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Una joven sureña blanca y de a pie, heroína del antirracismo en los EE UU

Joan Trumpauer - Fotos policiales de 1961

Joan Trumpauer – Fotos policiales de 1961

Joan Trumpauer tenía 19 años cuando, en junio de 1961, la Policía de Jackson, en el estado de Misisipi, en el sur profundo de los EE UU, la fichó y retrató de frente y perfil.

Unos días antes el autobús en el que Joan viajaba junto con otros militantes antisegregacionistas había sido quemado por una turbamulta de arios racistas. La joven escapó de milagro pero fue golpeada, pateada y detenida. Como se negó a pagar la multa por los desórdenes de los que fue acusada o la fianza sustitutoria, la encerraron en la prisión más dura del país, Parchman Farm. La tuvieron en una celda del pabellón de la muerte durante dos meses antes de fijar una fecha para la vista del juicio y dejarla en libertad.

Durante aquel encierro arbitrario y desproporcionado Joan canturreaba con cierta constancia una cancioncilla religiosa que le habían enseñado en la catequesis:

Cristo quiere a los niños
A todos los niños del mundo
Rojos y amarillos, negros y blancos
Todos son preciosos para Él

Además de las convicciones, la muchacha no tenía nada especial que la distinguiera de otras, era una chica de a pie. Había nacido en Georgia, sus abuelos habían sido dueños de esclavos negros y sus padres eran aparceros sin demasiados medios pero que, sin embargo, podían permitirse pagar a una criada, también negra, para que cuidara de los niños. Cuando algo se torcía en la vida de la familia Trumpauer, la madre, racista visceral, solía utilizar siempre la misma fórmula: «Podremos con esto. Pase lo que pase, al menos no somos negros».

Joan abrió los ojos cuando empezaron a proliferar las protestas contra la segregación que permitía el trato diferente según el color de la piel. A los 18 años participó en la primera sentada. La detuvieron y catalogaron como «mentalmente inestable» porque sólo la locura podía explicar que una señorita del sur compartiese ideales y movilizaciones con negros.

Al año siguiente se implicó en los Freedom Riders (Viajeros de la libertad), los centenares de chicos y chicas de ambas razas que se desplazaban en autobuses por las zonas más despiadadas del racismo para organizar protestas no violentas en bares con entradas separadas, colegios que no admitían negros, piscinas en las que sólo la piel blanca tenía derecho de chapoteo en el largo y ardiente verano…

Tres 'viajeros de la libertad' son increpados y atacados por chicos blancos en un bar segregado. La muchacha del medio, con moño, es Joan. 28 de mayo de 1963, Jackson-Misisipi.

Tres ‘viajeros de la libertad’ son increpados y atacados por chicos blancos por entrar en un bar segregado. La muchacha del medio, con moño, es Joan. 28 de mayo de 1963, Jackson-Misisipi (Foto: Fred Blackwell)

Fred Blackwell, reportero del Jackson Daily News, se subió a la barra del Woolworth para poder hacer esta foto. No hay sangre, pero quizá sea una de las imágenes más violentas de la lucha contra la segregación racial en los EE UU por la rabia, burla y odio de los jovencillos que atacan a los tres viajeros de la libertad, desde la izquierda, John Salter, Joan Trumpauer y Anne Moody. Habían entrado en la fuente de soda segregada con una chica negra, la última de las activistas citadas, para hacer una sentada pacífica en la barra sólo para blancos. A Salter le regaron la ropa con sirope y la cabeza con azúcar. A Trumpauer le esperaba la misma humillación. La policía no apareció por el lugar pese a las llamadas del encargado.

Hubo muchos otros sit-in en cafeterías de los estados racistas que se oponían a la abolición de la segregación y la aprobación de una ley de garantía de los derechos civiles. Todos los actos, coordinados por el Congreso por la Igualdad Racial, fueron pacíficos. Este set de Flickr agrupa unas cuantas decenas de fotos de las movilizaciones y en alguna se puede reconocer a Joan con su tranquila prestancia haciendo frente sin un pestañeo a matonzuelos arengados por el Partido Nazi Americano.

Joan Trumpauer en la actualidad. Foto: © J.M. Giordano

Joan Trumpauer en la actualidad. Foto: © J.M. Giordano

Trampauer fue coherente con el credo de la canción que había aprendido en la iglesia cuando era cría: se matriculó en un instituto para negros preguntándose cómo respondería la sociedad —lo supo pronto: la tildaron de «puta» en artículos de opinión en la prensa— y fue expulsada de la muy prestigiosa Universidad de Duke por negarse a abandonar el activismo.

Era sureña y blanca, tenía más que perder que nadie y embravecía con más intensidad a los intolerantes.

Se retiró a la honrosa condición de ciudadana digna y coherente cuando la lucha alcanzó los resultados legislativos soñados —concretados en la Civil Rights Act (Ley de los Derechos Civiles, 1964), que tardó lo suyo en servir para algo pero al menos ilegalizó la segregación en el plano teórico—.

