Hace justo mes y medio, Zapatero formaba el Gobierno de los pesos pesados del PSOE, de la remontada electoral; el que iba a recuperar a ese votante socialista crítico que protesta con la abstención si lo que ve no le gusta. Eso decíamos casi todos, eso se temían incluso -en privado- algunos dirigentes del PP. Seis semanas después, las previsiones no se cumplen, las expectativas se desmoronan: un sondeo coloca hoy al PP 18,8 puntos por encima del PSOE en apoyo electoral. Nunca ha habido tanta distancia entre los dos grandes partidos.
¿Qué ha pasado? ¿Qué le ha pasado al Gobierno de la remontada? Le ha pasado de todo, y ciertamente nada bueno. De aperitivo, Felipe González reabre los viejos demonios de la guerra sucia contra ETA. Después los incidentes de El Aaiún retratan al Ejecutivo socialista como traidor a la causa polisaria, bandera de la izquierda española y de gran parte de nuestra sociedad desde hace más de tres décadas. Luego se dan los socialistas en las elecciones catalanas un batacazo mucho mayor del que se temían, y el PP sube también mas de lo que se esperaba. Más tarde, la crisis irlandesa y la presión de los mercados financieros llevan a la deuda española a niveles de riesgo tan alarmantes que Zapatero trata de calmarlos con otro paquete de medidas indisimuladamente de derechas aprobadas en el Consejo de Ministros de anteayer.
Todos esos hechos han debilitado al Gobierno, lo han depauperado claramente, al menos ante ese ciudadano prosocialista crítico que unas veces vota a las siglas de Pablo Iglesias y otras se queda en casa.
¿Y el caos aéreo, la huelga salvaje de los controladores y la reacción contundente del Gobierno para solucionar el problema? ¿Suma o resta? Ayer, pocos minutos después de que un Consejo de Ministros extraordinario decretara el estado de alarma, un miembro del Gobierno veía en la gestión de la crisis aérea un punto de inflexión, una nueva esperanza de remontada, y me recordaba que Ronald Reagan, tras un caso similar de conflicto con sus controladores, logró una de sus más altas cotas de popularidad.
No sé si los casos son comparables, creo que no. No veo muchos paralelismos entre Zapatero y Reagan, acaso haya algunos más entre Rubalcaba y Reagan… Es curioso, pero el caos aéreo ha reunido a los tres nombres que se han barajado para una hipotética sucesión de Zapatero como líder socialista: José Blanco, Carme Chacón y Alfredo Pérez Rubalcaba.
El primero, Blanco, sale bien parado. Sale como el único ministro de Fomento que se ha atrevido a plantar cara a una casta privilegiada, los controladores, a la que la insensatez de un ministro de Aznar, Rafael Arias Salgado, les concedió salarios millonarios y un poder inmenso y a la que otros dos ministros -Francisco Álvarez Cascos, del PP; y Magdalena Álvarez, del PSOE- no se atrevieron a enfrentarse. Sólo se le pone un pero a Blanco en esta crisis, y es por qué no llevó el decreto que daba al Gobierno más capacidad de actuación frente a los controladores a un Consejo de Ministros anterior, en vez de hacerlo en el que abría el puente más largo del año.
Chacón también sale bien parada. Parece que sus militares han cumplido con pulcritud el cometido que se les ha dado con las medidas extraordinarias. Sin errores por exceso o por defecto.
Pero el que realmente sale triunfador es Rubalcaba, con sus comparecencias en la madrugada y en el mediodía de ayer. Supo trasmitir la idea primero de que el problema era muy grave, segundo de que el Gobierno no perdía los nervios y tercero de que actuaban con firmeza y con acierto. ¿Por qué no compareció Zapatero, por qué dejó a su vicepresidente que se la jugara y/o que brillara? ¿Por miedo o por estrategia? ¿Le estaba el presidente pasando a su segundo una patata muy muy caliente o le estaba invistiendo, definitivamente, como sucesor?