, desde Francia, mantenido por Napoleón, había ordenado apoyar a las tropas francesas. Los sublevados también se alzaron contra la nobleza, el clero fernandino y no pocos ignorantes (que pronto gritaron «vivan la cadenas»). Una parte de España soñaba con el retorno del absolutismo y la Inquisición. La otra parte lo hacía con la Constitución liberal de Cádiz. Tras cientos de madrileños muertos a manos de los mamelucos en la Puerta del Sol y otros tantos fusilados al día siguiente en Príncipe Pío, el 2 de mayo de 1808 marcó el inicio trágico de nuestras múltiples guerras civiles entre dos bloques políticos difíciles de reconciliar desde la Constitución liberal de Cádiz de 1812 (la Pepa) hasta la Constitución de la Transición de 1978 a la que deseo larga vida.

 

Portada del libro de mi paisano el teniente general Andrés Cassinello

Es una pena que no sepamos la fecha exacta, en abril de 1808, del primer acto guerrillero de El Empecinado cuando dio muerte a dos soldados franceses en el Salto del Caballo, junto al Duero, cerca de Peñafiel. Por su cuenta y riesgo, el campesino Juan Martín se anticipó en varias semanas a los demás héroes del 2 de mayo. La leyenda cuenta que el futuro mariscal y capitán general del Ejército español, a quien también inmortalizó Goya, se sublevó contra las tropas de Napoleón para vengar la violación de una amiga suya por uno de esos dos soldados franceses.

Portada del libro de Ubaldo González Gauli

Así dio comienzo, con permiso de Viriato, la primera guerra de guerrillas moderna. Ese modo de luchar, de golpear y desaparecer, pegados al terreno, junto a la ayuda de las tropas inglesas del duque de Wellington y del “general invierno” de Rusia acabaron con el imperio de Napoleón Bonaparte. Desde entonces, gracias al Empecinado, la palabra castellana “guerrilla” ha sido adoptada por muchas otras lenguas. Hoy, injustamente, pocos se acuerdan de él. Siempre luchó por la libertad, en favor de un pueblo dividido, desagradecido y olvidadizo.