Xi ha organizado la expulsión infamante de su antecesor, Hu Jintao, para lanzar un mensaje a la propia China (aunque ya lo sabe) y al mundo, especialmente a Taiwan y su aliado y defensor, el rival a batir, Estados Unidos. En medio del congreso del partido comunista, ante 2300 delegados mudos y en directo para todo el mundo. (Vídeo).
Xi lanza tres mensajes y una coda:
–Vueve el culto al líder único de poder inapelable y soy yo, Xi Jinping. Puedo ser tan cruel como Mao. La mirada de indiferencia de Xi y cómo se relame y se abstrae ante el cruel forcejeo y el desalojo de Hu, es un mensaje de crueldad y omnipotencia.
–Xi se va a eternizar en el poder. De lo contrario su sucesor podría hacerle lo mismo a él.
–No le temblará la mano en el exterior: el que es capaz de aplicar la humillación global de su predecesor, de 79 años, con el agravante de la sorpresa para el propio defenestrado, es capaz de atacar Taiwan mañana mismo.
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Xi introduce un nuevo elemento en la comunicación institucional sin palabras: la crueldad extrema funda un nuevo código para dictadores y sátrapas que seguro que tiene enseguida imitadores.
La ominosa representación abre la era de la humillación pública global. El impacto de esta escena en el mundo es incalculable. Este lunes ves una foto de Pedro Sánchez con Felipe González y sin querer ya le aplicas el código brutal.
Xi ha matado al padre, ya no tiene ataduras ni límites para hacer lo que quiera. La emisión ha sido un mensaje a todo el mundo, y contiene, como un virus, la amenaza que llega con nitidez hasta el fondo de las conciencias.
Esta exhibición de poder absoluto que resume la tiranía extrema (un tipo somete y aterroriza a todo un país, de mil y pico millones de personas) contrasta con el estreno de la maravillosa película de Amazon Prime, Argentina 1985, con un genial Ricardo Darín como el fiscal Julio Strassera en el juicio a la cúpula militar de la dictadura que asesinó y torturó a miles de personas.
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