Dos reflexiones -o dos recordatorios- sobre el presunto pitufeo que ha llevado hoy a la senadora y exalcaldesa de Valencia Rita Barberá a declarar en el Tribunal Supremo.
La primera, que, pese al nombre, no estamos ante un asunto menor. «Pitufeo» se le dice, según la Fundéu, “a ciertas operaciones financieras ilícitas que se efectúan en cantidades pequeñas para que no sean registradas o para no levantar sospechas”. La propia Fundéu, que recomienda el de «menudeo», dice que el término viene del inglés smurfing, y este “formado a partir de smurf, nombre aplicado en esa lengua a los personajes de historietas conocidos en español como pitufos”.
Los pitufos que en Valencia presuntamente blanqueaban dinero pitufeando eran docenas de concejales, asesores y personal administrativo del grupo del PP en el Ayuntamiento de Valencia que -según la investigación- transferían cada uno de ellos 1.000 euros al partido por vía bancaria y luego recibían la misma cantidad en metálico, en dos billetes de 500 euros, billetes procedentes de comisiones ilegales pagadas por empresas que se hacían allí con contratos publico. El pitufeo del equipo de Barberá, por tanto, era de pequeñas cantidades, sí, pero no por ello cosa de risa o de historieta: de lo investigado hasta ahora se deduce que estaríamos ante una trama organizada, una máquina de muchas piezas, de muchas personas, y algunos de ellos cargos electos, presuntamente dirigidas para delinquir. Poco dinero, pero muchos presuntos delincuentes.
La segunda reflexión -o recordatorio-: Barberá declara en el Supremo, y no en el Juzgado de Valencia donde lo hacen el resto de los presuntos pitufos, porque cuando perdió la Alcaldía, tras las elecciones de mayo de 2015, su partido, el PP, y su presidente y amigo, Mariano Rajoy, le buscaron a Rita un cómodo destino en Madrid, una mamandurria que además de un buen sueldo le proporcionara un cierto blindaje ante los diferentes frentes judiciales que ella tenía ya entonces abiertos: caso Nóos, Ritaleaks, etc.
Pese a ser senadora sin pasar por las urnas populares sino por decisión del PP y designación de Las Cortes Valencianas, Rajoy no le exigió a Barberá cuando fue imputada en el pitufeo que devolviera el escaño, cosa que sí hizo incluso el propio PP valenciano en el parlamento autonómico. Al presidente del PP y del Gobierno le bastó con que Barberá se diera nominalmente de baja en el partido para hacer que zanjaba el asunto y simular que ya había pedido responsabilidades. Con estos pasos camina Rajoy en la senda de la regeneración democrática.