Sin salir del anonimato de nuevo Joan trabajó en el Smithsonian, fue funcionaria de los ministerios de Justicia y Comercio y profesora voluntaria de Inglés como segundo idioma en una organización de ayuda a inmigrantes ilegales. Está jubilada, tiene 73 años y cinco hijos.

Cuando en 2013 la trajeron otra vez a la actualidad como protagonista del documental An Ordinary Hero: The True Story of Joan Trumpauer (Una heroína corriente: la verdadera historia de Joan Trumpauer) declaró que volvería a repetir cada paso de su vida porque el racismo convierte a cualquier territorio en «el corazón de las tinieblas».

Jose Ángel González

¿Qué hacen tres nazis en un mitin de Malcolm X?

George Lincoln Rockwell (centro) y dos de sus camaradas nazis en un mitin de Malcolm X en 1962 © Eve Arnold

George Lincoln Rockwell (centro) y dos de sus camaradas nazis en un mitin de Malcolm X en 1962 © Eve Arnold

Pese a que tiene más de medio siglo de edad, la foto, tomada el 25 de febrero de 1962 en el International Amphitheater de Chicago, contiene una cadena de contrasentidos, una sucesión de disparates que, enlazados, siguen diciendo bastante de la naturaleza espuria de la política y sus bastardías raciales y sociales, superiores en socarronería a cualquier serie cómica.

1. El hombre que ocupa el centro de la imagen es George Lincoln Rockwell, autoproclamado American Hitler o American Führer. Aparece flanqueado por dos tipejos de su guardia de corps, émulos presuntos de los Leibstandarte de las SS, matones de protección al servicio de Hitler.

2. El trío de paletos sobrados de gomina para mantener a raya germánica las indómitas raíces mediterráneo-gitanas de las melenas son miembros del American Nazi Party (Partido Nazi Americano), fundado en 1960 con el peregrino y escasamente comercial nombre de World Union of Free Enterprise National Socialists, cambiado a los pocos meses. La formación sigue en activo y la web oficial demuestra que no hay diseñadores en sus filas que superen el nivel de lo deplorable.

3. El Partido Nazi Americano —aquí pueden leer un informe desclasificado de 60 páginas del FBI que situaba a los militantes de 1965 al borde del umbral de la imbecilidad y otorgaba a Rockwell tendencia a los placeres de la homosexualidad— fue y sigue siendo negacionista con respecto al holocausto («un fraude» inventado por los judíos, dijo su fundador en 1966 en una entrevista en la revista Playboy. Para el encuentro informativo sólo puso una condición: que el periodista lo tratara de «comandante»).

4. Rockwell había nacido en 1918 de una pareja de actores de vodevil que frecuentaban la amistad de, entre otros, Groucho Marx, el libertario comediante —de orígen judío— que deseaba para su tumba el más correcto epitafio: «Perdonen que no me levante».

El 'Hate Bus' de Rockwell en 1961

El ‘Hate Bus’ de Rockwell en 1961

5. Antes de convertirse, entrado en la cuarentena, en el Hitler de las praderas, Rockwell había dirigido una revista de humor fecal en el instituto, servido con honores en la II Guerra Mundial y la de Corea e intentado labrarse un futuro como relaciones públicas y editor de un semanario femenino con una cabecera diáfana y de escasa perspicacia: U.S. Lady (Mujer Estadounidense), que no pasó del número cero. Cuando leyó Mein Kampf, el libro de Hitler inspirado en El judío internacional (1920), del empresario automovilístico Henry Ford (al que Rockwell no se molestó en cotejar porque deseaba ser el primero en emular el nazismo del lado de allá del Atlántico), se sintió «paralizado, trastornado». De no dar muestras de otras ambiciones que fumar en pipa y ejercer de padre de familia pasó a profeta del odio racial.

6. Para compensar las campañas de los negros en contra de la segregación racial y a favor de los derechos civiles y los periplos en autobús de los Freedom Riders (Viajeros de la libertad) cercanos a Martin Luther King, el Partido Nazi transformó una furgoneta Volkswagen en el Hate Bus (Autobús del Odio). Era bastante cutre, pero Rockwell se sentía importante conduciendo el vehículo y transportando a sus fieles a ferias agrícolas y otros eventos. También reconvirtió con automática imaginación la proclama Black Power en White Power y editó unos cuantos discos xenófobos —y pésimos: simples singalongs para reuniones de cerveceros—.

7. La autora de la foto que abre esta entrada, la avispada (y diminuta) reportera Eve Arnold, había nacido en una familia de inmigrantes judíos fundada por un rabino ucraniano. Su padre era tan carca como Rockwell pero desde el extremismo del judaísmo: Eve tuvo que superar los obstáculos diarios que encontraba en casa. Acaso de esas dificultades extrajo la cualidad de ser en extremo cuidadosa y nunca juzgar a los modelos de las fotos. La imagen de los tres nazis no es denigrante sino práctica: son ellos, no la imagen, quienes nos aseguran la condición de payasos.

8. El Partido Nazi Americano nunca pasó del centenar de militantes.

Malcolm X (derecha) en la tribuna del mitin con Elijah Muhammad, líder de la Nación del Islam  © Eve Arnold

Malcolm X (derecha) en la tribuna del mitin con Elijah Muhammad © Eve Arnold

Foto del mitín de Chicago © Eve Arnold

Foto del mitín de Chicago © Eve Arnold

9. ¿A quién estaban escuchando Rockwell y sus dos coleguitas el 25 de febrero de 1962? La respuesta es el gran oxímoron. En la tribuna de oradores estaba el carismático e influyente Malcolm X —nombre oficial:  El-Hajj Malik El-Shabazz—, uno de los líderes de la Nación del Islam (25.000 afiliados en la época) y uno de los personajes mediáticos con mayor pegada de los EE UU después del luminoso discurso de 1959 en el que señalaba a la mayoría blanca de responsabilidad en la siembra y crecimiento de la simiente del odio racial: «Nos acusan de lo que ellos mismos son culpables. Es lo que siempre hace el criminal: te bombardea y luego te acusa de haberlo atacado. Esto es lo que los racistas han hecho siempre; lo que ha hecho el criminal, el que ha desarrollado métodos criminales hasta convertirlos en una ciencia: ejecuta sus crímenes y luego utiliza la prensa para atacarte. Hace que la víctima aparezca como el criminal y el criminal como la víctima«.

10. Malcolm X había invitado personalmente a Rockwell al mitín, en el que también habló Elijah Muhammad, gran líder de los musulmanes afroestadounidenses, definido por el dirigente nazi como «el Hitler de los negros». Rockwell admiraba a los dos militantes por la intransigencia con que predicaban la separación racial y parece que en alguna ocasión mantuvo reuniones privadas con ambos. «Ellos, como yo, quieren naciones separadas: una para blancos y otra para negros», dijo el comandante en la entrevista de Playboy.

11. Al final del mitín, cuando fue solicitada la donación de ayudas económicas, Rockwell dejó 20 dólares en el cepillo de la Nación del Islam.

12. Al par de protagonistas principales de este episodio casi burlesco de extremos que se encuentran y adulteración del discurso racial les aguardaban sendos finales trágicos de pólvora y venganzas. Unos años después del mitín en que los nazis apluadieron a los negros extremistas, Rockwell y Malcolm X serían asesinados por enemigos que no salieron del bando contrario sino de entre sus propias manadas.

"Final violento del hombre llamado Malcolm X" - Doble página de 'Life' sobre el asesinato del líder negro

«Final violento del hombre llamado Malcolm» – Doble página de ‘Life’ sobre el asesinato del líder negro

13. El 21 de febrero de 1965, en el Audubon Ballroom de Manhattan, Malcolm X fue tiroteado con una escopeta recortada y varias pistolas —recibió en total 16 balazos— y murió en el acto antes de pronunciar un mitin de la Organización de la Unidad Afroamericana, el nuevo grupo político secular que había fundado un año antes, cuando dejó la Nación del Islam por los escándalos sexuales de Elijah Muhammad, que se llevaba a la cama a todas las empleadas y voluntarias alegando su condición de profeta.

14. Aunque tras el crimen hubo cinco detenidos, todos miembros de la Nación del Islam, el caso sigue sin estar claro y han surgido teorías que van de la acción de agentes gubernamentales infiltrados a la participación indirecta del actual líder del grupo, Louis Abdul Farrakhan.

15. Malcolm X tenía 39 años. Quienes llevan camisetas con su estampa no recuerdan lo que declaró tras el asesinato de John Fitzgerald Kennedy:  «Es un caso de los pollos que vuelven a casa a dormir y cuando los pollos regresan a casa a dormir no me siento triste, siempre me alegro«.

El cadáver de Rockwell yace en la calle en una foto de agencia de la época

El cadáver de Rockwell yace en la calle en una foto de agencia de la época

16. El 21 de agosto de 1967, Rockwell fue asesinado de dos tiros mientras conducía su coche en Arlington (Virginia). El pistolero, un militante del Partido Nazi, fue detenido en cuestión de horas, pero no quedaron claras las motivaciones del crimen.

17. Tras salir arrástrándose del Chevrolet, el hombre que soñó con un Reich en los EE UU murió sobre la calzada en apenas dos minutos. Una de las dos balas le había acertado en el corazón.

18. El American Führer, que tenía 48 años, ocho menos que Hitler en el búnker final, acababa de hacer la colada en una lavandería barata.

Jose Ángel González